domingo, 28 de febrero de 2016

LA HIJA DE KUSIRIMAY

El viejo Juan Diez de Betanzos desnudó la espada  para atravesar el corazón enamorado de su hija María Diez de Betanzos Yupanki. Su huída del convento donde quería que tomara el velo de monja causó revuelo en el Qosqo por su ascendencia. La furia del cronista oficial se hizo notar en el Qosqo. No podía pedir a las milicias del virrey que fueran a buscar a la joven. En esos tiempos los padres decidían la vida de los hijos y ella debía haber obedecido su decisión al recluirla. Lo que quedaba era casarla y él no aprobaba un matrimonio que apagara su vergüenza.

Su reacción para castigarla fue desheredarla y nadie aprobó esa medida. Su madre Kusirimay, nieta del gran Pachakuteq e hija de Wayna Qhapaq, era dueña de muchos bienes. Mal podía disponer Betanzos de la  herencia de su esposa, un oscuro soldado a quien ella ayudó para escribir la crónica “Suma y Narración de los Inkas”.
Fue peor para él devolver a su hija los bienes que le pertenecían ante el reclamo de sus parientes. Finalmente buscó la conciliación y perdonó sus amores.  

Al fin y al cabo  no fue un hija que lo enfrentara, sino  una muchacha firme pero dulce. Además a él le esperaba un segundo enlace que le daría cuatro hijos. 



SANTIAGO DE CHUCO Y VALLEJO

En los últimos años los niños se han apoderado de la fiesta del Apóstol Santiago, el Mayor, en Santiago de Chuco, La Libertad. Hay pallos y quiyayas de corta edad que lucen una sonrisa graciosa en las caritas aterciopeladas con piel de durazno. Los mayordomos y los maestros han logrado, con acierto, trasladar a los pequeños el entusiasmo de los grandes, para que las tradiciones no se pierdan. Ellos cumplen en cierta forma el sueño de César Vallejo, su ilustre paisano, que quería ser en su infancia estandartero del santo patrón, según contaba su amigo, el periodista Ernesto More.

El recuerdo inolvidable de aquellos tiempos se deja sentir en un poema donde el poeta lo menciona.  "Luce el Apóstol en su trono, luego; /y es, entre inciensos, cirios y cantares, /el moderno dios sol para el labriego."

Así se ve en su iglesia, presidiendo la nave desde su altar, antes de salir a la plaza y recorrer las calles con gran acompañamiento hasta entrada la noche donde hay una serenata con artillería mágica de colores.  
El 25 de julio de cada año Santiago de Chuco se viste de fiesta para celebrar a su santo patrón en las faldas del cerro Andaymarka. Los santiaguinos afirman que fundó el pueblo, aunque los papeles digan que lo hizo el capitán de milicias Diego de Serna el 25 de julio de 1610 y que sus primeros vecinos fueron gallegos.
Según afirman aquello pasó en el Pueblo Nuevo. Pero en cuanto quisieron la imagen esta regresó una y otra vez a la pampa de Shirag, donde creció el pueblo porque así lo quiso.
En ciertas noches sale en su corcel de viento haciendo chispear el empedrado del  cielo. El santo patrón que gobierna con benevolencia la vida espiritual de sus devotos es uno de los vívidos recuerdos en la obra del poeta donde menciona a Dios como si fuera un buen amigo.

