sábado, 26 de septiembre de 2015

EL DIVINO ROBAPAN EN RIVA AGÜERO


¿Se puede robar una leyenda?
He comprobado que sí. Hace muchos años cuando fui a Oropesa, pueblo panadero de Cusco, conocí al divino Robapan. Un Niño Dios, el mismo que aparece en la fotografía, al cual manos aviesas se llevaron de la iglesia.
Cuando pregunté por las imágenes que había en su interior me dijeron que había una de maravilla conocido como el "Divino Robapan", y me contaron su historia.

Una panadera de siglos pasados, entre muchos artesanos que se dedicaban a preparar las deliciosas y fragantes chutas, grandes panes, de tipo familiar, descubrió que las suyas desaparecían de la canasta donde las ponía. Ella trabajaba en uno de los tantos turnos. En Oropesa los hornos estaban prendidos desde medianoche hasta la madrugada. A ella le tocaba muy temprano y se iba después a descansar un par de horas. Volvía y se llevaba su gran canasta para venderlas.

Alguien, sin embargo, comenzó a robarle sus chutas. El contenido de su canasta mermaba, debajo de las blancas y almidonadas manteletas conque las cubría. Era sigiloso el tal ladrón. La puerta de la habitación donde las guardaba permanecía cerrada con un candado “loba” de tres vueltas, muy seguro. Le puso dos y hasta tres. Igual. Hasta que decidió vigilar desde una  vivienda cercana. Su espera dio un inusitado resultado. Con sorpresa vio que las hojas de su única ventana se abrían hacia afuera. Unos chiquillos se pusieron en fila al costado y, ¡sorpresa!, un hermoso Niño Dios que había comprado, apareció en el vano, comenzando a repartir sus chutas. Al terminar cerró la ventana y todo volvió a su normalidad.

La panadera encerró a la divina imagen en una urna y, “en su nombre”, preparó desde entonces unas chutas para los niños que iban, a su vivienda, por su ración.
Volví a Oropesa, al cabo de muchos años, cuando el pueblo había cambiado enormemente. Fui a la iglesia porque quería grabar al Divino Ropaban para mi programa del Canal 7. Ya no estaba en el altar de la iglesia donde llevaron la urna cuando falleció su dueña. Me apenó que robaran al Niño de leyenda.

Lo pueden ver en un cuento que escribí para narrar su adorable historia. Tenía la foto y Kukuli, mi hija, lo reprodujo en bellas ilustraciones. El cuento figura entre otros que he escrito para los niños del Perú. Los mismos que se exhiben en la muestra “Alfonsina Total”, en el Museo de Artes y Tradiciones Populares del Instituto Riva Agüero, de la PUCP, en el Jr. Camaná 459. Los Barrow, John y Martha, lo han reproducido en una escultura en madera que está allí.


La exposición, con mi colección de arte popular, mis libros, mis cuentos y mis fotografías, estará hasta el 3 de noviembre en esa casa señorial, que alberga cultura, en el centro histórico de Lima. 
Les espero. No dejen de ir.


El poder de las plantas

Una hermosa leyenda, recopilada en Puno por José Portugal Catacora, asegura que el primer hombre andino fue creado con el untu, grasa o esencia vital de las plantas, los animales y las piedras. De allí se origina su intensa relación con el mundo que le rodea. Su conocimiento de las plantas medicinales que le ayudan a superar cualquier malestar físico o espiritual. Su caminar por los yermos inhóspitos de altura sin fatigarse porque tenía la muña (Minthostachys mollis), cuyo agradable olor al frotarla entre sus manos y aspirarla renueva su energía.
La pacha salvia (Salvia offinalis), cuyas hojas soasadas le sirven para combatir dolores reumáticos, la misma que se conoce con el nombre de ñuqch’u, flor sagrada de los Inkas, que era derramada sobre sus andas áureas, pasando después a ser sedosa ofrenda para el Señor de los Temblores, en la procesión de Lunes Santo.

Sobre la importancia de éstas y otras plantas, el médico huanuqueño Hermilio Valdizán Medrano y el químico farmacéutico-arequipeño Angel Maldonado Alcázar, ambos doctores en sus especialidades, con estudios en Francia e Italia,  publicaron el “Diccionario de Medicina Popular Peruana” en las primeras décadas del siglo pasado. En sus páginas aparece un minucioso registro de muchos especímenes, con sus respectivos dibujos.
En 1995 John Eddowes Villarán, médico psicólogo limeño de abuelo inglés, comenzó a trabajar con veintitrés esencias florales y siete productos de plantas que combinan efectos curativos. En 1939, según mencionó él, el doctor Edward Bach de Gales, Gran Bretaña, publicó por primera vez un registro de esencias florales.
Dichas esencias que tituló “Sistema Kinde”, pertenecen a un grupo importante que ha sobrevivido a la extinción de especies por su fortaleza ante los cambios ambientales. Su adaptabilidad para enfrentar situaciones adversas y cambiantes es aprovechada como terapia para tratar ciertos desequilibrios emocionales asociados generalmente a malestares físicos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) las considera como medicinas de uso libre.    

