domingo, 25 de octubre de 2020

 

EL LEGADO CHAVIN

Hace unos años me preocupó (y me sigue preocupando) que se hayan reducido la información de nuestras culturas en los textos escolares de historia. Pensé entonces publicar una serie dedicada a su grandeza. El cuento de Chavin pertenece a esa serie que inicié con muchos sueños. Me encanta haber abordado la construcción del templo de Chavín con todo lo que se encontró allí después de un aluvión que lo cubrió. El diálogo de un señor chavin con su oficial arquitecto hace miles de años es sencillo, como si se hubiera escuchado en un celular de piedra. Pensé como muchos peruanos que las cabezas clavas habían sido hechas para infundir terror. El medico geriatra Fernando Corzo me dio una versión extraordinaria desde su especialidad. Se dio cuenta que mostraban los ciclos humanos de vida. Sobre otros monolitos me pasé días viendo los dibujos de los libros del arqueólogo Cristóbal Makowski. A simple vista parecen jeroglíficos,  quizá hay algo menos complicado pero importante en ellos. El tiempo es un enemigo, siento que en algún momento atropella. Soy afortunada de caminar a la inversa, retrocediendo para capturar sus secretos.

 

LOS MAESTROS DE LA PIEDRA

-Karwa, un día fuimos un pueblo muy grande. Hasta que viajamos buscando un nuevo territorio –dijo el señor.

Desde entonces ha pasado mucho tiempo.

En el camino han quedado huellas de nuestro paso.

Este lugar, entre dos ríos, me parece apropiado para dejar una obra que descubra como fue el medio ambiente donde llegamos.

-¿Qué quieres que haga, padre mío? –dijo el arquitecto.


-¡Vamos a levantar un templo!, exclamó éste con energía, así las gentes que lleguen de otras partes sabrán de nuestra vida, de nuestra fuerza y de nuestro arte.

-Estamos avanzando en los trabajos y este personaje me gusta, -comentó con entusiasmo.

-Lo he visto en mis sueños. Está clavado en la tierra y sostiene el techo de piedra en esta galería subterránea.

Es un guardián y lleva una cabellera de serpientes como distintivo.

Su rostro es fiero con los colmillos que asoman en su boca y el murciélago que abre sus alas en su frente. Sin embargo su  sonrisa es amistosa. Usa pendientes en las orejas como nosotros, collar, brazaletes, faja en la cintura que sostiene el faldellín y tobilleras.

Su brazo que se alza hacia arriba y el otro que señala hacia abajo unen ambos espacios.

¿Karwa, qué me propones para la portada que dará frente a la plaza?, preguntó ansioso el señor al jefe de sus constructores.

-He pensado en columnas circulares con grabados finamente tallados. Encima pondremos una piedra larga. En la parte frontal, como si aguardaran el momento de levantar el vuelo, tendremos una fila de esas águilas que son tan bellas como feroces y otra fila de halcones.

El poderío de sus alas y sus garras es formidable -, fue su respuesta.

-Me gusta la idea Karwa, tú adivinas mi pensamiento -, asintió satisfecho el señor.

-¿Padre mío, dónde estaremos las mujeres que llevamos en nuestro corazón la semilla de nuestro pueblo?-,preguntó Airín, su hija, que entró llevando en una fuente choclos recién hervidos.

-No necesitas la piedras Airin. Ustedes, las mujeres, están en el canto de los pájaros, en el perfume de las flores, en los espejos del agua, en la dulzura de los frutos, en el crepitar de los leños, en nosotros los hombres.-Tienes razón y me gusta ser agua, flor, fuego o fruto.

-Sabes, amigo –le dijo un día el señor  Karwa –estoy pensando que la vida de los hombres siguen el mismo ciclo de la naturaleza.

La pubertad es como la primavera, un florecer;  la juventud tiene el esplendor del verano; la madurez se parece al otoño y la vejez al invierno. Esos ciclos pueden estar representados por cabezas de piedras clavadas en los muros del templo.

¿No te parece?

-Tus indicaciones, padre, conducen  mi mano. Todo lo tienes pensado.

