lunes, 23 de febrero de 2015

LAS LAGUNAS DEL APU AUSANQATI

Cuando vino el Apu Ausangate recordé cuánto me impresionó verle años atrás desde la parte alta de Yanakancha cerca de Qoyllur Ritì, traspasado por los rayos del sol. El también es un Apu grande,  pero inspira familiaridad.
-¿Sabes,  hijita, cuál es mi verdadero nombre?
-Señor,  sempre he escuchado llamarte Ausangate.
-Pues, no. Ese nombre me pusieron los españoles. Yo me llamo Ukhunqati. ¿Entiendes?
-Sí, Ukhun, el que vive en un corredor de luz, el que arrea de adentro a los espíritus de los que han tenido mala muerte y se han quedado a vivir en la tierra.
-Así es, hija.
Años más tarde iba a llegar con mi ahijada Wayta María Rosales hasta sus faldas para conocer la famosa Otorongoqocha, “la laguna del jaguar”, donde el rayo guarda los alimentos. Una de las dieciseis lagunas que se forman con sus deshielos.
-¿Qué quieres, hijita,  finalmente? -me dijo con voz suave  la Pachamama de Calca Lares, pide no más.
-Yo sólo quería conocerles. Saber dónde estaban Uds. cuando le tocó a nuestro pueblo vivir una época terriblemente trágica. De no existir Uds. sería lógico,  justificable. Ahora siento el consuelo de saber que no vieron con indiferencia cómo corrieron ríos de sangre en el Perú por la muerte de millones de nuestros antepasados. Tú, señor  Potosí  –me dirigí al célebre cerro,  debes haber sentido que se te desgarraban las entrañas cuando tus hijos sufrían y morían en las  galerías de terror construídas por los encomenderos españoles para arrancar tus vetas de plata.
-Tú lo has dicho. Yo no tenìa cómo impedir tanta desgracia ni tenía tantas lágrimas para derramarlas. Lo único que hice fue esconder mis tesoros. Aún tengo mucha plata pero cuando sucedió estaba fuera de mi voluntad. Como no puedo olvidar tanto dolor es que me he dedicado a curar y ayudar a todos, pobres y ricos, buenos y malos, yo no discrimino a nadie porque no puedo. Ya lo sabes. ¡Servida!
-Gracias, señor...
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Notas del libro “Hablando con los Apus”



LA SAGRADA SPONDYLUS

Escudriñando en el tiempo se puede pensar que por 1533 los Reyes de España fueron los  primeros en conocer primicias de América del Sur. Según una crónica, escrita en 1528 por Xámano-Jerez, Bartolomé Ruiz, piloto de Francisco Pizarro, encontró al navegar por el Océano Pacífico una balsa chincha grande,  “con cavida de treynta toneles, hecha por el plan e quilla de unas cañas tan gruesas como postes ligadas con dichas sogas a do venían sus personas y la mercadería en henxuto (lugar seco) porque lo baxo se bagnaba (abajo se mojaba); traya sus mástiles y antenas de muy fina madera y velas de algodón del mismo talle  que los nuestros navíos…”
A través de él  llegaron a la Corte productos  diversos y exóticos de esta parte del Pacífico. Entre otros, mantas y camisas de lana y de algodón, figuras de árboles, pescados, animales y aves, balanzas chiquitas  de pesar oro y otras cosas que transportaban para cambiarlas por conchas que parecían corales encendidos. Nada menos que ostras de la  famosa especie del Spondylus princeps. 
El curioso documento, descubierto por María Rostworowsky en el siglo XX, proporciona nuevos datos sobre el  reino chincha  que contaba desde el siglo XIV con unos seis mil navegantes, entre ellos mercaderes parecidos a los fenicios que se hacían a la mar continuamente. Ellos llevaron por múltiples vías la bellísima ostra que era preciosa ofrenda en los espacios sagrados de nuestro territorio. Su color naranja unió en esa época a millones de habitantes del antiguo Perú. 
Los comentarios de arqueólogos y etnohistoriadores acerca de su existencia y su empleo son numerosos. Su ubicación en aguas cálidas entre el Golfo de Guayaquil  y la parte  extrema del  norte peruano. Su extracción que obligaba a un duro esfuerzo a los pescadores para sumergirse alrededor de veinte metros y arrancarla; la dificultad que sufrían al herirse las manos  por  la superficie espinosa de su valva; la extrema demanda que suscitó como regalo y alimento a los elementos telúricos y cósmicos que intervenían en la vida de las gentes, sus campos y animales; e igualmente, su empleo para los collares, pectorales,  brazaletes y objetos rituales de los señores que le tenían mucha estima; hicieron intensa su comercialización en las localidades costeras y también en el interior de los Andes.

