domingo, 26 de enero de 2014




 UN CIELO AZUL
Hoy el cielo se ha despertado alegre y  ha saltado de sus sábanas de bruma. Estuvo dudando si quedarse un poco más. Al cabo las retiró a un lado. Ellas le invitaban a seguir en su lecho espacial pero finalmente  las tiró a sus pies. Ahora tenemos al sol jugando loco, espejeante. Se metió a curiosear por las ventanas y llenó mi desván con sus risas. Una brisa suave volteó las páginas de las revistas. ¿Horror en el Mediterráneo? ¿Suspenso en el desierto? ¿Contradicciones en el Asia? No, no, no. Quiero pensar en un mundo azul. En el mar en una danza del vientre  ante el regocijo de sus aves amigas. Lo copio en la pregunta de tus ojos, hoy, quizá mañana  y en los próximos días, entre  juegos sin temor de sus delfines, sus lobos de pelo suave y  pelo duro,  sus pinguinos, sus nutrias y sus aves fragatas… 
 
LA COSTA VERDE, UN SUEÑO…
Desde un edificio, erguido sobre un acantilado, recuerdo haber mirado el mar con el arquitecto Ernesto Aramburú Menchaca. “El mar, dijo alguna vez, es como una gorda sin faja, hay que saber apretar  para que trabaje.”  Su idea era crear un sistema de espigones para arenar grandes espacios y construir poderosas vías,  con escaleras, rampas y ciclovías. A principios del siglo pasado el presidente Augusto B. Leguía llegaba a la Herradura en tren porque había mucha arena. El sueño de conquistar el Pacífico y dar a Lima una inmensa costa con playas de un lado a otro entre Chorrilos, Miraflores, San isidro y Magdalena, quedó a medias.    
Al pie de los acantilados, cubiertos aún de enredaderas –de allí viene el nombre de Costa Verde- me mostró el trabajo de albañiles andinos. “Estamos tratando de hacer una especie de andenerias para que que funcionen como muros de contención, “observó. “Lo están haciendo gentes con conocimientos milenarios en construcción. Ellos saben cómo hacerlo, tanto para subir y bajar como para contener los acantilados.”      

Sucedió como dijo y llegué a ver las amplias pistas que ahora corren a escasa altura del mar.
Su nombre siempre estará unido a la historia de la Costa Verde. Ojalá los Municipios logren continuar su visión de una costa unida de un extremo a otro y seguramente más allá.
                                                          
