martes, 29 de diciembre de 2020

 CARTA A RUTH SHADY

POR CARAL EN PELIGRO

Recordada Ruth, estoy leyendo tu última invitación de otro aniversario de Caral y me abruma, indigna y apena que los inicuos mercaderes vende-tierras culturales hayan puesto los ojos en la milenaria ciudad y quieran arrancarte la vida si les impides el paso. En este verano nuboso me desconcierta su amenaza porque sé cómo proceden ellos y los invasores, vociferando y armados con palos, piedras, esteras y banderas. Los he visto arrasando Garagay, muy cerca del Aeropuerto Jorge Chávez, destruyendo el hermoso templo prehispánico que restauró Roger Ravines, sin dejar ni huella. Por un puñado de centavos los vándalos cometen la misma traición bíblica de Judas, en este caso no a un ser humano, el Cristo, sino aplicada a nuestra historia. El despojo de Caral sería bárbaro porque allí, en el valle de Supe, se registró hace unos cinco mil años la presencia de una civilización, a todas luces la primera que tuvimos en el Perú. Si invaden Caral perderíamos el capítulo inicial de su existencia, su partida de nacimiento, el albor de ciencias y tecnologías en una época temprana.

Tenemos que recurrir querida Ruth a quienes tienen la obligación de proteger los extraordinarios vestigios que estás rescatando del olvido con tu equipo. El gobierno, Ejecutivo y Legislativo juntos actuando de inmediato, a pesar de la pandemia que acosa al mundo. El Estado tiene una alta responsabilidad, porque la ley le ordena velar por los bienes culturales que son intangibles. 

Así lo entendió Valentín Paniagua, el presidente que se preocupó por la recuperación de Caral a principios del siglo en que vivimos. Hay que tocar las puertas de las fuerzas vivas de esta Lima que no se da cuenta de algo importantísimo, que la ciudad puede ser un polo de desarrollo, un imán de historia y leyenda para viajeros del futuro, del interior y el exterior. Has trabajado arduamente en los lustros que se fueron y de la escobilla de los arqueólogos emergen hoy treinta y dos pirámides volviendo a apuntalar el cielo. Habría que añadir a la norma constitucional una pena de prisión para contener a los aviesos negociantes e invasores. Sería de esperar que los Ministerios de Educación y de Cultura difundieran los valores históricos y culturales de la urbe, que un día los estudiantes acudan en su auxilio, como ocurrió con las pirámides de los maranqas, las cuales fueron salvadas por los estudiantes sanmarquinos de ser recortadas para la ampliación de una avenida. Las universidades debieran establecer lazos con Caral porque puede ser un inestimable laboratorio de materias relacionadas con sus diversas carreras profesionales, antropología, arqueología, biología, arquitectura, economía, zoología, y más. 

Las municipalidades podrían aprender del pasado cómo se hace una planificación adecuada de manzanas, calles y plazas, organizando a la población para un mejor funcionamiento inspirado en una concertación con el tiempo. Allá debería levantarse un gran museo como el de Pachakamaq, que sufre también hace años de amenazas de invasión, para salvaguardar la integridad de la ciudad y exhibir a la par las sucesivas conquistas de nuestras culturas. Creo que el cerro Gogne, su apu tutelar, debió sentirse complacido cuando fui con José Alvarez Blas y dos altumisayuq q’eros de Qosqo para hacerle una ofrenda. La noche fue propicia y el fogón central brilló mientras ponían en su altar sobre una manta diez ollitas en miniatura con untu, grasa animal, hojas de coca, plumas de picaflor y otras cosas. Dices, Ruth, que Caral es una ciudad sagrada por sus numerosos fogones ceremoniales. En noches como aquella ardían seguramente a la vez en sus edificios y residencias en ciertas ocasiones. Cada día el fuego ponía al rojo vivo las piedras que hacían hervir una sopa de carne de venado con papas, camotes, zapallo y llakhun, que se sirve hasta ahora en las fiestas de Cajatambo y se llama pari. En las pirámides sus sacerdotes astrónomos auscultaban las luces de su sábana nocturna, para recibir los anuncios de sucesos que se avecinaban. Sus edificios públicos y ceremoniales de varias plataformas eran sismorresistentes y estaban pintados de colores por temporadas, rojo, beige, gris, blanco e igualmente negro. Es posible que hubiera un vínculo entre el color de la pintura de sus paredes y los colores del algodón país, ese que las aqllas del Qosqo hilaban y podían colocar, dicen, hasta cien hilos en un centímetro cuadrado. El descubrimiento de unos khipus apenas bosquejados hace suponer el amanecer de la ciencia de los números en sus cuerdas. En tu libro indicas, dilecta amiga, que había arcilla de colores, una característica curiosa que investigar. 

Cuanto se registró en Caral sorprende, florece en un estadio precerámico, en el cual tampoco se había inventado la rueca y se confeccionaban sus prendas a la aguja, entrelazando las hebras. Por los trozos hallados se advierte un quehacer notable que debió ocupar durante meses sus manos dotadas para el arte. La música estaba en el aire, en el arrullo de los pájaros, en el susurro de la brisa en los manantiales, en el vozarrón del trueno, pero ya reproducían sus pentagramas en  huesos de  pelícanos y de otras aves menores. Me figuro tus júbilos en cada hallazgo. En una cajita me mostraste unas estatuillas de barro que lucían increíbles modelos de peinados de acuerdo a las edades, al sexo y la posición social. En perfectas melenas, divididos en bandas sobre la frente y largos como se usan las mujeres en la actualidad. Hace cinco mil años no había atisbo de celulares que nos hubieran dado la imagen de la gente de Caral. Pero lograste con tu equipo recuperar el rostro de uno de sus habitantes, un joven trabajador, con sus músculos, el delineado de  las cejas, el ancho de la nariz, la forma de la boca, la textura de la piel logradas en la parte final por Edilberto Mérida jr. 

Sus artes de la pesca eran variadas, las redes eran de diferente grosor y tamaño, seleccionando la captura de peces, y el uso de la anchoveta, pececillo multinutrificante, en la alimentación humana.

