domingo, 27 de noviembre de 2016

SEÑORA DEL VIENTO Y LA NIEVE


Ella tiene un encanto celestial, como que es la Virgen, y sus devotos comparten su leyenda con otra ecológica. En una laguna fronteriza con Qosqo las aves migratorias que llegan una vez al año se instalan entre sus totorales como si la hubieran lotizado sin cruzarse y en un orden que no tienen los hombres. Ellas respetan sus áreas y cuando se van nadie las ocupa. Al año siguiente vuelven prestamente a construir sus nidos en el mismo sitio.
Hace algún tiempo tuve la suerte de recorrer la provincia de La Unión a pie y a caballo durante once días. En alturas que se mantienen a 4,000 metros sobre el nivel del mar inspeccioné lagunas, ríos y varios bosques de piedra impresionantes. Trepando un cerro de lava petrificada estuve a punto de caer en un abismo cuando un cóndor me sorprendió batiendo sus alas en una  senda estrecha. Me aseguraron que sólo quería acompañarme y me parece que sí, el camino tenía un ancho de sesenta centímetros y de haber querido me hubiera desbarrancado.
Uno de sus pueblos principales es Alka y fue mi punto de partida para grabar el documental: “Los Ojos del Diablo”. Viajé con David Morán, especialista en cámara artística, y mi guía fue Fernando Polanco, un hijo del lugar, El recorrido a pie y a caballo fue riesgoso. Salíamos a las cinco de la mañana de la estancia donde nos habíamos cobijado y  llegábamos a la siguiente en doce horas exactas. La oscuridad después era tan densa que no podíamos contar los dedos de nuestras manos.

Fue muy interesante caminar kilómetros interminables, subir empinadas escaleras de piedra, pasar por bosques alucinantes de roca y conocer la panpa donde brotaba agua hirviendo a lo largo de ochocientos metros aproximadamente. Al arrojar de sus profundidades un polvo calcáreo, éste se acumulaba en punta semejando una especie de volcancitos. Cuando  se quebraba aparecía un charco de agua rojiza por el contacto con el ambiente helado, como una nata. A eso los comuneros le llaman “los ojos del diablo”. Su aspecto es espeluznante y cuando hay niebla al amanecer parece un conjunto avernal de pupilas sangrientas.

He escrito varios artículos sobre este viaje pero lo que más me llamó la atención fue el afán de los hijos del pueblo que están en Lima de proporcionarle lo más urgente. Un motor para generar luz fue lo primero. Ya tenían agua potable, pero según me cuenta Polanco había mucho que hacer y Alka sigue prosperando porque no se rompe ese cordón de vida entre los que radican allí y los que se fueron. Ahora hay carreteras que unen otras localidades y él sigue sacando una revista muy completa.
Cuando me alojé en el pueblo conocí la historia de la Virgen del Carmen, bajo cuyo manto se reúnen los devotos que regresan para su fiesta. Su historia es muy sugestiva como todas las que dan encanto a las imágenes religiosas. Nuestra Señora del Carmen demostró que quería quedarse en el lugar. Los frailes carmelitas lograron traer de España varias efigies de la misma belleza, como si fueran hermanas, y una fue designada para la villa fundada en la tierra de los valerosos alkas. Los españoles eligieron el lugar por su amplitud y la riqueza de sus minas. La iglesia debía tener una patrona celestial.

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La leyenda dice que llegó en una caja de madera y cuando aquellos quisieron abrirla no pudieron sacar los clavos incrustados como en metal. Pasó por allí un poblador de Luycho y al conocer el problema tiró con la tenaza del primer clavo y salió fácilmente. Animados los españoles quisieron seguir quitando los clavos  pero encontraron la misma resistencia. Misteriosamente llegaron gente de Luycho, Puyka, Ayawasi, Kawana, Calle Nueva, Tiopampa y Kanchata, y cada uno sacó un clavo como si la Madre de Dios hubiera querido reunirlos.
Al abrir la caja encontraron un documento indicando que su festividad debía realizarse cada 16 de julio previo novenario del 6 al 15, el mismo que debía ser iniciado por la persona que sacara el primer clavo y así sucesivamente, participando sus parientes y amigos.
La imagen llegó con semillas de cedro que fueron sembradas en la esquina de la plaza, en el contorno de la iglesia y también en los pueblos de Taurisma, Torrepanpa, Willoq, Kawana y Panpamarka. Algunos de los árboles que crecieron siguen de pie e increíblemente no han podido reproducirse como si las imágenes quisieran testimoniar el prodigio.