-Esas cabezas de piedra hay que ponerlas de acuerdo a su edad. En el muro anterior las más jóvenes. Ellas recibirán la primera luz del amanecer. ¿Me entiendes, Karwa?

-Sí, señor. Tienen que mostrar un rasgo de ferocidad. Los colmillos del otorongo o jaguar en la boca y serpientes en sus cabellos. La gente que venga de otros lugares a intercambiar productos, telas, cerámicas y adornos de metal debe respetarnos. Quiero que sientan nuestro poder, la energía de los guerreros.

-Te prometo que su vista hará temblar su espíritu. Al verlas sentirán miedo.

-¿Dónde quieres que vayan las demás?

-Ellas estarán en el muro posterior y recibirán el sol del atardecer. Los ancianos representan la sabiduría.

En otra piedra entrara esa terrible criatura de los pantanos, el caimán negro.

-A los escultores no les gustará trabajar al reptil de cuatro patas y mortales colmillos. En sus fauces ¿Recuerdas cómo nos atacaba?

-Ese animal es poderoso y llevará sobre su cuerpo cuanto existía en nuestro mundo. Lo pondremos vertical. En lugar de su larga cola tendrá la de un pez y estará haciendo contacto con el cielo.

-¿Te parece que lleve en la cabeza la brillante estrella que alumbra la noche?

-Está bien, Karwa.


-Será grandioso, exclamó Karwa. –En su piel graficaremos también las aves, las flores, los monos, los caracoles gigantes que dan mucha carne, los peces, las serpientes y también el ají, la yuka, el maní, la calabaza, la achira y los yuyos.

Te traje un regalo Karwa. Están trabajando mucho. Pronto el edificio estará terminado.

-Airin, me gustaría copiar tu hermoso rostro en la piedra, pero no quiero que proyecte terror. Es muy dulce y lo llevo en mi corazón. Te amo.

-Y yo. Cuando termines esta gran obra, formaremos una pareja.

-Los músicos duplican nuestra fuerza con la alegría que hay en sus instrumentos, mitigan la sed, el hambre y el cansancio.

-La música es fuente de energía.

Ellos merecen un espacio sagrado dedicado a su arte.

-¿No te parece, Karwa?

-Creo que has pensado en todo.

-Estoy contento con el trabajo realizado. Cada escultura es un registro de lo que hay en el cielo, la tierra en que vivimos y la que está debajo de los manantiales y los ríos.

Mira Karwa, este grandioso monolito es justamente un señor con sus cetros de mando, que en realidad son dos plantas de maíz.

-Siento que hemos cumplido, señor. Las generaciones futuras de otros pueblos no olvidarán la grandeza de los chavin.

Alfonsina Barrionuevo

domingo, 18 de octubre de 2020

 

ESTRELLAS EN LOS SURCOS

Esta es la segunda parte del blog que salió en un domingo anterior. Lleva anotaciones recogidas en Tupe.

Mil disculpas por el retraso.

Alfonsina Barrionuevo


 

‘Aquella es la ch’isin ch’aska, -estrella primera, bella como ninguna.- A medianoche sale la Qoyllur,  -estrella de las princesas -,  la lluthu, que se oculta de rato en rato es la estrella perdiz. Por allá van las Hatun Calvario o Qolqa, que forman la gran Cruz del cielo. Washington Acurio  dice que son diez estrellas más o menos, aunque varía su número según el lugar. Si la cabeza es más luminosa indica un adelanto de lluvias y se siembra en setiembre y octubre, si la cabeza es opaca y el resto luminoso hay que esperar hasta noviembre. Si son brillantes las del pie aguardar hasta diciembre porque las lluvias serán tardías. El hanp’atu o estrella sapo salta sobre nuestras cabezas cuando atardece. La llamañawi camina con los rebaños y al amanecer prende su luz la ch’aska paqareq,  estrella matutina.’

La luna tiene también influencia en los campos. Los tubérculos que crecen bajo tierra se deben sembrar en cuarto menguante o luna nueva. Lo que la tierra produce encima en luna creciente o luna llena.

