domingo, 28 de junio de 2015

EL SECRETO DE LOS KHIPUS
El martes concluye la Exposición Fotográfica de “Wakas del Qosqo” en el Museo “Casa del Inka Garcilaso” de Cusco. Me provoca nostalgia porque me voy nuevamente de mi ciudad.  Estuve como siempre con cielo azul de bandera, el sol tendiendo sus puentes de luz en calles y plazas. Hallando a mis amigos con una sonrisa y un saludo. Mirándome en las imágenes como soy, optimista, risueña, sin ceños ni melancolías. Amo la vida, sus oros prendidos en el aire, sus corcheas saltando en las cuerdas del viento, sus mil pies enhebrando  himnos en el agua.  Mis manos acariciando sus muros, arrancando sones dormidos en la María Angola, hilando las nubes de hoy y seguramente las que vendrán mañana en mi pushka. No importa si el tiempo desfila con sus estandartes. Volveré cualquier día para encontrar la mirada cariñosa de Julia, la sonrisa de Abel, las historias de Lizardo, la música de Jorge, el señorío de Quina , la creatividad de Maxi. No se fueron, están en mí, como yo quedaré en aquellos que leen mis líneas.  Lo que escribo ya no es mío. Quedan en ti.
Cada fotografía de aquellas estarán muy pronto en el libro como un espejo de lo que estoy en contra en la memoria de los khipukamayoq.      



SENDERO DE ORQUIDEAS

En el teclado de mi computadora cada letra se convierte en una orquídea en  homenaje a José Koechlin y su esposa Denise Guislain por restaurar y conservar  el bosque de nubes de Inkaterra Machupiqchu Pueblo Hotel,  en cuyos árboles se mecen estas flores de exquisita belleza. Es una parte del entorno mágico del santuario inka donde ellas parecen estrellas que se descolgaron del cielo. Son unas trescientas setenta y dos especies que saltan entre mis dedos aromando con su perfume comillas, signos de admiración, números, puntos, paréntesis y guiones, mientras yo camino en mi memoria por su sendero, donde circulan turistas que llegan de cualquier punto de la tierra para copiar en sus pupilas sus delicadas y caprichosas formas.

Presiono una tecla y es la misma orquídea que admiraron los chavin, hace milenios, inmortalizándola en la piedra. Otra es Wiñay Wayna, Epidendrum secundum, la doncella inka, que acarició con sus dedos de pétalo un glaciar del nevado Salqantay recibiendo el don de vivir en flor del Apu de la Eterna Juventud. Sigo y encuentro la Waqanki, Masdevallia veitchiana, que no pudo amar al guerrero que la descubrió, en una noche de luna bañándose en la cascada, y llora por haberlo perdido. La Epidendrum pachakuteqianum evoca al poderoso señor que recibió el mandato de las fuerzas cósmicas y telúricas de construir Machupiqchu en su cima. Entre las recién descubiertas la Kefersteinia koechlinorum ’Denise’, por los cuidados que ella les brinda. Más o menos al final la Epidendrum quispei y la Telipogon quispei que recuerdan a Moisés Quispe, el excepcional jardinero jefe, antes agricultor, que aprendió a identificar, coleccionar y cultivar las orquídeas nativas hasta que ellas lo llevaron a su paraíso. Nunca sabremos qué orquídeas fueron convertidas en mujeres por los espíritus de la foresta, según la leyenda,  pero deben ser encantadoras por haber tenido sus antecesoras el corazón de una orquídea como paqarina o lugar de nacimiento.
En el teclado hay muchas más que lo llenan de colores  como si el arco iris se hubiera entretenido con la paleta de un pintor, haciendo maravillas; blancas con venas granate, amarillas moteadas con marrón, azules con blanco, fucsia en degradé, rosadas de tonos fuertes y suaves, púrpura casi negras; en fin una colección interminable, en las que puso el embrujo de sus pinceles. Viéndolas entiendo como despertaron la admiración de José Koechlin hace veinte años.

