domingo, 30 de diciembre de 2018


EL WATAQ
Sabían que el Wataq es el dueño del tiempo?
Es un abuelo abuelísimo que vive con los doce meses en el interior de los cerros donde guarda sus tesoros.
Sus ojos son de fuego, son de agua, son de viento.
Rojos como las brasas son, grises con el color de la lluvia, de la tierra que se levanta en torbellino, que gira en espiral.
En su mano derecha sostiene una vara de chonta con puño de plata labrada.
Hay doce varayoq o alcaldes que tienen doce varas delgadas y doce hondas de flores. Doce alcaldes que salen de los cerros cada año, a medianoche, con cuatro doncellas que son las estaciones.
Ellas visten polleras adornadas con grecas, camisas de cuello alto, casacas de fina castilla y cintas de colores en sus monteras.
Todos bailan. Cada doncella con sus tres alcaldes.
El Wataq amarra en su puño sus hondas de flores.
Cada mes suelta una honda y un alcalde se va con su doncella, hasta dejarlo solo.
Así es el Wataq,  señor del tiempo.

ALCALDES NUEVOS
La historia del Wataq siempre me pareció poética. Ahora con mayor razón en que la corrupción es como una marea que alcanza a medio mundo. Antes, ser autoridad era un honor. Habría que preguntar en qué arruga del espacio se quedaron los valores éticos que distinguían a esos líderes civiles. Lástima que se pierdan. Ojalá vuelvan  hoy, para ser ejemplo.
En algunas comunidades como las de Paucartambo, Qosqo, donde se comienza el año eligiendo un nuevo alcalde. Una flor representa un voto para ese acto cívico que data de los finales del siglo XVI cuando el  Varayoq surge como equilibrador de dos mundos diferentes. No sé si el color y la forma tienen algún significado. Pero el número de flores que van cayendo en una manta representa la voluntad de los votantes que confían en su candidato.

Al filo del Año viejo y del Año Nuevo las comunidades andinas más alejadas se retiran a sus viviendas para elegir al día siguiente a su Varayoq. Ellos llevan una vara de mando como parte de las atribuciones que fueron dadas a sus antepasados por Francisco Toledo.

Imagen relacionadaEste virrey creó el honroso cargo mediante una Ordenanza para manejar el mundo andino. La elección se lleva a cabo en muchas comunidades, según me contó Jorge Núñez del Prado. Los candidatos eligen una flor que los represente –qantu, aranwa, achankaray, etc.-. Cada flor es un voto y los votantes, que la han identificado de antemano, llevan la suya y la colocan discretamente sobre una manta que es como una urna textil. Al ponerse la última se hace el conteo y el que logra una mayor cantidad de flores es el ganador. Si bien resulta bastante singular una elección con flores se debe a la comodidad. Las flores crecen en campos y collados y se descartan después.
Los alcaldes salientes entran después a la iglesia o capilla del lugar y poniendo la rodilla en tierra depositan con respeto en el altar la vara de chonta con empuñadura de plata que honraron por un año. Al salir corren alrededor de la plaza, donde estarán reunidos los pobladores y van arrojando la montera, el ch’ullu, el poncho, la casaca y el chaleco, como señal de honradez.