GEOGRAFIA DE MESA LARGA
En  Navidad y  Año Nuevo el aire se viste de olores que acarician el estómago en las ocho regiones del Perú. Una carga invitadora que se aspira y que enternece los estómagos. En las ciudades  las pavas, pavitas y pavipollos se adormilan en sus jugos, ensaladas y  puré de manzanas. Una tradición que se ha extendido de América a muchos países del mundo, mientras  las recetas del panetón, oriundo de Europa, comparte las mesas de mantel largo descubriendo al ser abierto, en sus doradas cortezas, un joyel  de frutas confitadas y pasas.
Las ciudades con sus millones o cientos de miles de habitantes se convierten en vitrinas modernas de un mercado pascual que mueve millones de dólares. Mientras, gracias a la presencia de los Andes, tierra adentro, en miles de pueblos,  la Navidad guarda todavía su espiritualidad. En las iglesias campesinas los sacristanes y ecónomos, ayudados por las familias, a la luz de las velas o las linternas, arman  los belenes, portales o pesebres, seguidos por los ojos asombrados de los niños.
La misma fiesta con ángeles, pastores y reyes, donde las gentes  vibran con dulces cánticos, alabanzas, aguinaldos, gozos y danzas que llegan al cielo. Son  las misas de alba y adoración que se celebran en homenaje al inocente parvulito que inició un Nuevo Testamento.
No podemos quejarnos de la popularidad del pavo que al fin y al cabo es nuestro y da lugar en los Estados Unidos al Día de Acción de Gracias. Pero, hay otros cientos de potajes deliciosos que se saborean después de los sacros oficios. Mientras el pavo reina en los ámbitos urbanos, las provincias, distritos y anexos siguen con la música de sus marmitas tradicionales, cuyas fragancias  llegan, como decía el Corregidor Mejía, hasta las entretelas del alma.
En las ciudades ha tomado vuelo la gastronomía  convirtiéndose en producto de exportación. Alguna vez  me tocó dictar en Cenfotur una geografía de aromas, armando prácticamente una ruta de comidas. Los pueblos afortunadamente no han puesto aún sobre las mesas capitalinas sus manjares. Esa que haría empalidecer al pavo más pintado y con el mejor relleno. No se sabe cuándo se convirtió en una institución culinaria para los diciembres citadinos. Su aleteo debió arrasar con otras costumbres como la preparación de los famosos "orincitos" del Niño que se servían como aperitivo en las casas más encopetadas y también el ponche de almendras de la case media y la chicha de maní en las humildes.
Tenemos que felicitarnos de conservar  una identidad culinaria en nuestras diversas regiones, donde platos deliciosos muestran su personalidad gracias al afán y preocupación de las abuelas. La lista es larga y basta mencionar en los Andes Centrales la pungente sopa de mondongo, bien lavado y hervido con hierbas fragantes que lo enaltecen. Hacia el sur el caldo de galllina criada en casa llena los corazones de calor y alegría. La papa harinosa es una buena compañera para las sopas en general que demuestran la habilidad de las chefs andinas, El chuñolawa que es un poema cuando está en su punto con los chicharritos incitantes flotando a ras de piel; el t’inpu que es un banquete saludable de una infinidad de ingredientes  hervido con pecho de res y servido con uchukuta, una crema picante de wakatay que sabe a gloria; el caldo blanco de cabeza de carnero hervido hasta ponerse tierno es otra delicia  para el que sabe comer, sin competir con los chanchitos de leche , todavía mamones,  una delicadeza al filo azul de la noche;  el kankacho aliñado con hierbas que saben a cielo dándole un toque cósmico a la carne que se baña en las alturas con jugo de estrellas; el pukapicante para la gente bravía que puede soportar la malcriadez del ají,  erupción, fuego, lava  que corre por las venas y las arterias calentando la noche; un cuye frito, al horno, chaktado envuelto en una frazada de maíz molido que se dora como bañándolo en oro o simplemente en qoelawa, se disfruta con ansia dejando los huesitos mondos y lirondos con una sensación de felicidad y agradeciendo al Niño belemnita por el regalo;  el  jamón serrano que es otra primicia de manos hacendosas con sabiduría de siglos que se inserta al lado de los otros platos con el derecho del sabor, la textura y la suavidad de sus fibras después de hervirlo una y otra vez;  las ensaladas que entran con la frescura del campo para acompañar las carnes sazonadas con hierbas olorosas que se recogen el mismo día aún con rocío matinal en sus hojas. Los niños tienen lo suyo, los ponches  y el chocolate con panes de yema, roscas,  torticas, empanadas, compotas y maicillos.
En las ciudades los jóvenes festejan el arribo del Año Nuevo y despiden al Viejo en las discotecas que los en encandilan con la estridencia de sus músicas y el fulgurante parpadeo de sus luces. Las familias lo hacen en los clubes sociales o en sus casas para brindar con licores finos el recibimiento del que viene. De acuerdo a los barrios se quemaran muñecos con estrépito de cohetes en hogueras que incendiaran la noche.
En los pueblos el acontecimiento provoca otro festín en cada paraje del Perú reuniendo a la familia y a los amigos para deleitarse con cecinas martajadas acompañadas de shipas mute, sopa de shirumbre con chochoka y carne de res,  chupes de camarones de pinzas gordas,  cangrejos chancados al ajo, cecina chilpida con huevos, aji panka; tamales de toda calaña, carne de chancho frotado con  ají colorado,  el  chupe verde sobreviviente de los arrieros,  el wayt’anpu regalo de la rupa rupa, el  chirinpico en piqueo, la  sarapatera de tortuga, el seco de chabelo con plátano verde, la cecina incitante , el  inchi kapi con maní, chicha de jora y presas de gallina; el picante de guata o pata con ají seco amarillo y ramitas  de apio,  el puchero amazónico con carne de pecho, carne de pierna, yuca, papa, coles, camotes, zapallo, blanquillos,  chupe de camarones, nina juanes en la rupa rupa y la omagua, juane de paiche,    sopa seca, malarrabia  a base de platano maduro y otros.
En los pueblos es una obligación que la familia esté unida para despedir y recibir el Año esperando siempre que sea mejor el que viene. Se acerca el momento de rendición de cuentas de los varayoq o alcaldes andinos. Ellos bajan a  las iglesias y capillas para decirle con el corazón a Papa Dios  que no se olvide de sus hijos, de los campos y sus animales. Un diálogo personal, íntimo, hablándole con unción como a su padre, su abuelo, su ancestro, pidiéndole su protección para que la tierra sea fértil.
Alfonsina Barrionuevo
 