La descripción de las virtudes y propiedades de las plantas que maneja John Eddowes es tan expresiva y jugosa como esas anotaciones que son clásicas.
Así tenemos la  manayupa (Desmodium molliculun), conocida también como “pata de perro”, “amor seco” o “pega pega”, que vive entre 2,000 y 3,000 m.s.n.m. en los Andes. Se usa para purificar y desintoxicar el cuerpo de fármacos y drogas, estimulando el funcionamiento de los riñones. También sirve para limpiar los ambientes pesados.
La yawar chonka, (Oenothera rosea), que crece en grandes alturas, es famosa porque “disipa la tristeza y apaga la pena”. Es buena para enfermedades cardíacas y los problemas circulatorios. Sus flores tienen pétalos rosados o lilas. Con la infusión de esas flores el corazón recupera un ritmo sosegado y baja la presión.
El diente de león o achicoria amarga (Taraxacum Offinale), tiene hojas dentadas y largas, flores amarillas y frutos en forma de bolas con pelos sedosos que dispersa el viento.  Es una planta diurética, que estimula la función del hígado y los riñones, combate el exceso del colesterol y reduce la obesidad. Su esencia floral es muy útil para liberar la tensión y la furia contenida.

El lirio naranja, lirio del Perú o lirio de los Inkas (Lilium bulbiferumrum), tiene un follaje de pocas hojas, lanceoladas, y sus flores ostentan pétalos con marcas o parches de colores. La tradición popular relaciona a estas flores con los buenos augurios cuando se regalan. Su uso incrementa la creatividad, despeja los bloqueos mentales, alienta el optimismo y ayuda a innovar el quehacer personal y profesional.    
El heliotropo (Heliotropium peruvianum) tiene flores que siempre miran al sol y lo buscan. Son empleadas para tratar problemas  de huesos y articulaciones, así como afecciones  respiratorias.
El pepino dulce (Municatum Ait), oriundo del Perú y reproducido en la cerámica prehispánica, posee una esencia floral que refresca la mente y alivia de preocupaciones, ayudando además a reducir el estrés.
La chuchuwaska (Brunfelsia grandiflora), llamada también “sanango”, “francisquita” y “borrachero”, es una planta “maestra” de la Amazonía. Su esencia floral ayuda a regular las sensaciones extremas de frío y calor. Es recomendable usarla tópicamente para la rosácea.
El molle, (Schinus molle), “escobilla” o “árbol de la pimienta”, es analgésico, antiinflamatorio, antibacteriano, antiespasmódico, astringente, balsámico, diurético y estimulante. 

La hierba del alacrán, (Heliotropium angiospermun, Murria), también conocida como “cola de gato” y “hierba del sapo”, es útil ante problemas de huesos y artritis, afecciones respiratorias y  picaduras del alacrán. En esencia floral es una bebida burbujeante que ayuda a “relajar la columna vertebral y mejorar la postura”.
La verbena (Verbena offinalis), “hierba de los hechizos” , “verbena del campo” o “verbena negra”, crece en las ocho regiones hasta 5,000 metros, posee vitaminas A, B y C,  y es recomendada para tratar infecciones, bronquitis y hepatitis..
La wachuma (Trichochocereaus pachanoi),  cuyo nombre popular esSan Pedro”, es una cactácea de la costa norte, con espinas pardas y flores blancas. En la medicina tradicional del norte peruano se usa en ceremonias de curación, por sus efectos depurativos (purgante y psicoactivo). También es usado en casos de sinusitis, fiebre alta y problemas de la piel y el cuero cabelludo, entre otros. Su esencia floral da claridad a la mente y afina la intuición. Los baños del cactus hervido calman los nervios.

John Eddowes combina las plantas con esencias Kinde o con diferentes productos, según los casos que debe tratar. Veamos algunos:
Para momentos extremos de la vida o para reducir el estrés cotidiano: yawar chonka, diente de león, pepino y mariposa roja.         
Para emociones intensas, cuando se llora fácilmente o se está al borde de la desesperación: mango, yawar chonka y molle.
Para aclarar mente y ordenar los pensamientos: agerato, jacarandá, ocopa, lirio y estrella púrpura.  
Para relajar el cuerpo y la mente: Diente de león, verbena y pepino.
Para conciliar el sueño: extracto de wachuma con colágeno de tuna y aloe, más vitaminas. Aplicar en el cuerpo antes de acostarse o en momentos de estrés.
Para desinflamar y regenerar articulaciones, tendones, músculos, huesos cartílagos y otros: Extracto de molle, matico, chilka y llantén.
Para limpiar los dientes y proteger las encías: Harina de coca, salvia y arcilla medicinal.
Para dormir: propax, cápsulas naturales.
En resumen, para mantener la salud tenemos una lista abundante de plantas medicinales. a las que se puede recurrir.  