Su fiesta se inicia con novenas el 1º de julio y termina el 2 de agosto con la misa de despedida. Una visita para el 25, el día del día, ofrece el atractivo de  conocer la tierra de Vallejo, su casa, las costumbres del pueblo y hasta el balneario de aguas termales de Cachicadán. Casi nada ha cambiado desde que el vate salió para no volver, salvo la iglesia que es nueva porque la vieja se derrumbó con un sismo y el edificio municipal que se ve tieso, almidonado con cemento de izquierda a derecha.
Si regresara encontraría a Santiago de Chuco como la llevó en las retinas del alma. Sus mismas calles en posición de oruga, su misma languidez de adobe, su mismos aleros de rejas donde se columpia la lluvia, sus mismos árboles abuelos, sus mismos trigales arropando la mansedumbre de los campos, su mismo cielo retozón, su mismo sol chiquillo chapoteando con los pies descalzos en los charcos.
Desde el 15 los novenantes llevan al Inter, una pequeña réplica de la imagen  titular, a su casa. Allí preparan un altar y sirven café con las tradicionales tajadas: bizcochos, bizcochuelos, pastelillos y dulces de maíz. Al día siguiente los devuelven a la iglesia con banda de músicos y quema de cohetes. Otros se encargarán de festejarlo sucesivamente hasta el veinticuatro, en que se inicia la fiesta grande al bajar la imagen de su trono del altar mayor.
Al día siguiente sale a recorrer las calles entre una algarabía de petardos y campanas, acompañado por las bandas de mojigangas que tanto atraían a Vallejo. Un suceso que se vuelve a repetir en la octava o segunda fiesta. En la iglesia el Apóstol está radiante, en traje de terciopelo bordado con hilos de oro y plata recamado con piedras.
Los fieles prenden en su manto billetes que irán aumentando a medida que se acerque el 1º de agosto en que hace su segunda salida

De niño el poeta soñaba con ser su estandartero. Hoy lo es del Perú a nivel mundial y llegará el tiempo en que los turistas lleguen en doble peregrinaje a Santiago de Chuco. Por él y por el santo que sacude la modorra del pueblo y lo hace vibrar. 

Alfonsina Barrionuevo

domingo, 21 de febrero de 2016

MENSAJES DEL ANDE

Las señoras del campo guardan los ‘zorritos’ para que cuiden los surcos. El ‘zorrito’ es un diminuto hueso del oído del cuye o qoe que se busca después de comer al sabroso animalito. En la siembra se coloca para impedir la presencia de alguna plaga. Como su sobrenombre lo indica el huesito tiene la forma del felino y es muy pequeño. En las ofrendas, despacho o pagapu se colocar entre los elementos del reino animal, el heneqen que es vegetal y el llinpi, o polvo mineral.  Nada es obligatorio cuando se trata de hacer un regalo a los Apus o la  Pachamama. La invocación es cariñosa:


“Apu Khunurani, taitay, hamuy
qantan kunan kaypi qanpaq
mesata mast’ashayku
qantapichaytan qantamunasiayku.”
Apu Aunsanqati, padre mío, ven.
Ahora tengo para ti esta mesa tendida
porque te queremos.

Al poner el primer k´intu,-tres hojitas de coca-, el panpamisayoq se dirige al Apu elegido. Sus palabras son íntimas porque se trata de una entrega. Antes fue así y será mañana cuando quiera agradecer su atención como un hijo.

*Kunanmi, qaqa sutuq,  millma wasi,
qosunmusunchis huq kuka, k’intutachata
qankunaman, sumaqllata, chaskikuychis,  Apukuna.
Ahora, roca que gotea, casa de lana,
te ofrezco un puñadito de coca
recíbelo con cariño, padre mío.

Cuando se ofrece el vino a la Pachamama para calmar su sed,  le dice:

Kay vinuchata, uvachata,
pukurimusqayki, tomayku,
santa tierra, Pachamama.

Lo cual es:
Esto que es vinito, uvita, la derramo
para tí. Recíbela, Pachamama.

Y se agrega:
Que no nos siga la tristeza,
que no nos siga la desgracia,
calle de oro, calle de plata,
tierra sagrada.
calle de oro, calle de plata.

* Hay miles de palabras que se emplean en los rituales en ocasiones especiales, aparte de la comunicación diaria.
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*Notas del Padre Luis Dalle. Ayaviri, Puno.


SAN PEDRITO
           
En Ilo, Moquegua, los viejos y calvos pelícanos de alas caídas, que parecen filósofos, esperan ansiosos que lleguen las barcazas para robar uno que otro pececillo. En los roquedales montan guardia, como sus antecesores, que vieron   a los antiguos peruanos surcar las aguas del Pacífico rumbo al Sur. Es extraordinario que fuera, en aquellas épocas, un puerto “internacional” de donde salieron osados navegantes que llegaron de Qosqo y armaron grandes balsas buscando nuevos lugares que conocer. El sol del atardecer, que se oculta tras una palmera  abanicándose, es el único que podría dar fe de cómo fue su proeza pues regresaron de lo desconocido.

