domingo, 26 de agosto de 2018



EL EMBRUJO DE TOMAYQUICHUA     
                        
Había en Tomayquichua un dulzón olor a chirimoya. Dicen que es la fruta del amor. Allá la vincularon a Ricardo Florez, pintor limeño a quien sedujo su aroma, echando raíces en el lugar para toda la vida. Fui a Huánuco para entrevistarle y me encantó su casa-estudio suspendida prácticamente sobre el río. Un paraíso natural de cerros floridos, agua musical y el verde vivo de sus ramadas. Fue una oportunidad para conocer la casa ‘donde nació’ Micaela Villegas, la actriz que fue amada por el virrey Manuel de Amat y Juniet. En realidad ni siquiera salió de Lima. Pero así decían de una quinta señorial de arcos que miran a la campiña, entre geranios. No se sabe de dónde viene tal historia pero es uno de los atractivos que atrapa a los viajeros.
Imagen relacionadaSaliendo de Lima tuve que vencer los obstáculos de una trocha accidentada, pasar por Ticlio a una altura que zamaquea el corazón, ascender hasta Cerro de Pasco y seguir viendo un pequeño torrente que va saltando de piedra en piedra hasta convertirse en un río majestuoso. Al terminan, frente a Quicacán, se encuentra Tomayquichua, perezosamente cobijada en el seno redondo de una loma. La rodean montañas habitadas por aukillos míticos, con arboledas de tara, de maguey, de sauce y eucalipto. En el aire flotan aromas de durazno y sobre todo de chirimoya. 
Además de ser la tierra de doña Isabel de Herrera, abuela de Santa Rosa de Lima, su fama de mujeres hechas para el amor viene al parecer de la decisión de  Ricardo Florez de vivir allí. Piel dorada por el polen del día. Ojos pícaros y reilones, con ángel, labios carnosos, invitadores, sonrisa llena de misterio, a lo Gioconda. Crenchas perfumadas, aire que se recreaba en su talle hecho para el goce y la maternidad. No se sabe por qué resortes mágicos hechizaba en complicidad con un paisaje embriagaba. Toda la aldea respiraba poesía y erotismo.
El escritor Enrique López Albújar afirmaba que fue una hermosa hija del pueblo quien logró capturar las miradas del artista, aunque él dijo que no. Lo enamoraron los atardeceres con sus crepúsculos incendiados que fue trasladando durante su larga existencia a los lienzos con una técnica muy bella, el puntillismo, que era muy admirada en Lima cuando enviaba sus cuadros para exhibiciones.   
El escritor estuvo mucho tiempo en Huánuco y fue amigo de don Guillermo Durand, padre de Monseñor Ricardo Durand y cuñado del pintor. Conoció los desesperados esfuerzos de la familia por devolverlo a Lima. Su hermana hasta vendió su fundo sin lograrlo. Así se fue tejiendo la trama de su novela, “El Hechizo de Tomayquichua”.

“López Albújar escribió que me atrapó en sus redes amorosas una mujer, pero confieso que fue su cielo de turquesa y sus colinas de matices cambiantes con parajes de inspiración inagotable”, me dijo Ricardo Florez.
Lima le asfixiaba. Nació en la antigua calle de Matajudíos y dejó Lima porque le asfixiaba. Debió ser médico como su padre, hombre de campanillas que fue Decano de la Facultad de Medicina de San Fernando y Ministro de Educación en tiempo de don José Pardo., senador por Huánuco y el peruano que trajo el primer automóvil desde Francia.

Imagen relacionadaSegún declaró estuvo en su infancia en Quicacán, la hacienda de los Durand, trepando árboles y cazando pajaritos. Cuando dejó la universidad se dedicó de lleno a la pintura. Su primer maestro fue Teófilo Castillo, el inolvidable autor de “Las Calesas”.
Podría haberse quedado en Lima recibiendo aplausos de la crítica. Podría estar en París alternando con otros pintores. Pero, prefirió la paz aldeana de la tierra fragante de los chirimoyos. Árbol emblemático del pueblo, de posturas plásticas, sugerentes, femenino hasta en el tamaño, de madera aterciopelada, de ramas curvas y laxas, a manera de piernas y brazos.
Sus hijas María y Rosa estaban con él en Waytawasi, a media cuadra del río y a unos pasos de un puentecillo colgante que parecía de hilachas. “Esa casa de Molino Ragra será un día buscada por los turistas,” comentó el doctor Carlos Showing. “En ella comenzó la historia de su embrujo que, falso o auténtico, pertenece al patrimonio del pueblo.” Tanto la Perricholi como él multiplican los atractivos de la tierra edénica que una vez se hizo mujer para privar la libertad del gran puntillista en la más bella de las cárceles.
En los cerros hay una alegre procesión de lilas y azules, un contraste de rojos carmesí, llamaradas de oro. Contraparte de lejanas campanas y gorjeo de pájaros peregrinos y un aroma afrodisíaco que penetra por los poros y acelera los latidos, desbordando ocultas y profundas pasiones. Ansias de vivir, de amar y ser amado.
Alfonsina Barrionuevo