domingo, 20 de septiembre de 2015

SINEWALDO DE PIURA

En mi colección de arte popular que se exhibe en el Museo de Artes y Tradiciones Populares se encuentra una obra de don Sinewaldo, un nombre que parece traído de las Cruzadas. Lo recuerdo magro, erguido a pesar del derrumbe de años sobre su cabeza, de manos grandes y dedos nudosos. Lo descubrí en una exposición del Museo Thomas que un día emigró no se sabe adónde.

Sus obras me parecieron extrañas. Tenía una veintena de hombres y mujeres del campo en terracota captados con una naturalidad asombrosa. Un tanto de magia y se hubieran echado a caminar. Unos y otras eran mayores y tenían un aspecto desmañado,  trasladado de su labor cotidiana, sin arreglo ni retoque.
Quise saber más y me quedé intrigada cuando don Sinewaldo me dijo que eran producto de su granja de pavos. Lo miré con asombro y se puso a reír.
 “Me llamo Sinewaldo y estoy aquí porque el Señor arrasó un día con mi casa y mi chacra”, me dijo y notando mis dudas fue a una explicación coherente.
“Nací en una granja de pavos de Semana Santa, cerca de Catacaos,  Piura. Desde que comencé a  a caminar sentí que estaba amarrado a esas aves. A mucha gente le gustan los pavos con piña, sobre todo en Semana Santa. Yo los detesto. Mi padre me obligó a cuidar sus pavos toda mi vida. Me enseñó a leer y escribir para que no fuera a la escuela y dedicó mi niñez, mi  juventud y mi mayoría de edad a cuidarlas.  Yo rezaba todos los días para que ocurriese algo que me liberase de ellas y nada.”

“O sea que sigue con los pavos. ¿Cómo ha podido dejarlos?” –le pregunté conmovida. Nunca había visto a un esclavo de pavos, Ya veía a cientos de ellos cortándole el paso.
“Déjeme terminar. Aunque un poco tarde Dios me escuchó y en un Niño feroz, el río se desmandó y arrasó con la granja. Mi padre ya no existía pero yo seguía atado a ellos.Al fin quedé sin nada y me liberé al fin. No sabía qué hacer, me sentía viejo pero en eso vi un manto de arcilla en el lugar de la granja, allí estaba mi tesoro.  No sé de dónde salió mi afición a trabajar el barro. Todos estos años he visto sólo campesinos. Por eso mi obra es rural.”
Compré una mujer que estaba peinando sus largos cabellos con un peine escarmenador y así don Sinewaldo, con nombre de caballero cruzado entró a mi colección de artistas de Perú. ¿Quieren ver la pieza del ceramista?.  Mi exposición está en el jirón Camaná 459, Lima, en una hermosa casa del Instituto Riva Agüero, segundo piso.
Cada pieza tiene historia.




ABEJOTAS INKAS,MOCHES Y WANKAS



 El wayronqo es feo. Los niños le tienen miedo. Sólo algunos-los más osados- se atreven a cogerlo, le amarran un hilo y lo llevan como una "mascota" voladora, un tanto suelto, para que no se vaya. Es un moscardón grande, negro y peludo, que al volar produce un zumbido intenso. Entre los 2,000 y 3,000 metros -más o menos- viven en las paredes de adobe, donde abre agujeros.                             

Parece que nadie ha dedicado un estudio a este insecto propio de las pesadillas infantiles en el campo. Sin embargo, nuestros antepasados prehispánicos sí lo hicieron, hasta determinar que producía rica miel y polen.
Recuerdo haberle visto volar con las patitas bañadas con un polvillo dorado. Ahora sé que era el polen de las flores que le servían para alimentarse y elaborar un líquido denso, pegajoso y dulce. El mismo que, en los Andes de Ancash,se llama tunpu.
Moches, inkas y wankas, entre otras naciones que ocupaban nuestro territorio,  reconocían sus virtudes. El abejorro grueso y peludo, según notas de Hans Jungbluth,  era en realidad una especie de abejota silvestre que pasó a ser relegada a último plano cuando llegaron las abejas europeas.    

En el antiguo Perú se usaba su miel y su cera, porque la primera ─obtenida incluso de unas abejas pequeñas, sin aguijón, llamadas meliponas─ ayudaba a vivir con salud. Los moche recolectaban la miel producida por abejas que proliferaban en lugares donde había plantas de tomate silvestre, tomate de campo o sachatomate, que era de gran beneficio para los niños, las mujeres lactantes y los mayores. Su sabor, ─dicen los cronistas─ era inigualable. También se menciona la miel que se obtenía en las partes donde crece el maní por la misma razón.