Imagen relacionadaEl Varayoq demuestra así que hizo un buen “gobierno,” que fue trabajador, que no favoreció a nadie, que no hizo abuso de su cargo, que no se aprovechó de su situación para obtener prebendas y que siempre fue honesto. Algo que no podrían hacer muchas autoridades de las ciudades y en particular del gobierno central.
La elección del nuevo Varayoq reúne a los abuelos que han revisado con celo el historial de los posibles candidatos. No serán muchos, pero bastará con cuatro para que salga el mejor.
Los Varayoq tienen que merecer por su conducta el respeto de sus electores y mantener ese prestigio para llegar a ser con los años un Llaqta varayoq o Llaqta cargo, alcalde de pueblos o  Segunda, alcalde de región. En otras partes los de mayor categoría se llaman Auki varayoq y Sulka varayoq, y encabezan la procesión de la Cruz en mayo y la Fiesta del Agua en  agosto. En el momento en que recibe la vara hace la t’inka asperjando unas gotas hacia sus cerros o Apus y también derramando otras a la Pachamama; pidiéndole al Cristo que lleva en la empuñadura de su vara, tener siempre espíritu de justicia.
Por eso, en el primer día del año, se verá  aparecer en las comunidades y también en los pueblos a los varayoq con sus trajes de gala para dejar la vara. Ya no tendrán el poder que tuvieron y que fue recortado de acuerdo a la conveniencia de corregidores y encomenderos, y más tarde de gobernadores y mandones.    
El Presidente Augusto B. Leguía suprimió en 1921 el cargo de los Varayoq y nombró a los tenientes gobernadores. La ley  que promulgó no pudo remover la institución de la vara firmemente arraigada en las comunidades. Se dice que la función hace al hombre. En este caso fue el hombre el que la honra. La vara volvió a hacer brillar sus ojos velados por las injusticias y dignificó sus manos encallecidas por el duro trabajo. Este le transmitió la grandeza de su estirpe.
Alfonsina Barrionuevo

domingo, 23 de diciembre de 2018



¡2018! 

Mañana, cuando llegue un nuevo día, todavía sin usar, hay que recibirlo como si fuera el único que tenemos. Como lo es, vivirlo desde el amanecer con alegría. Que florezcan las sonrisas hasta que sean un árbol para cobijarnos. Que las horas naveguen en aguas buenas y cayendo la tarde, que nuestro sembrador interno tenga siempre días felices que cosechar. La vida es lo más precioso y dulce que tenemos para dar. Hay que acostumbrarse.
¡Felices días en el 2019!
Alfonsina

UN NIÑO CON ROSTRO

'Esta noche es Nochebuena, 
noche de felicidad.
Esta noche es Nochebuena 
y mañana es Navidad.
En el cielo hay una estrella 
que el camino alumbrará
Quiera Dios que nunca deje 
la estrellita de brillar…'

En esta noche quiero permitirme recordar a un Niño Dios sin rostro que ha estado en cada Navidad conmigo. El Niño Dios y un misterio que me regaló mi padre. Yo estuve con una fiebre altísima y medio inconsciente para mis seis años pequeños dibujé algo parecido y lo coloqué en mi mesita de noche. Muy tarde llegó él y cuando vio el papel salió en busca de un Nacimiento verdadero. Ya todos los vendedores de arte popular que lo tenían se habían ido, pero encontró uno sin pintar. 
A ese Niño le puse rostro en los belenes que armé mucho después, luego en los documentales de Navidad que realicé en el Canal 2TV y en PAXTV, viajando a muchas ciudades y pueblos del Perú y en mis cuentos infantiles.
Hoy, con ese Niño adorable, quisiera alcanzarles la ternura de mis padres. La siento viva en el parvulito de yeso que acuné en mis manos. Quiera Dios que encuentre siempre un segundo hogar en el corazón de la gente de aquí y del mundo.
Alfonsina Barrionuevo

domingo, 16 de diciembre de 2018

LA MASCOTA DE PIZARRO   


Al horno, dorado al rojo vivo y con un irreverente rocoto en el hocico, el chancho mamón o lechón acelera el pulso y hace gua la boca con su sola vista. Los comensales lo saborean con un placer que encanta. En el Cusco el lechón curado previamente con sal y recubierto con miel de chancaca, es sin igual porque adquiere el sabor del horno calentado con la leña de chachakomo y se complementa con un tamal. Claro que siempre es un plato de lujo, casi tostado, crocante o tratado en otras formas.
No se sabe cuándo el  piernicorto animal, de cola enrulada ajustó su paso al de Francisco Pizarro recordándole su infancia extremeña. En sus viajes al Perú anduvo escaso de fondos y es de conjeturar que fue parco en las provisiones de su tropa. Pudo ser que el chancho acomodó su trote al suyo cuando fundó Lima. No estuvo, pues, en el Puerto del Hambre ni en la legendaria Isla del Gallo donde se decidió la suerte de atrevidos y descontentos.
El padre Bernabé Cobo quien arribó mucho después, leyendo cuanto fue escrito y recogiendo versiones orales, escribió que ‘lo trajeron los primeros españoles’ después de fundada Lima. Un dato tomado tal vez de Nicolás de Ribera, el Viejo, quien dijo que en 1536 la primera carne de Castilla que se pesó en una pulpería de Lima fue de puerco.