domingo, 19 de agosto de 2018


LAS AQLLAS DE GUAMAN POMA

Guamán Poma habría nacido en 1534 el mismo año en que se destruyó el Aqllawasi. No existe relación entre el niño de Suntuntu, Ayacucho, y el famoso monasterio de las vírgenes del Sol. Sin embargo parece que es el único cronista del siglo XVI que llega a revelar algo nuevo, quiénes fueron las aqllas que ocuparon la fabulosa residencia del Inti K’iqllu. El Inka Garcilaso recibió en España una buena información de sus parientes inkas pero muy breve por la lejanía.
Tenía que ser el cronista caminante quien recogiera por 1562 y más adelante mayores datos sobre las mujeres escogidas. El imponente muro de piedra pulido con primor fue lo único que quedó de la residencia donde cobijaron su vida y sus sueños las más hermosas doncellas del imperio. Las jóvenes aqllas se ocupaban de labores especiales como hilar los suaves vellones de los camélidos del Sol y del Inka, tejer telas finas con diseños inspirados o bordarlas con hilos de colores, para que fueran ofrenda del Apu Inti, el astro radiante.

Ellas se esmeraban también en la confección de prendas reales, bandas para el llautu y la maskapaicha, los unkhus o túnicas, las yakollas o mantos y las  ch’uspas que el Inka usaba una sola vez. Es curioso pero los cronistas españoles abundaron más en comentarios sobre las mamakuna, mujeres que se parecían en sus funciones a las madres superioras, comendadoras, prioras y abadesas de los conventos de Occidente. La palabra mamakuna que no aplican bien,  plural de mamay, fue sugestiva para ellos. Se trataba de mujeres maduras, seguramente aqllas que por su edad llegaban a ser matronas, destinadas a regentar  diversas secciones que existieron en el Aqllawasi.

Las vírgenes tenían que ser del mismo rango del monarca reinante porque solo ellas podían preparar ‘la ropa para el Sol porque se consideraban sus hijas’ y por lo mismo se les atribuía una castidad.  Las demás podían retirarse de su encierro y casarse si lo deseaban. Otras, de la familia de los Inkas de privilegio, se dedicaban al servicio de Mama Killa, la luna, las estrellas Ch’aska y Chuki Illa, el Trueno; mientras que las procedentes de los kurakazgos se encargaban de atender a las momias de los Inkas y Qoyas difuntas cuando las llevaban a la Haukaypata.

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En el caso de las primeras ingresaban a los cuatro años de vida, lo cual resulta exagerado porque es una edad de crianza. Ellas podían responder a la denominación de vírgenes. Pero en el mundo andino el concepto de virginidad no existía y el sexo no era tabú. He preguntado a quienes dominan el qechwa qué quiere decir aqlla y me dicen que el significado se ha perdido en el tiempo. ¿Será de algún modo equivalente de virgen? Sería muy forzado adjudicárselo.
Los escritos de los inquisidores de la pluma y el tintero fluctuaron siempre entre lo  posible y lo absurdo. No se sabe cómo obtuvieron las declaraciones sobre las aqllas, pero mucho provino de la invención. Vale la pena repasar sus páginas para tener una idea general de cómo carburaban sus relatos. Santa Cruz Pachakuti decía que las  yuraq aqlla y wayrur aqlla, vírgenes de las panakas inkas, eran asignadas a Wiraqochanpachayachachiq; y las pako aqlla para esposas de los Apukuna. Vásquez de Espinosa afirmaba, sin calcular el espacio, que en el convento habitaban hasta quinientas aqllas que eran hijas de nobles e inkas de privilegio. Pedro Gutiérrez de Santa Clara indicaba un detalle, como si lo hubiera visto, que las kayan warmi y  wayrur aqllas llevaban cinta en la cabeza y lliklla o manta prendida con un tipki de oro y plata. Polo de Ondegardo señalaba antojadizamente que ciertas aqllas esperaban en un recinto aparte el momento en que iban a ser sacrificadas en una qhapaq qocha. Miguel Cabello de Valboa aseguraba sin base alguna que los tukuyrikuq, fiscales de puna, escogían y llevaban a las más bellas al Qosqo, aunque ese no fuera su papel. Según el mercedario Martín de Murúa las vírgenes eran confiadas a indios viejos  de belfos y narices mutiladas.