La miel de las meliponas sirve mucho a las naciones de Amazonas y Loreto, donde abundan. En el mercado tradicional recibe el nombre de miel de palo y es preferida a otras para ciertos ritos tradicionales. En los pueblos cercanos, el chuchuwasi o hidromiel se prepara con ella.
Nuestras abejas no necesitan atención sanitaria ni otros tratamientos como la Apis mellifera, originaria de Europa,  porque son nativas. 
Según los extraordinarios registros de Guaman Poma de Ayala, en el Qoya Raytmi Killa o Fiesta de la Luna, en setiembre, cuando se celebraba el kikuchikuy o primera menarquía de las niñas, se les daba pociones de ciertas flores y miel de abeja, por la creencia de que así preservarían la frescura de su piel por largo tiempo.
Entre los inkas se apreciaba mucho a los wayronqos y en varios pueblos de Cusco, Ancash, Junín y otros andinos, se cree hasta hoy que su cera tiene gran fuerza como ofrenda. Los abejorros o abejas grandes eran criaturas de Mama map’a, que les protegía haciendo que su miel fuera abundante.

En las galerías que abre este gran trabajador alado,  tanto en las paredes de adobe, como en las cortezas de ciertos árboles, especialmente el maguey, suele encontrarse bolitas de polen más grandes que una avellana. Cada nido contiene unos 250 gramos de polen, rico en proteínas y vitaminas. ¡Quién lo iba imaginar!.
En algunos haywariku, pagapu u ofrendas que se arman sólo con pétalos de flores rojas y blancas o de otros colores, se emplea la miel del abejorro para pegar unos con otros y recrear su presentación. Me encargaron hacer una y sirvió muy bien la miel cristalizada. La única forma de que no se corriera. Fue un verdadero desafío.

Nuestra Amazonía ofrece una buena cantidad de mieladas cada año, al principio de la época lluviosa. “En comarcas donde impera el cultivo ilegal de coca para producir droga, los panales de abejas son una alternativa para la pobre economía del poblador de la gran región de los bosques y los ríos”, comenta Junbluth. Su carácter de suplemento alimentario es muy apreciado. Vale recordar que tenemos un déficit de producción y que por ello se importa varias toneladas de Chile y Argentina.
Se estima que en el país existen entre 15,000 y 18,000 apicultores, más o menos. Pero  muy pocos pueden llegar a tener 1,000 colmenas. La mayoría fluctúa entre 12 y 15. Muchas son colocadas en los techos de las casas, para evitar el riesgo de robo. Su manejo no siempre es técnico. Algunos se han organizado y trabajan con destreza, por ejemplo en Tumbes, Piura y Lambayeque, obteniendo miel con sabores de árboles frutales,  a los que se suman las floraciones del algodón.

Entre las amenazas que se ciernen sobre los apicultores, destacan: el aumento del uso de pesticidas en la agricultura, el posible ingreso de  cultivos transgénicos, la tala ilegal de bosques, el escaso apoyo del Estado y la banca a los proyectos avícolas, y el problema de la abeja africanizada que conserva una dosis de agresividad.
De manera colateral, las abejas son usadas con fines curativos. “Un aguijón bien puesto puede ser santo remedio para varios males”, asegura Hans Jungbluth, director del Centro de Medicina Alterativa “Abejas curativas”. Este tipo de terapia data de la época de Hipócrates, Padre de la Medicina, pero recién en los últimos años se ha investigado cuáles son los componentes de la apitoxina que segrega la abeja al picar  y sus mejores formas  de aplicación.

Con más de treinta años dedicados a la crianza de abejas, él manifiesta que su efecto antiinflamatorio es dos veces superior al de la aspirina, está registrado como medicamento en Estados Unidos y se puede encontrar en el vademécum clínico.
La terapia con abejas actúa sobre varios campos a la vez. La miel es un excelente alimento energético. El polen tiene casi todos los nutrientes que el cuerpo necesita. La jalea real renueva las células y regula las hormonas, y el propóleo ayuda a eliminar las toxinas acumuladas en el organismo.
La apitoxina es un bioestimulante y, al mismo tiempo, un antibiótico natural  que combate afecciones a los sistemas respiratorio y digestivo, promueve la regeneración de los tejidos y controla los síntomas causados por el estrés, incluyendo  la migraña.

Al respecto, Stephan Stangaciu, científico rumano, afirma que es ”La reina de las terapias alternativas”. Una panacea ideal que proporcionan las abejas.

