domingo, 13 de septiembre de 2015


Alfonsina Total

El pasado jueves, diez de setiembre,  José de la Puente Brunke, Director del Instituto Riva Agüero, inauguró la exposición “Alfonsina Total”, en el Museo de Artes y Tradiciones Populares. Fue un acto simpático, nada protocolar, intensamente emotivo. Los numerosos invitados se sorprendieron de la forma como Luis Repetto Málaga y su equipo hicieron un montaje moderno, creativo e impactante en cada una de sus salas, dando a los Reyes Magos de Georgina Mendívil la misión de ofrecer a todos un grato saludo de bienvenida.


Las piezas que estarán hasta los primeros días de noviembre, de lunes a viernes, de 10 a.m. a 7 p.m., se lucen en las vitrinas como acabadas de salir de las manos de los imagineros. El poderoso toro de Edilberto Mérida embistiendo estrellas y el de Chayamuray, de músculos vidriados, atrayendo miradas hacia las canteras de Chumbivilcas. El muki de cuarzo, de la mina de Quiruvilca, precioso como una joya, tallado por Luis Frías. Los viejitos tembleques conservando el soplo de un Santurantikuy sobre sus pelucas. Los cóndores, qhapaq negro, qhapaq ch’uncho y contradanza, de Santiago Rojas, que pasaron con el artista el puente con joroba del río Llavero de Paucartambo. Los danzantes de Abilio Rojas que solían iluminar con su zapateo la feria del Camino Real, de Huancayo. Los rumbosos negritos de Huánuco, copia fiel en la pasta de aquellos que se ganaban un jachacaldo humeante por adorar al Niño de Belén. El arcángel de doña Herminia Peralta de Murillo, que sólo tiene una ala porque no podía jalar todas las plumas y dejar en paños menores a su papagayo proveedor. El Niño Dios, vestido de sacerdote, que estuvo cien años con la familia de López Antay,  el retablista. El Niño waltado que las mamalas, abuelas de Cusco, arroparon con los blancos pañales de su alma para borrar la pátina oscura del much’uy wawa o “niño que llegó con los españoles al valle del Rimaq  propiciando la miseria”, fajándolo con chunpis de arco iris. Así, muchos más de una colección, cuya historia se queda en el tintero, para continuar en otros días.
La idea primigenia fue mostrar las creaciones del arte popular, “un río que fluye sin detenerse”, pero Luis Repetto quiso hacer algo más, coincidir con el espíritu investigador de la periodista. Sus fotografías con personajes entrevistados por ella en ese interesante quehacer, lugares recorridos en las clásicas regiones y las notas en “El Comercio” y “Caretas”, entre otras publicaciones, que generaron varios libros. La máquina de escribir eléctrica que fue dada de baja al llegar la computadora, el proyector de slides ahora en desuso, y la videocámara, sacadas del desván. No terminó allí. Se llevó “América Rota”, un barro de Kukuli y su Santa Rosita negra, una belleza.  También las fotografías de José Alvarez Blas y Fernando Seminario Solaligue, de la Exposición “Wakas de Qosqo” auspiciada por instituciones amigas como Antapaccay, Aranwa y la Cátedra de UNESCO de la Universidad Ricardo Palma.

La muestra es una hermosa recreación, llevada a cabo con talento y generosidad, acerca de tiempos vividos y sueños realizados. Alfonsina sigue vigente como siempre,  haciendo entrevistas y escribiendo.

"Alfonsina Total" es la obra extraordinaria del director del Museo de Artes y Tradiciones Populares, quien comparte con la periodista la amistad entrañable de Mildred Merino de Zela, fundadora del Centro de Catalogación y Apoyo al Folklore, cuando la Facultad de Antropología de la Pontificia Universidad Católica del Perú funcionaba en la Casa de Riva Aguero.


LOS YACHACHIQ DEL AGRO

En el 2014 César Sotomayor Calderón y yo compartimos algunos comentarios sobre el campo. El tema comenzó con los “saberes” de los  pequeños agricultores andinos a quienes les inquietaba  la proximidad de malos tiempos.
“Este año lloverá poco y los cultivos se arrodillarán ante el calor o soportarán diluvios”.
“El nevado Chikón pierde nieve. No ayudará a guardar el chuño”.
“Está nevando demasiado. Morirán muchas crías de alpakas.”
Ellos ignoraban que su visitante, a quien confiaban sus cuitas, era un economista de larga trayectoria y que era Viceministro de Políticas Agrarias del Ministerio de Agricultura y Riego (MINAGRI). Pero sí les daba confianza su empeño en ayudarles. Lo conocían del Proyecto  “Haku Wiñay” del FONCODES-MIDIS, que desde hace tres años favorece a miles de familias rurales.
Hace 25 años que Sotomayor se prendió la escarapela del campo en el pecho y, considerando que el Perú ha dado al mundo cientos de especies alimenticias, gracias a los conocimientos milenarios de la gente del Ande,  decidió trabajar con ellos.
Conversamos y me dijo algo muy cierto. Se puede prescindir de muchas cosas, mas no de los alimentos, y el Estado tiene la responsabilidad de garantizar la seguridad alimentaria de los peruanos y proyectarse a los mercados internacionales, con los comestibles producidos en sus ochenta y cuatro pisos ecológicos.