Algunos investigadores cuestionan la capacidad de los chinchas para el comercio de diversos productos por vía marítima debido a la fuerza de la Corriente de Humboldt, que si bien los ayudaba en la ida hacia Puerto Viejo y Mantas no funcionaba en el regreso.
Sin embargo, según otros, no era así dado el conocimiento que estos podían tener sobre diferentes fenómenos, tecnologías y artes, legadas por sus antepasados. Por ejemplo, determinar el mejor momento para eludir, esquivar o aprovechar la potencia de los vientos alisios que bajaban de intensidad en el verano austral; aguardar las posiciones de la luna que eran muy influyentes en el mar y la lectura de las estrellas en un cielo donde no se les escapaba la existencia de los huecos oscuros. En sus viajes les ayudaba el uso de unos juegos de tablas llamados guares que hacían de timón y quilla en la proa y en la popa.

La existencia de las notas de Sámano-Xerez mencionadas por  María Rostworowsky, es claro. De hecho revelador sobre la balsa y la relación de productos que  llevaban los chinchas. Ellos hacían sus compras en los centros poblados que visitaban por un sistema que perdura hasta hoy, el trueque, siendo la Spondylus princeps de alto valor por el carácter de sagrado que le daban en sus rituales con el nombre de “mullu” y también de exclusividad para adornar las joyas que lucían los señores de los innumerables señoríos que había, grandes y pequeños.

Se argumenta que los yacimientos rojos estaban sobre todo en Guayaquil. Pero, por 1975, un artífice arequipeño, Jorge Tomasio Molfino, que se dedicó a reproducir y recrear joyas de estilo prehispánico, me relató que muy al norte, entre Piura y Tumbes encontró un pescador que le ofreció en venta varias conchas de Spondylus. A mucha insistencia le mostró el lugar donde estaban comprometiéndose él en comprarlas con exclusividad. Es posible que los pescadores o recogedores de ostras norteñas hubieran depredado tanto los mantos de la espléndida ostra que quedaron muy pocas al norte peruano.
Los chimu, indagó Tomasio,  perforaban los discos de Spondylus princeps para los collares con partículas de arena negra a manera de diminutas puntas de diamante. Al producirse la conquista del Gran Chimu por Tupaq Yupanki, príncipe cusqueño, Cieza de León escribe que “muchos de ellos fueron llevados a Cusco y a las cabeceras de la provincia donde trabajaban el oro, la plata, y por ende el Spondylus”.

No se puede saber en qué momento los chincha se atrevieron a penetrar en el interior. Existen datos de que llegaron por tierra a comarcas lejanas llevando el “mullu” y su variada mercancía en llamas hasta Chavin de Wantar en los Andes Centrales  y más tarde, cuando aparecen los Inkas, hasta Cusco habiéndolo hecho ya  hasta “el Altiplano del Qollao”. Una ruta del mullu que saliendo de Chincha se fue ampliando hasta Huancabamba, Ayabaca, Motupe,  Mandor, el Tanpu, Pukara y Cusco por un lado y por el otro Vikus, Batanes, la Matanza, Santo Tome, Las Animas, Iskulas y Kopis, abarcando una buena parte del territorio.
Falta una investigación completa de esas y otras vías donde se trasladó el “mullu” interrelacionando el mar, Mamaqocha con los Apus andinos que proporcionaban el cobre que casi llegó a ser “una moneda de intercambio” usada por los comerciantes chincha para hacer sus negocios. Será interesante indagar mayores datos que arrojen luces sobre la ostra bivalva que salía de las aguas marinas, muy  cerca del zócalo continental donde el ingeniero Enrique del Solar sacó más tarde unos extraños cangrejos de colores, para integrar las ofrendas de la inmensa “qocha”  de agua salada con las de origen mineral que pertenecen  a la entraña sacra de los Andes.

Alfonsina Barrionuevo

domingo, 15 de febrero de 2015

EL APU DE LA ETERNA JUVENTUD


¡Y vino el Salqantay…!