La historia del sendero, donde el sol mide la fuerza de sus rayos para ser una leve caricia y la lluvia camina de puntillas respetando su fragilidad, es conmovedora. Primero, porque restaurar bosques talados no es fácil. Es una tarea de tiempo; días, semanas, meses, años, de sembrar árboles, para que volvieran las orquídeas a reinar en su habitat, sacrificando espacios rentables en obsequio de su ambiente. En un lugar devastado por agricultores que, en su urgencia de vivir, no percibieron la grandeza de los cerros adyacentes, el majestuoso Putukusi, el recio Kutija y más allá las frondas crespas del Kollpani, es justo que La Society American Orchid considere los jardines de Inkaterra como el de mayor cantidad de orquídeas nativas expuestas al  público en su medio natural en el mundo.
 La bióloga residente Carmen Soto siente ternura por esa naturaleza pujante  asociada a su vida y se preocupa por deshacer algunos mitos. No son parásitas como se cree, no todas carecen de fragancia o provocan rechazo. Algunas como la Trichopilia fragans,  la Kefersteinia koechlinorum o la Pleurothallis resoluta, desprenden una fragancia deliciosa al anochecer. Hay orquídeas  terrestres que crecen a nivel  del suelo, litofitas sobre piedras y rocas,  epifitas abrazadas a los árboles meciéndose en las hamacas del aire o  incrustándose en los troncos como preciosas miniaturas que se aprecian mejor lupa en mano, hemiepifitas que trepan desde abajo en una hilacha vegetal en busca de la luz y saprofitas que gustan extrañamente de la materia en descomposición.

El libro “Orquídeas” de Inkaterra compendia con excelentes fotos y dibujos los secretos de estas flores mágicas que merecieron estudios apasionantes  de cusqueños como Fortunato L. Herrera y César Vargas, siguiéndoles otros peruanos y extranjeros. Ellas pueden ser hermafroditas o masculinas y femeninas. Sus agentes polinizadores varían. Abejas macho que al impregnarse con su esencia se tornan en amantes irresistibles; mariposas alas de cristal o dípteros que descienden suavemente en su “pista de aterrizaje”, cubierta por un polvillo parecido al polen; y colibríes verdiblancos o cola de raqueta que se mantienen en equilibrio para sorber su néctar. Cuando maduren sus frutos unos cuatro millones de semillas volarán a balancearse en los columpios de la brisa en busca de un hongo de germinación. Llegarán a su adultez en cinco o seis años y así otra vez en los jardines de Machupiqchu Pueblo Hotel que son un gran centro global de conservación in situ de orquídeas y el mayor banco de germoplasma creado para repoblar áreas afectadas.

Con las orquídeas se vienen sobre mi teclado el gallito de las rocas andino que es una llamarada viviente y escucho nítidamente en una grabación increíble al perico gorrinegro, al chotacabras ocelado, al jacamar frentiazulado, al hormiguero gargantillano, a la cotorra carirroja, al rondabosque rayado, al relojero coroniazul, al colibrí pechicastaño, al carpintero olivacero, al cucarachero bigotudo, al quetzal cabecidorado y hasta ciento cuarenta voces aladas de sus reservas.  En el sendero hay lugar para un oso de anteojos que estuvo recluído en una jaula donde apenas podía moverse y ahora se siente en libertad, con desayuno a la carta y hasta un “spa” cristalino para bañarse. Su vecino goza de las mismas comodidades y un osito pequeño  aprende a vivir en libertad, con sus propios alimentos,  para buscar un día su pareja.

Extrordinaria labor de Joe Koechlin,  su esposa Denise y sus colaboradores que protegen una innumerable y preciosa familia en Machupiqchu, iluminados por los Apus del Urubamba y su Pachamama.
Alfonsina Barrionuevo

domingo, 21 de junio de 2015


FRENTE A LAS WAKAS DE QOSQO

Gracias a los khipukamayoq el Qosqo tiene otra dimensión para mí. Mientras los árboles de la vieja quinta Lomellini susurraban historias olvidadas volví a ver al poderoso Ayar Auka, plegando sus alas, con una última mirada al valle salvaje, antes de convertirse en piedra. Un poco después llegó sombrío Ayar Manko, después Manko Qhapaq,  y decidió asentarse en el lugar, fundando la ciudad que soñó con sus hermanos. El sol buriló con sus rayos  un espacio abajo, y lo dedicó a su padre celeste, el Sol,  Apu Inti, llamándole Intikancha.  Más tarde, entre los cuatro recintos sacros quedó el recuerdo fundacional. Pachakuti Inka Yupanki hizo colocar una piedra de río pulida, Qaritanpukancha, “el lugar donde el hombre ungido por las cirucnstancias, el gran Manko, su antepasado, decidió  poner la semilla de un imperio.”
He vivido muchos años en Santo Domingo, donde está el Qorikancha, y nunca imaginé que en la plazoleta, donde jugaba el plik plak con mis amigas,  existieron ocho wakas amadas por una población de sacerdotes y pobladores. Que allí estaba Warasuinse,  “en cuyas orillas se generaban los terremotos”; Willka Nina, “la del fuego eterno”; Th’uruka, “el padre barro”, Kinkil y otras que  están en mi libro “La Memoria de los Khipukamayoq” que voy avanzando día a día.