La devoción de los pueblos de Willoq logró que la Virgen pasara allí, desde hace muchos años, su día central. Sin embargo, un descuido dio lugar a que en las primeras décadas del siglo pasado se prendiera su manto y se quemara parte de su rostro. Los alqueños lo consideraron irreparable y decidieron comprar otra imagen en Arequipa, que llevaron en un viaje accidentado por la ruta de Chivay a lomo de mula.
La imagen siniestrada fue trasladada a la capilla de la iglesia de Antabamba pero al poco tiempo se presentó un extraño fenómeno en Alka. Ventarrones que en las tardes hacían volar el techo de las casas, mientras continuas heladas enfriaban su ambiente en las noches. Nadie podía explicarse qué pasaba hasta que Nuestra Señora se presentó a cuatro vecinos en sus sueños y reprochó al pueblo su abandono y sustitución.
De inmediato los alqueños fueron en su rescate y volvió a su lugar cesando la furia de los elementos. Pero Ella no podía seguir desfigurada y se contrató a un curioso para que la arreglara y fue peor. Hasta que en setiembre del año 1999, por acción del devoto Mario Germán Chirinos y con la responsabilidad del Comité de Damas residentes en Lima, así como la participación de Rafael Trelles y Fernando Polanco, fue trasladada a la capital.
Una vez restaurada, en el taller de conservación de arte del Museo de la Nación, volvió a hacer un ingreso triunfal al pueblo donde la aman.

Alfonsina Barrionuevo

domingo, 20 de noviembre de 2016

SERENATA  PARA  “LA  QUINUA”

Los agricultores de  los Andes centrales cantan y bailan en setiembre a la quinua, kinoa o kihura (Chenopodium quinoa). Ellos se mueven como sombras cuando un cohete arranca en un único disparo. La noche propicia la serenata, se hace confidente de la qena y la tinya cuando los pies del cortador bordan encajes sobre los tallos heridos tras el primer corte de las mieses. Después la voz dibuja ternuras en el aire, donde las panojas de la kinoa se yerguen con millares de granos como si escucharan. 
“En Tunso, Concepción, y en San Juan de Iscos, Chupaca, existen algunas canciones dedicadas a “la quinua ”, declara el escritor Simeón Orellana, doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional del Centro, quien también tiene documentados trajes nativos que se usan todavía en los villorios de la región.

La kihura aprendió a vivir con los agricultores de las partes bajas del lago Titiqaqa y fue amada por ellos hace miles de años, dejando de ser áspera y espinosa como sus parientes. Una leyenda aimara dice que fue un regalo astral que llenó los campos de estrellas. Con tres mil variedades o genotipos, es innegable que su hábitat originario fue el altiplano, a 3,800 metros sobre el nivel del mar.  
No deja de ser curioso que en tierra wanka, particularmente en Chawaq y  Chupaca,  se conserven canciones, bailes y música para ella como cariñosa ofrenda. Igualmente, en Cusco y Ancash hay rezagos -por investigar- de expresiones  dedicadas a la kihura, que son puro sentimiento.
En el siglo XVI,  a la vez que se dio la dominación española en territorio peruano, también se sometió a las especies animales y vegetales. Así el arroz, el trigo y la cebada pasaron a enseñorearse en las mejores tierras, y si bien la papa nativa -Aqsomama o Madre Papa- logró conquistar las mesas europeas, tuvo que librar mil batallas para ser aceptada. Aunque por -crucial paradoja- no siempre está en la canasta familiar por su alto precio.
A la kihura -casi vecina de chacra- no le fue mejor y estuvo a punto de perecer. Sobrevivió en una cuerda floja más allá de la segunda mitad del siglo pasado, manteniéndose como una refugiada en las comunidades más pobres de la cordillera. Su consumo interno se fue atomizando, pero se salvó gracias a la inusitada demanda externa de sus nutracéuticos granos. De pronto inició su exportación Bolivia, país con el cual la compartimos —igual que Ecuador, Argentina, Chile y Colombia, por donde se extendió el Tawantinsuyu. Así terminó el destierro de la kinoa o kihura en las punas. 