Paúl Rivet, el famoso antropólogo francés que pasó una temporada en el lugar, estaba seguro de que llegaron a Tahití y otras islas intercambiando productos. Lo comprobó el capitán Domingo de Goyenechea en 1772 y el noruego Thor Heyerdahl en 1947. Conexiones que a lo mejor un día pueden repetirse para los turistas en busca de aventura, pero en una nave con todas las comodidades y en unas horas.

En la ciudad de hoy los viajeros admiran la iglesia de San Jerónimo que es notable por el material que fue empleado para su construcción. Como es pequeña se le da vuelta y se comprueba que está hecha íntegramente de madera. El párroco y los feligreses tienen mucho cuidado con las velas que se encienden para San Pedro en su fiesta, pues, un incendio podría destruirla en minutos. Su venera de agua bendita es una gigantesca concha marina traída del viejo mundo, con una valva que mide abierta unos ochenta centímetros y tiene un grosor de treinta por lo menos.

El lugar fue encomienda de Nicolás de Ribera, el Viejo, quien cortó los primeros bosques de algarrobo, yaro, pakae y guarango, para construir embarcaciones. Su idea era una permanente comunicación con Lima, ciudad  de la cual fue su primer alcalde. La iglesia está dedicada a San Jerónimo, pero San Pedro tiene más devotos por la cantidad de gente que se dedica a la pesca y que requiere sus favores. Incluso hay dos imágenes del santo apóstol y portero del cielo. Una  grande que sale en procesión y otra pequeña, de un San Pedrito, que sale al mar y les asegura una  buena pesca. Las familias arrojan, cuando su barca comienza a moverse, una gran cantidad de claveles en recuerdo de los pescadores muertos, convirtiendo las aguas en un jardín flotante.

Aunque su primer encomendero fue español, quienes se afincaron en Ilo fueron ingleses y franceses con un permiso especial de Felipe V en 1700, y después italianos y yugoeslavos, que hicieron fortunas con el comercio de pescado salado, vinos, aceitunas, azufre, magnesio, salitre y cuanto se podía vender en Lima, Tacna y Europa.
Las casas de mojinete que sólo se encuentran al sur del Perú son muy fotografiadas por los turistas, a quienes llama la atención ese tipo de arquitectura mozárabe. En el siglo pasado se tenía un transporte original, “el calamazo”, un camión que corría sobre rieles y jalaba coches de primera, segunda y tercera. Muy cerca del mar quedan vestigios de las bodegas de los chinos que vendían caña de azúcar, chancaca y miel.

La construcción más antigua es un sugerente ranchito cuyos techos se sostienen sobre columnas de palo. Sus paredes son de quincha. Es muy buscada por los visitantes quienes declaran que debía estar en vitrina. Sus casonas más típicas, que son muestras de su antiguo esplendor, son las casas Chocano, de tipo  republicano, que luce un larguísimo balcón, y la Casa Gonzáles, donde funciona el Museo Naval. Otro atractivo turístico es el mirador que mandó hacer el alcalde Augusto Díaz Peñaloza, integrando las rocas y el mar. Lugar de ensoñación para tres generaciones que van hasta hoy para contemplar las puestas del sol, el movimiento de las olas que bordan encajes al pie, el paso de las embarcaciones y el vuelo de las aves marinas cerca de tierra.
El Muelle Fiscal no era un lugar de paseo, sino embarcadero de mercancías,  productos de campo, y hasta vacas que eran bajadas como gordas balletistas en grúas a los lanchones. No olvidar a la visita a Punta Coles donde retozan, aman y duermen simplemente los lobos marinos. Yo fui en 1992 y así conocí la villa que guardo en la memoria.


Alfonsina Barrionuevo

domingo, 14 de febrero de 2016

VOLVIENDO CON LOS APUS  

Las ofrendas andinas varían de acuerdo a las peticiones. La más poderosa podría ser la que se hace en el nido de un picaflor. Siendo una miniatura de plumas pintadas, con chispas de oro del sol, es de imaginar que tiene mucha fuerza, y al mismo tiempo es miskhi, dulce, delicada. Según un relato mágico, en una competencia de aves, donde participaron el halcón, el águila y el cóndor, el qoriq’enti fue el ganador y se bañó con sumo regocijo en un charco formado con los rayos de oro del sol. La ofrenda, despacho o pagapu, como se le llama también, es única. Primero porque es difícil de conseguir un nido tan pequeñito, después de que se han ido sus encantadores ocupantes,  y, segundo porque en su interior quepan muy pocos elementos. Hay que ser un maestro para hacerlo y que el pedido cobre alas y vuele directamente al infinito.  