Desde el 2011, cuando me lancé a investigar las wakas de Machupiqqchu,  comencé  a sospechar que tras el muro curvo o semicircular del Qorikancha había una waka, igual que allá, en el santuario maravilla del mundo.  Lo confirmé con el arqueólogo Raymundo Béjar, quien trabajó en el equipo que restauró el convento y la iglesia de Santo Domingo después del terremoto de 1950, y me dijo que allí había una enorme wanka  que contribuía a sostener con uno de sus extremos el altar mayor.  Todos la vieron como una simple roca, ignorando que ella manejaba el sistema pétreo de Qosqo. Pero, mi alegría fue sin igual cuando descubrí su nombre en la relación de wakas y seqes. Ella se llama Subaraura. Raura quiere decir arder, dijo una maestra qechwista que visitó a Ana María Gálvez, mas fue imposible aún saber qué quiere decir Suba, Suwa, Suta, etc. Los españoles no sabían hablar el idioma inka, lo escuchaban mal y lo escribían peor.  Por ahora se llama Subaraura y me gusta que tenga un nombre porque así sera llamada, tendrá identidad.


IMÁGENES EN VITRINA

Ana María Gálvez  ha puesto en una digna vitrina a las wakas que envié en imágenes a Qosqo. Ella es la Directora del Museo Histórico Regional “Casa del Inka Garcilaso”, cuyo nombre debe ser simplemente así, sin Chinpu Oqllo, como se llamaba su madre. No he leído que nadie cargara con los nombres maternos, ni en qechwa ni en español. El Inka cronista usó como patronímico el apellido del padre y  en buena hora, porque no encajaría en el colchón de Garcilaso, ni Manuel, ni Francisco o Gonzalo.
En la sala de exposiciones temporales armé una mesa de ofrenda inka aprovechando nudos de los khipukamayoq que contabilizaron granos de maíz, mama sara; de kinua, mama kihura; unidades de papa, mama aqsu; otros alimentos, pallares, frejoles, maní, y también algodón de colores más trozos de wira, una pluma de cóndor, dos de papagayo, conchas y una estrella de mar, completando los ingredientes con minerales y tierras de colores.  El catálogo que es una atención de la Dirección de cultura Cusco a los expositores fue un hermoso recuerdo para los asistentes. Hablaron sobre mi trabajo con generosidad el escritor Luis Nieto Dégregori, por la Dirección de Cultura; Luis Repetto, director del Museo de Arte Tradicional de la PUCP de Lima; y, Oscar Oaredes, antropólogo de la Universidad Nacional de San Antonio Abad.
Esta muestra, -que ha contado con la simpatía y el aliento de la Empresa Minera Antapaccay, del Grupo Aranwa, de la Cátedra de la UNESCO de la Universidad Ricardo Palma y de Samaca Perú-, es muy importante para mí. Como sucedió con las fotografías de las wakas que ubiqué en Machupiqchu y que tomó Peruska Chambi, es un previo a la publicación de mi próximo libro: “La Memoria de los Khipukamayoq”. José Alvarez Blas, gran médico liberteño y fotógrafo de excelencia, se ocupó de las wakas naturales, nevados, cerros, ríos, espinos y manantiales,  y Fernando Seminario Solaligue de las wakas de la ciudad, para lo cual  recorrimos  durante muchas horas las calles de Cusco viendo los ángulos que se precisaban para que fueran apreciadas. En Lima trabajé con mi hija, la arquitecta Vida Velarde, para extraer del catastro el plano del Cusco Inka, ocupándose del acabado el ilustrador Ricardo Pachas. 
He dejado de hacer trabajos que me ayudan a vivir para investigar, pero este esfuerzo lo hago con alegría porque es algo que quiero dejar a los que aman y tienen orgullo de nuestras culturas. Si quería  ubicar las wakas del Centro Histórico de Qosqo yo tenía que conocer su historia y entrar de lleno en la concepción que tuvo Pachakuti Inka Yupanki del mundo andino. No sé si lo estoy logrando pero me fui más allá de lo escrito en khipus peruanos y en letras europeas. Lo digo porque quise arrancar del  lago Morkill,  que se desaguó hace unos trescientos mil años y cuya excelente reconstrucción hecha para el Museo me permitió usar  Ana María Gálvez, para presentrar el Qosqo Inka desde sus orígenes remotos hasta hoy, en que luce postergado y ultrajado, a veces por propios y extraños, que hacen pintas en sus muros y  hasta los rocían bárbaramente con ácidos, como si sus piedras,  sagradas para los Inkas, los ofendieran o merecieran su rechazo.
Quizá vaya hablando un poco más de las wakas en adelante, aunque quiero reservar  lo que tengo avanzado para el libro.  Hay más que caminar le he dicho a Seminario, que hará más fotografías y deberé pasar más tiempo con los manuscritos, apuntes y libros junto a la computadora. Como  otros amigos investigadores  me gusta trabajar.

