LA
RUTA DEL MULLU
En 1528 más
o menos Bartolomé Ruiz, piloto de Francisco Pizarro, encontró al navegar por el
Océano Pacífico una balsa chincha grande, ‘con cavida de treynta toneles, hecha
por el plan e quilla de unas cañas tan gruesas como postes ligadas con dichas
sogas (donde) venían sus personas y la mercadería en (lugar seco) porque lo (de abajo se mojaba);
traya sus mástiles y antenas de muy fina madera y velas de algodón (de la misma
clase de) nuestros navíos…’
Esta crónica
de Sámano-Xerez, mencionada por María Rostworowski, descubre ‘el camino’ de los
chincha) que habrían sido famosos navegantes y mercaderes. La gran vía que podría
recibir el nombre de la ‘Ruta del Mullu’ o del Spondylus’, en homenaje a la
bellísima concha marina. Su color naranja unió a millones de habitantes del
antiguo Perú.
Arqueólogos
y etnohistoriadores le han dedicado numerosos comentarios. Su ubicación se
encuentra en aguas cálidas entre el Golfo de Guayaquil y la parte extrema del
norte peruano donde fue muy depredada por los chimú en la época
prehispánica. Su extracción era muy difícil porque obligaba a un duro esfuerzo a
los pescadores para sumergirse hasta unos quince a veinte metros; además de las
heridas que se hacían en las manos al cogerlas por la superficie espinosa de su valva. Su calidad
de preciosa ofrenda como mullu al ser molida para obtener la protección del Apu Inti, el Padre
Sol, la Pachamama y los Apus, la hizo
inestimable. Igualmente su empleo para los collares, pectorales, brazaletes y
objetos rituales de los señores que le tenían mucha estima. Todo lo cual hizo
muy intensa su comercialización.
Algunos cuestionan
la capacidad de los chincha para el comercio por vía marítima. Sin embargo, no consideran
el conocimiento, tecnologías y ciencias que
tenían sobre diferentes fenómenos. Sabían bien, por ejemplo, cuál era el
mejor momento para esquivar la potencia
de los vientos alisios, que bajaban de intensidad en el verano austral, las
posiciones de la luna muy influyentes en las mareas y la lectura en las
estrellas que señalaban su camino, además del uso de unos juegos de tablas
llamados guares que hacían de timón y quilla en la proa y en la popa.
Si se quiere
algo escrito están las notas de Sámano-Xerez. Es revelador el documento con la
relación de los productos que llevaban en sus balsas. Mantas y camisas de fibra
de alpaka y algodón, pescado seco, animales y aves, balanzas chiquitas de pesar
oro y otras cosas para cambiarlas por unas ostras muy finas, los Spondylus
princeps.
Por el siglo
XIV el reino chincha, según figura en un curioso documento, contaba con unos
seis mil mercaderes que se hacían a la mar. Ellos hacían sus compras en los centros
poblados que visitaban usando un sistema que perdura hasta hoy, el trueque o
cambio.
No se puede
saber en qué momento los chincha se atrevieron a penetrar en el interior.
Existen datos de que llegaron por tierra a comarcas lejanas llevando el mullu y
su variada mercancía en llamas hasta Chavin de Wantar en los Andes Centrales,
“el Altiplano del Qollao” y más tarde
cuando aparecen los Inkas hasta Qosqo. De hecho existió una Ruta del Mullu que
se fue ampliando de Ecuador a Huancabamba, Ayabaca, Motupe, Mandor, el Tanpu, Pukara y Qosqo por un lado y
por el otro Vikus, Batanes, la Matanza, Santo Tome, Las Animas, Inskulas y
Kopis hasta Chincha, abarcando una buena parte del territorio peruano.
Falta una
investigación completa de esas y otras vías donde se trasladó el mullu interrelacionando
el mar, Mamaqocha (9) con los Apus
andinos que proporcionaban el cobre que casi llegó a ser “una moneda de
intercambio” de los comerciantes chincha para hacer sus negocios. La concha bivalva
que salía de las aguas marinas como los cangrejos de colores que descubrió en
el zócalo continental el ingeniero Enrique del Solar (10), integraban las ofrendas
de origen marino a las de origen mineral extraídas de los Andes.
Alfonsina Barrionuevo
No hay comentarios.:
Publicar un comentario