Hay que revalorar su importancia agronómica, nutricional y socioeconómica. El “Grano de Oro de los Inkas”, llamado así porque el visionario Pachakuti intensificó su expansión, merece alcanzar otra clasificación y que se le deje de calificar como “pseudo cereal”, frente a la avena, el arroz, la cebada, el centeno, el trigo, el sorgo o el sésamo o anís. Ninguno es tan completo como ella.
Las numerosas variedades que hay en los Andes peruanos-dicen los técnicos de la FAO- son una reserva para el futuro de la Humanidad. La falta de agua que se avecina con los cambios climáticos la hará invalorable para el planeta. Ultimamente se experimenta su cultivo en Europa (Francia e Italia), Asia y África.
Habiendo sido criada en la soledad de los páramos andinos soportando sus condiciones extremas. Sus características son increíblemente gloriosas. Las plantas enfrentan los vientos y la sequedad creando microclimas, almacenan hasta la última gota de lluvia, resisten a las heladas encapsulando su floración y aprovechan los minerales de los suelos áridos en su  beneficio.

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El diminuto grano de la kinoa, confundido por los cronistas íberos con el poco apreciado “bledo” de su campiña, tiene la potencia de un gigante. Sus proteínas, aminoácidos esenciales y vitaminas refuerzan la energía muscular, previenen los daños hepáticos,  mantienen buenos niveles de azúcar y colesterol en la sangre, combaten a los radicales libres, ayudan a reducir  la anemia y la osteoporosis, incrementan el colágeno, colaboran en la disminución de la impotencia y la frigidez, e interactúan contra problemas del sistema nervioso, como la memoria, el aprendizaje y la plasticidad neuronal, la depresión, la ansiedad y el estrés. Valores a los que se agregan significativamente minerales como potasio, manganeso, fósforo, zinc, cobre y litio.
Sus plantas son hermafroditas, rabiosamente feministas, y se autopolinizan. Su tallo alcanza los tres metros de altura, sus hojas se parecen a una pata de ganso, de donde proviene su nombre científico, y sus panojas de flores pequeñas sin pétalos, albergan constelaciones de semillas. En los siglos XVI y XVII los extirpadores de idolatrías la persiguieron como grano herético, porque los sacerdotes inkas la usaban en sus ceremonias. En esos tiempos se la conocía con una voz qechwa casi olvidada: “chisiyamama”, que significaba “Madre de las semillas”. Los kallawayas, curanderos del altiplano,  ponían emplastos de kihuraua para curar golpes y fracturas de huesos.

En nuestro siglo su carrera es triunfal. Se aleja de la humilde lawa y el sencillo pesqe, tan queridos en los Andes, para ser ingrediente de lujo en exóticas creaciones gastronómicas.  Es necesario que se amplíen sus fronteras de cultivo a gran altura para que mantenga sus valores nutricios en los Andes.

