martes, 29 de diciembre de 2020

 CARTA A RUTH SHADY

POR CARAL EN PELIGRO

Recordada Ruth, estoy leyendo tu última invitación de otro aniversario de Caral y me abruma, indigna y apena que los inicuos mercaderes vende-tierras culturales hayan puesto los ojos en la milenaria ciudad y quieran arrancarte la vida si les impides el paso. En este verano nuboso me desconcierta su amenaza porque sé cómo proceden ellos y los invasores, vociferando y armados con palos, piedras, esteras y banderas. Los he visto arrasando Garagay, muy cerca del Aeropuerto Jorge Chávez, destruyendo el hermoso templo prehispánico que restauró Roger Ravines, sin dejar ni huella. Por un puñado de centavos los vándalos cometen la misma traición bíblica de Judas, en este caso no a un ser humano, el Cristo, sino aplicada a nuestra historia. El despojo de Caral sería bárbaro porque allí, en el valle de Supe, se registró hace unos cinco mil años la presencia de una civilización, a todas luces la primera que tuvimos en el Perú. Si invaden Caral perderíamos el capítulo inicial de su existencia, su partida de nacimiento, el albor de ciencias y tecnologías en una época temprana.

Tenemos que recurrir querida Ruth a quienes tienen la obligación de proteger los extraordinarios vestigios que estás rescatando del olvido con tu equipo. El gobierno, Ejecutivo y Legislativo juntos actuando de inmediato, a pesar de la pandemia que acosa al mundo. El Estado tiene una alta responsabilidad, porque la ley le ordena velar por los bienes culturales que son intangibles. 

Así lo entendió Valentín Paniagua, el presidente que se preocupó por la recuperación de Caral a principios del siglo en que vivimos. Hay que tocar las puertas de las fuerzas vivas de esta Lima que no se da cuenta de algo importantísimo, que la ciudad puede ser un polo de desarrollo, un imán de historia y leyenda para viajeros del futuro, del interior y el exterior. Has trabajado arduamente en los lustros que se fueron y de la escobilla de los arqueólogos emergen hoy treinta y dos pirámides volviendo a apuntalar el cielo. Habría que añadir a la norma constitucional una pena de prisión para contener a los aviesos negociantes e invasores. Sería de esperar que los Ministerios de Educación y de Cultura difundieran los valores históricos y culturales de la urbe, que un día los estudiantes acudan en su auxilio, como ocurrió con las pirámides de los maranqas, las cuales fueron salvadas por los estudiantes sanmarquinos de ser recortadas para la ampliación de una avenida. Las universidades debieran establecer lazos con Caral porque puede ser un inestimable laboratorio de materias relacionadas con sus diversas carreras profesionales, antropología, arqueología, biología, arquitectura, economía, zoología, y más. 

Las municipalidades podrían aprender del pasado cómo se hace una planificación adecuada de manzanas, calles y plazas, organizando a la población para un mejor funcionamiento inspirado en una concertación con el tiempo. Allá debería levantarse un gran museo como el de Pachakamaq, que sufre también hace años de amenazas de invasión, para salvaguardar la integridad de la ciudad y exhibir a la par las sucesivas conquistas de nuestras culturas. Creo que el cerro Gogne, su apu tutelar, debió sentirse complacido cuando fui con José Alvarez Blas y dos altumisayuq q’eros de Qosqo para hacerle una ofrenda. La noche fue propicia y el fogón central brilló mientras ponían en su altar sobre una manta diez ollitas en miniatura con untu, grasa animal, hojas de coca, plumas de picaflor y otras cosas. Dices, Ruth, que Caral es una ciudad sagrada por sus numerosos fogones ceremoniales. En noches como aquella ardían seguramente a la vez en sus edificios y residencias en ciertas ocasiones. Cada día el fuego ponía al rojo vivo las piedras que hacían hervir una sopa de carne de venado con papas, camotes, zapallo y llakhun, que se sirve hasta ahora en las fiestas de Cajatambo y se llama pari. En las pirámides sus sacerdotes astrónomos auscultaban las luces de su sábana nocturna, para recibir los anuncios de sucesos que se avecinaban. Sus edificios públicos y ceremoniales de varias plataformas eran sismorresistentes y estaban pintados de colores por temporadas, rojo, beige, gris, blanco e igualmente negro. Es posible que hubiera un vínculo entre el color de la pintura de sus paredes y los colores del algodón país, ese que las aqllas del Qosqo hilaban y podían colocar, dicen, hasta cien hilos en un centímetro cuadrado. El descubrimiento de unos khipus apenas bosquejados hace suponer el amanecer de la ciencia de los números en sus cuerdas. En tu libro indicas, dilecta amiga, que había arcilla de colores, una característica curiosa que investigar. 