El viento, wayra, es un viejo de pómulos hinchados y desgreñada cabeza que trota desnudo por los campos, haciendo volar los techos de las casas, derribando árboles y girando sobre sí mismo, como un trompo de trecho en trecho porque es  loco. Hay un aire mujer de formas transparentes que se aroma con las esencias del día y un aire varón que hace sonar su cuerpo como una castañuela a la orilla de los ríos. El mankap’aki es un viento niño que hace sus ollitas en las playas de arena de los ríos. A quien los pisa los encanta y les hace caer.

En Ampay y Makay Dios pertenece también a la leyenda. La lluvia es una doncella que nace en el corazón helado del Ausanqati y el Salqantay, cumbres nevadas, pero se queda en el cielo cuando San Pedro le cierra las puertas. Los hombres hacen entonces que griten los niños a Dios golpeando unas latas vacías de leche, porque Él ya está sordo y sólo les escucha a ellos. ‘¿Por qué hacen tanta bulla? ¿Qué quieren los inocentes?’, pregunta mortificado. “Quieren que salga  la lluvia”, contesta gruñendo el bienaventurado pescador de Galilea. “Pues, que baje”, ordena el Señor. 

La lluvia tiene trajes diferentes según los meses del año. La Chiripa phuyu, se envuelve en un chal blanco que parece hecho con una nube de granizo; la rit’ipara es, menudita, con copos de nube; chirapa, que lo lleva entretejido con rayos de sol y  enferma; mistimanch’achiy, ¡que sólo asusta a los blancos!”

El arco iris es un ser maléfico que enreda en sus siete brazos de colores a hombres y animales, y los mata. Nace en el vientre de las nubes negras, en la niebla de los pantanos, en el ojo de los puqyus. El Inti cometa encierra al sol en sus anillos y abre las puertas del cielo con llave de oro para que salga la lluvia. El usa k’uichi, que es azul, se bebe en cambio toda el agua y seca el cielo.                                                                                                

Así los hombres de Ampay y Makay se mezclan con los personajes del tiempo y del espacio y conviven con ellos, recibiendo su ayuda o soportando sus extravíos. “Hay un granizo, el hatun chiqchi que es malvado porque roba los sembríos y otro, el mikhuy chiqchi que es como una hermanito pequeño y bondadoso que lleva en su corazón un grano de tierra que sirve de abono. El rayo o qhaqa es la espada de oro del patrón Santiago que rasga los cielos cuando está enojado. La nevada es el aliento tibio de la tierra que se convierte en rocío de nieve entre las manos del tiempo.

Para Abdón Yaranga, investigador peruano de la Sorbona, París, Mama Killa, la luna se identifica con la mujer, señala su periodo de fertilidad, marca los hitos de los meses y está asociada con las Pléyades. Por eso se relaciona con Saramama; el maíz; con Papamama, la papa y Kokamama, la koka. Ellas son sustento de la humanidad,  alimento de los seres vivientes, mitigadoras del cansancio y generadoras de su fuerza vital.

Choqe Chinchay , representado por un felino de dos cabezas, anuncia o determina la ciclicidad de Pacha, el tiempo-espacio. Mama Yaku o madre agua, origina los ciclos históricos. Inicia y regresa al fin del ciclo. Es germinativa. En el ritual del agua nueva, cuando se limpian las acequias, el agua es un ser bisexuado y acumula las energías de la creación. Es semen viril, residencia de la vida, vigor, eternidad y también esperma, concepción.

En Tupe, un pequeño pueblo de Lima, a unos kilómetros del mar, en Cañete, se habla una lengua muy antigua, el kauke o Jakaru, originaria del pukina que se hablaba en el altiplano del sur, en Puno. La gente del lugar, donde antes se llegaba a pie desde Pakaraos (¿), observa el cielo con minuciosidad cuando la noche es clara, limpia, entre mayo y octubre, y se llena de estrellas.