Alfonsina Barrionuevo


viernes, 12 de junio de 2015

LA WAKA DE QARITANPUKANCHA

Si alguien me hubiera preguntado dósde fundó Cusco Manko Qhapaq hubiera respondido genéricamente, “en el valle del Watanay”. Como decir en cualquier parte. Me parece increíble saber ahora que lo fundó donde está el Qorikancha.
No he necesitado retroceder en el tiempo. Ha sido muy fácil. Alguien con  poder: Kusi Yupanki/Pachakuti después, se informó del acto y como, en ese tiempo, no se usaba construir monumentos indicó que se considerase el centro del patio, dentro del  santuario, para crear una waka: Qaritanpukancha, en su recuerdo.
Los especialistas fueron gente adiestrada en el manejo de khipus propios y antiguos, donde se registró en una cuerda con nudos la ceremonia.
Foto: Dr. Josè Alvarez Blas
Al organizar la ciudad y el sector religioso el inka urbanista evocó a su ilustre antepasado para que se le rindiera homenaje, y, se reconociera su decisión de markayoq para ubicar en el lugar un gran templo dedicado al Apu Inti, Padre Sol de los Inkas.  
En la Exposición Fotográfica que se abre el lunes 15 con fotografías de José Alvarez Blas y Fernando Seminario Solaligue se exhibirá  la hermosa foto que ven Uds. del patio del convento de Santo Domingo. En la fuente habria estado una piedra redonda. pulida por las aguas de algún río cercano. que representaba a Manko Qhapaq.
La piedra ya no está pero queda la presencia de su espíritu. Me han ayudado en estos pasos de investigación la Empresa Minera Antapaccay y la Cátedra de la UNESCO de la Universidad Ricardo Palma.
Todavía queda camino para recorrer. Mi libro sobre los khipukamayoq y sus versiones está listo para el próximo año si encuentro mecenas que apoyen esta labor. 
                               

EL PODER DE QOYLLUR RIT’I

Una estrella que irradia su magnetismo a un nevado es la razón del peregrinaje a Qoyllur 
Rit'i. Para comprender su misterio  hay que ubicarse en el Cusco cuando el virrey Francisco Toledo intentó desalojar a sus manes tutelares con una deslumbrante concentración de 117 imágenes religiosas de los virreinatos y audiencias de América.
Vano esfuerzo del gobernante que quiso cambiar con su despliegue de vírgenes y santos un mundo diferente que conecta las fuerzas de la naturaleza con la tierra y el cosmos.
Cómo retirar  al sol que da vida y calor desde el cielo; a la luna que maneja las mareas; a las estrellas que deciden las siembras, la multiplicación de los animales y marcan el destino de los hombres; a los vientos que en husos gigantescos arrastran las enfermedades; a la lluvia que baja presurosa cuando se raja el labio de los surcos; al fuego  que abre sus flores ardientes en la tierra.
Cómo romper el carácter sagrado de una ciudad donde tenía su templo algo tan frágil como el sueño y donde se albergaba la   muerte, sin discriminarla de la vida, su gemela.  Lo único que logró el arrogante virrey fue el sincretismo, integrar las imágenes religiosas de su mundo a la ecología del nuestro.
En el siglo XVIII cuando se descubre una movilización religiosa andina hacia el nevado Qolqe Punku, "Puerta de Plata", en la cordillera del Ausanqati, se produce un discurso similar. El obispo Manuel Moscoso y Peralta, subestima a la gente de la cordillera  y cree que podrá revertir las creencias.