Hace algunos años me tocó hacer una ofrenda muy extraña. Recibí un encargo telefónico de los Estados Unidos, de que los Apus me pedían una ofrenda o despacho especial. La voz femenina que escuché, con el típico acento norteamericano, indicó que debía prepararla al día siguiente, a las once de la mañana,  con pétalos de dos rosas, -blanca y roja-,  miel y coca. A esa hora, además de conseguir los ingredientes, no iba a estar en mi departamento sino que debía cumplir con una cita en un consultorio médico. Un tremendo problema, porque en ellos siempre hay pacientes. Luego, la miel podía derramarse y ponerme en dificultades al dejarme con los dedos pegajosos. La señora que llamó me dio el mensaje y cortó, no pude preguntarle nada, quién la llamó, como marcó mi teléfono y de qué Apus se trataba. Afortunadamente todo salió a punto. Compré las rosas, tenía coca y encontré miel de abeja cristalizada en una tienda naturista. Al día siguiente los pacientes fueron atendidos muy pronto y tuve tiempo de armar mi ofrenda y terminarla sin apuro, cuando el médico atendía a su ultima paciente.
Después me vio.
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Vuelvo con las ofrendas en el próximo blog. 




EL SECRETO DE LOS KHIPUS                                
         
Miles de ojos miran  ávidos las famosas cuerdas que existen en museos y colecciones privadas. Nadie puede explicar para qué servían. Los españoles quemaron los que encontraron en numerosas piras. No les convenía que se guardaran. Hoy sólo vemos cuerdas con nudos enigmáticos. Nudos donde palpitaba nuestra historia, porque no se trataba sólo de cuentas. Guaman Poma los consideró en uno de sus dibujos, donde un khipukamayoq levanta un khipu interminable. El avispado cronista, escritor, historiador, crítico, dibujante, escribe un mensaje a la posteridad. Un cartelito que dice encima  “carta.”
¿Qué dicen los khipus? La pregunta inquieta a los investigadores peruanos y extranjeros. Se creía que eran un sistema contable, números. Pero, Guaman Poma dice “carta” y cuando el  kuraka de Hatun Xauxa fue a reclamar privilegios y exoneración de tributos al rey de España llevó un cargamento de khipus. Anotaciones de la ayuda que prestó a Pizarro cuando estuvo en Cajamarca. Hombres, mujeres, provisiones, llamas, alpakas, con fechas, nombres y  lugares de entrega.
En los museos tenemos pocos khipus. Durante años Carlos Radicatti trató de leerlos. También William Burns. Hace unos años entró a tallar en el misterio Frank Salomón, sumándose a otros estudiosos. ¿Qué escribieron los khipukamayoq que conocían el arte de leerlos? Las nubes del tiempo ocultaron hasta ahora su significado. Los restos de la historia del antiguo Perú, un gigante roto, yacen en documentos del Archivo de Sevilla que guardan verdades a medias.
Desde que pude recorrer el país mis ojos miraron las comunidades campesinas. La gente de ciudad los marginan aún. ¡Son analfabetos, ignorantes, coqueros! En lo que a mí se refiere expreso mi admiración. He caminado mucho por sus heredades registrando las maravillosas historias que conservan. Los antropólogos podían trabajar en ellas, pues, son numerosas. Pero, las comunidades campesinas no existen para los gobiernos ni las autoridades de educación. La mayoría continúa bajo mantos de olvido salvo cuando se exalta su extrema pobreza con fines políticos.