Al Sol que se ve de día le llaman Pat sá. A la Luna, Man tsá, y conocen sus cuatro fases. La reconocen como Pá-se, cuando está apareciendo o naciendo; il’a, cuando es luna nueva; pà-se-kiwa, cuando cambia a cuarto menguante. Wa-xára es el nombre de las estrellas. Cada grupo o constelación tiene su nombre, escribe Alejandro Matos Avalos. Káx-ra, la escalera; usukia, la perdiz; Mayu el río de estrellas, la Vía Láctea.

domingo, 11 de octubre de 2020

 

EL JUANE BÍBLICO                                                                                        

Polvo de polvo. El viento hace volar en el desierto el polvo de Herodes Antipas, tetrarca de Judea. Polvo hollado o sin hollar que siempre es polvo y nada más. Por una paradoja su víctima, Juan el Bautista, llegó a nuestra época por una máquina de tiempo,  ‘la fe’, y nos mira con su piel de oveja desde un altar lleno de velas y flores. El culto al santo que bautizó a Jesús en el Jordán arranca en el Perú entre los siglos XVI y XVII para contribuir a la extirpación de la gran fiesta inka del Inti Raymi. 

Su historia es muy antigua. El tetrarca simpatizaba con ‘la voz que clamaba en el desierto anunciando la llegada del Mesías’, pero una noche, su hijastra Salomé bailó para él. ‘Te daré lo que quieras’, le había dicho entusiasmado sin saber lo que ofrecía. Ella, a instancias de su madre, que lo amaba y se sentía despechada por su rechazo le pidió insólitamente la cabeza de Juan en una bandeja.

Herodes, que lo apreciaba, no logró que cambiara de opinión y tuvo que entregarla en la fuente. Curiosamente, mientras él, su esposa y Salomé son polvo de polvo, en América y específicamente en el Perú y Colombia, la cabeza de Juan renace una y otra vez como un fruto en sus mesas. El juane o fane de esas provincias amazónicas reproduce su forma en un potaje tradicional.


No se sabe cómo ocurrió este singular tipo de sincretismo. San Juan Bautista entró redivivo a la Nueva Castilla por obra de los doctrineros. Sin embargo, la separación de su cabeza por el capricho de una niña y el odio de una mujer se plasmó en Maynas, Amazonas y San Martín en un potaje ahora ya clásico, el fane o juane popular, al alcance de los bolsillos y el exquisito nina juane de lujo.

Ambos son una especie de bollo que se parece a una cabeza. Mucho arroz y pollo sobre todo en el primero que es una especie de bollo de arroz con carne de pollo. El nina juane, “juan de fuego” con yemas de huevo, carne de paiche y yuka rallada, envuelto en hojas de bijao, que recuerda al santo varón y a Judea.

En la víspera nocturna de su día que figura en el calendario gregoriano se encienden fogatas o shungas y parejas de jóvenes saltan sobre ellas sufriendo a veces una lamida del fuego, según me contó el arquitecto Raúl Morey Menacho. En el filo de la madrugada, siempre en su homenaje, hay quienes se bañan en los ríos o en las qochas, “pequeñas lagunas”, para limpiar su alma. En ese momento se considera que sus aguas están más limpias, más claras, benditas como si hubiera entrado a ellas el Cristo para recibir el sacramento del bautizo.

Al día siguiente se lleva a cabo una fiesta campestre en los alrededores de las ciudades, en los caseríos cercanos o en las chacras. Se trata de una yunsa que en otras partes del país se llama cortamonte o tumbamonte que consiste en plantar un árbol muy adornado con cadenetas, banderines, quitasueños y hasta espejitos, colmado de regalos y una prenda de gran valor para quien logre cortarlo.

En la tarde, al son de un conjunto típico o bombo baile, conformado por bombo, tambor y qena, y a veces saxo y clarinete para darle más alegría o de un conjunto tropical, las parejas salen para tomar parte en las pandillas bailando el changanakuy, especie de cuadrilla selvática, alternando con la pícara y movida danza del sitarakuy, en la cual los bailarines imitan la picadura de la hormiga que lleva tal nombre con los pellizcos que intercambian.