Habría mucho más que decir de Caral y cada una de las maravillas que recrean el fuego de su espíritu. El espacio de un artículo me resulta estrecho para abordar otros aspectos de Caral. El estudio de sus ciencias y tecnologías deben ser la semilla portadora del orgullo de ser peruano. Tenía razón Javier Pulgar Vidal al mencionar que recogió los nombres de las regiones de gente que nunca fue a la escuela, porque tenían una universidad de milenios. Sin Caral no hubieran escrito sus obras el Inka Garcilaso y Guaman Poma. Gracias, querida Ruth, por tu vida dedicada a reinsertar la primigenia ciudad con su valioso contenido a nuestra historia. Vamos contigo a proteger Caral, la cuna de nuestros ñaupa-abuelos. 

 Alfonsina Barrionuevo

domingo, 20 de diciembre de 2020

 

Amigos, siempre es grato enviar una tarjeta para desear que tengan una feliz Navidad. Ésta tiene algo especial. Nos olvidamos siempre que vivir es un regalo del Cielo y claro es necesario remarcarlo en esta ocasión en que la pandemia ha arrebatado a los hogares miles de vidas. Celebremos la dicha de estar vivos!! FELIZ NAVIDAD y FELIZ AÑO NUEVO!




domingo, 13 de diciembre de 2020

 

EN LA MIRA DE OXAPANPA

La gota de miel soñó que le nacían alas y se iba volando. El sol la vio y logró evaporarla en el aire probando su dulzura con deleite.

La miel toma el alcance. Su fragancia  es divina, desde el cielo el astro hace un gesto afirmativo porque siente que es una ambrosía  de exportación. Un endulzante natural que alimenta y es producto de la química entre las abejas y las flores de ´la pampa de paja.´En 1881 austroalemanes: tiroleses, renanos y bávaros, vencieron dos océanos en busca de una nueva tierra. En 1853 el Presidente Ramón Castilla la ofreció al Barón Damián Feibern Schutzholzhousen, firmando un contrato que no se concretó para que se instalaran 13,000 colonos alemanes a la zona del Bajo Amazonas.

Un gran grupo de inmigrantes europeos se estableció en el Pozuzo después de una increíble odisea. Nadie ya los esperaba. Las penurias que pasaron para llegar al lugar fueron sin cuento porque no les dieron facilidades para trasladarse y colonizar una comarca en la rupa rupa.

Allá fueron con sus valses vieneses y sus mazurcas. Al principio la actividad principal fueron los aserraderos. Los patriarcas vegetales cayeron unos tras otros. Ahora, sus descendientes, hablan de reforestar los cerros erosionados con pinos, lo que es muy bueno. 

Sus extensas hectáreas están registradas en papeles muy antiguos que guardan como certificado de un sueño. Para ellos fue sorprendente encontrar otra geografía, otra ecología, otro clima, distintos a las que habían dejado. Sin carretera que los uniera al resto del país los pioneros que llegaron al Pozuzo fundaron un pueblo añorando los que dejaron en el Viejo Mundo. Una parte de sus descendientes  fueron blancos, rubios, de ojos azules que aprendieron a hablar el español como segunda lengua. Los hombres mantuvieron un larguísimo tiempo sus trajes de corte antiguo, pantalones con tirantes y boina; las mujeres, sus blancos pañuelos en la cabeza, blusas con encajes hechos a mano, anchas faldas con enaguas, y delantales.

En 1890 el Barón Ernesto von Mullenbruck convenció a pobladores del Pozuzo para extenderse  a tierras oxapanpinas en Pasco, más accesibles a otros pueblos. 

Juliana de la Rosa Rubio, nacida en Villa Rica, uno de los distritos de Oxapampa,  ya de la cuarta generación, disfruta sus primicias y trabaja con su esposo, mientras cría a su primer hijo. Ellos no quieren vender sólo en el Perú sino también exportar. Su intención es poner sus productos algún día en el mercado de sus tatarabuelos de Austria y Alemania, para restablecer  sus vínculos, así como otros países.

Su empresa, asentada entre Chaupimonte y Las Perlas se nutre en una tierra pródiga. Un paraíso de varias hectáreas con árboles muy altos que soportan la coquetería de las orquídeas, -especialmente el zapatito de reina y el boca de león, que cuelgan de cualquier rama-, manantiales que alborotan a una avifauna abundante con agua transparente además de cantora, campos sembrados de café, cultivos de  llakhun o yacón como lo pronuncian y lo escriben en la chala. donde la “ll” es una letra que se les muere en la punta de la lengua.

Al natural la raíz del llakhun es jugosa, transparente, con un sabor grato que no atosiga. Ellos, como otras familias oxapanpinas  lo convierten en una mermelada deliciosa, ligeramente ácida que es su mayor atractivo, y que también tiene marca de exportación. Lo mismo sucede con el té filtrante, las cápsulas de llakhun y el jarabe concentrado que es muy bueno siendo mejor que los edulcorantes artificiales. Después de los largos años de reclusión, un siglo y pico, quieren dejarse sentir y conocer además el país que los antiguos colonos adoptaron y que hoy es suyo, aunque sea comenzando por Lima que es la más cosmopolita de sus provincias.

En el camino a Oxapanpa es frecuente encontrar al gallito de las rocas, que es su ave emblemática, de cresta roja muy colorida y plumaje oscuro, mientras en Pozuzo los papagayos lucen ufanos colores brillantes. Al fondo eleva sus picos la Cordillera Negra y una frondosa vegetación donde suele albergarse el otorongo o jaguar, entre otros animales. 

Los atractivos son ecológicos. Lagunas artificiales, recreos donde se siente la magia de la rupa rupa, cataratas que parecen velos de novia, paseos en caballos de paso, gallos de pelea, e ingenios de caña con trapiches a impulso hidraúlico.

A  la hora de comer pueden ofrecer a sus huéspedes platos exóticos con carne  de monte frita y apanada. Los hombres suelen cazar con perros gallinetas y un roedor gigante, el  paka, que  pesa unos 12 kilos y es buen nadador. Entre los dedos tiene unas membranas como las palmípedas, También sirven el típico strudel, el caldo de pelotas de carnes con arroz y harina de yuka, y la pachamanka donde se dora el pollo en cilindros con piedras calientes al vapor.

