domingo, 19 de agosto de 2018


LAS AQLLAS DE GUAMAN POMA

Guamán Poma habría nacido en 1534 el mismo año en que se destruyó el Aqllawasi. No existe relación entre el niño de Suntuntu, Ayacucho, y el famoso monasterio de las vírgenes del Sol. Sin embargo parece que es el único cronista del siglo XVI que llega a revelar algo nuevo, quiénes fueron las aqllas que ocuparon la fabulosa residencia del Inti K’iqllu. El Inka Garcilaso recibió en España una buena información de sus parientes inkas pero muy breve por la lejanía.
Tenía que ser el cronista caminante quien recogiera por 1562 y más adelante mayores datos sobre las mujeres escogidas. El imponente muro de piedra pulido con primor fue lo único que quedó de la residencia donde cobijaron su vida y sus sueños las más hermosas doncellas del imperio. Las jóvenes aqllas se ocupaban de labores especiales como hilar los suaves vellones de los camélidos del Sol y del Inka, tejer telas finas con diseños inspirados o bordarlas con hilos de colores, para que fueran ofrenda del Apu Inti, el astro radiante.

Ellas se esmeraban también en la confección de prendas reales, bandas para el llautu y la maskapaicha, los unkhus o túnicas, las yakollas o mantos y las  ch’uspas que el Inka usaba una sola vez. Es curioso pero los cronistas españoles abundaron más en comentarios sobre las mamakuna, mujeres que se parecían en sus funciones a las madres superioras, comendadoras, prioras y abadesas de los conventos de Occidente. La palabra mamakuna que no aplican bien,  plural de mamay, fue sugestiva para ellos. Se trataba de mujeres maduras, seguramente aqllas que por su edad llegaban a ser matronas, destinadas a regentar  diversas secciones que existieron en el Aqllawasi.

Las vírgenes tenían que ser del mismo rango del monarca reinante porque solo ellas podían preparar ‘la ropa para el Sol porque se consideraban sus hijas’ y por lo mismo se les atribuía una castidad.  Las demás podían retirarse de su encierro y casarse si lo deseaban. Otras, de la familia de los Inkas de privilegio, se dedicaban al servicio de Mama Killa, la luna, las estrellas Ch’aska y Chuki Illa, el Trueno; mientras que las procedentes de los kurakazgos se encargaban de atender a las momias de los Inkas y Qoyas difuntas cuando las llevaban a la Haukaypata.

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En el caso de las primeras ingresaban a los cuatro años de vida, lo cual resulta exagerado porque es una edad de crianza. Ellas podían responder a la denominación de vírgenes. Pero en el mundo andino el concepto de virginidad no existía y el sexo no era tabú. He preguntado a quienes dominan el qechwa qué quiere decir aqlla y me dicen que el significado se ha perdido en el tiempo. ¿Será de algún modo equivalente de virgen? Sería muy forzado adjudicárselo.
Los escritos de los inquisidores de la pluma y el tintero fluctuaron siempre entre lo  posible y lo absurdo. No se sabe cómo obtuvieron las declaraciones sobre las aqllas, pero mucho provino de la invención. Vale la pena repasar sus páginas para tener una idea general de cómo carburaban sus relatos. Santa Cruz Pachakuti decía que las  yuraq aqlla y wayrur aqlla, vírgenes de las panakas inkas, eran asignadas a Wiraqochanpachayachachiq; y las pako aqlla para esposas de los Apukuna. Vásquez de Espinosa afirmaba, sin calcular el espacio, que en el convento habitaban hasta quinientas aqllas que eran hijas de nobles e inkas de privilegio. Pedro Gutiérrez de Santa Clara indicaba un detalle, como si lo hubiera visto, que las kayan warmi y  wayrur aqllas llevaban cinta en la cabeza y lliklla o manta prendida con un tipki de oro y plata. Polo de Ondegardo señalaba antojadizamente que ciertas aqllas esperaban en un recinto aparte el momento en que iban a ser sacrificadas en una qhapaq qocha. Miguel Cabello de Valboa aseguraba sin base alguna que los tukuyrikuq, fiscales de puna, escogían y llevaban a las más bellas al Qosqo, aunque ese no fuera su papel. Según el mercedario Martín de Murúa las vírgenes eran confiadas a indios viejos  de belfos y narices mutiladas.

Guaman Poma no se quedó atrás resultando desmesurado si se le compara con los cronistas, al  presentar doce jerarquías de aqllas, a las que saca de su solar exclusivo y las  desparrama por los campos. En el Qosqo estuvo un buen tiempo y siendo un conversador ingenioso no es de extrañar que al inquirir sobre las aqllas lograse reunir datos más precisos. Las wayrur aqllas, escribió en su crónica, servían al sol, la luna, las estrellas y al trueno; las wayrur sumaq aqllas se dedicaban a las wakas principales;  las sumaq aqllaq katikin, hilaban y tejían la ropa para las ofrendas a las wakas mayores;  las aqlla chaupi katikin  sumaq aqllas se ocupaban de las wakas menores. El resto de las aqllas, -las panpa ‘sirueq’* que se repartían en todo el reino  englobaban  a las  llamadas aqllas, cuidadoras de llamas, las chaqra aqllas, vírgenes que atendían las sementeras o servían en los tambos. Los lectores creerán que el cronista andino pecó de ignorante, pero Guaman Poma, que tuvo el qechwa como idioma materno, sabía quiénes eran las aqllas. No podía haber vírgenes del Sol que cuidaran rebaños de camélidos en las panpas ni que vigilaran los surcos, pero sí probablemente mujeres experimentadas en esas actividades que fueron muy importantes por el agro.

Los cronistas citaban a nivel general que en el Aqllwasi se preparaba la chicha sagrada o aqha de maíz, y se amasaba el sankhu, panecillo del tamaño de una manzana, que se comía con gran unción en el Inti Raymi y otras festividades. La vida de las aqllas transcurría en un vaivén de servicio y de paz que alimentaba su corazón o apagaba sus hogueras. Tras el umbral de su retiro se ocultaba el misterio. 

Alfonsina Barrionuevo

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