domingo, 29 de noviembre de 2020

 LAS GUAGUAS DE PAN

En este año, 2020, la pandemia del virus Covid/19 canceló todas las festividades que se celebran en el mundo en distintos meses. Quepa el recuerdo de Todos los Santos con el consabido abrazo dando apertura a la alegría de festejar a la vida. Esperemos que en el 2021 los manes de nuestro querido planeta nos permitan retomar los días de gloria.     

Arriba el primero de noviembre y en el Qosqo el aire se carga con un olor a pan. Es un día que acuna en sus brazos tempraneros a miles de gaguas de pan y caballitos enjaezados como si fuera a salir al galope. Muchas fechas del calendario han perdido validez por decisión de los gobiernos. Se fueron empalideciendo hasta que se borró su recuerdo entre los días obreros entregados a la producción.

Tres días de carnaval, por ejemplo, de corsos y bailes en las ciudades, con chisguetes, serpentinas, globos, pica pica y agua de olor, que relajaban las tensiones, pasaron a cuatro sábados y a veces todo el mes recibiendo baldazos de agua servida y huevos y globos rellenos con agua colorada. El rey Momo no fue destronado, simplemente barrieron su trono del calendario.

Sin embargo hay tradiciones y costumbres extranjeras que llegan y se asientan. No sería extraño que siguiera cobrando vuelo el ‘halloween’ en nuestro territorio. Ya está aquí. Se esboza la noche de brujas que vuelan en escobas mágicas y pasan delante de la luna luciendo sus puntiagudos sombreros. A muchos les agrada la costumbre norteamericana de convertir los inocentes zapallos en cabezas con ojos y boca que se iluminan por dentro. Aunque no llega a prosperar se encuentra en algunos barrios pandillas de mocosos pedigüeños que tocan en esa esa noche las puertas de las casas recolectando caramelos y galletas o  dejando inscripciones ofensivas con tiza o carbón si no les abren.

Felizmente, aún celebramos Todos los Santos. ‘La alegría de estar vivos’. ¡Qué lindo! ¿No es una suerte ver al sol coqueteando en la ventana, asistir al momento en que se abre una flor, al silbo de un pájaro prendido en las ramas de un árbol?

El Día de los Santos es el día de ‘todos’, hombres y mujeres, desde que vinieron de Europa los curas doctrineros y comenzaron a registrar el día del nacimiento de las personas de esta tierra, cobrando el servicio. Los varones de las comunidades y pueblos eran bautizados según el calendario gregoriano aunque fuera con nombre de mujer si les tocaba nacer en el día de una vírgen o santa de acuerdo al día en que habían llegado al mundo. Si los hombres lo hicieron en el día de una virgen, aunque no les gustara porque era desdoroso para su sexo llamarse Carmen, Natividad o Mercedes. 

Un Paspa escogió el primero de noviembre para recordar a los santos que no eran conocidos con los demás. Desde entonces Todos los Santos se convirtió en una tradición. En el Cusco, Puno, Apurímac, Arequipa, Junín, Ancash y en otras partes del Perú las panaderías se afanan para crear un regalo colectivo, las guaguas. Las t’anta guaguas de pan-. En realidad  graciosas guaguas de harina flor o integral  que se confeccionan de varios tamaños. Las más bonitas con mascaritas o caretitas de yeso que se modelan en Puno. También se hacen en Sicuani, en el propio Cusco y Arequipa, pero los alfareros del altiplano las producen en cantidades industriales y las llevan de un sitio para otro.

Las pequeñas cuestan menos, las medianas un tanto más y las grandes son un lujo, hechas a pedido. La careta va enmarcada por la graciosa gorra de encajes típica de las criaturas de pecho. Como ellas las guaguas de pan están, waltadas, es decir fajadas. La masa se aroma con esencia de vainilla y lleva también unos granos de anís.

De esta tradición me habló Juana Peñalva Soto, quien abrió los ojos junto al horno de sus padres, Remigio Peñalva y Melchora Soto en la calle de Tres Cruces. Sus abuelos Gabino Soto y Antonia Consueta, igual que sus bisabuelos dedicaron su vida al mismo quehacer en su horno de la calle Belén. De allí salían los esponjosos panes de yema, los cachitos dorados, los bizcochos con pasas, las rejillas de leche, los blindados de dos tapas, las marraquetas, los panes de tres esquinas y los chancay de cáscara tostadita. Más de cien años sobre las bateas donde la masa burbujea al madurar después del batido para convertirse en bollos de diferentes tamaños.