La sacudida que sentí fue inmensa. Sus alas fueron de un extremo a otro. La racha que produjo me hubiera arrastrado de no estar bajo techo. Mis cabellos se levantaron por el viento que desencadenó. Así sentí su poder. Sus pisadas fueron diferentes. parecía qe iban a romper la mesa pero no se quedó en ella,  se colocó arriba dominando el espacio.

-¿Imaynallan kashianki, wawaymi Alfonsina? –me saludó.
Creo que si el padre Eterno hablara su voz sonaria parecida, con pátina de milenios.
Nunca pense que tendria tanta suerte. El Salqantay, el nevado al que tanto quiero y admiro saludándome. No sé si Mario Cama se dio cuenta del favor que le hacía de llegar a su mesa. Aquel fue un regalo que, según supe despues, era muy especial .Le he tomado muchas fotos desde el avion cuando veia su pico nevado nimbado por el cielo azul. Hasta tuve la suerte de imprimir en mi cámara a la Wayna qocha, “la laguna de la eterna juventud”. No hablamos. El Salqantay ocupó todo su tiempo explicándome muchas cosas. Me dijo entre otras que habia respondido a mi llamado porque yo le habia dedicado varias páginas en mi libro, lo que le habia complacido enormemente.

Yo escribí en efecto la leyenda de la Waynaqocha que estáen uno de sus costados y que nadie ha visto. Dicté un curso sobre mitos y leyendas a los pilotos y personal de vuelo de la Compañía de Aviación Faucett, pionera en el Peru, y hablé con ellos.  Me dijeron que no existía, pero les mostre una fotografia y se quedaron asombrados, algunos sobrevolaron el nevado en buen tiempo y nunca la vieron, no podían imaginar dónde podía estar. Su historia relata que los cóndores cuando se sienten viejos, pierden la agudeza de sus ojos, arrastran sus alas y sus patas se ponen temblorosas, se zambullen en sus aguas taumaturgas y recobran sus fuerzas como si fueran polluelos. Yo leí la historia en una publicación de Rubén Sueldo Guevara y la publiqué con otras notas. Me preguntó si quería algo y aunque me  parecio pedir demasiado quise aprovechar la ocasión.

.-Podrías poner tus manos, señor Salqantay, -le dije-,  sobre mi rostro? – muy osadamente, sabiendo por la leyenda que un joven guerrero fue castigado por querer alcanzar un trozo de su nieve mágica para dársela a su amada, con el deseo de que fuera eternamente joven.
-No haré eso, hija, - fue su respuesta. - Al irme pasaré mi mano sobre tu cabeza y pondré blanco tu camino. ¡Servida!
Una ráfaga pasó sobre mi cabeza y se fue. Hasta ahora no sé que quiso decir con poner blanco mi camino. Será que mi ánimo nunca decae, siempre encuentro la forma de seguir. Gracias, señor Apu de la nieve.
Luego,  llegó el Apu Ausanqati…
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Notas del libro “Hablando con los Apus.”


FAUNA PRODIGIOSA EN ISLA FOCA

Corceles liliputienses,  estrellas esponjosas,  anémonas albas, medusas  urticantes,  babosas  lumínicas,  erizos cortantes,  peces vestidos de amor,  tiburones masticadores de cangrejos,  praderas de algas,  jardines de corales, y otras extrañas criaturas,  forman la alucinante fauna submarina que es única en el mundo por habitar entre aguas frías y calientes.
El biólogo Yuri Hooker Mantilla y su equipo llaman la atención sobre estos hallazgos vivientes en isla “Foca”, y piden su protección.
Los peruanos sabemos  que gracias a la corriente fría que corre frente a nuestra costa de sur a norte —Corriente Peruana o de Humboldt—, nuestro mar se convierte en una despensa provista de  cardúmenes de diversos peces y mariscos.

