QUE
SE DETENGA AL PUMA VOLADOR
En
épocas antiguas se hacían ofrendas al puma cuando la sequía se radicalizaba y
la tierra hervía. Entonces el felino se ponía de un salto en el cielo y orinaba
humedeciendo los surcos resecos. Su acción era contraria a la lluvia que se
desborda, ch’aqwaytapara, antecedida por rayos y truenos.
En
las partes altas del Perú estamos acostumbrados a este fenómeno. Enero, febrero
y marzo son los meses por excelencia. Pero, últimamente se rompen los diques
del cielo de tal manera que miles de familias se han quedado sin nada sufriendo
sus inclemencias. No se sabe qué pasará en los siguientes meses cuando llegue
el frío.
Hay
tal pasividad que se escucha por radio o se lee en los diarios y se pasa por
alto. En general las acciones destructivas de la naturaleza no provocan una
preocupación conjunta. En muchas partes somos solidarios. En otras, no. Cuando
el terremoto de Ica se reunió una gran cantidad de alimentos y sobre todo de
agua embotellada que no llegó a los damnificados. Los periódicos informaron que
autoridades irresponsables los almacenaron en sus casas y no pasó nada. Que
sepamos nadie fue sancionado. También se ignora qué se hizo con el efectivo
para apoyar la construcción de viviendas. En los tiempos de frío la pasaron muy
mal en carpas improvisadas. No es sólo indiferencia. Es también corrupción.
En
las últimas lluvias que parecen más bien diluvios en el Cusco, Puno, Ayacucho,
Huánuco y otras provincias altas no se ha visto una ayuda semejante a la mencionada. Han
llegado fotos, información de primera plana y comentarios, lamentando los
excesos del cielo y no se obtiene una respuesta de trabajo contundente. La
tragedia sufrida por pobladores, agricultores y pastores alpakeros, por cuya
suerte no se pregunta, se borrará de la memoria colectiva o es posible que esté
vigente aún por el tiempo que falta para pasar los meses en que el agua azota
desde el cielo.
En
el Cusco el río Willkamayu Valle Sagrado duplica su caudal y la mayor
preocupación puede ser la interrupción de las vías que llevan a Machupiqchu. Se habló de los
millones de dólares que se pierden cuando se cancelan reservas turísticas y el
esfuerzo que se hará para que el tren vuelva a estar en condiciones operativas,
pero no se dice palabra de la multiplicación de hoteles en Urubamba y
Ollantaytambo, que da lugar a la desaparición de campos de maíz y huertos de
frutales.
Si
se construye el aeropuerto de Chinchero será una vía rápida para Machupiqchu y
el empobrecimiento de los pueblos de paso. Por allí un alto ejecutivo estatal comentó hace
algún tiempo que bastaría dar a cada familia cuatrocientos soles. No hay caso
que falta espíritu de gobierno. Habría que entregar a la gente que mora en sus
punas semillas, animales y si es posible, préstamos a largo plazo para que
puedan levantar mejores viviendas y cobertizos.
Se
habla de limpiar el cauce de los ríos en tiempo de secas pero no siempre se
puede. El Vilcanota es un río demasiado caudaloso y sólo los Inkas, pudieron
encauzar más o menos dos kilómetros frente a P’isaq que fue de la panaka de
Pachakuti. Hay otros de menos cuantía en los que se puede hacer obras de
defensa pero no hay previsión ni de los responsables ni de los que serán
afectados por la
imprevisión. En cada localidad los vecinos deberían hacer un mantenimiento
anual de sus propiedades. El problema está en que nadie piensa en lo que puede
ocurrir el día de mañana.
Hace
algunos años se comentó que la laguna de
Wakarpay, en la parte sur del Valle Sagrado, se estaba secando. Los habitantes
de sus orillas aprovecharon la situación para usar esas tierras. Las lluvias le
devolvieron su espejo anterior pero sus viviendas precarias fueron arrasadas y
hombres, mujeres y niños se quedaron con lo puesto.
Lo
peor es que faltan aún días cruciales de lluvias. Febrero ‘loco” y marzo ‘borracho’
se solía decir hablando del tiempo. ¿Después
de enero que siempre era ‘poco’ se debe esperar cualquier cosa con los cambios
climáticos, por ejemplo derrumbes. Sería interesante conocer qué medidas están
tomando los municipios, los comités de defensa civil y en especial las autoridades
autónomas
Hay
voluntad de ayudar. Habría que aprovechar ese espíritu para reconstruir las localidades
afectadas, Se debe crear brigadas de voluntarios que se movilicen cuando sea
necesario e incentivar a los vecindarios para que tomen parte en consolidar su
situación y protegerse de problemas en el futuro. La madre Naturaleza agradecerá
también que se detengan los desmanes del puma volador.
Alfonsina Barrionuevo
Gracias Dra. Barrionuebo, yo me deleito leyendo sus cronicas. Bendiciones.
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