Entre pandilla y pandilla los varones prueban su fuerza y habilidad con el hacha que va pasando de mano hasta que cae la umsha o sea el árbol. Quien lo logra está obligado a poner el árbol con todo su adorno el año que viene. La umsha es propia de la fiesta de San Juan pero también se acostumbra llevarla a cabo en los carnavales y en algunas festividades para darle más lustre.

El plato típico de este día es el juane o fane que se prepara tanto en Loreto como en San Martín, Amazonas y Madre de Dios. Su relación con el Bautista es estrecha porque adopta la forma de su cabeza y se sirve en un plato evocando el trágico momento bíblico cuando por orden del tetrarca Herodes Antipas, fue llevada en una fuente para complacer un perverso capricho de Salomé, su joven hijastra y su madre.

Talma Hernández agrega que el almuerzo se completa con un buen caldo de gallina, plátanos maduros sancochados y ensalada de chonta.

Para beber hay una serie de bebidas exóticas desde el conocido masato que se prepara ahora sin tener que masticar la yuka, la chicha de jora y el guarapo, ventisho o jugo de caña fermentada, hasta el abejachado o colmenachado con miel de abeja, el indanachado con las fruta del indano,y  el uvachado o el licor de siete raíces.

Recuerdo haber saboreado una gratísima sopa en el Club Loreto con mi distinguida amiga Talma, la esposa de Arturo Hernández, el autor de ‘Selva Trágica’ y ‘Sangama’. Me contó que él no le habló un mes porque quería un  varón y nació una niña. Creyó que ella tenía culpa de su frustración. Cosas de cromosomas. ¡Qué tiempos aquellos!

Alfonsina Barrionuevo

domingo, 4 de octubre de 2020

ESTRELLAS EN LOS SURCOS

En las últimas décadas del novecientos el antropólogo Demetrio Roca Huallparimachi y sus alumnos de la Universidad Nacional del Qosqo recogieron aspectos de la vida de dos comunidades de la provincia de Calca, quienes practicaban las creencias traídas al Perú al lado de las suyas sin abandonar su territorio mágico.

Su lectura fue fascinante para mí porque a través del  informe de Juan de Dios Yábar, Marto Mansilla y César Cárdenas pude advertir el conocimiento que tenían sus pobladores del cosmos y la tierra.

La gente de Ampay y Makay, sabían descifrar los misterios del día y del campo nocturno. Hasta los niños podían marcar su paso en el pestañeo de una estrella, en el tamtam de los tambores de la lluvia o en la diafanidad de los puqyus o manantiales que reflejan las cóleras o júbilos del cielo.

Nadie conoce como ellos los mil rostros del tiempo que cabalga sobre los hombros encorvados del atardecer o se descalza para pasar por puentes de arco iris. Unas veces flor del aire o pájaro de la aurora o canción en la rama de un árbol que comienza a florecer.

¿Quién podría decir cuando nació? Pero, arranca de una eternidad en las cuencas vacías de los muertos antiquísimos o ‘gentiles’ y se proyecta a otra en el fondo de los ojos espectrales de los altumisayuq, sacerdotes andinos tocados por los rayos, que miran más allá de la vida y de la muerte.

Ampay es un pueblo diminuto que se recuesta en una quebrada, al pie de un cerro que parece una señora envuelta en un manto de flores. Sus raíces son  muy viejas. En un tiempo sin edad, cuando sólo alumbraba la luna, la tierra dio a luz, dicen sus habitantes, a unos seres de talla gigantesca, los ñaupa, que habitaban en cuevas. Un día salió el sol y se quemaron. Sus huesos se secan en las grietas de los cerros más sus espíritus, que nunca tendrán fin dialogan en las noches castigando a los osados que perturban su retiro.

Después vino otra humanidad, Son los hombres de hoy que viven al amparo de las montañas. Apu Qorivian, protector de los animales, que también se llama San Juan y San Mateo. Apu Intiwatana que juzga los actos de las gentes y las castiga. Apu Pukara Pantilliklla, señor de la flor del panti que cura a los enfermos que le llevan sus ofrendas. Apu Wakar, que ayuda a los hombres que sufren robos de su ganado acercándose a ellos bajo la forma de un pastorcito alegre y curioso.