Guaman Poma no se quedó atrás resultando desmesurado si se le compara con los cronistas, al  presentar doce jerarquías de aqllas, a las que saca de su solar exclusivo y las  desparrama por los campos. En el Qosqo estuvo un buen tiempo y siendo un conversador ingenioso no es de extrañar que al inquirir sobre las aqllas lograse reunir datos más precisos. Las wayrur aqllas, escribió en su crónica, servían al sol, la luna, las estrellas y al trueno; las wayrur sumaq aqllas se dedicaban a las wakas principales;  las sumaq aqllaq katikin, hilaban y tejían la ropa para las ofrendas a las wakas mayores;  las aqlla chaupi katikin  sumaq aqllas se ocupaban de las wakas menores. El resto de las aqllas, -las panpa ‘sirueq’* que se repartían en todo el reino  englobaban  a las  llamadas aqllas, cuidadoras de llamas, las chaqra aqllas, vírgenes que atendían las sementeras o servían en los tambos. Los lectores creerán que el cronista andino pecó de ignorante, pero Guaman Poma, que tuvo el qechwa como idioma materno, sabía quiénes eran las aqllas. No podía haber vírgenes del Sol que cuidaran rebaños de camélidos en las panpas ni que vigilaran los surcos, pero sí probablemente mujeres experimentadas en esas actividades que fueron muy importantes por el agro.

Los cronistas citaban a nivel general que en el Aqllwasi se preparaba la chicha sagrada o aqha de maíz, y se amasaba el sankhu, panecillo del tamaño de una manzana, que se comía con gran unción en el Inti Raymi y otras festividades. La vida de las aqllas transcurría en un vaivén de servicio y de paz que alimentaba su corazón o apagaba sus hogueras. Tras el umbral de su retiro se ocultaba el misterio. 

Alfonsina Barrionuevo

domingo, 12 de agosto de 2018


SANTA LUZ EN AREQUIPA  

El espíritu del ayni inka o de ayuda para quien lo necesita sigue vigente. Miles de peruanos que están en el extranjero envían mensualmente dólares o euros a sus familias para que puedan mantenerse, comprar medicamentos, estudiar, etc. A pesar de la lejanía no se ha perdido en ellos el espíritu solidario. Pero nadie pensó que podía recurrir al ayni la mismísima Madre de Dios para llegar a uno de sus pueblos ignotos y volver después de un terrible accidente. Son los designios del Señor. Este tipo de ayuda que actualmente subsiste permite que miles de provincianos efectúen en Lima una serie de actividades para dar a sus pueblos de origen luz eléctrica, agua, locales comunales y otros.

Lo he visto en Cotahuasi, provincia de Arequipa, que tuve la suerte de recorrerla durante once días, en un ochenta por ciento a 4,000 metros sobre el nivel del mar. Sus comunidades se dedican a la cría de camélidos por la altura. Antiguamente en las épocas de frío bajaban hasta la costa y retornaban al anunciarse tiempos mejores. Pero, los españoles usaron extensiones intermedias para su ganado bovino y ovino y desterraron definitivamente a las alpakas y sus pastores a la puna.
Uno de sus pueblos principales es Alca o Alka y fue mi punto de partida para grabar un documental: “Los Ojos del Diablo”. Viajé con David Morán,  camarógrafo, teniéndola guía de un hijo del lugar, Fernando Polanco. Un recorrido riesgoso a pie y a caballo. Saliendo de la estancia donde nos cobijábamos a las cinco de la mañana y llegando a la siguiente a las doce horas. La oscuridad después era tan densa que no podíamos distinguir nuestras propias manos.

Resultado de imagen para virgen de alca arequipaFue muy interesante caminar kilómetros interminables, subir empinadas escaleras de piedra, pasar por bosques alucinantes de roca y conocer la panpa donde brotaba agua hirviendo a lo largo de ochocientos metros aproximadamente. Al arrojar de sus profundidades un polvo calcáreo se acumulaba en punta semejando una especie de volcancitos y el agua rojiza por el hierro formaba, al contacto con el ambiente helado, una nata rojiza. A eso los comuneros le llaman “los ojos del diablo”. Realmente espeluznante y cuando hay niebla al amanecer parece un conjunto avernal de pupilas sangrientas.
He escrito varios artículos sobre este viaje pero lo que más me llamó la atención fue el afán de los hijos de Alca que están en Lima de proporcionar a su pueblo lo más urgente. Un motor para generar luz fue lo primero. Ya tenían agua, pero según me cuenta Polanco había mucho que hacer y Alca sigue prosperando porque no se rompe ese cordón de vida entre los que radican allí y los que se fueron. Ahora hay carreteras que unen otras localidades.