Personalmente me siento orgullosa y feliz de que una comunidad haya arrojado luz sobre la oscuridad que cubre los khipus. Roberto Aldave Palacios, promotor de turismo a Chiquián, donde se encuentra el imponente nevado Waywash, y autor de nuevos circuitos en la ruta de la Qantuta, descubrió a una khipukamayoq de nuestro siglo en Cuspón. Mamalikuna o Mamarikuna podía escribir y leer oraciones fúnebres en khipus. La primicia se registró en una pequeña anexo de la provincia de Bolognesi,  Ancash.
Los khipus se colocaban en los ajuares funerarios de los antiguos régulos peruanos reseñando sus triunfos. Sin embargo es posible que estuvieran también el Poqenkancha de Cusco, donde estaban relatadas en pinturas las hazañas de los Inkas. No sería extraño porque se hicieron miles de khipus y se debieron guardar en una verdadera ”biblioteca” que incendiaron los españoles! Felizmente su su tecnología ha trascendido hasta hoy.

El antropólogo Arturo Ruiz Estrada, quien fue invitado por Aldave, declaró que se trata efectivamente de auténticos khipus. Mamalikuna o Mamarikuna, “la señora que sabe ver”, agregó Aldave, también cineasta además de  promotor turístico, era descendiente del linaje Carhuachín. “Escribe en una cuerda de dos colores, marrón y blanca en lana de oveja, para que el difunto cruce con felicidad el yanamayu o río de la muerte y pueda defenderse de los malos espíritus que acechan en el camino. El khipu contiene oraciones y tiene un paralelo con  sociedades como la griega y otras de Europa con creencias parecidas. “Los difuntos, relató el Dr. Ruiz Estrada tenían que pagar con una moneda a Caronte, el barquero, para pasar el lúgubre río.”  
En aquella oportunidad se informó de la necesidad de recoger los conocimientos de la khipukamayoq y que algún día se encuentre el código andino de lectura y escritura. En el proceso de la elaboración ella comenzaba con el escarmenado, en seguida el hilado en la rueca o pushka, luego el torcelado del hilo en una dirección que debe tener una razón. La cruz que encabeza su trabajo está allí por el sincretismo y al amarrar los nudos que son posiblemente palabras va diciendo a viva voz sus invocaciones, mientras la comunidad permanece en un silencio sepulcral, religioso. Es un khipu vestigial que se diferencia de los khipus inkas u otros, con variaciones del khipu clásico, lo que también es necesario destacar. Antiguamente debieron existir en nuestro vasto territorio diversos códigos de khipus y sistemas”.

Decididamente el Perú es un país de sorpresas que nunca entenderán las generaciones de  cultura globalizada. Hace poco tiempo Mamalikuna tuvo que irse, dice su descubridor. Afortunadamente ha hecho valiosos hallazgos en sus viajes a Chiquián. En las comunidades de Roca, Canis y otras que son lejanas y a las cuales se llega con mucha dificultad  ha encontrado otros khipukamayoq. Los antropólogos aún tienen tiempo de aprender las artes de la escritura y lectura en khipus, declara Roberto. Una oportunidad para descifrar cogiendo la punta de un ovillo que llega hasta nosotros cubriendo cinco siglos.

Alfonsina Barrionuevo

domingo, 7 de febrero de 2016



MAMITA CANDELARIA    

Los qochaqoe, esos kuyes de agua, antiquísimos abuelos de los kuyes de hoy deben haberse sentado sobre las patitas para asistir a los ensayos de las danzas de la Candelaria. Lo mismo el viento que se ríe de cuanto ser viviente quisiera hacerle competencia cuando corre por las llanuras abiertas, nadie más veloz que él.  Ídem, los qeles que a veces sacan las cabecitas curiosas entre los juncos del lago para ver como los caminos se pueblan de júbilos y colores con el revuelo de los sombreros, las monteras y las polleras andinas. Entre el domingo pasado y el de hoy han sido más de veinte mil bailarines y bandas que conmovieron la tierra del Titiqaqa, el lago navegable más alto del mundo. Todos sus caminos desde los más apartados se llenaron de música y de giros, nervio y movimiento, volcándose en el estadio Torres Belón para prender una llamarada en las pupilas de la Candelaria.