sábado, 18 de enero de 2014


Quisiera que me absolvieran una pregunta, hace dos domingos que no puedo insertar fotos, hago la selección y la página no lo permite. No sè que hacer, si alguien me puedo ayudar se lo voy a agradecer!






QOSQO: CIUDAD PUMA TRES VECES SAGRADA

La gran urbe se encuentra a 3,416 metros de altura. Icupa un extenso valle donde existió en épocas remotas un lago llamado Morkill. Tres riachuelos la cruzan de norte a sur, el Tullumayu, el Saphi y el Chunchulmayu y está rodeada por las colinas del Wanakauri, Anawarqe, Piqchu, Senqa y Pachatusan,

Qosqo tuvo la forma de un corpulento puma. El arqueólogo Manuel Chávez Ballón decía que su grandiosa cabeza fue Saqsaywaman y su cola es una calle que se llama Pumaqchupan. La ciudad fue tres veces sagrada. Por tener el poderoso relieve del puma, el Oqe Michi, por tener  350 wakas dedicadas a las fuerzas cósmicas y telúricas y ser residencia de los Inkas, Hijos del Sol.

Ciudad calendario, en sus barrios se marcaban las estaciones, los meses, las semanas y los días del año. A su entrada y salida la vigilan dos grandes nevados, el Salqantay y el Ausanqati.

Se llega por avión,  en una hora de  Lima, y por una vía asfaltada desde Lima, Puno, Apurímac y Arequipa.

 

LOS CHINOS LLEGARON PRIMERO A AMERICA

El mar es un ser vivo  por cuyo cuerpo formidable se mueven corrientes como si fueran arterias. Los vientos marinos que embridan sus corceles en diferentes puntos las monitorean con fuerza oxigenando la gran masa líquida.  En el Perú la riqueza del mar depende de la Corriente de Humboldt o Corriente Peruana.

Hay otra Corriente legendaria llamada Río Negro de la antigua China, que se relacionó incidentalmente con nuestras culturas. Hace más de diez años un periódico del gran país asiático  publicó el hallazgo de un manuscrito que hacía referencia a ella y a su vínculo con América.

Al descifrarlo se encontró la experiencia vivida por  tres sacerdotes que estaban recorriendo pequeños pueblos en un sampán, embarcación ligera de junco, cuando fueron arrastrados por dicha corriente. Estuvieron muchos días moviéndose en el Pacífico hasta que llegaron a un continente desconocido que llamaron Fur. Uno se dirigió hacia lo que es México, otro fue a Centro América y el tercero siguió rumbo a Perú, acordando reencontrarse al cabo de un tiempo en el mismo lugar al que arribaron,  la actual California.

En su visita a viejas e ignotas culturas descubrieron poblaciones desarrolladas. Ninguno las perturbó dedicándose sólo a verlas. Al cabo pudieron volver  a la China dando noticia de su extraño viaje.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                           

En el Perú  existen leyendas sobre un personaje de piel bastante clara, luenga barba rala y túnica talar, que apareció en Puno y llegó a las islas del lago Titiqaqa. Sus habitantes mencionan aún su rara vestimenta inidentificable y su buen talante, confundiéndolo en tiempo de la evangelización con Santo Tomás.

En Canchis, Cusco, se consigna su presencia. Parece que no fue bien tratado y en su indignación hizo llover fuego sobre Raqchi. Parece que en realidad fue una erupción de un pequeño volcán de tres cráteres, llamado Kinsach’ata. Erupcionó y luego se apagó.

Finalmente, en un viaje a Taiwán para grabar documentales que se emitieron por el Canal 2TV Frecuencia Latina, visité el Museo Nacional del Palacio. En un pasadizo advertí una sala cerrada y me dijeron que se trataba de una exhibición  de objetos primitivos sin  relevancia.