Cuando estuve en el pueblo conocí la historia de la Virgen del Carmen, bajo cuyo manto se reúnen los devotos que regresan para su fiesta. Su historia es muy sugestiva como todas las que dan encanto a las imágenes religiosas.
Los frailes carmelitas lograron traer varias de la misma belleza, como si fueran hermanas, y una fue designada para la villa fundada en la tierra de los valerosos alkas. Los españoles eligieron un lugar por su amplitud y la riqueza de sus minas pero ella eligió el sitio donde sería su patrona celestial.

La leyenda dice que llegó en una caja de madera y cuando aquellos quisieron abrirla no pudieron sacar los clavos incrustados como en metal. Pasó por allí un poblador de Luycho y al conocer el problema tiró con la tenaza del primer clavo y salió fácilmente. Animados los españoles quisieron seguir pero encontraron la misma resistencia. Misteriosamente llegaron gente de Luycho, Puyka, Ayawasi, Kawana, Calle Nueva, Tiopampa y Kanchata, y cada uno sacó un clavo como si la Madre de Dios hubiera querido reunirlos quedarse con ellos.
Al abrir la caja encontraron un documento indicando que su festividad debía realizarse cada 16 de julio previo novenario del 6 al 15, el mismo que debía ser iniciado por la persona que sacara el primer clavo y así sucesivamente, participando sus parientes y amigos. La imagen llegó con semillas de cedro que fueron sembradas en la esquina de la plaza, en el contorno de la iglesia y también en los pueblos de Taurisma, Torrepanpa, Willoq, Kawana y Panpamarka. Algunos de los árboles que crecieron siguen de pie e increíblemente no han podido reproducirse como si las imágenes quisieran patentizar ese prodigio. 
La devoción de los pueblos de Willoq logró que la Virgen pasara allí, desde muchos años atrás, su día central. Sin embargo, un descuido dio lugar a que en las primeras décadas del siglo pasado se prendiera su manto y se quemara parte de su rostro. Los alqueños lo consideraron irreparable y decidieron comprar otra imagen en Arequipa, que llevaron en un viaje accidentado por la ruta de Chivay a lomo de mula.

Resultado de imagen para virgen de alca arequipaLa imagen siniestrada fue trasladada a la capilla de la iglesia de Antabamba pero al poco tiempo se presentó un extraño fenómeno en Alka. En las tardes ventarrones irregulares se apoderaban del pueblo haciendo  volar el techo de las casas, mientras continuas heladas convertían en gélido su ambiente por las noches. Nadie podía explicarse qué pasaba hasta que Nuestra Señora se presentó a cuatro vecinos en sus sueños y reprochó al pueblo su abandono y sustitución.

De inmediato los alqueños fueron en su rescate y volvió a su lugar cesando la furia de los elementos. Pero Ella no podía seguir desfigurada y se contrató a un curioso para que la arreglara y fue peor. Hasta que en setiembre del año 1999, por acción del devoto Mario Germán Chirinos y con la responsabilidad del Comité de Damas residentes en Lima, así como la participación de Rafael Trelles y Fernando Polanco, fue trasladada a la capital.
Una vez restaurada  en el taller de conservación de arte del Museo de la Nación, volvió a hacer un ingreso triunfal a su pueblo donde le prepararon una fiesta grande. Otra demostración de la fuerza del ayni inka.

