LAS AQLLAS DE GUAMAN POMA
Guamán
Poma habría nacido en 1534 el mismo año en que se destruyó el Aqllawasi. No
existe relación entre el niño de Suntuntu, Ayacucho, y el famoso monasterio de las vírgenes del
Sol. Sin embargo parece que es el único cronista del siglo XVI que llega a
revelar algo nuevo, quiénes fueron las aqllas que ocuparon la fabulosa
residencia del Inti K’iqllu. El Inka Garcilaso recibió en España una buena información
de sus parientes inkas pero muy breve por la lejanía.
Tenía
que ser el cronista caminante quien recogiera por 1562 y más adelante mayores
datos sobre las mujeres escogidas. El imponente muro de piedra pulido con
primor fue lo único que quedó de la residencia donde cobijaron su vida y sus
sueños las más hermosas doncellas del imperio. Las jóvenes aqllas se ocupaban
de labores especiales como hilar los suaves vellones de los camélidos del Sol y
del Inka, tejer telas finas con diseños inspirados o bordarlas con hilos de
colores, para que fueran ofrenda del Apu Inti, el astro radiante.
Ellas
se esmeraban también en la confección de prendas reales, bandas para el llautu
y la maskapaicha, los unkhus o túnicas, las yakollas o mantos y las ch’uspas que el Inka usaba una sola vez. Es
curioso pero los cronistas españoles abundaron más en comentarios sobre las
mamakuna, mujeres que se parecían en sus funciones a las madres superioras,
comendadoras, prioras y abadesas de los conventos de Occidente. La palabra
mamakuna que no aplican bien, plural de
mamay, fue sugestiva para ellos. Se trataba de mujeres maduras, seguramente
aqllas que por su edad llegaban a ser matronas, destinadas a regentar diversas secciones que existieron en el
Aqllawasi.
Las
vírgenes tenían que ser del mismo rango del monarca reinante porque solo ellas
podían preparar ‘la ropa para el Sol porque se consideraban sus hijas’ y por lo
mismo se les atribuía una castidad. Las
demás podían retirarse de su encierro y casarse si lo deseaban. Otras, de la
familia de los Inkas de privilegio, se dedicaban al servicio de Mama Killa, la
luna, las estrellas Ch’aska y Chuki Illa, el Trueno; mientras que las
procedentes de los kurakazgos se encargaban de atender a las momias de los
Inkas y Qoyas difuntas cuando las llevaban a la Haukaypata.
En
el caso de las primeras ingresaban a los cuatro años de vida, lo cual resulta
exagerado porque es una edad de crianza. Ellas podían responder a la denominación
de vírgenes. Pero en el mundo andino el concepto de virginidad no existía y el
sexo no era tabú. He preguntado a quienes dominan el qechwa qué quiere decir
aqlla y me dicen que el significado se
ha perdido en el tiempo. ¿Será de algún modo equivalente de virgen? Sería muy
forzado adjudicárselo.
Los
escritos de los inquisidores de la pluma y el tintero fluctuaron siempre entre
lo posible y lo absurdo. No se sabe cómo
obtuvieron las declaraciones sobre las aqllas, pero mucho provino de la
invención. Vale la pena repasar sus páginas para tener una idea general de cómo
carburaban sus relatos. Santa Cruz Pachakuti decía que las yuraq aqlla y wayrur aqlla, vírgenes de las
panakas inkas, eran asignadas a Wiraqochanpachayachachiq; y las pako aqlla para
esposas de los Apukuna. Vásquez de Espinosa afirmaba, sin calcular el espacio, que en el convento
habitaban hasta quinientas aqllas que eran hijas de nobles e inkas de
privilegio. Pedro Gutiérrez de Santa Clara indicaba un detalle, como si lo
hubiera visto, que las kayan warmi y
wayrur aqllas llevaban cinta en la cabeza y lliklla o manta prendida con un tipki de oro
y plata. Polo de Ondegardo señalaba antojadizamente que ciertas aqllas
esperaban en un recinto aparte el momento en que iban a ser sacrificadas en una
qhapaq qocha. Miguel Cabello de Valboa aseguraba sin base alguna que los
tukuyrikuq, fiscales de puna, escogían y llevaban a las más bellas al Qosqo,
aunque ese no fuera su papel. Según el mercedario Martín de Murúa las vírgenes
eran confiadas a indios viejos de belfos
y narices mutiladas.
Guaman
Poma no se quedó atrás resultando desmesurado si se le compara con los
cronistas, al presentar doce jerarquías
de aqllas, a las que saca de su solar exclusivo y las desparrama por los campos. En el Qosqo estuvo
un buen tiempo y siendo un conversador ingenioso no es de extrañar que al
inquirir sobre las aqllas lograse reunir datos más precisos. Las wayrur aqllas,
escribió en su crónica, servían al sol, la luna, las estrellas y al trueno; las
wayrur sumaq aqllas se dedicaban a las wakas principales; las sumaq aqllaq katikin, hilaban y tejían la
ropa para las ofrendas a las wakas mayores;
las aqlla chaupi katikin sumaq
aqllas se ocupaban de las wakas menores. El resto de las aqllas, -las panpa
‘sirueq’* que se repartían en todo el reino englobaban
a las llamadas aqllas, cuidadoras
de llamas, las chaqra aqllas, vírgenes
que atendían las sementeras o servían en los tambos. Los lectores creerán que
el cronista andino pecó de ignorante, pero Guaman Poma, que tuvo el qechwa como
idioma materno, sabía quiénes eran las aqllas. No podía haber vírgenes del Sol
que cuidaran rebaños de camélidos en las panpas ni que vigilaran los surcos,
pero sí probablemente mujeres experimentadas en esas actividades que fueron muy
importantes por el agro.
Los
cronistas citaban a nivel general que en el Aqllwasi se preparaba la chicha
sagrada o aqha de maíz, y se amasaba el sankhu, panecillo del tamaño de una
manzana, que se comía con gran unción en el Inti Raymi y otras festividades. La
vida de las aqllas transcurría en un vaivén de servicio y de paz que alimentaba
su corazón o apagaba sus hogueras. Tras el umbral de su retiro se ocultaba el
misterio.
Alfonsina
Barrionuevo
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