Cuanto se registró en Caral sorprende, florece en un estadio precerámico, en el cual tampoco se había inventado la rueca y se confeccionaban sus prendas a la aguja, entrelazando las hebras. Por los trozos hallados se advierte un quehacer notable que debió ocupar durante meses sus manos dotadas para el arte. La música estaba en el aire, en el arrullo de los pájaros, en el susurro de la brisa en los manantiales, en el vozarrón del trueno, pero ya reproducían sus pentagramas en  huesos de  pelícanos y de otras aves menores. Me figuro tus júbilos en cada hallazgo. En una cajita me mostraste unas estatuillas de barro que lucían increíbles modelos de peinados de acuerdo a las edades, al sexo y la posición social. En perfectas melenas, divididos en bandas sobre la frente y largos como se usan las mujeres en la actualidad. Hace cinco mil años no había atisbo de celulares que nos hubieran dado la imagen de la gente de Caral. Pero lograste con tu equipo recuperar el rostro de uno de sus habitantes, un joven trabajador, con sus músculos, el delineado de  las cejas, el ancho de la nariz, la forma de la boca, la textura de la piel logradas en la parte final por Edilberto Mérida jr. 

Sus artes de la pesca eran variadas, las redes eran de diferente grosor y tamaño, seleccionando la captura de peces, y el uso de la anchoveta, pececillo multinutrificante, en la alimentación humana.

Habría mucho más que decir de Caral y cada una de las maravillas que recrean el fuego de su espíritu. El espacio de un artículo me resulta estrecho para abordar otros aspectos de Caral. El estudio de sus ciencias y tecnologías deben ser la semilla portadora del orgullo de ser peruano. Tenía razón Javier Pulgar Vidal al mencionar que recogió los nombres de las regiones de gente que nunca fue a la escuela, porque tenían una universidad de milenios. Sin Caral no hubieran escrito sus obras el Inka Garcilaso y Guaman Poma. Gracias, querida Ruth, por tu vida dedicada a reinsertar la primigenia ciudad con su valioso contenido a nuestra historia. Vamos contigo a proteger Caral, la cuna de nuestros ñaupa-abuelos. 

 Alfonsina Barrionuevo

domingo, 20 de diciembre de 2020

 

Amigos, siempre es grato enviar una tarjeta para desear que tengan una feliz Navidad. Ésta tiene algo especial. Nos olvidamos siempre que vivir es un regalo del Cielo y claro es necesario remarcarlo en esta ocasión en que la pandemia ha arrebatado a los hogares miles de vidas. Celebremos la dicha de estar vivos!! FELIZ NAVIDAD y FELIZ AÑO NUEVO!




domingo, 13 de diciembre de 2020

 

EN LA MIRA DE OXAPANPA

La gota de miel soñó que le nacían alas y se iba volando. El sol la vio y logró evaporarla en el aire probando su dulzura con deleite.

La miel toma el alcance. Su fragancia  es divina, desde el cielo el astro hace un gesto afirmativo porque siente que es una ambrosía  de exportación. Un endulzante natural que alimenta y es producto de la química entre las abejas y las flores de ´la pampa de paja.´En 1881 austroalemanes: tiroleses, renanos y bávaros, vencieron dos océanos en busca de una nueva tierra. En 1853 el Presidente Ramón Castilla la ofreció al Barón Damián Feibern Schutzholzhousen, firmando un contrato que no se concretó para que se instalaran 13,000 colonos alemanes a la zona del Bajo Amazonas.