El Instituto Nacional de Investigación Agraria, las facultades de Biología de nuestras universidades y el Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana, entre otros organismos, deberían emprender el estudio científico de nuestras abejas silvestres, para manejarlas y aprovecharlas como parte de nuestra biodiversidad.

domingo, 13 de septiembre de 2015


Alfonsina Total

El pasado jueves, diez de setiembre,  José de la Puente Brunke, Director del Instituto Riva Agüero, inauguró la exposición “Alfonsina Total”, en el Museo de Artes y Tradiciones Populares. Fue un acto simpático, nada protocolar, intensamente emotivo. Los numerosos invitados se sorprendieron de la forma como Luis Repetto Málaga y su equipo hicieron un montaje moderno, creativo e impactante en cada una de sus salas, dando a los Reyes Magos de Georgina Mendívil la misión de ofrecer a todos un grato saludo de bienvenida.


Las piezas que estarán hasta los primeros días de noviembre, de lunes a viernes, de 10 a.m. a 7 p.m., se lucen en las vitrinas como acabadas de salir de las manos de los imagineros. El poderoso toro de Edilberto Mérida embistiendo estrellas y el de Chayamuray, de músculos vidriados, atrayendo miradas hacia las canteras de Chumbivilcas. El muki de cuarzo, de la mina de Quiruvilca, precioso como una joya, tallado por Luis Frías. Los viejitos tembleques conservando el soplo de un Santurantikuy sobre sus pelucas. Los cóndores, qhapaq negro, qhapaq ch’uncho y contradanza, de Santiago Rojas, que pasaron con el artista el puente con joroba del río Llavero de Paucartambo. Los danzantes de Abilio Rojas que solían iluminar con su zapateo la feria del Camino Real, de Huancayo. Los rumbosos negritos de Huánuco, copia fiel en la pasta de aquellos que se ganaban un jachacaldo humeante por adorar al Niño de Belén. El arcángel de doña Herminia Peralta de Murillo, que sólo tiene una ala porque no podía jalar todas las plumas y dejar en paños menores a su papagayo proveedor. El Niño Dios, vestido de sacerdote, que estuvo cien años con la familia de López Antay,  el retablista. El Niño waltado que las mamalas, abuelas de Cusco, arroparon con los blancos pañales de su alma para borrar la pátina oscura del much’uy wawa o “niño que llegó con los españoles al valle del Rimaq  propiciando la miseria”, fajándolo con chunpis de arco iris. Así, muchos más de una colección, cuya historia se queda en el tintero, para continuar en otros días.
La idea primigenia fue mostrar las creaciones del arte popular, “un río que fluye sin detenerse”, pero Luis Repetto quiso hacer algo más, coincidir con el espíritu investigador de la periodista. Sus fotografías con personajes entrevistados por ella en ese interesante quehacer, lugares recorridos en las clásicas regiones y las notas en “El Comercio” y “Caretas”, entre otras publicaciones, que generaron varios libros. La máquina de escribir eléctrica que fue dada de baja al llegar la computadora, el proyector de slides ahora en desuso, y la videocámara, sacadas del desván. No terminó allí. Se llevó “América Rota”, un barro de Kukuli y su Santa Rosita negra, una belleza.  También las fotografías de José Alvarez Blas y Fernando Seminario Solaligue, de la Exposición “Wakas de Qosqo” auspiciada por instituciones amigas como Antapaccay, Aranwa y la Cátedra de UNESCO de la Universidad Ricardo Palma.

La muestra es una hermosa recreación, llevada a cabo con talento y generosidad, acerca de tiempos vividos y sueños realizados. Alfonsina sigue vigente como siempre,  haciendo entrevistas y escribiendo.

"Alfonsina Total" es la obra extraordinaria del director del Museo de Artes y Tradiciones Populares, quien comparte con la periodista la amistad entrañable de Mildred Merino de Zela, fundadora del Centro de Catalogación y Apoyo al Folklore, cuando la Facultad de Antropología de la Pontificia Universidad Católica del Perú funcionaba en la Casa de Riva Aguero.


LOS YACHACHIQ DEL AGRO

En el 2014 César Sotomayor Calderón y yo compartimos algunos comentarios sobre el campo. El tema comenzó con los “saberes” de los  pequeños agricultores andinos a quienes les inquietaba  la proximidad de malos tiempos.
“Este año lloverá poco y los cultivos se arrodillarán ante el calor o soportarán diluvios”.
“El nevado Chikón pierde nieve. No ayudará a guardar el chuño”.
“Está nevando demasiado. Morirán muchas crías de alpakas.”
Ellos ignoraban que su visitante, a quien confiaban sus cuitas, era un economista de larga trayectoria y que era Viceministro de Políticas Agrarias del Ministerio de Agricultura y Riego (MINAGRI). Pero sí les daba confianza su empeño en ayudarles. Lo conocían del Proyecto  “Haku Wiñay” del FONCODES-MIDIS, que desde hace tres años favorece a miles de familias rurales.
Hace 25 años que Sotomayor se prendió la escarapela del campo en el pecho y, considerando que el Perú ha dado al mundo cientos de especies alimenticias, gracias a los conocimientos milenarios de la gente del Ande,  decidió trabajar con ellos.
Conversamos y me dijo algo muy cierto. Se puede prescindir de muchas cosas, mas no de los alimentos, y el Estado tiene la responsabilidad de garantizar la seguridad alimentaria de los peruanos y proyectarse a los mercados internacionales, con los comestibles producidos en sus ochenta y cuatro pisos ecológicos.

