POR
LOS ESPACIOS MAGICOS
A veces la niñez suele ser decisiva
para una persona. Tras una vida intensamente dedicada al Perú puedo afirmar que
mi libro: “Espacios Mágicos de Qosqo y Machupiqchu”, se generó en Huaro. La
hermosa tierra de los yakarkaes legendarios que leían el porvenir en el fuego de
sus braseros; de los mankap’aki que torneaban sus ollitas en la arena con sus
manos de viento; de los waraqlla que armaban sus coros en las ramas de los
lanbranes; de las “illas” o madres de los qoes o kuyes, con ojos de rubí y
patitas de oro, que se encuentran en el Ukhu pacha; de los féretros que caminaban
de noche dando tumbos, para entrar en las casas de los que iban a morir; de los
duentes de Catalina Qespe que se daban volteretazos, debajo de las bancas, en los “ora pro nobis” de las abuelas; de
los frailes sin cabeza que bajaban por los maizales y los condenados que podían
comer a los niños desobedientes, dejando sus huesos blancos y lirondos.
Mi obra, en general, arranca de allí y
de mil lugares recorridos a lo largo de mi vida, que tienen una raíz en los
primeros años de mi existencia formando un corpus total. “Espacios Mágicos…” es la segunda parte de un conjunto que
comienza con “Templos Sagrados de Machupiqchu” y debe terminar con “La Memoria
de los khipus” que estoy escribiendo.
Se podría pensar que hubo un pedido de
los Apus cuando hice el viaje caminando a Machupiqchu. En el último tramo ya atardeciendo
vi, al fondo de los cerros con una lagunita de por medio, a un khipukamayoq imperial.
Los rayos de un sol de fuego le daban en el rostro y sonreía abieramente. Me había detenido para conversar
con el guía y le dije que tratara de mirarle. No lo vio, pero él me miraba y
agitó el khipu que llevaba colgando de sus manos. Durante varios años traté de
explicarme qué quería. Primero pensé que debía escribir sobre Machupiqchu,
luego lo de Qosqo y finalmente comprendì que se refería a “la memoria de los
khipus”. Así será con la ayuda de Dios. Me he detenido casi seis meses para
preparar la presentación de “Espacios Mágicos…” en Cusco y Lima. En la próxima
semana vuelvo a ese quehacer, hurgando en mis escritos.”
“Espacios Mágicos de Qosqo y
Machupiqchu” se distingue por las magníficas fotografías de Fernando Seminario
y Peruska Chambi, con quienes he trabajado buscando el punto exacto de cada
toma para conjugar mis textos, aprovechando las de gran excelencia de José
Alvarez Blas, así como el muro de Qolqanpata de don Martín Chambi y un dibujo de la calle Plateros de mi recordado maestro
Jorge Cornejo Bouroncle, de la Universidad Nacional de San Antonio Abad.
El libro es una invitación para reconocer
el centro histórico de Qosqo. Yo
también he aprendido mucho de mis
investigaciones. He vivido en Santo Domingo y nunca pensé que allí existieron
ocho wakas. La Willka Nina, “fuego sagrado”, me entusiasma en especial porque me conecta con los yakarkaes de Huaro. En lo
que se refiere a la waka que está detrás del fino muro semicircular del
Qorikancha siempre me cautivó. Ella es
una wanka intocada que se llama Subaraura. Raura quiere decir “arder” pero suba
está mal escrita. Los españoles no escuchaban bien el qechwa. Creo que todos
tenemos que pasear por nuestras calles y plazas con “Espacios Mágicos…” en la
mano. Así lo ve también Pierre Duviols,
el ilustre peruanista francés. Le envié un correo de invitación y contesto con
una palabra que es suficiente. “Espléndido”.
En nuestra ciudad la empresa minera Antapaccay
de Espinar y el EMUFEC contribuyeron a
presentar “Espacios…” en el Centro de Convenciones de la Municipalidad. “Los
autores/editores precisamos la ayuda de empresas, instituciones y personas interesadas
en difundir los valores culturales de nuestro vasto patrimonio”. Gracias.
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