En sus huertos crecen generosamente  pakaes, paltas, higos, lúkumas,  mangos, plátanos, piñas, kamu kamu, aguaymanto y naranjilla o kito kito, un citrico con vitaminas.  Por allí los panales de abejas suman cientos. Sus  licores son muy buenos, elaborados con frutas. Como recuerdo vale la pena traerse unos quesos de su planta lechera.   

Juliana sonríe cuando afirma que la iglesia de Oxapampa tiene el diablo adentro. Lo dice por  una madera que se llama diablo fuerte de color marrón rojizo. Las fiestas principales se celebran en Semana Santa, el 30 de agosto que es el día de Santa Rosa de Lima, su patrona, y el aniversario de la fundación de Oxapampa. En esos días tienen lugar las peleas de gallos, en que lanzan al ruedo a los mejores ejemplares de sus 400 cordeles.

¡Nuevos atractivos en el Perú profundo!

Alfonsina Barrionuevo

domingo, 6 de diciembre de 2020

 

ALIMENTOS MILENARIOS

Sucedió ayer, una aurora de años

                            

Hace miles de años unas manos callosas, ásperas, pero llenas de amor, enmarcaron en la curva de sus dedos unas hojitas que despegaban de la tierra. Sabían que era una temeridad acariciarlas; pero, los ojos del hombre o la mujer, que estaban en la escena, las miraron con ternura. De allí saldría una flor y luego una vaina de bolitas ovaladas de buen sabor.

No tenían idea de lo que significaba pero estaban en los inicios de la agricultura. Cuando se habla de la biodiversidad de alimentos que tenemos en el Perú siempre se debe pensar en el desarrollo. ¿Cómo llegaron los hombres y mujeres de la prehistoria a desarrollar esa actividad?

Sus sesenta y nueve culturas muestran un largo trabajo. ¿Cómo comenzaron? Aquello siempre será inédito, propio de una historia legendaria que nos dará una verdad a medias envuelta en velos de fantasía.

El pallar es la oreja de un personaje mágico de los valles de la costa; el padre del maní otro personaje que se solaza en una cuna de cáscara arrugada, donde absorbe esencias ignoradas; el maíz, una doncella convertida por el Padre Sol en una esbelta planta que alimenta a los seres humanos; la calabaza una madona andina regordeta, que derrama dulzuras, y así, infinidad de historias relacionadas con los alimentos.  

 

La realidad nos introduce en otra verdad que tiene también su ”fascinums”. Entramos en ella al conocer a Elmo León Canales, uno de los expositores en un homenaje a Georg Petersen, en el Museo Andrés del Castillo.

Por primera vez tuve el gusto de conocer a un paleoarqueólogo que podía remontar el tiempo cabalgando sus olas en reversa hasta asomarse al misterio. El estudioso me puso en autos de las nuevas tecnologías para descifrar épocas remotas y yo, que me había quedado en el carbono 14 para identificar restos orgánicos antiguos, me encontré de pronto con novedades en el conocimiento de la prehistoria.

Elmo León, director de Investigaciones en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia, doctor en arqueología egresado de nuestra Universidad Nacional Mayor de San Marcos y de filosofía en la especialidad de prehistoria y postgrado en la Universidad de Bonn, y otros centros especializados de Alemania, Francia y Suiza, renovó nuestro panorama.

Su libro sobre “Orígenes de los Andes del Perú” es apasionante. Lo leí a vuelo de pájaro pero pude profundizar en aspectos interesantes en una entrevista de mi programa “Huellas del Tiempo”, de PAX Televisión.

No conozco la famosa cueva de Guitarrero, de la Cordillera Negra del Callejón de Huaylas, Ancash, pero he podido penetrar en ella, a través de sus páginas, para sorprender a un remoto habitante masticando unos frejoles (Phaseolus vulgaris) hace más o menos  8.600 años a.C.

Tomás Lynch, que descubrió allí nuestra menestra, cometió una errata involuntaria. No tuvo a la mano la calibración radiocarbónica que ubicó a su lejano protagonista mil años más atrás; dando 9,600 a.C. para el yacimiento nacional más importante por la antigüedad de sus cultivos. Esto resulta un “boom” para la historia de la agricultura andina e incluso mundial, dice Elmo León. Fechados similares como ha señalado  D. Lavallée proceden sólo de yacimientos muy tempranos         

C. Earl Smith analizó otros restos botánicos en la misma cueva identificando por lo menos cuatro plantas  que ya eran cultivadas para entonces. El frejol, la oka (oxalis.sp.), el ají (Capsicum chinense) y el “huachulla” (Solanum hispidum similar a la cocona)  que posee propiedades medicinales.


“Lo impresionante, dice el paleoarqueólogo, es que estas especies proveyeron a los habitantes de esa época (más de 11,000 años) nutrientes e inclusive paliativos medicinales.” El frejol (Phaseolus vulgaris) contiene proteínas y sus vainas benéficos efectos antidiarreicos y hasta diuréticos. Por parte de la oka les proporcionó carbohidratos sumados a un alto contenido de fósforo. El ají, además de un alto contenido de caroteno tiene propiedades diuréticas.           

De alllí que Smith y Kaplan sugieran que los ensayos e inicios de la domesticación de estos y posiblemente otros cultivos, pueden ser más antiguos de lo sospechado por lo milenario de este tipo de conocimiento en los Andes.

Aparte de estas especies hace 8,500 atrás, aproximadamente, se incorporaron a la dieta de la gente que habitó el lugar la Cypella peruviana, una especie de rizoma, que ya no se usa y la Pouteria, es decir la lúkuma. La ingesta de esta fruta, además de calcio, proteínas, ácido ascórbico y hierro, les proporcionó fósforo. También cabe mencionar que posiblemente corresponde a esta época la domesticación del olluko (Basellacea).

Poco después, en los inicios del noveno milenio a.C. se presenta la introducción del  pallar y la calabaza. El pallar tiene una gran cantidad de aminoácidos. Igual importancia se concede a la calabaza (Cucurbita sp)  cuyos frutos y semillas tienen varios aminoácidos, vitaminas A y B, grasas, minerales y azúcares. No hay que olvidar que ella es un antipirético natural que reduce la fiebre entre otras virtudes como ser antidiarreica  y cicatrizante.