La primera vez que llegué a Puno, un inolvidable dos de febrero, me encantó la presencia de los conjuntos que asistían,  tímidamente, con una Ave María musitada en las puertas de su iglesia. En años posteriores fueron aumentando las octavas vestidas de sedas, bayetas, cintas labradas y encajes o de máscaras alucinantes con ojos de foco y bichos avernales, morenos con enormes pipas de tabaco sobre las bembas coloradas, mujeres con ricos pejes nadando sobre su pecho, polleritas coquetas imitando las ondas de su mamaqocha, que encandilan las miradas de pobladores, viajeros  y peregrinos. Un río espectacular de tundiques, llameradas, waka-wakas, kallawayos, morenadas, tuntunas, sayas  y diabladas. No hay mundos paralelos en la Entrada y en la Despedida porque de veras no puede ser, son uno.  En las puertas de su casa la Candelaria recibe el multitudinario homenaje de los bailarines. Suerte de la Mamita de la Candela del Parque Pino que los arrastra tras el borde de su manto celestial, mientras sigue olvidada la Fundadora, como hace siglos, después de proteger a sus devotos cuando se derrumbaron galerías en la mina de Santa Bárbara, de San Luis de Alba, la fabulosa ciudad minera. Para  entonces no existía Puno, nacida luego en Puñuypanpa, la Panpa del Sueño. Ella, según la leyenda, hizo retroceder a cientos de diablos, candela viva, que aparecieron para llevarse a los mineros atrapados. Si quieren conocerla está en la Basílica Catedral, con dos rasguños, uno en la mejilla y otro en la mano, que se hizo al levantar unas vigas, puro amor, pura bendición. Lo de hoy, 2016, estuvo entre devoción y espectáculo soberbio, enceguecedor, a tono con el título de su Festividad: Candelaria, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Los puneños adoran bailar, a rabiar. A nosotros nos encanta también.


PLANTAS QUE AMAN
                              
Una hermosa leyenda, recopilada en Puno por José Portugal Catacora, asegura que el primer hombre andino fue creado con el untu, grasa o esencia vital de las plantas, los animales y las piedras.  De allí se origina su intensa relación con el mundo que le rodea. Su advenimiento en forma de semilla, para participar de esas  fuentes, se dio para emerger igual que una yema, crecer abriendo sus hojas; seguir el paso cíclico de la estaciones; comportarse como una una criatura de sangre caliente para procrear y enfrentar los retos de la vida con la voluntad propia del poderoso blindaje de las células de la roca.
Su hermandad con el mundo vegetal lo proveyó desde épocas lejanas de plantas medicinales para superar cualquier malestar físico o espiritual. Su caminar por los yermos inhóspitos de altura no lo fatigaba porque tenía la muña (Minthostachys mollis), cuyo agradable olor aspiraba al frotarla entre sus manos para renovar su energía.

La pacha salvia (Salvia offinalis), cuyas hojas soasadas le servían para combatir dolores reumáticos, recibió el nombre de ñuqch’u, flor sagrada de los Inkas, cuando la derramaban sobre sus andas áureas, pasando a ser después sedosa ofrenda para el Señor de los Temblores de Cusco, cada Lunes Santo.
Sobre la importancia de éstas y otras plantas, el médico huanuqueño Hermilio Valdizán Medrano y el químico farmacéutico-arequipeño Angel Maldonado Alcázar, ambos doctores en sus especialidades, con estudios en Francia e Italia, publicaron el “Diccionario de Medicina Popular Peruana” en las primeras décadas del siglo pasado. En sus páginas apareció un minucioso registro de muchos especímenes con sus respectivos dibujos.
En 1995 John Eddowes Villarán, médico psicólogo limeño de abuelo inglés, comenzó a trabajar con veintitrés esencias florales y siete productos de plantas que curan. En 1939, según dice, el doctor Edward Bach terminó en Gales, Gran Bretaña,  el primer sistema de esencias florales con agua de manantial.
Las esencias de su sistema, que ha titulado el Sistema Kinde, pertenecen a un grupo importante que ha sobrevivido a la extinción de especies por su fortaleza  ante los cambios ambientales. Su adaptabilidad para enfrentar situaciones adversas y cambiantes es aprovechada como terapia para ciertos desequilibrios emocionales asociados generalmente a malestares físicos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) las considera como medicinas de uso libre.   