Imagen relacionadaSin duda se sintió tan a gusto que se reprodujo de prisa y el 14 de agosto del mismo año el Cabildo mandó que se matara cada día un puerco y se vendiera a veinte reales la arroba, sin que se sacrificara por algunos años la carne de otros animales procedentes de la península. Ya en su tiempo el padre historiador comentaría que ‘en esta ciudad un cebón vale de 8 a 10 pesos, pero en otras partes lo venden más barato”. 
Al cabo se afirmaba que “los mejores y en más abundancia en este reyno se crían en el valle de Jauja de esta diócesis; en la ciudad de Cusco y en la diócesis de las Charcas, en el valle de Tarija’. Se agrega que ‘suele hacerse manteca de todo el cebón y sacar carne magra de los perniles, de la que hacen longanizas y otros adobos de regalo.’ Un detalle interesante alude al consumo de varios, generalmente los cimarrones. ‘Si se quiere guardarlos algunos días sin que se dañen los asan en barbacoa, menciona una crónica. La carne así asada van consumiendo después en guisados lo cual aprendieron los españoles de los indios que no supieron hacer otro género de sabroso charki que de este modo la carne se guarda por algún tiempo.
El Inka  Garcilaso indica que ´’en el año de 1560 un buen cebón valía en el Cusco diez pesos; otros valen a seis y a siete, y valieran menos si no fuera por la manteca que la estiman los españoles. Las puercas han sido muy fecundas en el Perú. En el año de 1558 vi dos en la plaza menor de Cusco con 32 lechones que habían parido a 16 cada una. Los hijuelos serían de poco más de treinta días. Estaban tan gordos y lucios que causaba admiración como pudiesen las madres criar tantos.’
El cerdo español traído al Perú tuvo que pertenecer a alguna raza de tamaño mediano, posiblemente un poco magra en relación a las otras, pero con sus innatas virtudes. Alimentado con los desperdicios de la cocina y con  el sutuche, residuo del maíz germinado para preparar la chicha ha pasado bien horneado de un siglo a otro. Antes de llegar a adulto y por eso más codiciado; en exquisito jamón no sólo “del país” que tiene una presentación y sabor de fuera sino que es inconfundible; ahumado en los fogones de Otuzco, la Libertad, o en Huaraz, Ancash, que comparten el secreto de su fábrica.
Qué decir del chicharrón con mote y las infaltables hojas de hierba buena para que el hígado no se sienta agredido,  del charki o la cecina tan apetecibles en Caraz, Ancash, o en Huánuco, entre otros lugares donde se prepara en casa o para las picanterías o quintas. También parte principal de la salchicha huachana cuyo pregón se ha perdido en el tiempo, y del relleno que recoge su sangre dulce con cebolla picada para el chorizo.
Ingrediente especial en la qarapulkra sabrosa, en el guiso con frejoles donde ‘agarra un  gusto único con la lonja y la oreja’en el sin igual “queso de chancho” donde el rollizo amigo de Pizarro aparece en el Cusco prensado con pimienta negra como condimento, listo para ser ofrecido en hermosas rodajas acompañando al  oloroso chocolate que se servía en jícaras de plata y que las abuelas tomaban  con ceremonia, como el tokto hecho en aceite hirviendo para masticarlo con kanchita o ñut’u chicharro, más menudo para el nutritivo chuñolawa y; finalmente, en gruesa hilacha para dar el punto de gusto al tamal cusqueño que se abre como una flor y que arroba por ser delicado y gentil.