La cueva de Guitarrero resulta una caja de sorpresas, porque en ella se ha encontrado también pakay (Inga.sp) y mazorcas de maíz, de otra época; o sea que fue muy visitada.

Sobre la margen izquierda del río Nanchoq Tom Dillehay y su grupo, Jack Rossen y Patricia Netherly localizaron una de las más antiguas culturas Paiján, en los límites de Cajamarca y Lambayeque. Con un fechado entre 1067 a 1085 años a.C dedujeron que sus habitantes ya estaban experimentando la horticultura.             

Expertos en botánica descubrieron restos de calabaza (Cucurbita sp), maní (Archis hypogaea), quinua (Chenopodium quinoa) ciruela (Bunchiosia armeniaca), entre otros frutos y tubérculos como la yuka que sugiere una vinculación con la amazonía.

Por hallazgos realizados en Telarmachay podría pensarse que hace 6,000 años a.C se habría preparado una pachamanka, aprovechando la presencia del fuego. El hombre todavía no lo creaba ni manejaba pero sí comenzaba a utilizarlo cuando caía. Se sabe que las mujeres del norte hicieron un intento para cocinar sus alimentos poniéndolos en calabazas donde después echaban piedras calientes. La memoria de esas prácticas llega a nuestros días con el “pari”, de carnes hervidas y papa seca que se sirven con pequeñas piedras calientes. 

En el Perú hay mucho por investigar y cuando el doctor Elmo León dice que, por los huesos devueltos al Qosqo por la Universidad de Yale, se puede saber de cuáles suyus llegaron los peregrinos al gran santuario, sentimos que tiene mucho que aportar al estudio de nuestra historia desde la prehistoria.

¡Es una suerte contar con un paleoarqueólogo tan calificado que nos dará más sorpresas!

Alfonsina Barrionuevo

domingo, 29 de noviembre de 2020

 LAS GUAGUAS DE PAN

En este año, 2020, la pandemia del virus Covid/19 canceló todas las festividades que se celebran en el mundo en distintos meses. Quepa el recuerdo de Todos los Santos con el consabido abrazo dando apertura a la alegría de festejar a la vida. Esperemos que en el 2021 los manes de nuestro querido planeta nos permitan retomar los días de gloria.     

Arriba el primero de noviembre y en el Qosqo el aire se carga con un olor a pan. Es un día que acuna en sus brazos tempraneros a miles de gaguas de pan y caballitos enjaezados como si fuera a salir al galope. Muchas fechas del calendario han perdido validez por decisión de los gobiernos. Se fueron empalideciendo hasta que se borró su recuerdo entre los días obreros entregados a la producción.

Tres días de carnaval, por ejemplo, de corsos y bailes en las ciudades, con chisguetes, serpentinas, globos, pica pica y agua de olor, que relajaban las tensiones, pasaron a cuatro sábados y a veces todo el mes recibiendo baldazos de agua servida y huevos y globos rellenos con agua colorada. El rey Momo no fue destronado, simplemente barrieron su trono del calendario.

Sin embargo hay tradiciones y costumbres extranjeras que llegan y se asientan. No sería extraño que siguiera cobrando vuelo el ‘halloween’ en nuestro territorio. Ya está aquí. Se esboza la noche de brujas que vuelan en escobas mágicas y pasan delante de la luna luciendo sus puntiagudos sombreros. A muchos les agrada la costumbre norteamericana de convertir los inocentes zapallos en cabezas con ojos y boca que se iluminan por dentro. Aunque no llega a prosperar se encuentra en algunos barrios pandillas de mocosos pedigüeños que tocan en esa esa noche las puertas de las casas recolectando caramelos y galletas o  dejando inscripciones ofensivas con tiza o carbón si no les abren.

Felizmente, aún celebramos Todos los Santos. ‘La alegría de estar vivos’. ¡Qué lindo! ¿No es una suerte ver al sol coqueteando en la ventana, asistir al momento en que se abre una flor, al silbo de un pájaro prendido en las ramas de un árbol?

El Día de los Santos es el día de ‘todos’, hombres y mujeres, desde que vinieron de Europa los curas doctrineros y comenzaron a registrar el día del nacimiento de las personas de esta tierra, cobrando el servicio. Los varones de las comunidades y pueblos eran bautizados según el calendario gregoriano aunque fuera con nombre de mujer si les tocaba nacer en el día de una vírgen o santa de acuerdo al día en que habían llegado al mundo. Si los hombres lo hicieron en el día de una virgen, aunque no les gustara porque era desdoroso para su sexo llamarse Carmen, Natividad o Mercedes. 

Un Paspa escogió el primero de noviembre para recordar a los santos que no eran conocidos con los demás. Desde entonces Todos los Santos se convirtió en una tradición. En el Cusco, Puno, Apurímac, Arequipa, Junín, Ancash y en otras partes del Perú las panaderías se afanan para crear un regalo colectivo, las guaguas. Las t’anta guaguas de pan-. En realidad  graciosas guaguas de harina flor o integral  que se confeccionan de varios tamaños. Las más bonitas con mascaritas o caretitas de yeso que se modelan en Puno. También se hacen en Sicuani, en el propio Cusco y Arequipa, pero los alfareros del altiplano las producen en cantidades industriales y las llevan de un sitio para otro.

Las pequeñas cuestan menos, las medianas un tanto más y las grandes son un lujo, hechas a pedido. La careta va enmarcada por la graciosa gorra de encajes típica de las criaturas de pecho. Como ellas las guaguas de pan están, waltadas, es decir fajadas. La masa se aroma con esencia de vainilla y lleva también unos granos de anís.

De esta tradición me habló Juana Peñalva Soto, quien abrió los ojos junto al horno de sus padres, Remigio Peñalva y Melchora Soto en la calle de Tres Cruces. Sus abuelos Gabino Soto y Antonia Consueta, igual que sus bisabuelos dedicaron su vida al mismo quehacer en su horno de la calle Belén. De allí salían los esponjosos panes de yema, los cachitos dorados, los bizcochos con pasas, las rejillas de leche, los blindados de dos tapas, las marraquetas, los panes de tres esquinas y los chancay de cáscara tostadita. Más de cien años sobre las bateas donde la masa burbujea al madurar después del batido para convertirse en bollos de diferentes tamaños.