‘La antigua guagua se preparaba con borra de chicha, harina de trigo oscuro y agua con azúcar rubia, para la gente de pueblo y las niñas las llevaban a la espalda en su liklla o manta’, explica Carmen Oliart de Ochoa. Se dejaba fermentar y luego se mezclaba con un poco de manteca y huevo. Se frotaba o se amasaba. Se dejaba madurar otra vez y se modelaban las guaguas para las mujercitas y siempre los caballos para los varoncitos. Para sus ojitos que son negros se mezclaba un poco de masa con hollín, sólo como adorno. Cuando es individual no es muy grande y lleva un palito de carrizo de la cabeza a los pies para que no se rompa.

En Cusco las guaguas de fiesta son de almendra y castaña, rellenas con manjar blanco y  adornadas  con flores de mazapán, chocolatillos y encajes de crema chantilly. Como es una -recién nacida- en algunas casas, varias familias se organizan para celebrar -el bautizo-. Se señala una pareja para que sean los padres, otra para el padrinazgo. Ellos tienen que hurk’ar, o sea comprometer a parientes y amigos para que las reuniones sean alegres y se mandan imprimir vistosos capillos con textos jocosos.

La guagua recibe un nombre que puede ser ‘María Todos los Santos’, ‘Juana Todos los Santos’ u otros con frases picarescas alusivas a la fecha. Un cura de mentirijillas se encarga del bautizo en broma, con las risas de los concurrentes como colofón, parodiando  con mucha gracia la ceremonia religiosa, dice doña Rosa Yáñez de Cabrera.

En el texto de un –capillo- puneño figura lo siguiente: ‘Trini Todos los Santos Comamos/ nació el 1º de noviembre./ Al  ritmo del casarasiri/ se bautizó en una noche estrellada al son del saxofón/ asistiendo el señor cura, la madre y diez desnaturalizadas/ madrinas, las chicas del 69´.

´Los compadrazgos eran tomados muy en serio y establecían un vínculo pintoresco que duraba toda la vida´, comenta Mario Polar, escritor y político arequipeño. ‘Había guaguas tan grandes que medían hasta un metro’, agrega el escritor puneño Enrique Cuentas Ormachea. ‘Recuerdo que algunas tenían las manitas y los pies de yeso con un pastillaje bellísimo’.

Para ese día se suele preparar también un chanchito de leche o mamón todavía, que es único por la ternura de sus carnes, que sale de los hornos para el té. Los de Huarocondo, Anta, en el Cusco, tienen mucha demanda por la forma de condimentarlos, secreto que pasa de madres a hijas.

Se acostumbra servirlo a los invitados con un vaporoso tamal. Al terminar el plato se sirve una copita de anisado para -matar al chancho-, una copa de vino tinto o el famoso té pìteado, té floreado con pisco. Vienen los brindis y se reparte la guagua que es recibida con aplausos. Luego, los músicos afinan sus instrumentos y comienza el baile hasta el amanecer.

Los ´bautizos´ de Todos los Santos dieron lugar, como rama colateral la hechura,  al lado de la t’anta guagua, de la pasta guagua de maguey. La más colorida y bella  salía de las manos de Hilario Mendívil, el famoso imaginero del barrio de  San Blas, Cusco. Igualmente para esta fecha en Ayacucho las hacía Joaquín López Antay, el celebrado retablista de Ayacucho, las hacía a su estilo. Son un recuerdo de un buen festejo. En la espalda que es blanca suelen firmar los concurrentes.

El dos de noviembre se recuerda a los seres queridos que viven ´otra vida en los jardines de Dios. donde nunca graniza, ni llueve, ni hay sequías´. En muchas partes se tiende una mesa con los manjares que más les gustaron en vida, puede ser en el cementerio, en la iglesia o en la casa. En las ciudades y pueblos andinos hay una gran concurrencia para evocar a los seres queridos.

Alfonsina Barrionuevo

domingo, 22 de noviembre de 2020

 

MEMORIAS DEL TRUENO

En el mundo andino tenemos a K’aqya, ‘el del labio partido’ porque su grito es sibilante, Illapa o Chuki illa, que son lo mismo en el Qosqo, es decir el trueno, el rayo y el relámpago, se aprecia como ´el resplandor del sol´. En otras partes se llama Libiak y Katekill. Su rango es grande, porque son fenómenos naturales que sobresaltan por el ruido y sus reflejos en el horizonte en días oscuros, cuando las nubes parecen preñadas de hollín.