 Alfonsina Barrionuevo


domingo, 9 de diciembre de 2018


PALABRAS QUE ANIMAN
En vísperas de  publicar un nuevo libro, en esta vez sobre los khipukamayuq, quiero agradecer las hermosas palabras de aliento recibidas de ilustres intelectuales, que me honran con su amistad. Hay una fraternidad entre quienes tenemos el mismo propósito, luchar por lo nuestro. No solo por los valores culturales sino por una totalidad que abarca un sinfín de horizontes.
Mi agradecimiento al espíritu generoso con que me animaron y mis disculpas por llevarlos a mi blog, pero los necesito ahora, nuevamente, para reclamarle al tiempo sus golpes por atreverme a soñar.   
En esta página están quienes me han acompañado en mis libros. Tenía razón Hernán Velarde cuando escribió en ‘Cusco Mágico’: ’Cuando nos hundamos en el manchaypuito, este libro habrá cumplido su objetivo, hacer que el hombre ame a su tierra como a sí mismo. Ya para entonces las generaciones habrán comprendido que el Perú no pudo ser salvado por los mercenarios de la lucha, por los hombres universales, por los ciudadanos del mundo. Había que hacer primero lo que tú hiciste: Amarlo hasta la tortura y para amarlo, conocerlo, divulgarlo y para divulgarlo, sentirlo. Sólo en el fondo de ese amor, podrá ser hallada la mina de odio puro, con que se unieran de nuevo las partes destrozadas de Inkari.’
‘A lo largo de las páginas de este libro brota un mundo cargado de afectividad y vitalidad en donde prima un sentido de unidad entre los seres humanos y la naturaleza. Lo primero que nos dice es que todo cuanto existe en la naturaleza está lleno de vida, de sentimiento, de espíritu. Son fuentes que irradian fuerza y energía a quienes saben recibirlas. Los nevados, el mar, las lagunas, los ríos y las estrellas del cielo, que guardan una interrelación increíble.’ Juan Ossio en ‘Poder en los Andes: la fuerza de los cerros’
‘La experiencia vital y sentimientos concretos de Alfonsina siguen aquí su propia llógica andina, pues recorren la profundidad del tiempo,  se trasvasan a través de la arqueología, ponen en valor la geografía andina mediante numerosos y pacientes trabajos de campo. Los temas abordados con seguridad y énfasis telúricas conforman una madeja desenvolvente en este libro de admiración y amor al Perú’. Alberto Bueno Mendoza en ‘Hablando con los Apus’
‘Hasta donde los peruanos ancestrales tenían conocimiento sobre la naturaleza de la Pachamama, los Apus, el agua, que son parte de la cosmogonía andina. Con tales temas Alfonsina vuelve a sorprendernos, como todo lo que hace indesmayablemente. Pocos periodistas bucean en la historia y más aún en la nuestra que es tan rica y casi inédita.’ Manuel Jesús Orbegoso en ‘Poder en los Andes.’

‘Abordar Machupiqchu, como santuario mayor, sitio de peregrinación que es, evidentemente demanda mucho coraje y extremo cuidado, porque se trata de un lugar reconocido en el mundo, testimonio refinado de la relación armónica hombre-naturaleza, escenario donde creo yo, al grado máximo de unión del alma humana y lo sagrado. Tenía mucha razón Emile Durkheim, cuando afirmaba: Las cosas sagradas son aquellas que las protegen y aíslan de las cosas profanas  que deben permanecer apartadas. ¿Cuáles son los templos en Machupiqchu?, ¿cómo son?, ¿por qué fueron hechos?, y cómo habrían estado en tiempo de los Inkas?, fueron las preguntas que condujeron al desarrollo de este libro. Oscar Paredes Pando en ‘Templos Sagrados de Machupiqchu’. 

‘En sus manos se escurre como arena el Cusco que ella conoció -invadido ahora por turistas-, con otra conformación, otro sonido, y sus magistrales procesiones del Corpus Christi conviven con las discotecas, los pubs y los karaokes. La modernidad y la post modernidad han modificado para siempre los sistemas de educación tradicionales pero, para aquellos que aún pueden leer el sentido trascendente de las formas artísticas y conocer el vocabulario simbólico del mito, Cusco seguirá siendo un bosque pétreo de maíz sagrado, la ciudad del mediodía  y el ombligo de un Universo de signos en combustión perpetua, que pueden disolver los anillos del tiempo’. Ramón Mujica Pinilla en ‘Cusco en los Anillos del Tiempo’
En el próximo blog otras palabras sentidas de personalidades a quienes admiro porque pertenecen a una intelectualidad importante del país.
Alfonsina Barrionuevo