‘La antigua guagua se preparaba con borra de chicha, harina de trigo oscuro y agua con azúcar rubia, para la gente de pueblo y las niñas las llevaban a la espalda en su liklla o manta’, explica Carmen Oliart de Ochoa. Se dejaba fermentar y luego se mezclaba con un poco de manteca y huevo. Se frotaba o se amasaba. Se dejaba madurar otra vez y se modelaban las guaguas para las mujercitas y siempre los caballos para los varoncitos. Para sus ojitos que son negros se mezclaba un poco de masa con hollín, sólo como adorno. Cuando es individual no es muy grande y lleva un palito de carrizo de la cabeza a los pies para que no se rompa.

En Cusco las guaguas de fiesta son de almendra y castaña, rellenas con manjar blanco y  adornadas  con flores de mazapán, chocolatillos y encajes de crema chantilly. Como es una -recién nacida- en algunas casas, varias familias se organizan para celebrar -el bautizo-. Se señala una pareja para que sean los padres, otra para el padrinazgo. Ellos tienen que hurk’ar, o sea comprometer a parientes y amigos para que las reuniones sean alegres y se mandan imprimir vistosos capillos con textos jocosos.

La guagua recibe un nombre que puede ser ‘María Todos los Santos’, ‘Juana Todos los Santos’ u otros con frases picarescas alusivas a la fecha. Un cura de mentirijillas se encarga del bautizo en broma, con las risas de los concurrentes como colofón, parodiando  con mucha gracia la ceremonia religiosa, dice doña Rosa Yáñez de Cabrera.

En el texto de un –capillo- puneño figura lo siguiente: ‘Trini Todos los Santos Comamos/ nació el 1º de noviembre./ Al  ritmo del casarasiri/ se bautizó en una noche estrellada al son del saxofón/ asistiendo el señor cura, la madre y diez desnaturalizadas/ madrinas, las chicas del 69´.

´Los compadrazgos eran tomados muy en serio y establecían un vínculo pintoresco que duraba toda la vida´, comenta Mario Polar, escritor y político arequipeño. ‘Había guaguas tan grandes que medían hasta un metro’, agrega el escritor puneño Enrique Cuentas Ormachea. ‘Recuerdo que algunas tenían las manitas y los pies de yeso con un pastillaje bellísimo’.

Para ese día se suele preparar también un chanchito de leche o mamón todavía, que es único por la ternura de sus carnes, que sale de los hornos para el té. Los de Huarocondo, Anta, en el Cusco, tienen mucha demanda por la forma de condimentarlos, secreto que pasa de madres a hijas.

Se acostumbra servirlo a los invitados con un vaporoso tamal. Al terminar el plato se sirve una copita de anisado para -matar al chancho-, una copa de vino tinto o el famoso té pìteado, té floreado con pisco. Vienen los brindis y se reparte la guagua que es recibida con aplausos. Luego, los músicos afinan sus instrumentos y comienza el baile hasta el amanecer.

Los ´bautizos´ de Todos los Santos dieron lugar, como rama colateral la hechura,  al lado de la t’anta guagua, de la pasta guagua de maguey. La más colorida y bella  salía de las manos de Hilario Mendívil, el famoso imaginero del barrio de  San Blas, Cusco. Igualmente para esta fecha en Ayacucho las hacía Joaquín López Antay, el celebrado retablista de Ayacucho, las hacía a su estilo. Son un recuerdo de un buen festejo. En la espalda que es blanca suelen firmar los concurrentes.

El dos de noviembre se recuerda a los seres queridos que viven ´otra vida en los jardines de Dios. donde nunca graniza, ni llueve, ni hay sequías´. En muchas partes se tiende una mesa con los manjares que más les gustaron en vida, puede ser en el cementerio, en la iglesia o en la casa. En las ciudades y pueblos andinos hay una gran concurrencia para evocar a los seres queridos.

Alfonsina Barrionuevo

domingo, 22 de noviembre de 2020

 

MEMORIAS DEL TRUENO

En el mundo andino tenemos a K’aqya, ‘el del labio partido’ porque su grito es sibilante, Illapa o Chuki illa, que son lo mismo en el Qosqo, es decir el trueno, el rayo y el relámpago, se aprecia como ´el resplandor del sol´. En otras partes se llama Libiak y Katekill. Su rango es grande, porque son fenómenos naturales que sobresaltan por el ruido y sus reflejos en el horizonte en días oscuros, cuando las nubes parecen preñadas de hollín.

Brian Bauer encuentra que existieron hasta dos templos del trueno en el Qosqo imperial. Si examinamos los que se mencionan más abajo pueden ser hasta cuatro. El anunciador de la lluvia era tan importante que estuvo en el Qorikancha. Debe ser porque a más de 3,000 metros sobre el nivel del mar su estruendo se presenta con frecuencia en tiempo de lluvias. Su sonido estremecedor, sus resplandores y las brillantes desgarraduras de los rayos siempre cautivaron la atención de los habitantes que viven en lugares muy altos.

Inti illapa quiere decir ‘el trueno del sol’, el cual estaba puesto en unas ricas andas de oro. Pachakuti Inka Yupanki manifestaba que era su Guauque, es hermano y lo tenía en su casa o palacio de Tococache, donde queda el barrio de San Blas ‘y hacíanle gran veneración… en la misma casa o templo… (donde) estuvo el cuerpo del dicho Inca Yupanqui…’

Aasaypata habría sido otro templo del trueno por lo que escribe Polo de Ondegardo. La tercera waka del octavo seqe del Chinchaysuyu ‘era una fuente llamada Aasaypata, que estaba junto a donde es ahora la casa de Cabildo, en la cual decían los sacerdotes de Chuncuilla ´que se bañaba el Trueno… y fingían otros mil disparates´ (Allí hay una modificación de Cobo que le pone Aacaypata, pensando seguramente en la plaza. Aasaypata habría estado en una residencia imperial, pues el licenciado, dos veces corregidor de Qosqo, indica en párrafo aparte que la quinta waka ‘…era un buhio llamado Coracora (herbazal, dice Jorge A. Lira)…en que dormía a vecex Inca-Yupanqui que ahora están las casas del Cabildo……´

