LA ESCRITURA INKA
Muchos
se habrán preguntado por qué el khipukamayuq de Wiñay Wayna resultó invitando a
la presentación de mi libro en la Municipalidad de Miraflores. Quise seguir su
línea mágica en una tarde envuelta en resplandores. El ocaso calmo, empozando
el aire por uno segundos hasta que la visión desapareció.
El
khipukamayuq me motivó, sin yo saberlo entonces, para escribir mi libro, ‘Qué
dicen los Khipus,’ y quise que una vez en letras de molde asumiera la
responsabilidad de convocar a los lectores.
En
el 2005 cuando fui a Machupiqchu por el camino inka de tres días a pie lo vi,
con nitidez, casi al terminar el recorrido. Debo aclarar que nunca más me ha
ocurrido nada semejante e inesperado. Estaba
muy lejos, delante de un cerro del
sector de Wiñay Wayna, con un unkhu o túnica de oro que destellaba al
sol del atardecer. Entre sus manos y mostrándolo agitaba un enorme khipu,
también de oro, para llamar mi atención. Como era lógico mi guía no pudo verlo.
Su mensaje era solo para mí.
Me
pregunté entonces qué buscaba el extraño personaje. En el 2011 se cumplieron
cien años de la apertura del famoso santuario y creí que eso debía ser y
escribí el libro ‘Templos Sagrados de Machupiqchu’, investigando y atando cabos
en los conocimientos de varias comunidades campesinas, que me permitieron ubicar
unas quince wakas. Pasaron unos años y sentí
en mi interior que aquel no era su deseo y volví a pensar qué quería el
misterioso escritor de hilos y ñudos.
Creo
que el presente ensayo, sobre el Khipukancha, los khipukamayuq y sus escritos
en cordeles, responde a su pedido.
En
su desarrollo he optado por un punto de vista inédito, dentro del marco de la
mentalidad andina, dejando de lado la occidental, para intentar la
reinterpretación de hechos y versiones que los cronistas acomodaron a su
beneficio y a la óptica de la Corona española y sus representantes en América.
Por
tiempo innumerable se ha sostenido que los khipus servían solo para hacer
cuentas, sumar, restar, dividir. Sin embargo, existieron otros en el Qosqo, a
los cuales llama históricos Raúl Porras
Barrenechea. Esos khipus constituían una modalidad propia de escritura para
conservar memorias relativas a la vida de los Inkas y a cuanto sucedió en sus trescientos
años de gobierno aproximadamente.
En el
mundo, en museos, archivos y colecciones privadas existen, según los estudiosos, alrededor de
novecientos y tantos khipus. Según ellos no hay uno solo inka y en su totalidad
son contables. En el caso de los históricos se mantiene su misterio y no se
puede encontrar una clave para descifrarlos porque no se ha hallado ni un
ejemplar. Los khipus de escritura que alcanzaron a ver los cronistas se
quemaron por peligrosos a partir de 1583 por acuerdo del Tercer Concilio
Limense.
Pero,
se puede saber qué dicen los khipus. Los españoles que llegaron a nuestro
territorio no sabían de su existencia. Arrasaron el Qosqo y llegado un momento,
aún el siglo XVI, recurrieron a los khipukamunayuq, ‘los indios viejos’, para
recoger un rico y vasto material. Ellos les dictaron leyendo en sus cuerdas y khipus los
acontecimientos pasados en cientos de
años atrás. En los manuscritos se encuentran sus testimonios para quienes
quieran extraerlos de la interlínea de sus crónicas.
Espero
que al fin los khipukamayuq sean considerados como maestros de una escritura
‘sui generis’ y propia del Perú, expertos de khipus en la confección y el manejo de los archivos del Khipukancha, el mismo
que fue destruido por los usurpadores. Al referir su contenido los
sobrevivientes salvaron una importante información del Tawantinsuyu.
Anhelo
que un día las calles de la antigua ciudad emperadora, por lo menos aquellas
que corresponden a la cabeza, el cuerpo, las patas y la cola del puma cusqueño,
lleven placas con el nombre de los santuarios que Pachakuti Inka Yupanki
diseñó, dentro de la silueta del felino. Será interesante que sus habitantes conozcan
desde su niñez dónde quedaban las wakas o sitios sagrados del sol, la luna, las
estrellas, el agua, el viento y el granizo, entre otros, que marcarán n
sugestivos circuitos a miles de visitantes.
Alfonsina Barrionuevo