Un gran grupo de inmigrantes europeos se estableció en el Pozuzo después de una increíble odisea. Nadie ya los esperaba. Las penurias que pasaron para llegar al lugar fueron sin cuento porque no les dieron facilidades para trasladarse y colonizar una comarca en la rupa rupa.

Allá fueron con sus valses vieneses y sus mazurcas. Al principio la actividad principal fueron los aserraderos. Los patriarcas vegetales cayeron unos tras otros. Ahora, sus descendientes, hablan de reforestar los cerros erosionados con pinos, lo que es muy bueno. 

Sus extensas hectáreas están registradas en papeles muy antiguos que guardan como certificado de un sueño. Para ellos fue sorprendente encontrar otra geografía, otra ecología, otro clima, distintos a las que habían dejado. Sin carretera que los uniera al resto del país los pioneros que llegaron al Pozuzo fundaron un pueblo añorando los que dejaron en el Viejo Mundo. Una parte de sus descendientes  fueron blancos, rubios, de ojos azules que aprendieron a hablar el español como segunda lengua. Los hombres mantuvieron un larguísimo tiempo sus trajes de corte antiguo, pantalones con tirantes y boina; las mujeres, sus blancos pañuelos en la cabeza, blusas con encajes hechos a mano, anchas faldas con enaguas, y delantales.

En 1890 el Barón Ernesto von Mullenbruck convenció a pobladores del Pozuzo para extenderse  a tierras oxapanpinas en Pasco, más accesibles a otros pueblos. 

Juliana de la Rosa Rubio, nacida en Villa Rica, uno de los distritos de Oxapampa,  ya de la cuarta generación, disfruta sus primicias y trabaja con su esposo, mientras cría a su primer hijo. Ellos no quieren vender sólo en el Perú sino también exportar. Su intención es poner sus productos algún día en el mercado de sus tatarabuelos de Austria y Alemania, para restablecer  sus vínculos, así como otros países.

Su empresa, asentada entre Chaupimonte y Las Perlas se nutre en una tierra pródiga. Un paraíso de varias hectáreas con árboles muy altos que soportan la coquetería de las orquídeas, -especialmente el zapatito de reina y el boca de león, que cuelgan de cualquier rama-, manantiales que alborotan a una avifauna abundante con agua transparente además de cantora, campos sembrados de café, cultivos de  llakhun o yacón como lo pronuncian y lo escriben en la chala. donde la “ll” es una letra que se les muere en la punta de la lengua.

Al natural la raíz del llakhun es jugosa, transparente, con un sabor grato que no atosiga. Ellos, como otras familias oxapanpinas  lo convierten en una mermelada deliciosa, ligeramente ácida que es su mayor atractivo, y que también tiene marca de exportación. Lo mismo sucede con el té filtrante, las cápsulas de llakhun y el jarabe concentrado que es muy bueno siendo mejor que los edulcorantes artificiales. Después de los largos años de reclusión, un siglo y pico, quieren dejarse sentir y conocer además el país que los antiguos colonos adoptaron y que hoy es suyo, aunque sea comenzando por Lima que es la más cosmopolita de sus provincias.

En el camino a Oxapanpa es frecuente encontrar al gallito de las rocas, que es su ave emblemática, de cresta roja muy colorida y plumaje oscuro, mientras en Pozuzo los papagayos lucen ufanos colores brillantes. Al fondo eleva sus picos la Cordillera Negra y una frondosa vegetación donde suele albergarse el otorongo o jaguar, entre otros animales. 

Los atractivos son ecológicos. Lagunas artificiales, recreos donde se siente la magia de la rupa rupa, cataratas que parecen velos de novia, paseos en caballos de paso, gallos de pelea, e ingenios de caña con trapiches a impulso hidraúlico.

A  la hora de comer pueden ofrecer a sus huéspedes platos exóticos con carne  de monte frita y apanada. Los hombres suelen cazar con perros gallinetas y un roedor gigante, el  paka, que  pesa unos 12 kilos y es buen nadador. Entre los dedos tiene unas membranas como las palmípedas, También sirven el típico strudel, el caldo de pelotas de carnes con arroz y harina de yuka, y la pachamanka donde se dora el pollo en cilindros con piedras calientes al vapor.