En la gran plaza principal, Hauqaypata, estaba Q’asana, la residencia de Wayna Qhapaq, tan grande, que tenía un manantial en el cual también se bañaba el trueno. Polo de Ondegardo lo reseña. ‘La quinta guaca del sexto seqe del Chinchaysuyu ‘era el palacio de Guayna Capac llamado Cajana, dentro del cual había una laguna nombrada Ticcicocha, que era adoratorio principal…’

‘Alcancé mucha parte de las paredes, que eran de cantería ricamente labrada…, que mostravan haver sido aposentos reales y un hermosísimo galpón, que en tiempo de los Incas, en días lluviosos, servía de plaç(z)a para sus fiestas y bailes…’’’dice el Inka Garcilaso. ‘Era tan grande que muy holgadamente pudieran sesenta de a cavallo jugar cañas dentro en él.’

Doña Marcelina Loayza decía que, ‘en una comunidad del Valle Sagrado, donde hay un manantial, la gente aseguraba que se bañaba el trueno.´ Sucedía cuando, después de retumbar en el cielo, caía el rayo junto a sus aguas y las iluminaba.  Es la mentalidad andina, plena de poesía.

En las alturas se puede ver diferentes fenómenos naturales en un espacio extendido entre cerros y abras. La perspectiva es magnífica. En un extremo, lloviendo. Un poco más allá sol, abriendo su linterna. Siguiendo en el mismo sentido truenos y rayos. Al centro, viento fuerte y, más allá, cielo nublado. Este triple o cuádruple espectáculo no se puede ver en las grandes ciudades que están a menor altura y con el espacio tugurizado.

Continuando con el trueno. A mediados de junio de 2011, Rina Vargas Uscamayta, guía oficial de turismo, visitó a mi pedido Huch’uy Qosqo, en las alturas de Calca. Al conversar con Mauricio Quispe Inquiltupa, de la comunidad que cultiva las áreas circundantes, le manifestó que el verdadero nombre del grupo arqueológico es K’aqyakawana Ayllu, ‘el mirador del trueno”. Víctor Angles, en su libro ‘Historia del Cusco Inca’, cita el mismo nombre cuando se refiere a Huch’uy Qosqo. Así debe ser.

Cuando Betanzos alude al peñol adonde se retiró el Inka Wiraqocha con su hijo Urko lo llama exactamente: ‘Caquea Xaqui xaguana’ como creyó escuchar y, si bien su qechwa no era excelente, le sirvió para comunicarse.

El nombre se debe a que, en tiempo de lluvias, se contempla desde allí una cantidad de truenos y rayos que revientan al frente, en la otra banda del río.

Sabiendo que el rayo rompe rocas al caer se puede conjeturar que el templo del trueno de Machupiqchu, una gran piedra o wanka, fue partida en dos por un rayo. Se puede ver en un pasadizo en el mismo espacio donde está el del cóndor.

Al abrirse la roca quedaron dos puntas majestuosas hacia arriba, como un grito y el trueno, según el habla popular, es k’aqya, porque tiene el labio partido. Los arquitectos inkas las aseguraron con cercos de piedra pulida, para que no se deteriorasen o destruyeran, con el tiempo.

Alfonsina Barrionuevo

lunes, 9 de noviembre de 2020

 

VALLEJO ANDINO

Claro que Vallejo es andino, como toda la gente del Perú. Otra cosa es ser de mayor o menor altura desde el nivel del océano. Los Andes están en nosotros corriendo en ríos en nuestra sangre, formando mesetas en nuestra piel, vuelo de cóndores removiendo nuestros cabellos, avizorando los abismos arriba y abajo en nuestros ojos.

Vigas de mineral en nuestros huesos.

Los Andes son como una sombra hecha de luz en nuestras neuronas. Andinos, salud por la gracia de Dios y de la vida.

Efraín Chevarría Huarcaya lo sabía cuando tradujo ‘Los Heraldos Negros’ de César Vallejo, el gran poeta de la Humanidad al idioma de las nieves, el mar y la omagua o selva. La suya fue la primera traducción en las voces maternas antepasadas y encajó perfectamente. Lo recuerdo sumamente gentil en su oficina de turismo, la primera en el Qosqo, orientando a los escasos viajeros que llegaban para llenar sus ojos de Machupiqchu.  Grandioso Efraín que escribió un primer libro de impresiones del santuario Inka. 

Llegó a casa con un poema extraordinario y su palabra sobredimensionó nuestro departamento del jirón Moquegua en el mismo corazón de Lima. Yo sentía como si me fuera reduciendo a la estatura de una hormiga:

Kanmi llaki kay pacha kausaypi,… ancha llak …

¡Manan yachayta atipanichu!

‘Hay tanta pena, tanta tristeza en este mundo… que no lo puedo entender!

Hay golpes tan fuertes en la vida ¡Yo no sé!…

Cómo podría yo sentirme ante el dolor de la Humanidad.

Dejé mi envoltura de hormiga:

Kanmi llaki … kay pacha kausaypi … ancha llaki

No quise pasar de allí para no convertirme en polvo. Parecía que César Vallejo escribió en qechwa y lo tradujo después al español.

Va el poema completo. Quizá alguien quiera traducirlo sin peligro.

 

Alfonsina Barrionuevo

 

YANA CHASKIKUNA

Kanmi llaki kay oacha kausaypi, ancha llaki

¡Manan yachayta atipanichu¡.

Hanaq Apuq cheqniynimanta hina; paykunaq qayllayninpi,

Tukuy muchasqanchis q’atan yuyaypi qochachakunman hina

¡Manan yachayta atipanichu¡.

Kankun, pisin kankupas...  Ima phina uyatapas

Ima seq’a wasatapas q’ellachankun.

Icha aukawamink’akunaq salqa uywanchu;

Icha wañupa yana chaskinkunachu

...Wañuypa yana chaskinkunachachu.

 

Munaspa Hanaq Apukunaq ukhu urmasqanmi,

Khuyasqa iñiy kay pachapi sarunchasqa.

