Perú, país de auroras que se bañan en
oro solar, de cerros protectores con tesoros escondidos en sus entrañas, de
valles donde la Madre Tierra o Pachamama extiende sus polleras bordadas, de
lagunas adormiladas en las manos del
Ande, de regiones rebosantes de vida y
de muerte. A la vez país de paradojas,
donde la Pachamama asiste con pesar a la
desaparición de especies nativas que
regaló a sus hijos, los hombres.
Entre ellas las
papas que salieron del Ukhupacha, la tierra de las sombras, para llevar alegría
a la Humanidad. Su pérdida se deja notar, me dijo Celfia Obregón Ramírez,
ingeniera agrónoma que volvió a nacer tras el cataclismo que sacudió al
Callejón de Huaylas el 31 de mayo de 1970. Tenía diez años y estaba en el circo, cuando —luego del terremoto— el
desprendimiento de un glaciar del
Huascarán arrasó a su Yungay natal.
Ella estudió
en la Universidad Nacional Agraria de La
Molina y posteriormente, en trabajo conjunto con el Ministerio de
Agricultura, el Centro Internacional de la Papa (CIP) y el INIA, recorrió casi la totalidad de los diecinueve
departamentos paperos que tiene el país. Su propósito fue contribuir al registro de las papas nativas, algo así como
darles una partida de nacimiento, para que sean reconocidas.
El banco de
germoplasma del CIP conserva miles de variedades de papa, de las cuales dos mil
setecientas son netamente peruanas. Dentro de este marco hay mejoradas o
comerciales y el resto nativas, mayormente de autoconsumo, de todas las formas,
flores y colores.
Los jóvenes de
las comunidades tienden a emigrar a las urbes en busca de oportunidades. Quedan
los padres y a veces los abuelos, que no se dan abasto para seguir sembrando y
cosechando sus papas tradicionales. Las áreas se recortan a la par que las
familias, hasta que un día sólo quedará el viento llorando sobre los surcos
resecos.
“El poco
aprecio que se tiene por la papa se traduce en su manejo. Su comercialización
es desordenada. Las bolsas para recoger basura son mejores que los sacos en que
la llevan a los mercados mezclada con tierra, rebajando su valor”, señaló la
Ingeniera Obregón.
“Tampoco hay
una buena selección de semillas, -dijo. -Para mí su cultivo está en emergencia.
Se reconoce que sus grandes centros de domesticación fueron Puno y Cusco.”
Al hablar con Celfia pensé en esa maravilla peruana
que está ahora en el mundo. Entre sus variedades la papa añil, tan oscura que
parece una papa negra o yanapapa, es una reina. Más buscada que la mítica
orquídea negra tiene una gran cantidad de de antiocianina <sustancia
antioxidante> que puede convertirse en una crema cosmética para proteger la
delicada piel del rostro.
La papa
azul (Solanum andígena) es
oriunda de Huánuco y las mujeres de cierta
comunidad la usan en rodajas para
proteger sus sienes y los costados de los ojos. Ella les ayuda a conservar una
piel lozana y tersa.
Caminando por
la puna desde hace catorce años, Celfia Obregón observó esa costumbre y comenzó
el estudio de la papa añil. “Los laboratorios quisieran una tonelada para
trabajar con ella, pero a lo más se
cosecha unos 450 kilos”, explicó. “Su sabor es excelente, pero a las mujeres
del lugar les gusta utilizarla para protegerse de los efectos del sol, el
viento, el frío y el tiempo. No puedo saber cómo ni cuándo descubrieron sus
bondades cosméticas, pero la emplean
desde las tatarabuelas y aquellas seguramente de las suyas.”
Al preguntarle
si no se ha pensado en que será necesario extender su cultivo contestó que no
funcionará. “Hemos tratado, pero saliendo de su área, pierde el color y varían
sus componentes. Las papas se parecen a las personas. Tienen su identidad, su
hogar, su familia, donde se sienten a gusto. Las papas nativas tienen sus pisos
y no les complace que las trasladen. En la cima telúrica sus flores son
moradas, pero en otro nivel pueden tornarse violetas y hasta blanquecinas. Ya
no son ellas”.
Por lo menos
ésa es una defensa natural de nuestras papas nativas. Una suerte que nuestro
país, además de las ocho regiones naturales, cuente con 84 pisos ecológicos que
nos aseguran esa biodiversidad increíble. “Los gobiernos deben preocuparse por
conservar y manejar lo que tenemos”, reclamó Celfia Obregón.
“Por más que ha habido afán en
otros países por mejorar las papas que
cultivan, sólo sacan variedades blancas, buenas para freír, sin el exquisito
sabor de las nuestras. Debemos aprovechar esta ventaja para exportar”, agregó
la experta yungaína, añadiendo: “En este momento estamos ocupados en lanzar un
producto de uso instantáneo elaborado de papas amarillas, para puré, causa,
sopas y hasta postres: palitos de papa, suspiro limeño y otros potajes, para
que los comensales del mundo puedan
saborearlos como en el Perú. Entre las variedades nativas hay algunas
muy exóticas, como la “papa piña”, con formas muy caprichosas. Nuestra
Asociación para el Desarrollo Rural Sostenible (ADERS) trabaja en contacto
permanente con el Centro Internacional de la Papa y el Instituto Nacional de Investigación Agraria.
En cuanto a la nueva crema cosmética “Mishki Perú” de papa azul, si da resultado, incentivará a
la comunidad donde crece para
mejorar su cultivo y unir más a las familias productoras,
proporcionándoles una mejor calidad de vida.”
Alfonsina
Barrionuevo
Buenísimo, soy un admirador tuyo desde que yo era niño, aún recuerdo a KUKULI con sus dibujos de las vicuñas, gracias por tus aportes, influiste mucho en mi formación y amor a nuestro PERÚ.
ResponderBorrarSaludos.
Orlando Neri Loayza Villegas.