Brian Bauer encuentra que existieron hasta dos templos del trueno en el Qosqo imperial. Si examinamos los que se mencionan más abajo pueden ser hasta cuatro. El anunciador de la lluvia era tan importante que estuvo en el Qorikancha. Debe ser porque a más de 3,000 metros sobre el nivel del mar su estruendo se presenta con frecuencia en tiempo de lluvias. Su sonido estremecedor, sus resplandores y las brillantes desgarraduras de los rayos siempre cautivaron la atención de los habitantes que viven en lugares muy altos.

Inti illapa quiere decir ‘el trueno del sol’, el cual estaba puesto en unas ricas andas de oro. Pachakuti Inka Yupanki manifestaba que era su Guauque, es hermano y lo tenía en su casa o palacio de Tococache, donde queda el barrio de San Blas ‘y hacíanle gran veneración… en la misma casa o templo… (donde) estuvo el cuerpo del dicho Inca Yupanqui…’

Aasaypata habría sido otro templo del trueno por lo que escribe Polo de Ondegardo. La tercera waka del octavo seqe del Chinchaysuyu ‘era una fuente llamada Aasaypata, que estaba junto a donde es ahora la casa de Cabildo, en la cual decían los sacerdotes de Chuncuilla ´que se bañaba el Trueno… y fingían otros mil disparates´ (Allí hay una modificación de Cobo que le pone Aacaypata, pensando seguramente en la plaza. Aasaypata habría estado en una residencia imperial, pues el licenciado, dos veces corregidor de Qosqo, indica en párrafo aparte que la quinta waka ‘…era un buhio llamado Coracora (herbazal, dice Jorge A. Lira)…en que dormía a vecex Inca-Yupanqui que ahora están las casas del Cabildo……´

En la gran plaza principal, Hauqaypata, estaba Q’asana, la residencia de Wayna Qhapaq, tan grande, que tenía un manantial en el cual también se bañaba el trueno. Polo de Ondegardo lo reseña. ‘La quinta guaca del sexto seqe del Chinchaysuyu ‘era el palacio de Guayna Capac llamado Cajana, dentro del cual había una laguna nombrada Ticcicocha, que era adoratorio principal…’

‘Alcancé mucha parte de las paredes, que eran de cantería ricamente labrada…, que mostravan haver sido aposentos reales y un hermosísimo galpón, que en tiempo de los Incas, en días lluviosos, servía de plaç(z)a para sus fiestas y bailes…’’’dice el Inka Garcilaso. ‘Era tan grande que muy holgadamente pudieran sesenta de a cavallo jugar cañas dentro en él.’

Doña Marcelina Loayza decía que, ‘en una comunidad del Valle Sagrado, donde hay un manantial, la gente aseguraba que se bañaba el trueno.´ Sucedía cuando, después de retumbar en el cielo, caía el rayo junto a sus aguas y las iluminaba.  Es la mentalidad andina, plena de poesía.

En las alturas se puede ver diferentes fenómenos naturales en un espacio extendido entre cerros y abras. La perspectiva es magnífica. En un extremo, lloviendo. Un poco más allá sol, abriendo su linterna. Siguiendo en el mismo sentido truenos y rayos. Al centro, viento fuerte y, más allá, cielo nublado. Este triple o cuádruple espectáculo no se puede ver en las grandes ciudades que están a menor altura y con el espacio tugurizado.

Continuando con el trueno. A mediados de junio de 2011, Rina Vargas Uscamayta, guía oficial de turismo, visitó a mi pedido Huch’uy Qosqo, en las alturas de Calca. Al conversar con Mauricio Quispe Inquiltupa, de la comunidad que cultiva las áreas circundantes, le manifestó que el verdadero nombre del grupo arqueológico es K’aqyakawana Ayllu, ‘el mirador del trueno”. Víctor Angles, en su libro ‘Historia del Cusco Inca’, cita el mismo nombre cuando se refiere a Huch’uy Qosqo. Así debe ser.

Cuando Betanzos alude al peñol adonde se retiró el Inka Wiraqocha con su hijo Urko lo llama exactamente: ‘Caquea Xaqui xaguana’ como creyó escuchar y, si bien su qechwa no era excelente, le sirvió para comunicarse.

El nombre se debe a que, en tiempo de lluvias, se contempla desde allí una cantidad de truenos y rayos que revientan al frente, en la otra banda del río.