Sin embargo, aparece el biólogo, oceanógrafo y videasta submarino Yuri Hooker y aclara el panorama: Frente a Piura, la Corriente Peruana se quiebra inesperadamente y tuerce hacia la izquierda.  A su vez, en ese mismo punto, otra gran corriente —la Tropical Ecuatorial que baja del norte—,  gira a la derecha, alineándose en paralelo. Así se  crea  entre ambas un triángulo, con una base de 150 kilómetros. Allí, en el interior de aguas que combinan su frialdad y su calidez, se genera un verdadero paraíso donde se mueve una infinidad de criaturas que están acostumbradas a vivir entre dos temperaturas.
El distinguido biólogo Enrique De Solar, nacido en Ica y quien anduvo bastante cerca, no imaginó ni en sueños su existencia. En 1971, a bordo del  arrastrero “Challwa Japic I”,  logró sumergir  en el talud continental  —a 500 metros de profundidad—  una  rastra de su invención.  Una leyenda norteña cobró visos de veracidad cuando extrajo poderosos cangrejos  “lithoidos.” Sus brazos gigantescos hicieron pensar que en épocas alborales un antecesor de mayor tamaño pudo dar la impresión de que cogía la luna entre sus tenazas llevándosela y   provocando los eclipses.

 Los científicos del IMARPE, la Southern California University y el Smithsonian Institute,  entusiasmados por sus descubrimientos, le concedieron  la paternidad de seis especies nuevas de la comunidad abisobatial que llevan para siempre su apellido.
 A unos 40 años de esa proeza,  Yuri Hooker —profesional de cepa trujillana, docente de la Universidad Peruana “Cayetano Heredia” (UPCH)— y su equipo, vienen registrando en el libro abierto del Pacífico la existencia de  una biodiversidad prodigiosa.  
El lugar es isla “Foca”,  en la costa de Paita, a unos metros de “La Islilla”, caleta de pescadores, que aparece emperifollada con hermosísimos corales.  Ellos no tienen que aventurarse en los abismos de Mama Qocha. Las maravillas están bajo la superficie y a corta distancia del litoral, sin tener que lidiar con la presión del océano.       
Yuri Hooker, quien tiene miles de horas buceando en los mares del mundo, encuentra su mayor inspiración en nuestro mar. En estos días,  encerrado en su casa,  escribe  “Pacífico Extremo”, una nueva obra con innumerables fotografías, sobre el gran panorama marino que ofrece el Perú. “En verano los bañistas piensan que es sólo una enorme masa gris y están equivocados”, comenta el biólogo, fotógrafo y videoasta.

Hay que verlo por debajo, buceando en el balneario de Mejía, en Chimbote o en Cabo Blanco,  para asistir a una revelación: “Una vez —refiere con admiración—  me topé con una medusa fantástica que se desplazaba airosamente.  Esos encuentros son emocionantes y dan una idea de cuánto se puede disfrutar bajo el agua.  Allí se tiene otra visión y se aprende a considerar que sus habitantes, de extraordinarias formas y colores,  merecen ser respetados.”
Enseguida afirma: “Tenemos  que poner énfasis en la necesidad de que el Servicio Nacional de Áreas Protegidas (SERNANP) declare como nuevas áreas protegidas a isla “Foca”, Los Órganos, Cabo Blanco, Ñuro y Punta Sal”.  Sus videos grabados en vivo y en directo, por su productora Terra Aquatica, son  impactantes.
Las grabaciones le permiten un fichaje completo de las criaturas marinas, con apoyo del Laboratorio de Biología Marina de la UPCH y la ONG “Naturaleza y Cultura Internacional” ((NCI) El documental “Los Secretos de Isla Foca” fue  financiado por el Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología  e Innovación (CONCYTEC).

La captura de imágenes se hace de día y de noche. En cada viaje y sobre todo a isla “Foca”, Hooker anota peculiaridades de sus protagonistas. Un tramboyo  llega a cambiar de color gris a rojo rabioso  cuando enamora  en la época de celo, mientras  tiburones pequeños de crestas duras  se dan opíparos festines triturando cangrejos.
Las estrellas de mar no brillan como las que parpadean en los ámbitos celestes, pero tiene clasificadas unas 30 bellísimas.  La imaginación se queda corta cuando aparecen ante el lente babosas marinas sui generis,  unas 50, como ondulantes odaliscas.  Hay unas 43 especies de peces multicolores y entre ellos los delicados ángeles. Graciosos caballitos de mar. Erizos  galleta que despiertan admiración. Pastizales de algas y —sobre todo— corales rojos y amarillos que semejan floridos jardines, siendo animales.