Para ello entreteje con sutileza la historia de Marianito Maita, pastorcito de alpakas en la hondonada de Sinak'ara, que juega con el Niño Dios. Al ser visto se hace una redada, un ch'ako humano con yanakunas de Paucartambo y Quispicanchis. Acorralados ante un árbol de tayanka Marianito muere y su amigo se convierte en un Cristo que pasa al farallón frente al Qolqe Punku. 
La tayanka, la roca, el Cristo sangrante, vuelven a crear el sincretismo del Corpus Inka. El Señor de Qoyllur Rit'i es objeto de una fe adorable pero continúan las tradiciones ancestrales. 
Más de veinte mil romeros que acuden del gran sur alternan ambas creencias. Rezan al milagroso Señor y cientos bailan en el atrio de la iglesia en policroma ofrenda. Paralelamente realizan sus prácticas rituales. Hacen sus pedidos para tener casa y canchas para el ganado usando pequeñas piedras en las faldas del nevado. El culto a los muertos se manifiesta en la  procesión de una cruz que cargan los ukhukus o pabluchas con las túnicas de los que murieron en los glaciares. Antes bajaban del nevado haciendo ulular sus poros y llevando  bloques de hielo para los ritos de purificación. Ahora ya no por por el proceso de desglaciaciòn que sufre Qoyllur Rit´i. Otros rituales secretos son la feria de los sortilegios y los baños lustrales que son exclusivos para los altomisayoq.

Al terminar la misa de fiesta muchos siguen a Machucruz y Yanakancha para el saludo al sol con "¡hayllis!" o vivas hasta el próximo peregrinaje. La estrella debe alumbrar hasta entonces el camino de sus vidas.

Alfonsina Barrionuevo


          

domingo, 7 de junio de 2015


LAS CIENCIAS DEL YACHAY Y EL MUNAY

La palabra religión no existe en el mundo andino. Son las ciencias del espíritu y su conocimiento a través del sentimiento y del razonamiento, lo que llamamos munay y yachay. En el antiguo Perú, mientras unos se dedicaban a las conquistas territoriales, otros se aplicaron durante milenios a las ciencias del espíritu, llegando a establecer una conexión con  la naturaleza y el cosmos. Existió un diálogo con la tierra, los nevados y los cerros, la piedra, el agua,  el viento, el fuego, la flora y la fauna, llegando también a lograr un contacto muy especial a nivel cósmico, con el sol, la luna y las estrellas.

En Pachakamaq, el santuario de los oráculos, había sacerdotes, los wakawillaq,  que hablaban con las wakas -espíritus que habitaban en sitios sagrados-; los p’unchaywillaq que hablaban con el sol y hacían sus pronósticos de acuerdo a los solsticios, los hamp’ikuq que leían en las vísceras de los animales, los  mallkiwillaq que hablaban con el espíritu de los antepasados, los ripiaq que absolvían las preguntas de los atletas, los mosqoq que descifraba los sueños, los sunkuyoq o mamasqa que eran psicólogos y miraban en el interior del corazón de los hombres y así,  otros.

Hasta hace unos veinte años se creía que esas ciencias habían desaparecido, quedando sólo vestigios en algunos rituales como las ofrendas a la madre tierra y a los cerros para pedir la prosperidad de los campos. El advenimiento de un nuevo Pachakuti  en 1992, después del Pachakuti negativo que comenzó en 1492 marcó el inicio de una nueva era en el Perú y un acceso que se va abriendo cada vez más a estas ciencias o religión, como se quiera llamarla, que está volviendo a mostrarse. Desde el momento en que llegaron nuevas gentes a través de dos mares se creyó que había sido extinguida después de un arrasamiento que motivó la destrucción de sus templos y la muerte de sus maestros o sacerdotes para imponer una religión que se originó en Israel. Francisco de Avila se hizo nombrar extirpador de idolatrías pero en el el Perú no había ídolos. Los llamados como tales eran en realidad receptores de energía, vasocomunicantes de las fuerzas telúricas con las fuerzas del cosmos. Cuando los llakuases se fueron de sus tierras los guardianes del agua se convirtieron en litos o piedras para seguir cuidándola.