En el mismo lugar, un poco más allá está Makay. Una trocha que parte de la carretera principal del Valle Sagrado de los Inkas es el cordón umbilical que une al pueblo con el resto del mundo. Makay que se acurruca a las orillas del Vilkanota, al abrigo de los mismos Apus, está habitado como su nombre lo indica por hombres arrogantes y bravos que viven hoy bajo el signo de la paz.

Su cielo es limpio y en las noches se baña de luz como si fuera un observatorio astronómico, por cuyos lentes pasan astros y constelaciones. Las estrellas ruedan sobre la chakitaqllas terrestres, por el tobogán de los techos y alumbran en la vida de los hombres que leen en el gran libro del infinito como lo hicieron sus antepasados, presintiendo la existencia de otros mundos galácticos y otros seres que ‘algún día vendrán a invadir la tierra aunque no sabemos si será como amigos o enemigos’.

Carnaval de Ampay en Qosqo

Hay conceptos que figuran en la memoria de los pueblos como Ampay y Makay y que merecerían estar en las páginas de los libros como esta definición del cielo llena de sugerente poesía.

‘El cielo es una bóveda de rocas redondas de cristal, que cubre la tierra como la sombrilla de una gran kallanpa (hongo), resplandece de día con el sol y de noche se borda de estrellas. El cielo o Hanaq Pacha es el primer mundo o tierra de arriba donde vive Dios, en un palacio de espejos con su legión de ángeles y santos’.

‘Hay una escalera de piedra, orientada a la salida del sol, que trepa desde abajo entre árboles frutales y enredaderas. Ismael Huamán, de 73 años, enfermó gravemente y subió por ella viendo a la Virgen que tejía con unos qaytos y ovillos de lana. Sin embargo  lo enviaron de regreso porque no había llegado su hora. Por allí van las almas después de dejar sus cuerpos en la tierra y tocan las puertas del cielo. Los elegidos entran. Los otros son condenados a vagar eternamente por las laderas de los cerros´

‘El Kay Pacha, la tierra en que vivimos, declaró Mariano Huaranca, patriarca de ojos acuosos, está suspendida sobre pilares de oro y plata encima de una gran laguna, la Marqocha o Juana Puyka, la madre del agua. Hay un tercer mundo, el Ukhu Pacha o Tierra de Abajo, poblada por las madres o los padres de los seres vivientes que hay arriba.’

Marcosa Manotupa pìensa que el sol es ‘un joven buen mozo, que nunca envejece. Taitanchis Wayna Qhapaq, Señor Todopoderoso’. ‘Los Apus le enviaron para alumbrar el mundo que sin él sería laqa, -oscuro, sin vida.- El destello fuerte de sus barbas y sus cabellos de oro impiden verle. A veces va a pie, a veces en un caballo blanco con herrajes de luces. Cuando termina el día reclina fatigado su frente en el seno de Mama Puyka y se refresca en sus aguas.’

La luna es una niña de plata que camina con su cántaro de agua. Eleuterio Chanpi, de Makay, que no sabe de cohetes espaciales ni astronautas, afirma que ‘es la Virgen que suelta sobre la tierra su cabellera argentada´’. Sebastián Huaranca, de Ampay, asegura que es ‘Erwa’, la primera mujer.

Antonio Cauri, panpamishayuq o sacerdote de Ampay habla de los eclipses como ‘enfermedades que aquejan a los astros por la mala conducta de los hombres. Las “barbas del sol se opacan y la luna se enfría encima de los cerros o se mancha de sangre, contagiando sus males a hombres y animales.’

Las estrellas son luciérnagas celestes, pinchinkurus, gusanos de luz que encienden el ‘farolito de sus vientres.’ ‘Desde la tierra parecen iguales pero son diferentes y sólo nosotros las conocemos,’ revela Santusa Wallpari. ‘Aquí los niños nacen de cara a las estrellas y cuando los viejos bajan a la tierra la visión de ellas es lo último que se llevan en sus ojos’.

 

Alfonsina Barrionuevo