Según señaló la pequeña producción de las comunidades nativas y campesinas, denominada “agricultura familiar”, tiene el valor de haber conservado a un alto precio, como la discriminación, la riqueza de nuestra biodiversidad. "Domesticar las especies alimenticias fue una proeza de los antepasados preinkas e inkas, que crearon valiosas tecnologías, como la construcción de andenes o el tratamiento de semillas en diferentes condiciones climáticas.”
Le pregunté si había algún reconocimiento a esa lucha anónima y silenciosa. Me respondió que a raíz de la celebración del “Año Internacional de la Agricultura Familiar”, el MINAGRI se impuso la tarea de hacer más visible su esfuerzo. Por ejemplo, mediante inversiones en obras de riego e insumos.  

Me pareció que en el  “boom” alimentario no se destaca el papel que ha jugado la herencia de los antiguos peruanos. Ellos recurrieron al canto, la danza y la música como acciones para obtener mejores frutos de la tierra.
“Los productos nativos, observó, han sido puestos en valor por la gastronomía, incentivando el consumo de  la papa nativa, la quinua o kihura y otros alimentos andinos en los grandes restaurantes. Había que dar alas a la pequeña producción agraria, para asegurar esa gran despensa en el país, sino a nivel mundial".

Resulta interesante que la producción agraria familiar genere cerca del 80% de los productos alimenticios que se consumen en los principales centros de abastos de Lima y las ciudades del interior. Ellos cultivan el 82% de las tierras dedicadas a leguminosas, el 76% a tubérculos y raíces, el 74% a cereales, el 72% a hortalizas y el 63% a frutas, como lo registra el IV CENAGRO.
Le comenté que dada la incertidumbre del clima debería haber un seguro contra los desastres naturales desencadenados a veces por  el sol y por la lluvia, y me  sorprendió al contestar que existe un Seguro Agrario Catastrófico, con un fondo de  30´000,000 de nuevos soles, entregado a algunas compañías de seguros, para cubrir indemnizaciones hasta por 350´000,000 de nuevos soles en la esfera de los pequeños agricultores de las regiones climáticas más vulnerables. El seguro cubre hasta diez riesgos: sequías, lluvias torrenciales, heladas, nevadas plagas y otros.

En el caso de los pequeños alpakeros indicó que hay  un fondo de reposición alpakera que, en este momento debe estar poniéndose a prueba para el caso de animales victimas de heladas y fenómenos conexos. Su beneficio es doble: repone la pérdida y lo hace con un ejemplar joven y de una buena calidad genética. En algunas partes, como Espinar, Cusco, se trabaja por iniciativa privada en la prevención y mitigación de  las heladas y nevadas,  construyendo cobertizos para atenuar al frío extremo.
Recordé las quejas de un productor de Wanqata, Huarochirí, Lima, porque sus manzanas tenían que quedarse en los árboles por falta de una carretera. Sotomayor que conoce muy bien el problema, porque trabajando en el FONCODES y el MINAGRI ha ido caminando o a caballo, a innumerables comunidades, explica que hay responsabilidades compartidas con los gobiernos regionales y otros organismos. En este caso sería el Ministerio de Transportes.

El Perú está creciendo, tanto para el  consumo interno como para la agroexportación.  En el 2014 el valor de nuestras agroexportaciones superó los 5,300 millones de dólares. Ahora el pequeño agricultor es más eficiente, más competitivo y más comercial
Por último se está trabajando con la capacitación horizontal, de campesino a campesino. Más útil que poner un profesor con doctorado resulta la transferencia de tecnologías a través de productores exitosos, llamados yachachiq o kamayoq. La  práctica les ha dado  muchos elementos de competencia en  diferentes temas. Por ejemplo: manejo de praderas y cosecha de lluvias en las partes altas de las cuencas, manejo de suelos y de ganado, ventas en bloque, etc, etc. Incluso hay señoras yachachiq expertas en capacitación financiera, que enseñan a otras la conveniencia del  ahorro.
Alfonsina Barrionuevo