Alfonsina Barrionuevo

domingo, 13 de noviembre de 2016

EL SECRETO DE LA PAPA AZUL 

Perú, país de auroras que se bañan en oro solar, de cerros protectores con tesoros escondidos en sus entrañas, de valles donde la Madre Tierra o Pachamama extiende sus polleras bordadas, de lagunas adormiladas en las manos del Ande, de regiones rebosantes de vida y de muerte. A  la vez país de paradojas, donde la Pachamama asiste con pesar  a la desaparición  de especies nativas que regaló a sus hijos, los hombres.
Entre ellas las papas que salieron del Ukhupacha, la tierra de las sombras, para llevar alegría a la Humanidad. Su pérdida se deja notar, me dijo Celfia Obregón Ramírez, ingeniera agrónoma que volvió a nacer tras el cataclismo que sacudió al Callejón de Huaylas el 31 de mayo de 1970. Tenía diez años y estaba en el circo, cuando —luego del terremoto— el desprendimiento de un glaciar del  Huascarán arrasó a su Yungay natal.
Ella estudió en la Universidad Nacional Agraria de La  Molina y posteriormente, en trabajo conjunto con el Ministerio de Agricultura, el Centro Internacional de la Papa (CIP)  y el INIA, recorrió casi la totalidad de los diecinueve departamentos paperos que tiene el país. Su propósito fue contribuir al  registro de las papas nativas, algo así como darles una partida de nacimiento, para que sean reconocidas.   
El banco de germoplasma del CIP conserva miles de variedades de papa, de las cuales dos mil setecientas son netamente peruanas. Dentro de este marco hay mejoradas o comerciales y el resto nativas, mayormente de autoconsumo, de todas las formas, flores y colores.
Resultado de imagen para sembrados de papaLos jóvenes de las comunidades tienden a emigrar a las urbes en busca de oportunidades. Quedan los padres y a veces los abuelos, que no se dan abasto para seguir sembrando y cosechando sus papas tradicionales. Las áreas se recortan a la par que las familias, hasta que un día sólo quedará el viento llorando sobre los surcos resecos.
“El poco aprecio que se tiene por la papa se traduce en su manejo. Su comercialización es desordenada. Las bolsas para recoger basura son mejores que los sacos en que la llevan a los mercados mezclada con tierra, rebajando su valor”, señaló la Ingeniera Obregón.
“Tampoco hay una buena selección de semillas, -dijo. -Para mí su cultivo está en emergencia. Se reconoce que sus grandes centros de domesticación fueron Puno y Cusco.”
Al  hablar con Celfia pensé en esa maravilla peruana que está ahora en el mundo. Entre sus variedades la papa añil, tan oscura que parece una papa negra o yanapapa, es una reina. Más buscada que la mítica orquídea negra tiene una gran cantidad de de antiocianina <sustancia antioxidante> que puede convertirse en una crema cosmética para proteger la delicada piel del  rostro.
La papa azul (Solanum andígena) es oriunda de Huánuco y las mujeres de cierta comunidad  la usan en rodajas para proteger sus sienes y los costados de los ojos. Ella les ayuda a conservar una piel lozana y tersa.

Caminando por la puna desde hace catorce años, Celfia Obregón observó esa costumbre y comenzó el estudio de la papa añil. “Los laboratorios quisieran una tonelada para trabajar con ella, pero a lo más  se cosecha unos 450 kilos”, explicó. “Su sabor es excelente, pero a las mujeres del lugar les gusta utilizarla para protegerse de los efectos del sol, el viento, el frío y el tiempo. No puedo saber cómo ni cuándo descubrieron sus bondades cosméticas,  pero la emplean desde las tatarabuelas y aquellas seguramente de las suyas.”

Resultado de imagen para sembrados de papaAl preguntarle si no se ha pensado en que será necesario extender su cultivo contestó que no funcionará. “Hemos tratado, pero saliendo de su área, pierde el color y varían sus componentes. Las papas se parecen a las personas. Tienen su identidad, su hogar, su familia, donde se sienten a gusto. Las papas nativas tienen sus pisos y no les complace que las trasladen. En la cima telúrica sus flores son moradas, pero en otro nivel pueden tornarse violetas y hasta blanquecinas. Ya no son ellas”.
Por lo menos ésa es una defensa natural de nuestras papas nativas. Una suerte que nuestro país, además de las ocho regiones naturales, cuente con 84 pisos ecológicos que nos aseguran esa biodiversidad increíble. “Los gobiernos deben preocuparse por conservar y manejar lo que tenemos”, reclamó Celfia Obregón.

“Por más que ha habido afán en otros países por mejorar  las papas que cultivan, sólo sacan variedades blancas, buenas para freír, sin el exquisito sabor de las nuestras. Debemos aprovechar esta ventaja para exportar”, agregó la experta yungaína, añadiendo: “En este momento estamos ocupados en lanzar un producto de uso instantáneo elaborado de papas amarillas, para puré, causa, sopas y hasta postres: palitos de papa, suspiro limeño y otros potajes, para que los comensales del mundo puedan  saborearlos como en el Perú. Entre las variedades nativas hay algunas muy exóticas, como la “papa piña”, con formas muy caprichosas. Nuestra Asociación para el Desarrollo Rural Sostenible (ADERS) trabaja en contacto permanente con el Centro Internacional de la Papa  y el Instituto Nacional de Investigación Agraria. En cuanto a la nueva crema cosmética “Mishki Perú” de papa azul, si da resultado, incentivará a  la comunidad donde crece para  mejorar su cultivo y unir más a las familias productoras, proporcionándoles una mejor calidad de vida.”


