WAKAS DEL AGUA
Entre
el retumbar del trueno, el silbo atronador del viento y el tamborileo
estridente del agua pluvial estaba CH’AQWAYTAPARA, lluvia ruidosa que caía con
fuerza volteando y rompiendo los cántaros del cielo. Su waka habría estado en
la calle Nueva Alta. En el Qosqo se sentía el contraste de la lluvia guerrera
con la placidez del agua que dormitaba en los puqyus evocando viejos sueños, el
encanto de las qochas que abrían sus ojos de agua al pie de los nevados y el transcurrir
de las paqchas que saltaban entonando himnos o ensayando diálogos. La
naturaleza dibujaba sobre su piel imágenes con dedos invisibles. En sus espejos
copiaba el paso de las nubes remadoras, capturaba al sol que huía por un
resquicio de su red y retenía aleteos de pájaros migrantes. Kusi Yupanki
apreció su valer especificando sus cualidades como wakas. El oro azul de los
manantiales favorecía a quienes requerían sus dones con una sola advertencia.
Nunca se debe dormir a su vera porque tienen embrujo.
En
el Qosqo las afloraciones eran numerosas. En la avenida Sol, donde se edificó
el teatro del Centro Qosqo de Arte Nativo, vi el último chorro de agua
pura que surgía a borbotones y se abría
un camino hacia el río.
En
Sapantiana, de madrugada, cruzando el puente de QORQORCHAKA, que era una waka
sobre la quebrada de Patallaqta, se escuchaba a flor del río Tullumayu un
golpeteo de las burbujas del manantial de QORQORPUQYU haciendo un ¡gor!...
¡gor!... ¡gor!... tal la razón onomatopéyica
de su nombre. El padre Lira decía que WARWA ILLAPUQYU sacaba del
interior de la tierra una linda sal gema; OROKOTOPUQYU estaba en Karmenqa,
según contaban los khipukamayuq, y
las aguas del ASPADKIRI eran muy
deseadas porque quitaban el cansancio.
La
cascada de AYPANOSPAQCHA llevaba el sobrenombre de qhapaq porque era poderosa;
KISWARPUQYU, la fuente de los kiswares, era bendecida por apagar la sed de los
soldados del Inka después de sus batallas; TOTORGO AYLLA, fuente que linda con
el olvido, a veces no la recordaban. Las
aguas de MUTQAPUQYU, ‘manantial escondido’, salían a la luz al borde del
Qorikancha hacia el cerrillo de Pumaqchupan entregando sus caudales a los ríos
Saphi y Tullumayu. En T’INPUQPUQYU el agua termal salía hirviendo y el aire
condensaba sus vapores al amanecer. En KACHIPUQYU se obtenía una sal gema muy
fina, ‘molida en el interior de la tierra’. WAMANTANTA estaba junto a las wakas
de Ayllipanpa y Pachamama. Al poniente
corrían a campo traviesa las aguas de QOLQEMACHAQWAY bajando por las faldas del
cerro Pukin. Su nombre auténtico sería Poqen, donde habría estado la legendaria
Poqen kancha, famosa casa de arte donde estaban las tablas pintadas que
relataban las hazañas de los Inkas. En
esa época existía el manantial de CH’URO que acunaba pequeños caracoles, de
allí su nombre.
Alfonsina
Barrionuevo
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