El mar iluminado que presenta Yuri Hooker es fascinante, sin mencionar a la fauna que mora encima: lobos de mar, pingüinos, golondrinas, pelícanos, aves fragata, ballenas jorobadas y hasta orcas que a veces surcan majestuosamente las olas. Los niños de “La Islilla”, que han buceado con su equipo, se sienten entusiasmados con su mar. Urge que se declare área marina reservada para proteger a dicho ecosistema. Está latente la amenaza de las bolicheras y las empresas grandes que andan por ahí.
¡El Perú tiene que proteger sus tesoros!

Alfonsina Barrionuevo                             

domingo, 8 de febrero de 2015

MILES DE APUS EN LOS ANDES 


¿Para qué nos has hecho venir, hija? ¿Qué quieres pedir?
Las palabras de la Pachamama del Waqaypata fueron dichas con suavidad.
Mi respuesta fue insólita pero sincera.
-No quiero nada.
 Aunque no podía verles percibí su sorpresa.
-¿Nos has hecho venir sólo por curiosidad? -dijo la Pachamama con un tono de reproche.
-No. Yo quería hacerles una pregunta. ¿ Dónde estaban Uds.  hace más de cuatrocientos años cuando nuestro pueblo fue tratado con ensañamiento y crueldad por los españoles? ¿Por qué permitieron tanto horror y tanta muerte?
-Hija, tú piensas a lo mejor que somos unos cuantos. Te engañas. Somos miles en  los Andes. ¿Quieres que vengan todos?. Yo les llamaré y vendrán, -ofreció ella.
Pensé en la habitación de Cama y me figuré cómo temblaría con el revuelo de miles de alas.
 -No quiero que se enojen, le respondí. –No se trata de ofenderles. Pero, es algo que llevo como una espina dentro de mi y me hace daño. Hoy, por fin, quiero saber por qué no acudieron en su ayuda.
-Mira hija, nosotros nunca les abandonamos. Lo que pasó es que dejamos de ser convocados. Hubo demasiada persecución de nuestra gente, la que podía comunicarse con nosotros. Los que sobrevivieron se escondieron muy lejos. Si quieres hablar con alguien en especial dilo no más.
Pensé en el Salqantay, el hermoso nevado que quiero mucho. Se le ve antes de llegar a Qosqo cuando se viaja en aviòn, como si fuera un albo centinela. Es el nevado de la eterna juventud.
-Sí, me gustaría saludara mi padre, el  Salqantay.
-Pues, vendrá, hija. Aunque, no te olvides que  rey de reyes, el Apu mayor de Qosqo.
La sacudida fue tan fuerte que me hizo temblar mientras volaban mis cabellos …
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Nota del libro “hablando con los Apus”



LAS WANKAS DE LA PAPA

Cada setiembre se repite un viejo ritual  en los Andes del Sur. Como hace miles de años las menudas papas-semilla escuchan con avidez tiernas canciones. El acto es preparatorio para iniciar las actividades de la siembra en Tarkuyo, de la comunidad de Apachako,  distrito de Coporaque, Espinar.  En la memorable ceremonia del taki las papas escogidas entornan sus ojuelos con arrobo y una sonrisa se dibuja en sus hoyuelos.  
Las wankas para la Aqsomama o madre papa son un descubrimiento en Cusco donde se han conservado hasta hoy. En días previos se escucha el llamado del ‘yayawayawa’ como una caricia vocal a 3, 931 metros sobre el nivel del mar.  Su objeto es despertar dulces recuerdos  en la memoria de las papas niñas.  
Entre las 3,500 variedades de papa registradas en nuestros Andes sólo unas tres o cuatro  evocarán  las wankas tradicionales. En localidades conocidas como productoras de papa se ha perdido esta conexión musical con el famoso tubérculo que ha conquistado al mundo. La noticia de su existencia es una primicia. La investigación ha sido hecha por Manuel Arce Sotelo, quien ha obtenido el doctorado en etnomusicología, con una tesis sobre el particular,  en la Universidad de Nanterre, París, Francia.
Nuestro entrevistado buscó varios años novedades de su especialidad  en el Perú. Aunque Espinar es una provincia muy fría obtuvo allí resultados. Su sorpresa fue indescriptible al penetrar círculos cerrados  sobre rituales guardados con celo. Lo ayudó en este aspecto Yanet  Hermoza Pinedo, quien domina el idioma qechwa, logrando con su conocimiento del idioma su acceso a las wankas.