Logré entrar y me quedé admirada. Estuve grabando allí varias horas. Había especímenes que parecían haber sido trasladados de nuestros museos. Vi un cantaro similar a uno encontrado en el Gran Pajatén con un símbolo idéntico a una svástica  muy anterior, unos keros de madera, cetros calados, pequeñas vasijas de tres patas para calentar algún aceite o quemar un incienso ritual, unas perfectas qochas con canaletas en zigzag, y, otros.

Aquello me hizo pensar en los monjes que habrían encontrado Sur  América,  hace cientos de años o más. Cómo llegaron esos artefactos a la China imperial no lo pude saber. Me tuve que quedar con muchas preguntas. El guía no conocía su origen. Todo lo que hay en ese museo había sido llevado por el General Chian Kai Shek a Taipei cuando salió de la China Continental a Taiwán donde murió en 1975.

Nuestra corriente marina adquirió notoriedad científica cuando Alexander von Humboldt midió la temperatura de sus aguas frente al Callao en los primeros días de noviembre de 1802.  El sabio polimata alemán -geógrafo, geólogo, vulcanólogo,  astrónomo, naturalista, etnólogo, antropólogo y humanista, ya había advertido el fenómeno antes de ingresar al país.

El mar que es tropical por su ubicación desciende a entre y 10 grados centígrados en el litoral.  Ese cambio es generado por acción de  vientos que  soplan frente a la costa, levantando nitratos y fosfatos de los fondos marinos. La presencia de estos minerales propicia la reproducción del fitoplancton y el  zooplancton que son el sostén de una inmensa cadena ictiológica.

Los biógrafos de Humboldt dicen que había buscado un lugar exótico y remoto donde vería el Mar del Sur o Pacífico, y con el que soñaba desde que leyó a  Vasco Núñez de Balboa.

Entre sus propósitos estuvo escudriñar los orígenes del Marañón, nombre conque se conocía por entonces al Amazonas. Sin embargo no se quedara mucho tiempo en el Perú sin de agosto a primeros días de noviembre

Desde que comoció las características de nuestro mar pensó que su abundancia no se debía a los Andes.  Su observación en el Callao lo llevó a la certidumbre del cambio de su temperatura y las razones.  Un recuerdo trascendental de su paso por el Perú.

Su itinerario desde Cajamarca a Lima atravesando valles, quebradas y arenales, fue estresante. Le resultó incómodo viajar a caballo en una litera y la Ciudad de los Reyes no le causó gran impresión.  

Sin embargo coleccionó novedades en su alforja de transeúnte. Su conversación con la familia Astorpilco, descendiente de Atawallpa; ls visión de una naturaleza pródiga en flora y fauna, tomando apuntes de los tordos negros y turpiales, apreciaciones de la quina y las buganvilleas, de las papayas y las chirimoyas. Apreciaciones que incluyó en su libro “Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Mundo”. 

Alfonsina Barrionuevo

 

 

         

domingo, 12 de enero de 2014


EL IMAN DE MACHUPIQCHU

Los turistas salen de sus trenes y se lanzan a Machupiqchu como si alguien se los fuera a quitar de sus ojos. Ojalá supieran algo del santuario y caminaran con respeto conociendo que fue un lugar sagrado para los Inkas. El asunto es llegar y si alguien difundió que el “Intiwatana” es el lugar con más energía allá van impulsados por un extraño magnetismo y tienden desesperadamente los brazos. Los he visto con los ojos cerrados. Cómo no si allí el sol hace florecer sus rayos. ¡Un sueño!

Los pasajes de los trenes que van y vienen durante el día han subido enormemente.

Con razón me dijeron que viajar al santuario cuesta más que abordar un avión desde Lima para el Cusco.

De veras, los empresarios que manejan esos trenes hacen una buena cosecha de la atracción que tiene el santuario. El Cusco se beneficia sólo con un escaso porcentaje que es alto porque los peregrinos son miles. El resto sale del Perú. Habría que verificar los reales costos de su manejo. Hay que bajar los precios de los boletos. Machupiqchu tiene que estar al alcance de todos los bolsillos. 

 

 

UN CASTILLO MEDIEVAL EN CAÑETE

En medio de la campiña de San Vicente, a orillas del río Cañete y de cara al mar, se levanta imponente el Castillo Unanue. Parece que se elevara a varios pisos de altura. En realidad está asentado sobre una waka preinka.

