domingo, 23 de agosto de 2020

 

A CUIDAR EL ORO AZUL       

En el antiguo Perú el agua bajaba del cielo, de los nevados y los manantiales cantando dulcemente. Ella bajaba desde las alturas para dar felicidad a los seres humanos, animales y plantas. La humanidad que no ha sabido respetarla está arrancando lágrimas de pesar a Mama Yaku, la Madre Agua, cuyo carácter sagrado se olvida.

¿Nos dejará el más frágil y más importante de los elementos de la Madre Naturaleza? ¿Podríamos vivir veinticuatro horas sin agua? La situación es grave.

Para el mundo andino el agua está viva, siente y ahora sufre. No puede ser de otro modo, porque su contaminación va creciendo en ciertas cuencas, mientras en otras los ríos ya están muertos, convertidos en oscuros sudarios interminables.

El agua es bella cuando salta cristalina en las cascadas y corre traviesamente volteando los cantos rodados o piedras menudas en los  riachuelos.

El agua es ‘oro azul’ cuando está limpia, translúcida.

Este mundo civilizado recién parece enterarse de su valor. Los diamantes palidecen a su lado, pues ella es invalorable. Los antiguos peruanos llamaban Mama Qocha –‘Madre Mar’- al Océano Pacífico, porque alberga vida en sus entrañas. Alguna relación tiene. ¿No dicen que las estrellas de la Vía Láctea entran al mar y flotan por canales ocultos volviendo a  aflorar para la ceremonia del yarqa aspiy, la limpieza de las acequias?

El agua nos ha preocupado siempre. Ha sido compañera en los viajes por lugares distantes, donde calmaba nuestra sed sin temor a la contaminación generada por la ciudad y a hemos sentido correr por nuestras arterias. ¿Qué haríamos si ella nos falta, siendo parte  del cuerpo de todos los seres vivientes?

Proyecciones a mediados de la segunda mitad del siglo anterior indicaban catástrofes climáticas si las grandes empresas no hacían un buen manejo del medio ambiente. Diversos especialistas lanzaron advertencias que caían en saco roto. Recuerdo al brasileño Josué de Castro, autor de una famosa obra ‘La Geografía del Hambre’, cuando me dijo en una entrevista sobre la explosión demográfica: ‘La gente no se morirá de hambre, primero morirá de sed’. Parecía que su comentario se haría realidad en un larguísimo plazo, pero estamos en las vísperas, viendo las consecuencias.

En el Perú nos sentíamos orgullosos de nuestras cadenas de nevados, majestuosos, impolutos. Más, su eternidad ha sido rota. En las comunidades de Quispicanchis, Qosqo, la gente se pregunta por qué está cambiando el nevado Qolqepunku, ‘la puerta de plata por donde entraban las energías cósmicas. Una noche la Qoyllur no encontrará glaciares que irradiar y ya no será Qoyllur Rit’i, nieve que sacralizada una estrella. Aquella que era recibida por los peregrinos con unción para “limpiar” su espíritu.       

En la reunión de expertos en Valencia, España, dieciocho ganadores del premio Nobel instaron a la comunidad internacional a tomar medidas para afrontar la inminente falta de agua en el mundo. Consideran que el agua dulce alcanza sólo a un 0.35 % en el planeta, el resto es agua salada y hielo. Se trata de -un bien precioso- y al mismo tiempo un recurso escaso y mal distribuido entre una población que crece con un ritmo de 100 millones de nuevos habitantes por año. Miles consiguen dificultosamente unos cuantos litros fangosos para sus familias, haciendo diariamente penosas caminatas en su busca. 

El problema se percibe en los cinco continentes por el deshielo creciente, el aumento de las inundaciones y la gravedad de las sequías. El tema conmovió a Europa en la Expo Zaragoza del  2008. La revista alemana “Deutschland” la llamó con acierto ‘El Oro Azul’ y mencionó que más de 50 países -un tercio de los 6,600 millones de personas que poblaban  el planeta- ya sufrían  de aguda escasez hídrica.   

‘Según datos del Instituto de Investigaciones de los Impactos del Clima, de Potsdam-decía el articulista alemán- la escasez de agua dulce se agudizará con el cambio climático, que afecta su ciclo y particularmente a una de sus fuentes: las lluvias. De acuerdo con los modelos de los investigadores del clima, mucho parece indicar que el volumen de lluvias disminuye. Allí donde ya llueve poco, en el futuro lloverá menos. Por el contrario, donde ahora llueve mucho, lloverá más. El peligro de sequías extremas, inundaciones y tempestades aumentará. Otras causas de la escasez de agua son el crecimiento de la población, la urbanización y la industria. En los últimos cien años el consumo mundial de agua casi se ha multiplicado por diez.”

Pero no sólo se necesita agua potable para los seres humanos. También el agro y la industria dependen de este crucial recurso. Sólo la agricultura consume más de dos tercios del agua y en el Perú se desperdicia en los cultivos de arroz y caña de azúcar, que requieren mucho líquido y tienden a desertificar la costa; mientras que en otras regiones los bosques de eucalipto beben agua de más, introduciendo sus raíces hasta llegar a las napas freáticas.

Los llakuases que habitaron la parte alta de Canta, Lima, querían mucho al agua y -según una hermosa leyenda- cuando se fueron, sus guerreros se transformaron en estelas líticas, para cuidar la laguna y los canales de riego que beneficiaban  los campos de cultivo. 

En la Expo Zaragoza, adelantándose a lo que estaba previsto para dentro de unos 50 años, lapso que fatalmente se acorta, se exhibieron diversas técnicas para racionalizar el manejo del agua. Por ejemplo, emplear los rayos ultravioleta para purificarla. El agua  fluye por un recipiente con una fuente de luz ultravioleta en su interior y su energía  destruye  la estructura celular de las bacterias. El agua de lluvia que corre por las calles o por terrenos industriales contiene partículas contaminantes, pero puede ser interceptada y filtrada en el momento de caer. En casos de emergencia, como catástrofes, hay equipos que  filtran el agua y la  purifican para los damnificados.

El Perú como todos los países del mundo está viviendo la emergencia del COV19. Apenas se pueda controlar será necesario volver al tema del agua por la vida de todos. Acaba de fragmentarse la última planicie de hielo del Polo Norte.

Alfonsina Barrionuevo




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