domingo, 17 de marzo de 2019


QUE SE DETENGA AL PUMA VOLADOR

En épocas antiguas se hacían ofrendas al puma cuando la sequía se radicalizaba y la tierra hervía. Entonces el felino se ponía de un salto en el cielo y orinaba humedeciendo los surcos resecos. Su acción era contraria a la lluvia que se desborda, ch’aqwaytapara, antecedida por rayos y truenos.
En las partes altas del Perú estamos acostumbrados a este fenómeno. Enero, febrero y marzo son los meses por excelencia. Pero, últimamente se rompen los diques del cielo de tal manera que miles de familias se han quedado sin nada sufriendo sus inclemencias. No se sabe qué pasará en los siguientes meses cuando llegue el frío.

Hay tal pasividad que se escucha por radio o se lee en los diarios y se pasa por alto. En general las acciones destructivas de la naturaleza no provocan una preocupación conjunta. En muchas partes somos solidarios. En otras, no. Cuando el terremoto de Ica se reunió una gran cantidad de alimentos y sobre todo de agua embotellada que no llegó a los damnificados. Los periódicos informaron que autoridades irresponsables los almacenaron en sus casas y no pasó nada. Que sepamos  nadie fue sancionado.  También se ignora qué se hizo con el efectivo para apoyar la construcción de viviendas. En los tiempos de frío la pasaron muy mal en carpas improvisadas. No es sólo indiferencia. Es también corrupción.
En las últimas lluvias que parecen más bien diluvios en el Cusco, Puno, Ayacucho, Huánuco y otras provincias altas no se ha visto una ayuda semejante a la mencionada. Han llegado fotos, información de primera plana y comentarios, lamentando los excesos del cielo y no se obtiene una respuesta de trabajo contundente. La tragedia sufrida por pobladores, agricultores y pastores alpakeros, por cuya suerte no se pregunta, se borrará de la memoria colectiva o es posible que esté vigente aún por el tiempo que falta para pasar los meses en que el agua azota desde el cielo.

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En el Cusco el río Willkamayu Valle Sagrado duplica su caudal y la mayor preocupación puede ser la interrupción de las vías que  llevan a Machupiqchu. Se habló de los millones de dólares que se pierden cuando se cancelan reservas turísticas y el esfuerzo que se hará para que el tren vuelva a estar en condiciones operativas, pero no se dice palabra de la multiplicación de hoteles en Urubamba y Ollantaytambo, que da lugar a la desaparición de campos de maíz y huertos de frutales.
Si se construye el aeropuerto de Chinchero será una vía rápida para Machupiqchu y el empobrecimiento de los pueblos de paso. Por allí un alto ejecutivo estatal comentó hace algún tiempo que bastaría dar a cada familia cuatrocientos soles. No hay caso que falta espíritu de gobierno. Habría que entregar a la gente que mora en sus punas semillas, animales y si es posible, préstamos a largo plazo para que puedan levantar mejores viviendas y cobertizos.

Se habla de limpiar el cauce de los ríos en tiempo de secas pero no siempre se puede. El Vilcanota es un río demasiado caudaloso y sólo los Inkas, pudieron encauzar más o menos dos kilómetros frente a P’isaq que fue de la panaka de Pachakuti. Hay otros de menos cuantía en los que se puede hacer obras de defensa pero no hay previsión ni de los responsables ni de los que serán afectados por la imprevisión. En cada localidad los vecinos deberían hacer un mantenimiento anual de sus propiedades. El problema está en que nadie piensa en lo que puede ocurrir el día de mañana.      
Hace algunos años  se comentó que la laguna de Wakarpay, en la parte sur del Valle Sagrado, se estaba secando. Los habitantes de sus orillas aprovecharon la situación para usar esas tierras. Las lluvias le devolvieron su espejo anterior pero sus viviendas precarias fueron arrasadas y hombres, mujeres y niños se quedaron con lo puesto.

Lo peor es que faltan aún días cruciales de lluvias. Febrero ‘loco” y marzo ‘borracho’ se solía decir hablando del tiempo.  ¿Después de enero que siempre era ‘poco’ se debe esperar cualquier cosa con los cambios climáticos, por ejemplo derrumbes. Sería interesante conocer qué medidas están tomando los municipios, los comités de defensa civil y en especial las autoridades autónomas
Hay voluntad de ayudar. Habría que aprovechar ese espíritu para reconstruir las localidades afectadas, Se debe crear brigadas de voluntarios que se movilicen cuando sea necesario e incentivar a los vecindarios para que tomen parte en consolidar su situación y protegerse de problemas en el futuro. La madre Naturaleza agradecerá también que se detengan los desmanes del puma volador.
Alfonsina Barrionuevo

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