EL PESO DE UNA LÁGRIMA
El Callao podría ser arrastrado por una
lágrima divina a los abismos del mar. Cuánto tendría que pesar la culpa de sus
habitantes para sufrir tal destino. Los ojos azules del Señor del Mar son
límpidos, sin asomo de reproche. Nunca se llenarían de sombras, dicen sus
fieles. De enterarse de la terrorífica dimensión de castigo que se le atribuye
su autor, Juan Martínez ‘Montañes´, tallador en el siglo diecisiete, habría
protestado. El Santo Cristo fue enviado a Lima, capital virreinal, para que
protegiera a su población y no para destruirla. La leyenda debió proceder de algún
fanático procurador que empuño el miedo para amedrentar, lejos de lo que
representaba la venerable imagen.
El 28 de octubre de 1746 un devastador terremoto
que duró varios credos –como se medía en ese época lau intensidad y magnitud- dejó
a Lima y el Callao en escombros. A la tierra que no dejaba de temblar se sumó
un espantoso tsunami que azotó la bahía del Callao. El mar se retiró largamente
y al regresar una monstruosa ola arrasó lo que encontró a su paso.
Al amanecer del día siguiente el puerto estaba
irreconocible. De los veintitrés barcos que estaban anclados en la bahía no
quedó ninguno. Veinte se hundieron y los restantes fueron arrastrados tierra
adentro. El bergantín de guerra "San Martín" fue varado más allá del
centro del Callao, en la esquina del mercado de la "Cruz Blanca";
"El Michelot" de Adrián Corsin, por donde está el Real Felipe y
"El Socorro" de Juan Baquíjano, a más de un kilómetro.
Por doquier se advertía desolación y muerte.
De los ocho mil habitantes que tenía la ciudad quedaron vivos sólo doscientos.
La caja que contenía la bellísima imagen fue respetada por las aguas. Hoy se
venera en la iglesia de Santa Rosa.
Los sobrevivientes de la tragedia se pusieron
de inmediato bajo su protección y le dieron el nombre de Señor del Mar. La
talla policromada muestra al Señor en el momento en que sus verdugos lo
sentaron en un tronco, lo coronaron de espinas y le pusieron en la mano una
vara, declarándolo rey de los judíos. A lo largo de dos siglos recibió hasta
seis capas de pintura, siendo restaurada por un técnico experto en 1961.
La fortaleza del Real Felipe no existía cuando
ocurrió el doble desastre. No es posible calcular hasta qué grado de ola
podrían resistir sus muros. Se edificó para hacer frente a los piratas que
asolaban la costa del Pacífico y, por paradoja, cuando fue terminado aquellos no
volvieron. Levantada durante los gobiernos de los virreyes Superunda y Amat
jugó más bien un papel importante en la consolidación de la Independencia. Cada
22 de enero se cumple un aniversario de la rendición del brigadier Rodil que,
en 1826, la entregó a los patriotas.
El Real tiene forma pentagonal, con cinco
baluartes, murallas, parapetos, terraplén, escarpa y contraescarpa. Para su
defensa tuvo un gran foso ya desaparecido, dos puertas hacia el noreste y al
sureste, cada una con verja y puente levadizo. Los baluartes, donde estaban
emplazados los cañones, recibieron los nombres "del Rey", "de la
Reina", "del Príncipe", "de la Princesa" y "de
San José", cambiados posteriormente.
La fortaleza se abastecía de agua potable de "la Aguada", fuente pública del
Callao. Durante el sitio de Rodil se abasteció de sus propios pozos. Albergó a
miles de personas, entre civiles y guarnición militar, con las consecuencias
que eran de esperarse. "Cuando se hubieron consumido todos los caballos,
mulas, gatos, perros y hasta ratas, y los víveres subieron a un precio increíble
sucumbieron al rigor del hambre y de la peste escorbútica unas seis mil infortunadas víctimas".
Otros tuvieron que evacuar del Real y fueron
tantos que en cuatro meses, llegaron a salir 2,389 personas, todos civiles que
se habían refugiado en él.
En los siguientes años el Real todavía fue
escenario de muchas acciones. En 1879 fue ocupado por el personal de los
batallones de la Marina y de la Guardia Chalaca que se cubrieron de gloria en
la batalla de Miraflores. En la República fue sede de la Aduana del Callao y sus
casamatas sirvieron como prisión para presos políticos. En 1952 se le declaró
monumento nacional.
No se sabe cuánto podría resistir a un
tsunami o maremoto. El edificio está en un lugar de riesgo. Es mejor desear que
no se desprenda esa lágrima atroz del Señor del Mar y que los movimientos de la
placa de Naska que nos remecen levemente no lleguen a adquirir un grado supremo
en los cambios de estación.
Alfonsina Barrionuevo
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