En sus huertos crecen generosamente  pakaes, paltas, higos, lúkumas,  mangos, plátanos, piñas, kamu kamu, aguaymanto y naranjilla o kito kito, un citrico con vitaminas.  Por allí los panales de abejas suman cientos. Sus  licores son muy buenos, elaborados con frutas. Como recuerdo vale la pena traerse unos quesos de su planta lechera.   

Juliana sonríe cuando afirma que la iglesia de Oxapampa tiene el diablo adentro. Lo dice por  una madera que se llama diablo fuerte de color marrón rojizo. Las fiestas principales se celebran en Semana Santa, el 30 de agosto que es el día de Santa Rosa de Lima, su patrona, y el aniversario de la fundación de Oxapampa. En esos días tienen lugar las peleas de gallos, en que lanzan al ruedo a los mejores ejemplares de sus 400 cordeles.

¡Nuevos atractivos en el Perú profundo!

Alfonsina Barrionuevo

domingo, 6 de diciembre de 2020

 

ALIMENTOS MILENARIOS

Sucedió ayer, una aurora de años

                            

Hace miles de años unas manos callosas, ásperas, pero llenas de amor, enmarcaron en la curva de sus dedos unas hojitas que despegaban de la tierra. Sabían que era una temeridad acariciarlas; pero, los ojos del hombre o la mujer, que estaban en la escena, las miraron con ternura. De allí saldría una flor y luego una vaina de bolitas ovaladas de buen sabor.

No tenían idea de lo que significaba pero estaban en los inicios de la agricultura. Cuando se habla de la biodiversidad de alimentos que tenemos en el Perú siempre se debe pensar en el desarrollo. ¿Cómo llegaron los hombres y mujeres de la prehistoria a desarrollar esa actividad?

Sus sesenta y nueve culturas muestran un largo trabajo. ¿Cómo comenzaron? Aquello siempre será inédito, propio de una historia legendaria que nos dará una verdad a medias envuelta en velos de fantasía.

El pallar es la oreja de un personaje mágico de los valles de la costa; el padre del maní otro personaje que se solaza en una cuna de cáscara arrugada, donde absorbe esencias ignoradas; el maíz, una doncella convertida por el Padre Sol en una esbelta planta que alimenta a los seres humanos; la calabaza una madona andina regordeta, que derrama dulzuras, y así, infinidad de historias relacionadas con los alimentos.  

 

La realidad nos introduce en otra verdad que tiene también su ”fascinums”. Entramos en ella al conocer a Elmo León Canales, uno de los expositores en un homenaje a Georg Petersen, en el Museo Andrés del Castillo.

Por primera vez tuve el gusto de conocer a un paleoarqueólogo que podía remontar el tiempo cabalgando sus olas en reversa hasta asomarse al misterio. El estudioso me puso en autos de las nuevas tecnologías para descifrar épocas remotas y yo, que me había quedado en el carbono 14 para identificar restos orgánicos antiguos, me encontré de pronto con novedades en el conocimiento de la prehistoria.

Elmo León, director de Investigaciones en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia, doctor en arqueología egresado de nuestra Universidad Nacional Mayor de San Marcos y de filosofía en la especialidad de prehistoria y postgrado en la Universidad de Bonn, y otros centros especializados de Alemania, Francia y Suiza, renovó nuestro panorama.

Su libro sobre “Orígenes de los Andes del Perú” es apasionante. Lo leí a vuelo de pájaro pero pude profundizar en aspectos interesantes en una entrevista de mi programa “Huellas del Tiempo”, de PAX Televisión.

No conozco la famosa cueva de Guitarrero, de la Cordillera Negra del Callejón de Huaylas, Ancash, pero he podido penetrar en ella, a través de sus páginas, para sorprender a un remoto habitante masticando unos frejoles (Phaseolus vulgaris) hace más o menos  8.600 años a.C.