Habría costado unos mil pesos de oro, equivalente a unos dos millones de dólares en estos tiempos. Es uno de los símbolos turísticos de Cañete pese a soportar la indiferencia de las autoridades y las remecidas sísmicas que le han hecho mucho daño.

Por 1999 don Eugenio Alarco Larrabure, tataranieto de Hipólito Unanue, quien frisaba los noventa años cuando lo conocí, me comentó que José Unanue de la Cuba (hijo de Hipólito), fue quien compró en uno de sus viajes a Alemania uno de los castillos que existían en Baviera.

Para traerlo tomó un barco que por esos días se enrumbaba al Perú. En sus bodegas trasladó gran parte del castillo. Ventanas, puertas, muebles, vidrios, mármoles, rejas, y lo desembarcó directamente en el muelle de Cerro Azul. Hoy se encuentra en el kilómetro 146 de la Panamericana Sur.

Su reedificación empezó en 1843 y se terminó por 1900. Sesenta años tardó don José para hacer realidad su sueño de tener la residencia más suntuosa de la costa peruana.

Mientras el distinguido descendiente del sabio nos ilustraba cómo fue el castillo en 1900, con fotografías en blanco y negro del castillo, fue haciendo memoria de algunos detalles.

Por su construcción, es el único en su género en América del Sur, sólo comparable con el castillo del emperador Pedro IV de Brasil, cerca de Río de Janeiro.

Siempre fue una mansión deslumbrante, y por eso Ernest Middendorf, Benjamín Vicuña Mackenna, Antonio Raimondi y Jorge Basadre la prefirieron en sus viajes.

Según Víctor Andrés García Belaúnde (“Cañete Ayer y Hoy”), el castillo se ubicaba dentro “de un bellísimo fundo de 900 fanegadas que era recorrido por un ferrocarril a vapor.

El tradicionista Ricardo Palma narraba que “los habitantes de Cañete recordaban  la figura varonil caminando por sus caminos en el más brioso potro del valle... ¡Es don José!, ¡Es don José Unanue!, decían, cediendo respetuosos el paso al rico hombre que avanzaba gallardo y donjuanero a caballo para visitar las rancherías”.

La waka le ayudó a resistir varios terremotos hasta que el sismo del 15 de agosto de 2007 removió sustancialmente sus estructuras. En la actualidad las cuatro torres coronadas con merlones y almenas, que servían para proteger el pecho de un antiguo guerrero, están derruidas. Las grietas alcanzan a las troneras y saeteras diseñadas para disparar flechas, piedras o agua hirviendo al enemigo. También están afectados los cuatro minaretes que en alto relieve inscriben la señal de la cruz como las mezquitas de Tierra Santa.

La noche del castillo llegó con la reforma agraria, el saqueo y el olvido. Así se secó el jardín botánico europeo en el que había palmeras, magnolias, nogales, pinos y alcornoques. Desaparecieron los pavos reales, patos, halcones, gorriones, chilipillos, jilgueros, colibríes, faisanes y gansos; también las tortugas y peces de colores llamados purpurinos, tornasolados y dorados.

Desde 1972, el Castillo Unanue es Monumento Histórico Nacional a cargo del Instituto Nacional de Cultura, pero son los trabajadores de la ex Cooperativa Agraria de Usuarios Cerro Blanco Unanue quienes administran el castillo.

 El municipio de Cañete no responde cuando preguntamos por el castillo. En 1999 los hermanos Vera invirtieron 30 mil dólares en los estudios de restauración, pero a los agricultores de Unanue les habían hecho creer que detrás se encontraba un inversionista más poderoso. Hasta hoy no aparece ese inversionista prometido.

Los estudios calculan que su rehabilitación para ofertarlo al turismo demandaría unos seis millones de dólares. Si así como está es impresionante, seguro que restaurado el castillo sería otra cosa.

Para la periodista alemana y filóloga de la lengua española, Verena Görtz –que estuvo en Cañete-, “es asombroso saber cómo este castillo llegó hasta aquí,  por qué se hizo tanto esfuerzo para traerlo y cómo se le dejó después abandonado”.