Por casi cinco siglos no se supo que los sobrevivientes llegaron a escapar y se escondieron en los lugares más recónditos del Ande donde no pudieran ser encontrados y así fue hasta ahora. En el Perú de hoy se les conoce muy poco. La comunicación de las ciudades y también de los pueblos con las comunidades andinas prácticamente es muy lejana. Hay un distanciamiento por un falso concepto de superioridad de la ciudad que desconoce sus valores, la riqueza de su tradición oral, su talento creativo en diversas artes, sus profundos conocimientos del agro, de la astronomía y otras disciplinas.
La tecnología avanza todos los días pero en la tierra de los Inkas el espíritu tiene vigencia sobre la materia y de allí la actualidad de los sacerdotes andinos, que de algún modo hay que nombrarlos. Se trata de los punkuyoq, conocidos también como altomisayoq y kuraq akulleq, que alcanzan  rangos de acuerdo a  su entrega a conocimientos que les son dados. Hombres sabios y también mujeres que pueden invocar la energía del Teqsemuyu, el universo. 
Ellos no son gente común ni hay escuela donde sigan un aprendizaje. Mas bien son elegidos por las fuerzas de la naturaleza y por eso su camino es largo, complejo y lleno de pruebas que nunca terminan. Algunos, muy pocos, son elegidos mediante una iluminación o carga sagrada de energía,  el hanaq pacha k’aqya o rayo que baja del mundo celeste o superior y los posee.

En el plano más alto su labor es de carácter profético, carismático y místico. Su poder está basado en una relación directa con seres espirituales del mundo andino. (El karpay es obligatorio para pasar de la jerarquía o rango de ayllu altomisa, a llaqta altomisa y  suyu altomisa) Cada año tienen que hacer baños lustrales, ritos de purificación con inmersiones en aguas heladas, etapas de aislamiento, abstenciones en la vida cotidiana y otros actos secretos.


LA MAGIA DEL PRESENTE

En el mundo andino el concepto del tiempo es de plena libertad. El tiempo no existe para el hombre andino. En el mundo occidental el tiempo pasa, es un producto del reloj. En el mundo andino el hombre andino pasa el tiempo y el tiempo, el purun pacha, es infinito. Por eso el pasado y el presente son circunstancias temporales. Hay que preocuparse más por el misterio del presente, porque el presente es el que se proyecta hacia la eternidad. El ayer, el pasado es una experiencia que se aplica en el presente. El por venir siempre será presente cuando llegue el momento.  Por eso es sabio vivir la magia del presente.

 
Su concepto de la muerte se basa en manifestaciones de los ancestros cuando se busca su consejo. Los que mueren se van a vivir otra vida pero nunca se apartan de sus seres queridos. Son los mallkis a quienes se habla y se encuentra en el interior de la sangre, en el fondo del corazón.
La tierra o Pachamama es uno de sus principales contactos. Es la madre  que ama a sus hijos y les proporciona vida. Los cerros y nevados, que son los Apus, Jirkas, Achachilas, Aukis, aukillos, Wamanis, protegen al campo y a sus pobladores.
La Hatun Mama Qocha, el mar, tiene influencia a través de las lagunas y de los ríos quue son sus hijas e hijos.
La hoja de la coca vive, el grano de maíz vive, el cerro vive, la tierra vive, decía Jorge Lira, profundo conocedor del sentimiento del hombre andino y agregaba, en la mente del pueblo tiene además conciencia. La tierra vive y es el punto donde se encuentran el tiempo y el espacio. El pasado y el presente han nacido de ella y todos regresan a ella. Los alimentos nunca son despreciados porque como tienen vida sufren el maltrato y pueden irse.

La energía se irradia desde el mundo en que vivimos, los Andes, pero también desde el cosmos. En los atardeceres en las partes altas se nota un gel, una capa blanquecina, semitransparente que baja del cielo y otra que sube de la tierra. El Inka Pachakuteq cuando subió a Machupiqchu y llegó en una hora mágica se convirtió en vaso comunicante del cielo y la tierra adquiriendo energía y sabiduría de lo terreno y de lo alto.
La gente que maneja la energía puede hacer muchas cosas, hasta vencer la gravedad, como los pawaq que vuelan con su cuerpo físico que es como un templo y se trasladan de un sitio a otro.  A simple vista son gente común y corriente. Pero, sólo a ellos se acerca la ch’aska o lucero para abrirles un sendero de luz, la mamayaku o madre agua corre  por el interior de sus arterias y las purifica, la mama qaqa o madre piedra infunde fuerza a su espíritu y la mamakoka les revela lo que viene.