Según señaló la pequeña producción de las comunidades nativas y campesinas, denominada “agricultura familiar”, tiene el valor de haber conservado a un alto precio, como la discriminación, la riqueza de nuestra biodiversidad. "Domesticar las especies alimenticias fue una proeza de los antepasados preinkas e inkas, que crearon valiosas tecnologías, como la construcción de andenes o el tratamiento de semillas en diferentes condiciones climáticas.”
Le pregunté si había algún reconocimiento a esa lucha anónima y silenciosa. Me respondió que a raíz de la celebración del “Año Internacional de la Agricultura Familiar”, el MINAGRI se impuso la tarea de hacer más visible su esfuerzo. Por ejemplo, mediante inversiones en obras de riego e insumos.  

Me pareció que en el  “boom” alimentario no se destaca el papel que ha jugado la herencia de los antiguos peruanos. Ellos recurrieron al canto, la danza y la música como acciones para obtener mejores frutos de la tierra.
“Los productos nativos, observó, han sido puestos en valor por la gastronomía, incentivando el consumo de  la papa nativa, la quinua o kihura y otros alimentos andinos en los grandes restaurantes. Había que dar alas a la pequeña producción agraria, para asegurar esa gran despensa en el país, sino a nivel mundial".

Resulta interesante que la producción agraria familiar genere cerca del 80% de los productos alimenticios que se consumen en los principales centros de abastos de Lima y las ciudades del interior. Ellos cultivan el 82% de las tierras dedicadas a leguminosas, el 76% a tubérculos y raíces, el 74% a cereales, el 72% a hortalizas y el 63% a frutas, como lo registra el IV CENAGRO.
Le comenté que dada la incertidumbre del clima debería haber un seguro contra los desastres naturales desencadenados a veces por  el sol y por la lluvia, y me  sorprendió al contestar que existe un Seguro Agrario Catastrófico, con un fondo de  30´000,000 de nuevos soles, entregado a algunas compañías de seguros, para cubrir indemnizaciones hasta por 350´000,000 de nuevos soles en la esfera de los pequeños agricultores de las regiones climáticas más vulnerables. El seguro cubre hasta diez riesgos: sequías, lluvias torrenciales, heladas, nevadas plagas y otros.

En el caso de los pequeños alpakeros indicó que hay  un fondo de reposición alpakera que, en este momento debe estar poniéndose a prueba para el caso de animales victimas de heladas y fenómenos conexos. Su beneficio es doble: repone la pérdida y lo hace con un ejemplar joven y de una buena calidad genética. En algunas partes, como Espinar, Cusco, se trabaja por iniciativa privada en la prevención y mitigación de  las heladas y nevadas,  construyendo cobertizos para atenuar al frío extremo.
Recordé las quejas de un productor de Wanqata, Huarochirí, Lima, porque sus manzanas tenían que quedarse en los árboles por falta de una carretera. Sotomayor que conoce muy bien el problema, porque trabajando en el FONCODES y el MINAGRI ha ido caminando o a caballo, a innumerables comunidades, explica que hay responsabilidades compartidas con los gobiernos regionales y otros organismos. En este caso sería el Ministerio de Transportes.

El Perú está creciendo, tanto para el  consumo interno como para la agroexportación.  En el 2014 el valor de nuestras agroexportaciones superó los 5,300 millones de dólares. Ahora el pequeño agricultor es más eficiente, más competitivo y más comercial
Por último se está trabajando con la capacitación horizontal, de campesino a campesino. Más útil que poner un profesor con doctorado resulta la transferencia de tecnologías a través de productores exitosos, llamados yachachiq o kamayoq. La  práctica les ha dado  muchos elementos de competencia en  diferentes temas. Por ejemplo: manejo de praderas y cosecha de lluvias en las partes altas de las cuencas, manejo de suelos y de ganado, ventas en bloque, etc, etc. Incluso hay señoras yachachiq expertas en capacitación financiera, que enseñan a otras la conveniencia del  ahorro.
Alfonsina Barrionuevo


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