domingo, 6 de septiembre de 2015

CAMINOS DEL PERU

El jueves 10, cuando se abran las puertas de las salas de exposición de Riva Agüero, el Perú estará esperándoles. Cuanto hay está dedicado a sus mil y una facetas en piezas de colores. Los artistas populares estarán contando anécdotas de su vida. Hilario Mendívil en los santitos del Corpus que hacía para los niños. Georgina luciendo su manta de Castilla. Antonio Olave con su Avelina de costurera para sus Niños Dios. Santiago Rojas , recreando a los qhapaqnegro, los qhapaqch’uncho, los cóndores y los Saqras de Paucartambo, cuando se manecía en los Santurantikuy para ocupar u buen sitio en la plaza de la Pachamama Qosqo Wanka. Edilberto Mérida cargando de brío al toro salqa misitu de las bravas corridas andinas. Maximiliana y Enrique Sierra rodeados de sus muñecas documentales. Max Inga de Chulucanas, Piura,  hablando del chilalo, un pajarito pasmoso, maestro de los alfareros norteños. Pedro Abilio Gonzáles comandando con sus nietos a los wiswitos de los Andes Centrales. 

Los ceramistas de Santiago de Pupuja, haciendo retoñar en sus calles iglesitas panzonas colmadas de fe. Jesús Urbano Rojas amasando el níspero con papa y yeso para las antiguas figuritas de sus retablos. Luis Frías tallando el cuarzo de las minas para comprar lápices y cuadernos a los niños de Quiruvilca. Las palomitas de las solteras estarán aleteando por allí con mensajes de amores y así hasta viejitos parranderos con cuellos de resorte.

Nada me pertenece,  ni siquiera alguna parte de mi vida que se fue llenando de historias de los labios de mi padre, desde que mi alma de niña se quedó prendida de los castillos de Laymi Machu, cuyo sombrero hizo volar el rayo de un manotazo. Siempre he sido la oyente interesada en las cocinas donde, entre trozos de charki o p’ukus de mote con queso, me alimentaban también con mitos y leyendas las señoras cocineras. Hasta ahora sigo aprendiendo de los que saben de la tierra, del agua, del cielo y las estrellas. Más que producto de las aulas lo soy de los saberes, así les llaman hoy, de la gente de los pueblos y últimamente de los khipukamayoq que escribían y leían en cuerdas y nudos de pabilos.

Mi colección es pequeña, la principal, unas seiscientas piezas la compró el Banco Central de Reserva y la Occidental para el Museo de Historia de la Cultura. Ambas instituciones me ayudaron a grabar documentales de dos minutos, cada uno, para mostrar a los estadounidenses que el Perú no era ese país bárbaro, de la revuelta de la prisión del Sexto, que enviaron algunos canales de televisión.

La máquina de escribir Olivetti, donde está la huella de mis manos sobre el metal, ha participado durante largos años de este afán de mostrar un país extraordinario. de gentes trabajadoras y generosas. No se trata de una invención ni es una utopía. Yo me encargo de ver un lado con espíritu positivo; el otro, que también es verdadero lo hacen periodistas, escritores, fotógrafos y cineastas, mejor que yo.

No dejen de ir a Riva Aguero, al Museo de Artes y Tradiciones que dirige Luis Repetto a quien agradezco su gentileza. La muestra estará hasta el 15 de octubre. 



MANJARES DE LOS RUNAS

En el siglo XVI, cuando arribaron los españoles, encontraron una cocina multicolor, nutriente y nutrida.
Para ellos, que estaban acostumbrados sólo a las carnes rojas, el trigo, las lentejas, las arvejas, las habas y el arroz, esa diversidad de platos resultó alucinante. Ignoraban de qué plantas y animales provenían esos manjares,  cómo se preparaban y comían. Les pareció una locura para los estómagos de soldados acostumbrados a magras raciones. Y los “titulados” que llegarían luego, extrañaran los jamones, los embutidos, los palominos y las exquisiteces de la comida árabe. Recordemos los ocho siglos en que los “moros” dominaron a la península ibérica.
La conquista española, en el rubro de los alimentos, provocó otra dura batalla: el arrinconamiento de los nuestros y la imposición de los suyos. La preocupación se puede registrar en los premios ofrecidos a quienes lograran que prendiesen sus cultivos y obtuvieron la primera cosecha de Occidente en  tierra nueva.
Mientras ponían sambenitos al maíz, como grano maldito que ─supuestamente─ contagiaba la sífilis, el trigo era ─también supuestamente─ bendito, porque en la misa se convertía en “cuerpo de Dios”. La papa pasó a ser solamente digna de los cerdos y los presos de sus cárceles. Ni qué decir de la yuka, la oka o la kinua: no las conocieron en ese entonces. Ni al tomate, que iría a sazonar sus tallarines…
El primer fruto español en crecer y madurar fue una granada que pasearon en procesión, por la Plaza de Armas de Lima. El dichoso dueño del huerto recibió felicitación desde España y la asignación de una presea valiosa que incentivaría a los demás. La idea no era sólo trasladar lo que tenían y conocían, sino también aprovechar la tierra fértil del territorio conquistado, donde sus cultivos se expandieron poco a poco, hasta asentarse en nuestras ocho regiones y 84 pisos ecológicos.