En su tesis afirma que “la vida emotiva en las alturas ha encontrado canales de expresión  tan interesantes como la producción agrícola. En cada planta hay una carga de historia cultural que convierte a la especie en un actor vivo  de su transcurrir cotidiano. Los cuidados que exige y los cambios a que está sujeta hacen que sus cultivadores les atribuyan características de comportamiento humano.”
La gente de Espinar desciende de los k’anas, que formaron una cultura en esa área. Su parentesco con los pobladores de la gran región del Tiawanako es innegable.  De allí que no sea extraña la conservación de cantos semejantes en la altipanpa. Por algo Puno y Cusco son el gran centro de los domesticadores de la papa y donde hay la mayor cantidad de variedades.
Las wankas, considera el etnomusicólogo, son el inicio de una serie de rituales que se suceden  a lo largo del ciclo de la papa. Los cantos tienen singular importancia  porque ayudan y estimulan a las semillas  de la papa para crecer y vencer obstáculos climáticos.
En el campo el día irrumpe muy temprano. Los sembradores se reúnen y formando un círculo crean un ambiente propicio para los cantos a capella de la cantora y un terceto de intérpretes. Ellas son muy jóvenes, entre once y doce años de edad. El grupo ocupa el centro y se cubre la cara levantando un extremo de su pollera para cantar quedamente, en una suerte de privacidad.
El canto confidencial arranca de sus canteras más profndas para engreirlas, diciéndoles dulcemente:  Ñachus, mamallay, kuskayunkiña/ kayllay millk’aman, kaylla wachuman.  O sea más o menos, ‘mamita,  ya estamos juntas. para que  vayas a tomar asiento en el wachu (o camellón)  que te espera.’ Kuskayusqaqa, yananchasqaqa/qanñas mamallay, waqtamuqtinpas. Agregando que estarán a su lado hasta que lleguen a florecer.
 Kanas (Canas) es una de las provincias que toma parte en las batallas rituales del Toqto y el Chiaraqe. Siendo su objetivo conseguir épicamente la protección de los Apus para tener un año agrario óptimo, es lógico que impriman el mismo acento bélico a las wankas. Se quiere inspirar confianza a las futuras papas para que soporten los daños que suelen provocar los elementos telúricos en las sementeras.
El lirismo es típico en los takis. Amas mamallay, mancharinkichhu/fuerte qasaña waqtamuqtinpas. “No tengas miedo, mamita, si una ráfaga de helada te envuelve es sólo una brisa pasajera.”  Amas, mamallay, risilankichhu/ rumi chikchiña ch’allamuqtinpas. “No tiembles, mamita, si el granizo te golpea piensa que es sólo como el rocío.” 
Las intérpretes tienen un repertorio que aprenden con la comunidad y las llaman a wankar cuando es necesario. Ella son la memoria viviente de los versos y las melodías  que escucharon en su corta vida. “Sus voces bajan al Ukhu Pacha, donde se multiplicarán las papas, uniendo entidades humanas y no humanas”.
En el pentagrama de ”su conciencia”  las papas-semilla guardan sus hermosos mensajes. La yayawayawa primigenia  es una invocación a su fertilidad y las wankas que se dejan oir después una reiteración de su cariño. Altun phawaq lasirwan/airiykita mañamuwan  Phawchi  ukhu sirenita/ kunkaykita mañamuway.   “Golondrina que vuelas alto préstame tus alas para llegar hasta ella; sirenita que habitas en el interior de las cascadas préstame tu voz, para wankar.“ Si ellas les ayudan podrán decirle a las papas que están de pie, en su puesto, sin moverse, como un árbol, sufriendo el azote del viento con lágrimas de lluvia, porque las quieren.
Como sucede con numerosas tradiciones agrarias el momento actual es crítico, declara Manuel Arce Sotelo. Las pequeñas cantoras ya no quieren participar con las wankas. Ellas sueñan con las ciudades y sus padres se quejan de que no aprenden a tejer sus mantas porque quieren vestir de otro modo.
En Tarcuyo las familias se reunían en el tatay aspiy  para llamar a la papa antes de la cosecha; en el  tuta qhashwa, para cantar de noche junto a las papas cosechadas; en  el chuño apay, para  llevar la papa helada a su depósito.
 Unas diecisiete wankas recopiladas han logrado sobrevivir a las tempestades etnológicas, económicas y hasta religiosas foráneas como las evangélicas que arrasan con creencias y costumbres importantes del Ande.  En eso tienen que ver también la división en parcelas para su titulación..
Sólo queda un camino. O las cantoras de hoy entienden la trascendencia de esa herencia cultural y siguen transmitiendo  las wankas a las nuevas generaciones o se perderán.  Es fundamental conservarlas y salvarlas para la posteridad. Sin sus cantos la Aqsopapa o madre papa, se quedará huérfana de afectos en los Andes.