En su documentación se menciona la leyenda oral de  tres túneles que parten de los subterráneos del castillo. El primero se conecta con la Hacienda Montalbán a 3 kilómetros; el segundo va hacia la Hacienda Arona a 5 kilómetros y de allí sigue a  Cerro Azul; el tercer túnel saldría a la playa de Cochahuasí.

Hoy es un castillo solitario, de torres sin vigía, cuartos vacíos, túneles recorridos por murciélagos, auténtica historia que no debe echarse en saco roto. Vale la pena restaurarlo.

 

Alfonsina Barrionuevo

martes, 7 de enero de 2014


FIESTA DE REYES

 

Seis de enero y el viejo señor, encorvado y medio sordo, se enderezó bajo las galas de Herodes Antipas, el tetrarca de Judea. En ese momento ochenta años cayeron vencidos a sus pies.  Sucede hace treinta años, mientras aguarda el paso de los Reyes Magos en San Pablo. La pequeña plaza de los plateros se empina bajo el rústico balcón para escucharle. Sus ademanes grandilocuentes atraen a los pobladores que van llegando para la carrera maga en la pampa canchina. Alto, severo, apabullla a su escribano, secretario o servidor que se encarama, en un acto desesperado de equilibrio, en uno de los parantes de sostén. De poder volaría a su encuentro, pero nada, es un humilde mortal renacido para la fiesta como su amo. La especie de diálogo cómico, en castellano y qechwa, que mantienen los dos arranca risas y aplausos intermitentes.

La tarde dora los cerros y unos relinchos anuncian al ángel que arriba por una esquina con una estrella de hojalata brillando en una larga caña.  


Advertidos los Reyes Magos de que Herodes Antipas busca al Niño que será  Rey, según los vaticinios, para matarle, lo confunden. Ellos no saben dónde está, también quieren hallarle y son despedidos sin más ni más, por inútiles.

Todos los siguen porque los tres harían una gloriosa carrera y la Virgen entregaría al Niño Navidad al triunfador. Ellos se van y el Herodes sampablino levanta el puño como si quisiera azotar el rostro del tiempo. Los años que estuvieron cabizbajos durante el auto sacramental esperan para tomarlo al asalto apenas se quite el mágico y bíblico ropaje.


Mi padre y yo fuimos después a ver la carrera,  donde la Virgen vestida de blanco y faja azul fue la juez del evento. Ganó el rey blanco y el año sería bueno para el ganado y  los campos.

Otro año trepamos a San Blas, en Cusco, para asistir a “la Matanza de los Inocentes” y en el mismo papel al maestro imaginero Antonio Olave, que ganó fama en Occidente con sus delicadas esculturas del Niño y sus padres, bañadas con pan de oro y esgrafiadas después. Llegamos tarde pero vimos a las “guaguas” que eran degolladas y arrojaban un liquido colorado de bolsas de agua teñida con  airanpu que estaban amarradas a sus cuellos. Para este día se servía chicha de aloja, con sabor celestial,  a los niños en el patio del convento de Santa Catalina. 


No olvido al  Monseñor Alberto Brazzini, de Lima, quien tenía un hermoso Niño de Reyes, que le trajeron de Francia. De tamaño natural dormía en su cuna de barandas doradas,  recubiertas con vidrio y pintadas por debajo con flores. Cada seis de enero, después de celebrar misa en su oratorio, lo levantaba, dejando su cobertor de seda a un lado, y lo sentaba en una sillita que hacía juego con la cuna. El santo Niño tenía un armario con trajes de paje, de príncipe, de rey, de  marinero, y entre otros, de Papa.

Días de candor tierra adentro, en Perú.     

 

 

VILLANCICOS Y GOZOS

 

En Navidad nació en el portal de mi casa el Niño de la Felicidad. Espero que alumbre los días de mis hijas,  mi hermana y toda mi familia.

           

            “La noche fue día y un ángel bajó.

Hermoso lucero le vino a anunciar.”

“A la peregrina vestida de sol,

 que a Belén camina con gracia y primor.”

 

Los villancicos llegaron de España y se desparramaron por doquier en tierra nueva. Antaño, se les decía villancetes y villancejos porque los cantaban los villanos,  la gente que vivía en las villas, como quien dice pueblos pequeños.