Yawar phallchaq llaki, mayqen q’onchapunkupi ruphaq

T’antanchispa t’ohayninmi kanki.

 

Runari, waqcha, ancha waqcha. Ñawinta kutirin,

Rikranchis hawanmanta t’aqllaspa hina;

Waq’a ñawinta kutirin, tukuy qausasqataq

Hucha p’uitu hina, qhawayninpi quepan.

 

Kanmi llaki kay pacha kausaypi, ancha llaki

...¡Manan yachayta atipanichu¡

domingo, 1 de noviembre de 2020

UN APU CON CAMPANILLAS 

Recordando a Arequipa.

Al Misti le toman las pulsaciones de vez en cuando con una computadora y su imagen entra en el internet con sus hermanos, el Chachani y el Pichu Pichu. Hasta ellos ajustan su existencia a las nuevas conquistas tecnológicas. No le crecen barbas porque siempre fue un volcán lampiño, aunque a veces se ponga un casquete de nieve para recibir piropos de las quinceañeras. Pero sigue siendo el cerro tutelar del valle gentil, aunque sea menos verde y más poblado.

Los españoles llamaron a su valle esmeraldino Arequipa, porque no podían pronunciar su singular nombre aimara, Are Qepau, “el Valle de la Trompeta Sonora”, debido a los ruidos subterráneos que el volcán producía cada vez que lo remecía. Que se sepa Arequipa fue siempre un valle de temblores. Sin embargo, los españoles, que desconocían sus antecedentes tectónicos, se dejaron seducir por sus campos sembrados y sus bosques donde se escondían voces susurrantes.



Al llegar no vieron un solo muro de piedra o sea que no estaba habitado, pero eso no les llamó la atención. De haber preguntado un poco se habrían enterado que era un valle ruidoso, con un piso que se movía. Ellos lo tomaron y el 15 de agosto de 1540, el Illán Garcí Manuel de Carvajal realizó las ceremonias acostumbradas para fundar la villa de la Asunción de Nuestra Señora del Valle Hermoso de Arequipa.

A sólo cuatro meses de su vida como villa el rey Carlos V, quien recibió las más halagadoras referencias sobre ella, le concedió Escudo de Armas con un río y sobre él un cerro a manera de volcán, entre árboles verdes y encima de ellos dos leones de oro y por orla ocho flores de lis, por timbre un yelmo cerrado y por divisa un grifo con una bandera en las patas que llevaba el nombre del monarca.

Tantas lenguas se hicieron quienes la vieron que Cervantes, el famoso autor de “El Quijote”, alabó su clima primaveral sin conocerla, porque nunca vino. Las canteras de sillar que hay en cantidad proporcionó un material ideal para construir y reproducir al mismo tiempo los follajes que hallaron. La habilidad de los alarifes peninsulares fue secundada por los naturales de origen aimara y qechwa. Estos tuvieron mucha libertad en el trabajo de las fachadas sacras y de sus casonas, colocando entre sus ángeles, flores de acanto y águilas imperiales, sus propios símbolos: el sol, la luna, las estrellas y el signo escalonado al lado de las cabezas de sus kurakas, sus mujeres, flora, maíces, flores de qantu y de panti; así como su fauna, pumas, aves, loros y ciempies.

Hasta el siglo pasado sus habitantes hablaban con orgullo de la “república de Arequipa. Siempre se consideraron aparte. En el virreinato la villa funcionaba con regulaciones propias. Nadie podía construir una casa si no se sujetaba a la licencia de su autoridad edilicia. No se permitía la explotación del comprador, ni aún de mercancías que venían de ultramar, pues estas sólo se vendían después de tasarse y regularse de acuerdo a sus precios. Tampoco, observó el investigador Guillermo Zegarra Meneses, se toleraba que se corrompiese a la juventud dándole entrada a las cantinas: ni que se arrojase a las vías públicas aguas inmundas, escombros y basuras; ni que se abriesen talleres sin comprobar la competencia de los artesanos.

Durante el virreinato la blanca ciudad tuvo una gran población española.  Alrededor de 22.000 habitantes, entre hombres y mujeres, superando incluso a Lima, que llegaba sólo a 19,000 siendo la capital. Por esta razón sus costumbres se parecían más a las de Europa según el testimonio de los visitantes. “Los arequipeños tienen, por lo general, mucho espíritu natural, gran facilidad de palabra, memoria feliz, carácter alegre y maneras distinguidas, anotó Flora Tristán en sus “Peregrinaciones de una Paria”.

La gente principal disfrutaba de un buen status económico. Sus minas  producían oro y plata en Palka y Posko; en las lomas de Atikipa, Pongo y Camaná se criaba bastante ganado mayor y menor. El campo generoso proporcionaba para sus mesas maíz, trigo, cebada, legumbres, tubérculos, y los huertos perfumaban el aire con sus frutales. “Como sus partidos o provincias llegaban hasta Tarapacá, agregó Zegarra Meneses, se beneficiaba con los exquisitos vinos de Moquegua y Locumba y sus afamadas aceitunas y aceite de oliva.”

“Arequipa se proveía a sí misma de cuanto necesitaba por los diversos oficios y artesanías que se practicaban. De sus talleres salían alfombras, frazadas, tocuyos, sombreros, medias, calcetas y toda clase de prendas de vestir, pellones y sillas de montar y se trabajaba con maestría los metales, concluye el estudioso.” Así entró en el escenario de la Historia Virreinal y Republicana, con una personalidad muy definida, como si su clima telúrico hubiera moldeado a su manera los valores de su gente.