Alfonsina Barrionuevo

domingo, 6 de noviembre de 2016

POR LOS ESPACIOS MAGICOS 

A veces la niñez suele ser decisiva para una persona. Tras una vida intensamente dedicada al Perú puedo afirmar que mi libro: “Espacios Mágicos de Qosqo y Machupiqchu”, se generó en Huaro. La hermosa tierra de los yakarkaes legendarios que leían el porvenir en el fuego de sus braseros; de los mankap’aki que torneaban sus ollitas en la arena con sus manos de viento; de los waraqlla que armaban sus coros en las ramas de los lanbranes; de las “illas” o madres de los qoes o kuyes, con ojos de rubí y patitas de oro, que se encuentran en el Ukhu pacha; de los féretros que caminaban de noche dando tumbos, para entrar en las casas de los que iban a morir; de los duentes de Catalina Qespe que se daban volteretazos, debajo de las bancas, en los “ora pro nobis” de las abuelas; de los frailes sin cabeza que bajaban por los maizales y los condenados que podían comer a los niños desobedientes, dejando sus huesos blancos y lirondos.

Mi obra, en general, arranca de allí y de mil lugares recorridos a lo largo de mi vida, que tienen una raíz en los primeros años de mi existencia formando un corpus total. “Espacios Mágicos…”  es la segunda parte de un conjunto que comienza con “Templos Sagrados de Machupiqchu” y debe terminar con “La Memoria de los khipus” que estoy escribiendo.
Se podría pensar que hubo un pedido de los Apus cuando hice el viaje caminando a Machupiqchu. En el último tramo ya atardeciendo vi, al fondo de los cerros con una lagunita de por medio, a un khipukamayoq imperial. Los rayos de un sol de fuego le daban en el rostro y sonreía  abieramente. Me había detenido para conversar con el guía y le dije que tratara de mirarle. No lo vio, pero él me miraba y agitó el khipu que llevaba colgando de sus manos. Durante varios años traté de explicarme qué quería. Primero pensé que debía escribir sobre Machupiqchu, luego lo de Qosqo y finalmente comprendì que se refería a “la memoria de los khipus”. Así será con la ayuda de Dios. Me he detenido casi seis meses para preparar la presentación de “Espacios Mágicos…” en Cusco y Lima. En la próxima semana vuelvo a ese quehacer, hurgando en mis escritos.”

“Espacios Mágicos de Qosqo y Machupiqchu” se distingue por las magníficas fotografías de Fernando Seminario y Peruska Chambi, con quienes he trabajado buscando el punto exacto de cada toma para conjugar mis textos, aprovechando las de gran excelencia de José Alvarez Blas, así como el muro de Qolqanpata de don Martín Chambi y un dibujo de la calle Plateros de mi recordado maestro Jorge Cornejo Bouroncle, de la Universidad Nacional de San Antonio Abad.

El libro es una invitación para reconocer el centro histórico  de Qosqo. Yo también  he aprendido mucho de mis investigaciones. He vivido en Santo Domingo y nunca pensé que allí existieron ocho wakas. La Willka Nina, “fuego sagrado”, me entusiasma en especial porque  me conecta con los yakarkaes de Huaro. En lo que se refiere a la waka que está detrás del fino muro semicircular del Qorikancha siempre me cautivó. Ella  es una wanka intocada que se llama Subaraura. Raura quiere decir “arder” pero suba está mal escrita. Los españoles no escuchaban bien el qechwa. Creo que todos tenemos que pasear por nuestras calles y plazas con “Espacios Mágicos…” en la mano.  Así lo ve también Pierre Duviols, el ilustre peruanista francés. Le envié un correo de invitación y contesto con una palabra que es suficiente. “Espléndido”.
En nuestra ciudad la empresa minera Antapaccay de Espinar y el EMUFEC contribuyeron a presentar “Espacios…” en el Centro de Convenciones de la Municipalidad. “Los autores/editores precisamos la ayuda de empresas, instituciones y personas interesadas en difundir los valores culturales de nuestro vasto patrimonio”. Gracias.

Alfonsina Barrionuevo