Alfonsina Barrionuevo

domingo, 5 de agosto de 2018


LOS QHAPAQ ÑAN Y SUS TAMBOS
         
He caminado tanto por los Qhapaq ñan y los Chaki ñan que me complace la fama alcanzada por estas extraordinarias obras de ingeniería inka. Adonde quiera que se vaya el tronco vial y las ramificaciones se encuentran a cada paso. Sólo así podía haber una comunicación constante de Qosqo con los cuatro suyus. Los chaki ñan, “camino de a pie”, por donde transitaban los antiguos peruanos y los rebaños de llamas que llevaban toda clase de productos, contaba al mismo tiempo con lugares de almacenamiento, los renombrados tanpus o tambos.
La sabia disposición de estos depósitos además de asegurar la alimentación de sus moradores, provisión de ropa y abrigo en el caso de desastres naturales, dotaba a sus  ejércitos con armas y trajes de guerra cuando lo  requerían.
Los tanpus estaban ubicados en los caminos imperiales, más o menos de tres en tres leguas. Los tenían tan bien abastecidos que, aunque pasasen por ellos mucha gente en campaña, siempre había recaudo para todos. Los inkas no permitían que sus ejércitos se alojasen en los pueblos conquistados. Decían que cada pueblo ya había pagado su tributo y no era de justicia imponerle más cargas.
El cronista Peña Montenegro consigna que esta política funcionó hasta los primeros años de la invasión española. Los tamberos siguieron con el papel de dar leña a los viajeros, llenar agua a sus cántaros y proveerles otras cosas, como pastos y cuidado para sus  acémilas. La única diferencia consistía en que les tenían que pagar por esos servicios.
Los tanpus prestaban un gran servicio a los caminantes, sin los cuales habría sido imposible recorrer las regiones del imperio, escribe el Inka Garcilaso. En esos tiempos, el Inka recurría a ellos cuando iba por sus dos caminos, el Qhapaq ñan y el Chaki ñan que enlazaban al Tawantinsuyo por tierras accidentadas y llanos, cada siete leguas.
Calcula el padre Velasco que los tanpus sumaban entre 9,000 y 12,000, todos en forma generalmente cuadrada. El contorno era ocupado por varios caserones de fábrica corriente, con un largo de más de 300 pasos y anchos a proporción, “capaces de alojar a los caminantes y de necesitarse a una tropa considerable.”
Los almacenes imperiales que funcionaban como arsenal de armas se llamaban kopra; kunpi kopra los depósitos de tejidos finos, y kopra pirwa a los graneros y  despensas de tubérculos.

Resultado de imagen para capac ñanSegún Martín de Murúa, fue Tupaq Inka Yupanki quien consideró necesario establecer los tanpus y crear un sistema de chaskis o correos humanos. “En cada legua había dos bohíos y por día cada hombre corría más de 50 leguas. Antes de llegar gritaban o tocaban una concha marina, de modo que su reemplazo estuviera presto para recibir el mandado y llevarlo a su vez”.
El  padre Velasco calcula que cada dos millas había en los grandes caminos dos casas llamadas chaskiwasi. El mensaje era verbal o con khipus o flecos carmesí con  la insignia imperial si el destinatario era el Inka o la nobleza. Había chaskis que podían correr durante siete días y los llamaban waman o halcón. Ellos llevaban en la cabeza un cintillo de plumas que se distinguía desde lejos. Eran seleccionados entre los servidores más fieles y recios.
La cosecha del Sol y del Inka era depositada en tanpus alrededor de Qosqo para que el emperador tuviera a mano el sustento de la corte. De “la renta” del Sol dejaban en cada pueblo para sus habitantes. 
Agustín de Zárate, quien hace lenguas de la grandeza de los caminos reales, dice que, “además de la obra y gastos de estos caminos, Guaynacaba (Wayna Qhapaq) mandó hacer en los de la sierra, de jornada a jornada, unos  palacios de muy grande anchura y aposentos donde pudiese caber su persona y todo su ejército. En los llanos había otros semejantes a la orilla de los ríos.”
“Si por los gastos excesivos de la guerra no alcanzaban las rentas del Inka, entonces se valía de la hacienda del Sol, como hijo legítimo y universal, heredero que decía ser suyo. Los abastecimientos que sobraban de los gastos de la guerra y de la corte se guardaban en las tres maneras de depósitos que hemos dicho, para repartirlos en años de necesidad”.

El  padre Acosta relata que se “trasquilaba a su tiempo el ganado, y daban a cada uno a hilar y tejer su ropa para hijos y mujeres, y había visitadores que castigaban al negligente. La lana (fibra) que sobraba poníase en sus depósitos; y así los hallaron los españoles”.
El Inka Garcilaso comentaba: “El Sol y el Inka tenían tanto que los españoles…no hallaban dónde apacentar sus ganados. También le oí a mi padre y a sus contemporáneos contar los grandes excesos y desperdicios que algunos españoles habían hecho con… los tambos. En las tierras calientes daban algodón de las rentas reales, para que… todos tuviesen de vestir para sí y para toda su casa. De manera… que nadie podía llamarse pobre ni pedir limosna.”
Desde entonces, en menos de cinco siglos, el Perú ha pasado a ser un país tercermundista donde reina la desarticulación y la extrema pobreza, porque los políticos de turno en el poder nunca han querido conocer seriamente la historia del antiguo Perú ni empaparse de los problemas del interior.
Es necesario destacar que al lado de los chaki ñan, los caminos que articulaban el Perú, los tanpus marcaban la grandeza de un Imperio. Algo que recordar para trabajar por un país emergente con el ejemplo de sus antiguos señores.  

Alfonsina Barrionuevo