Alfonsina Barrionuevo

domingo, 1 de febrero de 2015


LAS PACHAMAMAS DE QOSQO

El primer Apu en llegar a la mesa de Mario Cama, el altomisayoq, fue Panpawayllo. A él le siguieron las Pachamamas de Qosqo.
Sus voces eran un poco roncas, como de señoras mayores, aunque alegres y cariñosas.
Primero vino la Pachamama de Calca Lares.
-¿Cómo estás, hiijita? –me `reguntó.
-Bien. Gracias por venir, mamita de Calca –repuse.
Supongo que no te habrás olvidado de Calca y de Lares.
-Por supuesto que no. – y vino a mí la visión de sus viejos árboles de pisonai, con esas flores rojas que se llaman pavitos y parecen tizones prendidos en sus ramas. También las playas del Vilcanota o Willkamayu donde tornean sus ollitas los mankap’aki, pequeñísimos vientos niños…
La mamita del Waqaypata Qosqo saludó también al llegar. Ignoro por qué la quise desde el principio. Hay química entre las dos. Por ratos suele ser enérgica y se impone a los demás. Por ratos también es engreidora.
-¿Cómo estás hijita, he venido por ti–dijo gentilmente.
-No sé qué decirte. La alegría tiembla en mi pecho como un pájaro.  No pensé que te conocería.
-Gracias, hija. Hemos venido porque queremos que preguntes lo que quieras, estamos para responderte lo que quieras saber, aunque me pareces preocupada. Te siento un poco agitada.
-No es eso. Es la impresión de hablar con Uds. por primera vez. Para mí es emocionante. Cuánto tiempo les he estado esperando.  Para mí ha sido como cientos de años…
-Pregunta lo que quieras, ¿eh?
Así será. Gracias.l….
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Notas del libro “Hablando con los Apus”


PREVISIÓN  PREHISPÁNICA DEL CLIMA

Hace unos días, Rosa Hernández de Salas me dijo que está intentando —con otros hortofruticultores— el regreso de la frutilla  ( Fragaria vesca) al Valle Sagrado de los Inkas.
Ella vive en P’isaq, Calca, Cusco, donde tiene  un “Sara Wasi”  —Museo del Maíz— y trabaja con frutales.
 —Por ahora, —declaró— cosechamos fresas grandes y carnosas, que no se comparan con nuestras  frutillas nativas, tiernas y dulces.
Le comenté que ambas plantas rastreras son un techo acogedor para los hanp’atus  o sapos.
—Los sapos ya no están —acotó de inmediato—. Se han ido.
Tal afirmación me pareció inverosímil. ¿Cómo que se han marchado?  ¿Por qué? ¿Acaso se fueron porque el edredón de fresas comenzó a pesar sobre sus cabezas?
Rosa se sorprendió al conocer que el arqueólogo Kristoff  Makowski  encontró en Lurín, Lima, tumbas de sapos prehispánicos enterrados con ofrendas diminutas.  Un hallazgo de veras original.  Pues los sapos —en el Antiguo Perú (y aún hoy)—  no sólo hacían limpieza biológica, sino también estaban (están) entre los indicadores naturales de los cambios climáticos. Su croar fuerte era signo de buen año.  Y si se tornaba débil o  ronco, mal augurio. Había que prepararse para una temporada seca.
-¿Qué hubieran hecho los inkas si en su época se hubiesen ido los sapos? -me preguntó.
Le respondí que en el antiguo Perú fueron bien tratados no sólo por los inkas, sino en todo nuestro territorio.