Entre nosotros se les llamó albas, alabanzas, aguinaldos y goces, y aún se acostumbra darles ese nombre. El de villancicos se usa más en las ciudades donde hay iglesias y se arman los portales para la noche del veinticuatro.

 

 “Calla Niño lindo,

   calla, no lloreis,

 toma estos coquitos

 para que jugueis.”

 

Diciembre no acaba de entrar a los calendarios cuando comienzan los preparativos con una unción que conmueve a miles de pueblos de nuestro territorio.

La globalización y la modernidad no han logrado disminuir el cariño que recibe en el Perú el santo infante. El más amado de todos los íconos venidos de Occidente  porque es un parvulito que no asusta ni causa temor.

Los curas doctrineros y las órdenes religiosas se preocuparon mucho por difundir su culto. Les ayudó su ingreso al mundo mágico del Ande. El Niño Dios en el Perú es protagonista de increíbles travesuras. No sólo volvió a nacer en las manos de los imagineros y escultores de Cusco sino que hasta lo llevaron a sus telas los pintores de la célebre escuela que floreció en la Capital Imperial.

En uno o dos lienzos, que son exclusivos, aparece como Niño de Reyes con todas las insignias de los Señores Inkas. No se hicieron más. Viéndolo los descendientes de los emperadores cusqueños y los ayllus relacionados con las panakas comenzaron quizá a pensar en un posible parentesco. Una condición sagrada andina que no agradó a los españoles.     

En diciembre cientos de niños y adultos ensayan hermosas canciones y danzas celebrando su nacimiento. Las coplas llenas de ternura flotan en el aire mientras los vecinos seleccionan las ramas de arrayán, molle, eucalipto, y otros árboles nativos para armar su pesebre.

Entre ellos no es familiar la conocida canción  de “Noche de Paz”, que se ha hecho clásica en el mundo cristiano. Cada uno tiene sus propias creaciones de acuerdo al lugar donde están: 

 

 “Señor San José,

   santo carpintero,

¿hágale  una cuna

 para este pequeño?”

 

“Niño Manuelito toma mi ovejita

  y, con su lanita, ponchito te haré.

 

 “Dadnos licencia señores,

  para bailar y cantar…”

           

El Perú tuvo hasta 69 idiomas, dice el investigador Rodolfo Cerrón Palomino. Por eso las albas, goces y alabanzas, se escuchan en castellano, qechwa, aimara y otras. Hasta se conservan los que mandó recopilar entre los muchik y chimu  el obispo mecenas de Trujillo Baltasar Jaime de  Compañón  y Bujanda en el siglo XVII. Hay que tener en cuenta que muchas de estas canciones navideñas son prehispánicas y fueron adaptadas para la Navidad como el solemne Hanaq Pacha Kusi Kuinin, que recogió en el Cusco el canónigo Juan Pérez de Bocanegra,  que parece ser en realidad, cuando se traducen algunos de sus versos, un himno cusqueño al Padre Sol.           

Puno, que recibió mucha atención de los jesuitas, tuvo coros de voces infantiles para las Pascuas. Según la tradición sus padres, los kurakas ricos de Chucuito, llenaban la iglesia de San Juan de Juli para tener la alegría de escucharlos. Ellos contribuyeron mucho al imponente tallado de las iglesias de esta margen del lago Titiqaqa y la compra de imágenes para sus altares. Las ventanas que eran de piedra berenguela arrojaban en la mañana, cuando salía el sol, un resplandor dorado sobre el interior.

Estamos en la primera década del siglo XXI y si bien las ciudades han perdido el encanto de las fiestas pascuales queda mucho afortunadamente en el interior. Más de lo que puede imaginar sus habitantes que las han convertido en objeto de comercio. Millones de peruanos quisieran volver a sus raíces para recordar a sus padres y abuelos y sumergirse en las costumbres adorables en torno al portalito, pesebre o nacimiento.

 

            “Manojito de rosas

  y de alhelíes,

  dime en qué piensas

 que te sonríes.”

 

Los haravikuq sabían conmover los corazones con versos llenos de ternura que salían de sus canteras más hondas. Como la Navidad es una fiesta familiar no puedo recorrer en esta fecha los caminos del Perú. Pero, me quedan los recuerdos de lindas navidades vividas en otros años een Cusco.

¡Dios bendiga siempre los diciembres!

 

Alfonsina Barrionuevo