domingo, 24 de febrero de 2019

LOS HIJOS DE LOS ARBOLES

El amor rompió lanzas en Chachapoyas, Amazonas. Una historia que encontré en esas tierras le otorga un aura de romance. El hijo del señor del gran Vilayo se enamoró de la hija de su homónimo de Kuelap. Su padre trató de disuadirlo porque era su único heredero, pero él escuchaba solo a su corazón. Tenía que intentar lo imposible. Hacer volar por los aires su lanza hasta que llegara a los dominios de la hermosa, pasando un abra interminable. Amor o muerte era el precio de su audacia. Se presumía que iba a lograr una gran hazaña, más su brazo no pudo consumar su esfuerzo. Ya no quiso vivir y las flechas de uno y otro lado se cruzaron en su cuerpo, desatando una guerra.
La cultura de los sachapuyas, antiguos hombres de la foresta, pusieron en valor a Chachapoyas que da nombre a la capital de Amazonas abre al mundo la ciudad prehispánica de Kuelap, testimonio grandioso de su vida. Sus momias revelan que tuvieron una piel muy clara y una gran estatura. Una de ellas mide un metro noventa. Sus armas demuestran que fueron amantes de la lucha.   
Los Inkas lograron doblegar su orgullo por poco tiempo. Llegaron los españoles y en franca rebelión los apoyaron. Los chacha o sacha, ‘hijos de los árboles’, podían aparecer o desaparecer en su fronda, perderse en sus nieblas o internarse en sus ríos. Conocían el poder de ciertas plantas y alguna daba brillo a sus cabellos adornados con vinchas de plumas. Usaban camisas de algodón en verano y entretejidas con fibra de camélidos en invierno, mientras las mujeres prendían sus mantas con tupus o tipkis. Por la finura de sus sandalias caminaban sin dejarse sentir.
Su cerámica fue sencilla como sus vasos de madera, pero inventaron cucharas y cucharitas mucho antes que en Europa. En los tiempos de paz gozaban con la música. Fueron expertos tañedores de antaras, qenas de hueso, okarinas y silbatos de cerámica.

Resultado de imagen para kuelap el tinteroManejaban los khipus con soltura y podían anotar unidades, decenas, centenas y millares. Trabajaban con tres tipos de nudos y los estudiosos piensan que los simétricos eran un puro registro numérico y los que variaban en su colocación contenían mensajes, vale decir escritura.
Aún no se ha investigado la tradición oral que puede arrojar luces sobre existencia que no pudo transcurrir en el anonimato. El tiempo ha guardado sus secretos y por sus tumbas hay mucho que añadir. Los hombres eran cazadores y conocían el arte de tratar los cueros hasta dejarlos lisos para decorar la superficie de sus bolsos; instrumentos para tejer, tallas con figuras humanas y animales. Les echaban agua por la parte superior de la cabeza y salían por los genitales. Posiblemente un ritual.
La cultura chacha abarcaba un gran territorio. Su clima es frío en general y húmedo cerca de la laguna de los Cóndores. Su gente vestía con ropas pintadas y los hombres se rapaban la cabeza como los shipibos en su época de juventud hasta que formaban familia. Sus viviendas cónicas son singulares y tienen un sobrepiso para protegerse en tiempo de lluvias. En Luya todavía hay ese tipo de construcción al lado de casas actuales que son más cómodas pero han perdido su belleza y su misterio.
Mi viaje hasta Chachapoyas fue largo y tedioso. Hay tres rutas terrestres. Puede ser por Trujillo, Chiclayo o Cajamarca que ofrece hermosos paisajes. La primera, partiendo desde Lima, son 28 horas desesperantes en buses estrechos y polvareda que se asienta en los pulmones.
Así lo hice cuando fui. Ahora que Kuelap se ha convertido en un fuerte destino turístico, incluyendo la hermosa catarata de Gocta y los santuarios aéreos de Karajía. Hay vuelos de aviones y avionetas y unas modernas telecabinas para llegar directamente a Kuelap disfrutando de inolvidables paisajes.

Resultado de imagen para telecabina en chachapoyasLos estudiosos afirman que hay otras ciudades chachas por descubrir. Kuelap es sorprendente, con una arquitectura admirable. Muros altísimos, una entrada  de embudo para proteger a sus habitantes, viviendas, templos, canales de riego, miradores y otros espacios enigmáticos. Hay una construcción que es única, probablemente ceremonial, llamada ‘el tintero’, una especie de pirámide invertida que es un alarde de maestría y un cerco en la parte más alta para proteger una inmensa roca, la mamaqaqa o madre piedra, al estilo inka.
Los árboles que han invadido sus recintos no han podido ser erradicados en su totalidad. Han quedado varios con flores y ramas de colores que han profundizado sus raíces en los muros y contribuyen a protegerlos del agua que baja del cielo.
Viajar a Chachapoyas es una primicia. En la selva alta o rupa rupa su gastronomía es diferente. Su iglesia es moderna porque la antigua se cayó, afortunadamente le quedan algunas casonas y sus hoteles se engalanan con preciosos orquidearios. Sus artesanos son ingeniosos y ponen a disposición de los viajeros un abanico de piezas con acento a selva. Hay que ir.    
Alfonsina Barrionuevo  

1 comentario:

  1. Qué linda historia y descripción... yo visité Chachapoyas hace unos años y quedé enamorada. Volveré pronto a buscar los lugares de los que habla. Gracias!

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