Sabiendo que el rayo rompe rocas al caer se puede conjeturar que el templo del trueno de Machupiqchu, una gran piedra o wanka, fue partida en dos por un rayo. Se puede ver en un pasadizo en el mismo espacio donde está el del cóndor.

Al abrirse la roca quedaron dos puntas majestuosas hacia arriba, como un grito y el trueno, según el habla popular, es k’aqya, porque tiene el labio partido. Los arquitectos inkas las aseguraron con cercos de piedra pulida, para que no se deteriorasen o destruyeran, con el tiempo.

Alfonsina Barrionuevo

lunes, 9 de noviembre de 2020

 

VALLEJO ANDINO

Claro que Vallejo es andino, como toda la gente del Perú. Otra cosa es ser de mayor o menor altura desde el nivel del océano. Los Andes están en nosotros corriendo en ríos en nuestra sangre, formando mesetas en nuestra piel, vuelo de cóndores removiendo nuestros cabellos, avizorando los abismos arriba y abajo en nuestros ojos.

Vigas de mineral en nuestros huesos.

Los Andes son como una sombra hecha de luz en nuestras neuronas. Andinos, salud por la gracia de Dios y de la vida.

Efraín Chevarría Huarcaya lo sabía cuando tradujo ‘Los Heraldos Negros’ de César Vallejo, el gran poeta de la Humanidad al idioma de las nieves, el mar y la omagua o selva. La suya fue la primera traducción en las voces maternas antepasadas y encajó perfectamente. Lo recuerdo sumamente gentil en su oficina de turismo, la primera en el Qosqo, orientando a los escasos viajeros que llegaban para llenar sus ojos de Machupiqchu.  Grandioso Efraín que escribió un primer libro de impresiones del santuario Inka. 

Llegó a casa con un poema extraordinario y su palabra sobredimensionó nuestro departamento del jirón Moquegua en el mismo corazón de Lima. Yo sentía como si me fuera reduciendo a la estatura de una hormiga:

Kanmi llaki kay pacha kausaypi,… ancha llak …

¡Manan yachayta atipanichu!

‘Hay tanta pena, tanta tristeza en este mundo… que no lo puedo entender!

Hay golpes tan fuertes en la vida ¡Yo no sé!…

Cómo podría yo sentirme ante el dolor de la Humanidad.

Dejé mi envoltura de hormiga:

Kanmi llaki … kay pacha kausaypi … ancha llaki

No quise pasar de allí para no convertirme en polvo. Parecía que César Vallejo escribió en qechwa y lo tradujo después al español.

Va el poema completo. Quizá alguien quiera traducirlo sin peligro.

 

Alfonsina Barrionuevo

 

YANA CHASKIKUNA

Kanmi llaki kay oacha kausaypi, ancha llaki

¡Manan yachayta atipanichu¡.

Hanaq Apuq cheqniynimanta hina; paykunaq qayllayninpi,

Tukuy muchasqanchis q’atan yuyaypi qochachakunman hina

¡Manan yachayta atipanichu¡.

Kankun, pisin kankupas...  Ima phina uyatapas

Ima seq’a wasatapas q’ellachankun.

Icha aukawamink’akunaq salqa uywanchu;

Icha wañupa yana chaskinkunachu

...Wañuypa yana chaskinkunachachu.

 

Munaspa Hanaq Apukunaq ukhu urmasqanmi,

Khuyasqa iñiy kay pachapi sarunchasqa.

Yawar phallchaq llaki, mayqen q’onchapunkupi ruphaq

T’antanchispa t’ohayninmi kanki.

 

Runari, waqcha, ancha waqcha. Ñawinta kutirin,

Rikranchis hawanmanta t’aqllaspa hina;

Waq’a ñawinta kutirin, tukuy qausasqataq

Hucha p’uitu hina, qhawayninpi quepan.

 

Kanmi llaki kay pacha kausaypi, ancha llaki

...¡Manan yachayta atipanichu¡

domingo, 1 de noviembre de 2020

UN APU CON CAMPANILLAS 

Recordando a Arequipa.

Al Misti le toman las pulsaciones de vez en cuando con una computadora y su imagen entra en el internet con sus hermanos, el Chachani y el Pichu Pichu. Hasta ellos ajustan su existencia a las nuevas conquistas tecnológicas. No le crecen barbas porque siempre fue un volcán lampiño, aunque a veces se ponga un casquete de nieve para recibir piropos de las quinceañeras. Pero sigue siendo el cerro tutelar del valle gentil, aunque sea menos verde y más poblado.