La descripción de las virtudes y propiedades de las plantas que maneja John Eddowes es tan expresiva y jugosa como las anotaciones clásicas. Veamos: 
La manayupa (Desmodium molliculun), conocida también como “pata de perro, amor seco o pega pega”, vive entre 2,000 y 3,000 m.s.n.m. en los Andes. Se usa para purificar y desintoxicar el cuerpo de fármacos y drogas, estimulando el funcionamiento de los riñones. También sirve para limpiar los ambientes pesados.
La yawar chonka, (Oenothera rosea), que crece a grandes alturas, es famosa porque “disipa la tristeza y apaga la pena”. Es buena para enfermedades cardíacas y problemas circulatorios. Sus flores tienen pétalos rosados o lilas. Con la infusión de estas flores el corazón recupera un ritmo sosegado y baja la presión.

El diente de león o achicoria amarga (Taraxacum Offinale), tiene hojas dentadas y largas, flores amarillas y frutos en forma de bolas con pelos sedosos que dispersa el viento.  Es una planta diurética, que estimula la función del hígado y los riñones, combate el exceso del colesterol y reduce la obesidad. Su esencia floral es muy útil para liberar la tensión y la furia contenida.
El lirio naranja, lirio del Perú o lirio de los Inkas (Lilium bulbiferumrum), tiene un follaje de pocas hojas lanceoladas y flores de pétalos con marcas o parches de colores. La tradición popular relaciona a estas flores con los buenos augurios cuando se regalan. Su uso incrementa la creatividad, despeja los bloqueos mentales, alienta el optimismo y ayuda a innovar el quehacer personal y profesional.   
El heliotropo (Heliotropium peruvianum) tiene flores que siempre miran al sol y lo buscan. Son empleadas para tratar problemas de huesos y articulaciones, así como afecciones  respiratorias.
El pepino dulce (Municatum Ait), oriundo del Perú y reproducido en la cerámica prehispánica, posee una esencia floral que refresca la mente y alivia de preocupaciones, además de reducir el estrés.
La chuchuwaska (Brunfelsia grandiflora), llamada también “sanango, francisquita y borrachero”, es una planta “maestra” de la Amazonía. Su esencia floral ayuda a regular las sensaciones extremas de frío y calor. Es recomendable usarla tópicamente para la rosácea.
 El molle, (Schinus molle), escobilla o árbol de la pimienta, es analgésico, antiinflamatorio, antibacteriano y antiespasmódico, astringente, balsámico, diurético y estimulante. 

La hierba del alacrán, (Heliotropium angiospermun, Murria), también conocida como “cola de gato y hierba del sapo”, es útil para problemas de huesos y artritis, afecciones respiratorias y  picaduras del alacrán. En esencia floral es una bebida burbujeante que ayuda a relajar la columna vertebral  y mejorar la postura.
La verbena (Verbena offinalis), “hierba” de los hechizos, verbena del campo o verbena negra”, crece en las ocho regiones hasta 5,000 metros, posee vitaminas A, B y C, y es recomendada para tratar infecciones, bronquitis y hepatitis.
La wachuma (Trichochocereaus pachanoi),  cuyo nombre popular es San Pedro, es una cactácea de la costa norte, con espinas pardas y flores blancas.  En la medicina tradicional del norte peruano se usa en ceremonias de curación, por sus efectos depurativos (purgante y psicoactivo. También es usado en casos de sinusitis, fiebre alta y problemas de la piel y el cuero cabelludo.  Su esencia floral da claridad a la mente y afina la intuición. Los baños del cactus hervido calman los nervios.

John Eddowes combina las plantas con esencias Kinde o con diferentes productos, según los casos que debe tratar. Veamos. 
Para momentos extremos de la vida y reducción el estrés:  Yawar chonka, diente de león, pepino y mariposa roja.         
Para emociones intensas, llanto fácil o al borde de la desesperación: Mango, yawar chonka y molle.
Para aclarar mente y ordenar los pensamientos: Agerato, jacarandá, ocopa, lirio y estrella púrpura. 
Para relajar el cuerpo y la mente: Diente de león, verbena y pepino.
Para conciliar el sueño: extracto de wachuma con colágeno  de tuna y aloe, más vitaminas. Frotar el cuerpo antes de acostarse.
Para desinflamar y regenerar articulaciones, tendones, músculos, huesos cartílagos y otros: Extracto de molle, matico, chilka y llantén.
Para limpiar los dientes y proteger las encías: Harina de coca, salvia y arcilla medicinal.
En resumen, una lista abundante de plantas medicinales que curan y que están para ayudar en nuestros Andes. 

Alfonsina Barrionuevo