El Qosqo conserva lugares sacros ignorados como Amarumach’ay, el templo de la luna. Entrar a él en cierta noche de luna equivale a introducirse en la matriz de la Pachamama. Por un orificio superior las fuerzas cósmicas y telúricas penetran a la cabeza de los participantes mientras ellos “viajan” a la inversa hasta cuando eran un óvulo antes de ser fecundados. Al volver reciben nuevos poderes. 

Sus oraciones son poéticas: “Padre de arriba, creador de  todas las cosas, maestro de todas las cosas, cuida a tus hijos.” A la Pachamama y a los Apus: “Mesa de oro, mesa de plata, tierra sagrada, espíritus de los cerros, que ningún pesar o desgracia nos siga.”
Los altomisaq y kuraq akulleq trabajan a nivel espiritual. El problema de la ciudad  es la demasiada acción, el demasiado diálogo interno, la enfermedad del miedo, la falta de tranquilidad, la ausencia de fe, la inaguantable presión, el stress que ataca a los nervios.
Antes de empujar la puerta, digamos del poder de los Andes, esa puerta misteriosa,  la ciencia andina del Munay puede ayudar infundiéndoles tranquilidad. A quienes lo necesitan hay que ldevolverles a su centro, dicen los conocedores,  porque esa gente está descentrada: el ánimo lo tiene fuera. No hay persona más descentrada que el  director de un banco, por ejemplo. Hay que centrar su ánimo, buscar como empujarlo a su lugar. Para esto hay varios métodos. Métodos de meditación, métodos energéticos y muchos más. Para poder asimilar la acción del Munay o sentimiento tienen que hacer un proceso de purificación. Tienen que calmarse, limpiar su sistema nervioso, limpiar sus bloqueos, empujar su ánimo al   centro. Que puedan usar la energía de su cuerpo.

Si la gente quiere que la energía fluya por su interior, como agua de vida, hay que hacer fluir este elemento para que queden limpios, además de hacerles trabajar moviendo las reservas de energía espiritual que no usan. La gente  trabaja con el 30% de su energía. Hay que  extraer esas reservas energéticas y activarlas, no sólo para trabajar sino para vivir más concientemente el misterio de la vida, más concientemente la alegría de la existencia, no hacer de la vida una tristeza, una preocupación sino un canto de alegría, estar bien, crear un espacio para cada uno, porque la alegría es un diamante que la gente está perdiendo. Estar conciente no es estar con la mente, es estar conectado con las fuerzas más grandes del cosmos, del universo. Hay que dejar que esta magia del cosmos pase al cuerpo dice Américo Yábar. No dejarse  obsesionar totalmente por el trabajo, no permitir que su vida se mecanice. Hay que despertar la energía salqa. Hay dos manifestaciones. Una uywa y otra salqa. Uywa es la energía domesticada. Algunos se han domesticado tanto que se han mecanizado, que han perdido su karma, han perdido su energía virgen, su energía cósmica. Tenía  razón el poeta Juan de Dios Peza cuando decía que no sólo han muerto aquellos que descansan en  una tumba fría. Muertos son también aquellos que tienen muerta el alma y viven todavía. Hay que tener conciencia de la energía salqa. la energía no domesticada, libre, que tienen todos los seres vivos del planeta, lo que es un milagro. Una energía creadora. La energía uywa es como la energía de la gallina. No es buena, no es mala, no tiene que verse moralmente, simplemente es gallina. Con qué energía quieres trabajar. ¿Con la energía de la gallina o la energía del puma o del cóndor? 
Recordar que tenemos una energía salqa es un gran salto, una transportación increíble de que estamos vivos y al estar vivos estamos conectados a una creación absolutamente divina, cósmica. Con la existencia de Dios, fijémonos en lo sagrada que es. Recordar la energía salqa es una de las pocas opciones que tiene el hombre en el planeta.

Este es uno de los tantos fundamentos de la ciencia andina del saber; de la ciencia del Munay y del Yachay de los Inkas.

Alfonsina Barrionuevo