Los españoles llamaron a su valle esmeraldino Arequipa, porque no podían pronunciar su singular nombre aimara, Are Qepau, “el Valle de la Trompeta Sonora”, debido a los ruidos subterráneos que el volcán producía cada vez que lo remecía. Que se sepa Arequipa fue siempre un valle de temblores. Sin embargo, los españoles, que desconocían sus antecedentes tectónicos, se dejaron seducir por sus campos sembrados y sus bosques donde se escondían voces susurrantes.



Al llegar no vieron un solo muro de piedra o sea que no estaba habitado, pero eso no les llamó la atención. De haber preguntado un poco se habrían enterado que era un valle ruidoso, con un piso que se movía. Ellos lo tomaron y el 15 de agosto de 1540, el Illán Garcí Manuel de Carvajal realizó las ceremonias acostumbradas para fundar la villa de la Asunción de Nuestra Señora del Valle Hermoso de Arequipa.

A sólo cuatro meses de su vida como villa el rey Carlos V, quien recibió las más halagadoras referencias sobre ella, le concedió Escudo de Armas con un río y sobre él un cerro a manera de volcán, entre árboles verdes y encima de ellos dos leones de oro y por orla ocho flores de lis, por timbre un yelmo cerrado y por divisa un grifo con una bandera en las patas que llevaba el nombre del monarca.

Tantas lenguas se hicieron quienes la vieron que Cervantes, el famoso autor de “El Quijote”, alabó su clima primaveral sin conocerla, porque nunca vino. Las canteras de sillar que hay en cantidad proporcionó un material ideal para construir y reproducir al mismo tiempo los follajes que hallaron. La habilidad de los alarifes peninsulares fue secundada por los naturales de origen aimara y qechwa. Estos tuvieron mucha libertad en el trabajo de las fachadas sacras y de sus casonas, colocando entre sus ángeles, flores de acanto y águilas imperiales, sus propios símbolos: el sol, la luna, las estrellas y el signo escalonado al lado de las cabezas de sus kurakas, sus mujeres, flora, maíces, flores de qantu y de panti; así como su fauna, pumas, aves, loros y ciempies.

Hasta el siglo pasado sus habitantes hablaban con orgullo de la “república de Arequipa. Siempre se consideraron aparte. En el virreinato la villa funcionaba con regulaciones propias. Nadie podía construir una casa si no se sujetaba a la licencia de su autoridad edilicia. No se permitía la explotación del comprador, ni aún de mercancías que venían de ultramar, pues estas sólo se vendían después de tasarse y regularse de acuerdo a sus precios. Tampoco, observó el investigador Guillermo Zegarra Meneses, se toleraba que se corrompiese a la juventud dándole entrada a las cantinas: ni que se arrojase a las vías públicas aguas inmundas, escombros y basuras; ni que se abriesen talleres sin comprobar la competencia de los artesanos.

Durante el virreinato la blanca ciudad tuvo una gran población española.  Alrededor de 22.000 habitantes, entre hombres y mujeres, superando incluso a Lima, que llegaba sólo a 19,000 siendo la capital. Por esta razón sus costumbres se parecían más a las de Europa según el testimonio de los visitantes. “Los arequipeños tienen, por lo general, mucho espíritu natural, gran facilidad de palabra, memoria feliz, carácter alegre y maneras distinguidas, anotó Flora Tristán en sus “Peregrinaciones de una Paria”.

La gente principal disfrutaba de un buen status económico. Sus minas  producían oro y plata en Palka y Posko; en las lomas de Atikipa, Pongo y Camaná se criaba bastante ganado mayor y menor. El campo generoso proporcionaba para sus mesas maíz, trigo, cebada, legumbres, tubérculos, y los huertos perfumaban el aire con sus frutales. “Como sus partidos o provincias llegaban hasta Tarapacá, agregó Zegarra Meneses, se beneficiaba con los exquisitos vinos de Moquegua y Locumba y sus afamadas aceitunas y aceite de oliva.”

“Arequipa se proveía a sí misma de cuanto necesitaba por los diversos oficios y artesanías que se practicaban. De sus talleres salían alfombras, frazadas, tocuyos, sombreros, medias, calcetas y toda clase de prendas de vestir, pellones y sillas de montar y se trabajaba con maestría los metales, concluye el estudioso.” Así entró en el escenario de la Historia Virreinal y Republicana, con una personalidad muy definida, como si su clima telúrico hubiera moldeado a su manera los valores de su gente.

Alfonsina Barrionuevo