Alfonsina Barrionuevo


domingo, 25 de octubre de 2020

 

EL LEGADO CHAVIN

Hace unos años me preocupó (y me sigue preocupando) que se hayan reducido la información de nuestras culturas en los textos escolares de historia. Pensé entonces publicar una serie dedicada a su grandeza. El cuento de Chavin pertenece a esa serie que inicié con muchos sueños. Me encanta haber abordado la construcción del templo de Chavín con todo lo que se encontró allí después de un aluvión que lo cubrió. El diálogo de un señor chavin con su oficial arquitecto hace miles de años es sencillo, como si se hubiera escuchado en un celular de piedra. Pensé como muchos peruanos que las cabezas clavas habían sido hechas para infundir terror. El medico geriatra Fernando Corzo me dio una versión extraordinaria desde su especialidad. Se dio cuenta que mostraban los ciclos humanos de vida. Sobre otros monolitos me pasé días viendo los dibujos de los libros del arqueólogo Cristóbal Makowski. A simple vista parecen jeroglíficos,  quizá hay algo menos complicado pero importante en ellos. El tiempo es un enemigo, siento que en algún momento atropella. Soy afortunada de caminar a la inversa, retrocediendo para capturar sus secretos.

 

LOS MAESTROS DE LA PIEDRA

-Karwa, un día fuimos un pueblo muy grande. Hasta que viajamos buscando un nuevo territorio –dijo el señor.

Desde entonces ha pasado mucho tiempo.

En el camino han quedado huellas de nuestro paso.

Este lugar, entre dos ríos, me parece apropiado para dejar una obra que descubra como fue el medio ambiente donde llegamos.

-¿Qué quieres que haga, padre mío? –dijo el arquitecto.


-¡Vamos a levantar un templo!, exclamó éste con energía, así las gentes que lleguen de otras partes sabrán de nuestra vida, de nuestra fuerza y de nuestro arte.

-Estamos avanzando en los trabajos y este personaje me gusta, -comentó con entusiasmo.

-Lo he visto en mis sueños. Está clavado en la tierra y sostiene el techo de piedra en esta galería subterránea.

Es un guardián y lleva una cabellera de serpientes como distintivo.

Su rostro es fiero con los colmillos que asoman en su boca y el murciélago que abre sus alas en su frente. Sin embargo su  sonrisa es amistosa. Usa pendientes en las orejas como nosotros, collar, brazaletes, faja en la cintura que sostiene el faldellín y tobilleras.

Su brazo que se alza hacia arriba y el otro que señala hacia abajo unen ambos espacios.

¿Karwa, qué me propones para la portada que dará frente a la plaza?, preguntó ansioso el señor al jefe de sus constructores.

-He pensado en columnas circulares con grabados finamente tallados. Encima pondremos una piedra larga. En la parte frontal, como si aguardaran el momento de levantar el vuelo, tendremos una fila de esas águilas que son tan bellas como feroces y otra fila de halcones.

El poderío de sus alas y sus garras es formidable -, fue su respuesta.

-Me gusta la idea Karwa, tú adivinas mi pensamiento -, asintió satisfecho el señor.

-¿Padre mío, dónde estaremos las mujeres que llevamos en nuestro corazón la semilla de nuestro pueblo?-,preguntó Airín, su hija, que entró llevando en una fuente choclos recién hervidos.

-No necesitas la piedras Airin. Ustedes, las mujeres, están en el canto de los pájaros, en el perfume de las flores, en los espejos del agua, en la dulzura de los frutos, en el crepitar de los leños, en nosotros los hombres.-Tienes razón y me gusta ser agua, flor, fuego o fruto.

-Sabes, amigo –le dijo un día el señor  Karwa –estoy pensando que la vida de los hombres siguen el mismo ciclo de la naturaleza.

La pubertad es como la primavera, un florecer;  la juventud tiene el esplendor del verano; la madurez se parece al otoño y la vejez al invierno. Esos ciclos pueden estar representados por cabezas de piedras clavadas en los muros del templo.

¿No te parece?

-Tus indicaciones, padre, conducen  mi mano. Todo lo tienes pensado.

-Esas cabezas de piedra hay que ponerlas de acuerdo a su edad. En el muro anterior las más jóvenes. Ellas recibirán la primera luz del amanecer. ¿Me entiendes, Karwa?

-Sí, señor. Tienen que mostrar un rasgo de ferocidad. Los colmillos del otorongo o jaguar en la boca y serpientes en sus cabellos. La gente que venga de otros lugares a intercambiar productos, telas, cerámicas y adornos de metal debe respetarnos. Quiero que sientan nuestro poder, la energía de los guerreros.

-Te prometo que su vista hará temblar su espíritu. Al verlas sentirán miedo.

-¿Dónde quieres que vayan las demás?

-Ellas estarán en el muro posterior y recibirán el sol del atardecer. Los ancianos representan la sabiduría.

En otra piedra entrara esa terrible criatura de los pantanos, el caimán negro.

-A los escultores no les gustará trabajar al reptil de cuatro patas y mortales colmillos. En sus fauces ¿Recuerdas cómo nos atacaba?

-Ese animal es poderoso y llevará sobre su cuerpo cuanto existía en nuestro mundo. Lo pondremos vertical. En lugar de su larga cola tendrá la de un pez y estará haciendo contacto con el cielo.

-¿Te parece que lleve en la cabeza la brillante estrella que alumbra la noche?

-Está bien, Karwa.


-Será grandioso, exclamó Karwa. –En su piel graficaremos también las aves, las flores, los monos, los caracoles gigantes que dan mucha carne, los peces, las serpientes y también el ají, la yuka, el maní, la calabaza, la achira y los yuyos.

Te traje un regalo Karwa. Están trabajando mucho. Pronto el edificio estará terminado.

-Airin, me gustaría copiar tu hermoso rostro en la piedra, pero no quiero que proyecte terror. Es muy dulce y lo llevo en mi corazón. Te amo.

-Y yo. Cuando termines esta gran obra, formaremos una pareja.

-Los músicos duplican nuestra fuerza con la alegría que hay en sus instrumentos, mitigan la sed, el hambre y el cansancio.

-La música es fuente de energía.

Ellos merecen un espacio sagrado dedicado a su arte.

-¿No te parece, Karwa?

-Creo que has pensado en todo.

-Estoy contento con el trabajo realizado. Cada escultura es un registro de lo que hay en el cielo, la tierra en que vivimos y la que está debajo de los manantiales y los ríos.

Mira Karwa, este grandioso monolito es justamente un señor con sus cetros de mando, que en realidad son dos plantas de maíz.

-Siento que hemos cumplido, señor. Las generaciones futuras de otros pueblos no olvidarán la grandeza de los chavin.

Alfonsina Barrionuevo