Tomás Lynch, que descubrió allí nuestra menestra, cometió una errata involuntaria. No tuvo a la mano la calibración radiocarbónica que ubicó a su lejano protagonista mil años más atrás; dando 9,600 a.C. para el yacimiento nacional más importante por la antigüedad de sus cultivos. Esto resulta un “boom” para la historia de la agricultura andina e incluso mundial, dice Elmo León. Fechados similares como ha señalado  D. Lavallée proceden sólo de yacimientos muy tempranos         

C. Earl Smith analizó otros restos botánicos en la misma cueva identificando por lo menos cuatro plantas  que ya eran cultivadas para entonces. El frejol, la oka (oxalis.sp.), el ají (Capsicum chinense) y el “huachulla” (Solanum hispidum similar a la cocona)  que posee propiedades medicinales.


“Lo impresionante, dice el paleoarqueólogo, es que estas especies proveyeron a los habitantes de esa época (más de 11,000 años) nutrientes e inclusive paliativos medicinales.” El frejol (Phaseolus vulgaris) contiene proteínas y sus vainas benéficos efectos antidiarreicos y hasta diuréticos. Por parte de la oka les proporcionó carbohidratos sumados a un alto contenido de fósforo. El ají, además de un alto contenido de caroteno tiene propiedades diuréticas.           

De alllí que Smith y Kaplan sugieran que los ensayos e inicios de la domesticación de estos y posiblemente otros cultivos, pueden ser más antiguos de lo sospechado por lo milenario de este tipo de conocimiento en los Andes.

Aparte de estas especies hace 8,500 atrás, aproximadamente, se incorporaron a la dieta de la gente que habitó el lugar la Cypella peruviana, una especie de rizoma, que ya no se usa y la Pouteria, es decir la lúkuma. La ingesta de esta fruta, además de calcio, proteínas, ácido ascórbico y hierro, les proporcionó fósforo. También cabe mencionar que posiblemente corresponde a esta época la domesticación del olluko (Basellacea).

Poco después, en los inicios del noveno milenio a.C. se presenta la introducción del  pallar y la calabaza. El pallar tiene una gran cantidad de aminoácidos. Igual importancia se concede a la calabaza (Cucurbita sp)  cuyos frutos y semillas tienen varios aminoácidos, vitaminas A y B, grasas, minerales y azúcares. No hay que olvidar que ella es un antipirético natural que reduce la fiebre entre otras virtudes como ser antidiarreica  y cicatrizante.

La cueva de Guitarrero resulta una caja de sorpresas, porque en ella se ha encontrado también pakay (Inga.sp) y mazorcas de maíz, de otra época; o sea que fue muy visitada.

Sobre la margen izquierda del río Nanchoq Tom Dillehay y su grupo, Jack Rossen y Patricia Netherly localizaron una de las más antiguas culturas Paiján, en los límites de Cajamarca y Lambayeque. Con un fechado entre 1067 a 1085 años a.C dedujeron que sus habitantes ya estaban experimentando la horticultura.             

Expertos en botánica descubrieron restos de calabaza (Cucurbita sp), maní (Archis hypogaea), quinua (Chenopodium quinoa) ciruela (Bunchiosia armeniaca), entre otros frutos y tubérculos como la yuka que sugiere una vinculación con la amazonía.

Por hallazgos realizados en Telarmachay podría pensarse que hace 6,000 años a.C se habría preparado una pachamanka, aprovechando la presencia del fuego. El hombre todavía no lo creaba ni manejaba pero sí comenzaba a utilizarlo cuando caía. Se sabe que las mujeres del norte hicieron un intento para cocinar sus alimentos poniéndolos en calabazas donde después echaban piedras calientes. La memoria de esas prácticas llega a nuestros días con el “pari”, de carnes hervidas y papa seca que se sirven con pequeñas piedras calientes. 

En el Perú hay mucho por investigar y cuando el doctor Elmo León dice que, por los huesos devueltos al Qosqo por la Universidad de Yale, se puede saber de cuáles suyus llegaron los peregrinos al gran santuario, sentimos que tiene mucho que aportar al estudio de nuestra historia desde la prehistoria.

¡Es una suerte contar con un paleoarqueólogo tan calificado que nos dará más sorpresas!

Alfonsina Barrionuevo