La fresa abunda en muchas partes. Sin embargo, pocos han advertido que a lo mejor sus “vecinos” se ausentaron. Personalmente, no me gustan los anuros, salvo los amazónicos que parecen haber recibido un baño de arcoíris. Alguna razón debe haber para su  desaparición. Quizá relacionada con modificaciones del clima o la contaminación.
Los españoles no tuvieron en cuenta las exigencias de la tierra y la necesidad de conservar los recursos hídricos. Trajeron el arroz, por ejemplo, y lo sembraron en la árida costa norte, sin percatarse de que consume agua en exceso. 
Los  “expertos” que quieren cambiar el hábitat de ciertas especies alimenticias se comportan con igual desconocimiento. En La Convención, Cusco, donde crece un cacao nativo espléndido, un ingeniero agrónomo ordenó su reemplazo por piñas. Fue una catástrofe. Arrasaron cacaotales para obtener piñas menudas, inservibles.
Por lo mismo, la presencia  de cabras a 4,000 metros de altura da escalofríos. Se cree que mejorarán la alimentación y la economía altoandinas con la producción de leche y queso. Pero, la cabra es depredadora. Arranca a los pastos de raíz y amenaza con desertificar  la puna.

Las comunidades campesinas conocen los cambios climáticos y saben guardar el agua que siembra la lluvia, para cosecharla durante las sequías. En Puno, se adelantan a ellas recurriendo a los waru-warus, watus o camellones. Los andenes retienen también la humedad. Su gente guarda un  entendimiento ancestral  con la naturaleza que se está perdiendo por diversas causas. Entre ellas la migración de los jóvenes a las ciudades.

Por los años noventa del siglo pasado vi en Lachaqui, cerca de Canta, Lima, el baile de los kivios. Son aves silvestres que “avisan” a los agricultores si los próximos meses serán lluviosos o no. En Huaros, si las ven reunirse en pequeñas panpas para  protagonizar verdaderas rondas rituales, buena señal, habrá nubes gordas. Mejor cuando danzan hasta agotarse, cayendo rendidas, patas  arriba, de pura alegría. Los kivios aman al  agua porque encontrarán lombrices jugosas  y hierba verde.

Entre los indicadores vegetales de cambios climáticos está el qantu,  flor amada de los inkas, cuya floración precisa si el tiempo será seco o lluvioso. Las flores de la quni o totora y la salliwa tienen siempre un mensaje salvador. Ya sea en la apertura temprana o tardía de sus botones, o en el color de sus semillas, sin equívocos.
Asimismo, la apasanka o  araña  teje su tela laboriosamente para proteger a sus huevos y enfrentar a las tormentas más inclementes.
En los animales y en las plantas se encuentra una percepción increíble del clima. Los ñaupas o gentiles aprendieron a conocer sus pronósticos.
El erudito Santiago Erik Antúnez de Mayolo Rynning realizó una investigación exhaustiva sobre la previsión prehispánica del clima e incluyó en ella a los indicadores meteorológicos que siguen funcionando en  pocos sitios.
“Arco en el sol moja al pastor”, dicen en el agro. Pero no se trata  de un arcoiris cualquiera. Si está muy pegado al astro rey  —muy inusual— será lo contrario, mal signo. Si está más o menos distante del disco solar, será de fortuna general. Si la luna tiene un color de plata  o manchas rojizas, la interpretación será diferente. Lo mismo sucede con los celajes o la luminosidad que aparece encima de los cerros, con las neblinas o la masa coloidal que flota sobre el horizonte.

Actualmente, la tecnología en la previsión del clima ha avanzado mucho.  En Aguas Calientes, cerca de Machupiqchu, los campesinos me dijeron que  “los brujos del SENAMHI” habían comunicado anticipadamente que llovería una semana. Así fue. Ya lo sabían, pero con base en la herencia de  los antepasados,  que tuvieron una  universidad de milenios. “Ante ellos habrá siempre que inclinarse”, decía el insigne geógrafo y sabio Javier Pulgar Vidal.
El sistema prehispánico de previsión de los cambios climáticos aún existe. Aunque no sabemos hasta qué punto. Oficialmente los gobiernos se niegan a reconocerlo y menos a asociarlo a la climatología moderna, como sí lo hacen los chinos.
Ahora que hasta las abejas pierden la brújula y no pueden volver a sus colmenas, habría que estudiar cuánto afecta a los indicadores naturales el calentamiento global, la contaminación ambiental y la desglaciación, entre otros fenómenos provocados por los países industrializados y también  por  nosotros.

Alfonsina Barrionuevo