Cinco siglos después tenemos una cocina no sólo occidental, sino también asiática y de cuanta gente llegó de otras partes para instalarse atraída por la belleza de los diferentes lugares y las oportunidades para formar una familia y crear industrias y otras empresas que generan ingresos y ayudan a tener una economía floreciente.
Este panorama alimentario que muy bien manejado daría lugar al “boom” gastronómico de hoy. Los potajes desplegados en los inmensos comedores de la feria gastronómica Mistura evidencian cinco siglos y una década de mezclas y creaciones; las novedades fusionadas de uno y otro lado de dos  océanos gratifican los amantes del buen comer.

Hemos incorporado los ingredientes de fuera a los nuestros, para forjar una suculenta mesa, muy peruana en el mejor de los sentidos. Pero siempre hay algo que queda  al margen.
En el recorrido gastronómico se olvida algo esencial: los alimentos nativos sobrevivientes y los potajes con   milenarias raíces: Por ejemplo, el yaku chupe, el puré de tarwi, el postre de tokosh y así muchos a ojo de buen cubero, teniendo en cuenta que tenemos miles de pueblos y sazones. Se comienza a buscar y, sin necesidad de lupa, sale a la luz hasta un gusano como el suri amazónico, que es un sibarita autoalimentado por una palmera especial. El Amauta Javier Pulgar Vidal sabía apreciar un rico chicharrón de suri, enviado por sus familiares y amigos desde las junglas de Huánuco. Hasta la grasa rezagada en el plato, como una mantequilla, era un aliño apreciado en galletas para quienes llegaban atrasados a su convite.
Haciendo una ligera memoria sólo en lawas ─así se nombran a las sopas en el Perú profundo, lo más lejos de las ciudades─ las hay de maíz, de zapallo, de calabaza y de qoe o kuye. Es  un pequeño muestrario.
Ahora que se les ha dado por “marquetear” la carne de alpaka tan dulce, tan bella y de ojos muy tiernos─ cabe recordar que los criadores altoandinos de este camélido nativo dan un sinnúmero de usos a la chalona o carne seca, preparada con templanza para hacerla durar el mayor tiempo posible.
En peces está recobrando su categoría la anchoveta, que años atrás fue un “boom” transformada en harina para alimentar chanchos, cuando en Caral era el alimento preferido de la ciudad más  antigua de América y, hasta mediados del siglo anterior, secada y tostada era un excelente fiambre o refrigerio en las grandes faenas del campo.
En el lago Titiqaqa y en muchas lagunas de los Andes, la  trucha se ha comido a casi todos los peces nativos pequeños. Felizmente, en las nacientes de los ríos el suche ─festín prehispánico que llegó a ser disfrutado hasta el siglo XX, frito, entomatado o al horno─ ha regresado de puro milagro, tras de sobrevivir escondido donde no pudiera llegar la trucha.
Los antiguos peruanos sabían comer desde que eran bebés. La mazamorra morada, con el toque a santidad que recibe en cada octubre de milagros, es la única que ha saltado la valla en Lima. Pero hay otras riquísimas, aptas para la “papilla” de las “guaguas”, que “forman” sus estómagos y hasta resultan vigorizante para las  “mamalas” o abuelitas, como la “rubia” con chancaca, tan buena.
Las chichas que se beben en el norte, el centro y el sur son otro portento. Y no sólo de guiñapo, que es como un licor en las fiestas patronales; sino también la ñoqña para los niños, la blanca de maní, rosada de molle, y todas las terminadas en “ada”: frutillada, uvachada y muchas más, que ─incluso- les hacen competencia a las cervezas.
Me gustaría que el seviche o cebiche volviera a sus grandes tiempos, cuando la gente de mar y tierra cocían la delicada carne de los peces con tumbo verde. Nunca tuvimos los periodistas más sorpresas en una mesa de sabrosos potajes que aquella ofrecida por el Amauta Fernando Cabieses, cuando tenía el Museo de la Salud y  fue servida por su asistente Melchor, un chef inigualable antes de que Gastón Acurio soñara con entrar a una cocina para lidiar con las ollas.
Aprendimos novedades a medida que salían los platos a la mesa. Quién se hubiera imaginado que los antiguos peruanos tenían un endulzante como la penka, cuya médula “pelada” -cuando la planta lanzaba su flor al cielo- era como una delgada caña dulce. Melchor reveló que se hacía hervir y al cristalizarse dejaba una especie de miel excelente para diferentes platillos.  
Ya se han escrito kilómetros de libros sobre la comida peruana. Pero tenemos uno en espera. Estas y otras comidas y bebidas aliñadas con leyenda aguardando un editor.   
  


Alfonsina Barrionuevo