domingo, 14 de febrero de 2016

VOLVIENDO CON LOS APUS  

Las ofrendas andinas varían de acuerdo a las peticiones. La más poderosa podría ser la que se hace en el nido de un picaflor. Siendo una miniatura de plumas pintadas, con chispas de oro del sol, es de imaginar que tiene mucha fuerza, y al mismo tiempo es miskhi, dulce, delicada. Según un relato mágico, en una competencia de aves, donde participaron el halcón, el águila y el cóndor, el qoriq’enti fue el ganador y se bañó con sumo regocijo en un charco formado con los rayos de oro del sol. La ofrenda, despacho o pagapu, como se le llama también, es única. Primero porque es difícil de conseguir un nido tan pequeñito, después de que se han ido sus encantadores ocupantes,  y, segundo porque en su interior quepan muy pocos elementos. Hay que ser un maestro para hacerlo y que el pedido cobre alas y vuele directamente al infinito.  

Hace algunos años me tocó hacer una ofrenda muy extraña. Recibí un encargo telefónico de los Estados Unidos, de que los Apus me pedían una ofrenda o despacho especial. La voz femenina que escuché, con el típico acento norteamericano, indicó que debía prepararla al día siguiente, a las once de la mañana,  con pétalos de dos rosas, -blanca y roja-,  miel y coca. A esa hora, además de conseguir los ingredientes, no iba a estar en mi departamento sino que debía cumplir con una cita en un consultorio médico. Un tremendo problema, porque en ellos siempre hay pacientes. Luego, la miel podía derramarse y ponerme en dificultades al dejarme con los dedos pegajosos. La señora que llamó me dio el mensaje y cortó, no pude preguntarle nada, quién la llamó, como marcó mi teléfono y de qué Apus se trataba. Afortunadamente todo salió a punto. Compré las rosas, tenía coca y encontré miel de abeja cristalizada en una tienda naturista. Al día siguiente los pacientes fueron atendidos muy pronto y tuve tiempo de armar mi ofrenda y terminarla sin apuro, cuando el médico atendía a su ultima paciente.
Después me vio.
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Vuelvo con las ofrendas en el próximo blog. 




EL SECRETO DE LOS KHIPUS                                
         
Miles de ojos miran  ávidos las famosas cuerdas que existen en museos y colecciones privadas. Nadie puede explicar para qué servían. Los españoles quemaron los que encontraron en numerosas piras. No les convenía que se guardaran. Hoy sólo vemos cuerdas con nudos enigmáticos. Nudos donde palpitaba nuestra historia, porque no se trataba sólo de cuentas. Guaman Poma los consideró en uno de sus dibujos, donde un khipukamayoq levanta un khipu interminable. El avispado cronista, escritor, historiador, crítico, dibujante, escribe un mensaje a la posteridad. Un cartelito que dice encima  “carta.”
¿Qué dicen los khipus? La pregunta inquieta a los investigadores peruanos y extranjeros. Se creía que eran un sistema contable, números. Pero, Guaman Poma dice “carta” y cuando el  kuraka de Hatun Xauxa fue a reclamar privilegios y exoneración de tributos al rey de España llevó un cargamento de khipus. Anotaciones de la ayuda que prestó a Pizarro cuando estuvo en Cajamarca. Hombres, mujeres, provisiones, llamas, alpakas, con fechas, nombres y  lugares de entrega.
En los museos tenemos pocos khipus. Durante años Carlos Radicatti trató de leerlos. También William Burns. Hace unos años entró a tallar en el misterio Frank Salomón, sumándose a otros estudiosos. ¿Qué escribieron los khipukamayoq que conocían el arte de leerlos? Las nubes del tiempo ocultaron hasta ahora su significado. Los restos de la historia del antiguo Perú, un gigante roto, yacen en documentos del Archivo de Sevilla que guardan verdades a medias.
Desde que pude recorrer el país mis ojos miraron las comunidades campesinas. La gente de ciudad los marginan aún. ¡Son analfabetos, ignorantes, coqueros! En lo que a mí se refiere expreso mi admiración. He caminado mucho por sus heredades registrando las maravillosas historias que conservan. Los antropólogos podían trabajar en ellas, pues, son numerosas. Pero, las comunidades campesinas no existen para los gobiernos ni las autoridades de educación. La mayoría continúa bajo mantos de olvido salvo cuando se exalta su extrema pobreza con fines políticos.

Personalmente me siento orgullosa y feliz de que una comunidad haya arrojado luz sobre la oscuridad que cubre los khipus. Roberto Aldave Palacios, promotor de turismo a Chiquián, donde se encuentra el imponente nevado Waywash, y autor de nuevos circuitos en la ruta de la Qantuta, descubrió a una khipukamayoq de nuestro siglo en Cuspón. Mamalikuna o Mamarikuna podía escribir y leer oraciones fúnebres en khipus. La primicia se registró en una pequeña anexo de la provincia de Bolognesi,  Ancash.
Los khipus se colocaban en los ajuares funerarios de los antiguos régulos peruanos reseñando sus triunfos. Sin embargo es posible que estuvieran también el Poqenkancha de Cusco, donde estaban relatadas en pinturas las hazañas de los Inkas. No sería extraño porque se hicieron miles de khipus y se debieron guardar en una verdadera ”biblioteca” que incendiaron los españoles! Felizmente su su tecnología ha trascendido hasta hoy.

El antropólogo Arturo Ruiz Estrada, quien fue invitado por Aldave, declaró que se trata efectivamente de auténticos khipus. Mamalikuna o Mamarikuna, “la señora que sabe ver”, agregó Aldave, también cineasta además de  promotor turístico, era descendiente del linaje Carhuachín. “Escribe en una cuerda de dos colores, marrón y blanca en lana de oveja, para que el difunto cruce con felicidad el yanamayu o río de la muerte y pueda defenderse de los malos espíritus que acechan en el camino. El khipu contiene oraciones y tiene un paralelo con  sociedades como la griega y otras de Europa con creencias parecidas. “Los difuntos, relató el Dr. Ruiz Estrada tenían que pagar con una moneda a Caronte, el barquero, para pasar el lúgubre río.”  
En aquella oportunidad se informó de la necesidad de recoger los conocimientos de la khipukamayoq y que algún día se encuentre el código andino de lectura y escritura. En el proceso de la elaboración ella comenzaba con el escarmenado, en seguida el hilado en la rueca o pushka, luego el torcelado del hilo en una dirección que debe tener una razón. La cruz que encabeza su trabajo está allí por el sincretismo y al amarrar los nudos que son posiblemente palabras va diciendo a viva voz sus invocaciones, mientras la comunidad permanece en un silencio sepulcral, religioso. Es un khipu vestigial que se diferencia de los khipus inkas u otros, con variaciones del khipu clásico, lo que también es necesario destacar. Antiguamente debieron existir en nuestro vasto territorio diversos códigos de khipus y sistemas”.

Decididamente el Perú es un país de sorpresas que nunca entenderán las generaciones de  cultura globalizada. Hace poco tiempo Mamalikuna tuvo que irse, dice su descubridor. Afortunadamente ha hecho valiosos hallazgos en sus viajes a Chiquián. En las comunidades de Roca, Canis y otras que son lejanas y a las cuales se llega con mucha dificultad  ha encontrado otros khipukamayoq. Los antropólogos aún tienen tiempo de aprender las artes de la escritura y lectura en khipus, declara Roberto. Una oportunidad para descifrar cogiendo la punta de un ovillo que llega hasta nosotros cubriendo cinco siglos.

Alfonsina Barrionuevo

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