domingo, 3 de febrero de 2019


TRADICIÓN ORAL PERUANA

En los albores de nuestra historia, para adaptarse a un extenso y desconocido territorio, el hombre fue creando hace milenios nexos que lo unieron al medio circundante. Cuando llegó todo estaba por hacer. Ni siquiera sabía hablar. Su guturación se convirtió en palabra al ponerle nombre a las cosas. De allí la diversidad de lenguas que tuvimos, que cambiaron y fueron desapareciendo, quedando las más fuertes.
Su relación con la naturaleza dio lugar a bellísimas historias que explicaban figurativamente las conquistas que había realizado en la domesticación de plantas y animales, el dominio de la ingeniería y la arquitectura, de la astronomía y la geografía, el descubrimiento de los secretos del organismo humano y el tratamiento de las enfermedades, la perfección en las artes de la orfebrería, la textilería, la cerámica y otras, la creación de la música inventando instrumentos musicales diversos y la danza como medio de expresión de estados de ánimo, agradecimiento a la tierra después de las cosechas, influencia anestésica en circunstancias especiales, saludo a la vida al nacer y despedida en la hora de la muerte, así como demanda a las fuerzas telúricas y cósmicas con un alto contenido y propósito ritual y ceremonial.


Aprendizaje y enseñanza a la vez que se convirtió con el tiempo en eso que llamamos la tradición oral. Ahora que el turismo muestra un crecimiento importante en el Perú la tradición oral conservada principalmente por las comunidades andinas está dando valor a conocimientos que de otra manera hubieran desaparecido. Ella es el gran soporte y al mismo tiempo aporte a las actividades que se van desarrollando para mostrar la grandeza de sus culturas y la belleza de sus regiones. Herencia cultural en la cual está presente la riqueza gastronómica que últimamente es punto focal para muchas naciones.
Realmente la tradición oral es vasta y vigente en numerosos aspectos. Una parte está dedicada a la niñez para la cual trato de adaptar mitos, leyendas e historias llenas de imaginación que antes contaban los abuelos a sus nietos con cariño, con afán, para  sentirse útiles. Su vejez era dulce porque estaban rodeados siempre de ansiosos oyentes avivando, dando alas a su memoria.

A lo largo de mi recorrido por nuestro territorio he ido recogiendo fascinantes narraciones que, en este momento, cuando la globalización destruye el legado de los antepasados, pienso que tengo la obligación de hacer que continúe y no se quede en mis archivos.  Cada viaje, cada encuentro, representaba una valiosa información. Sería edificante que especialistas de distintos campos llegaran a pueblos y comunidades para registrar lo que saben aquellas personas que nunca fueron a la escuela, como decía el amauta Javier Pulgar Vidal, porque tenían la sabiduría universal de los mayores.
Durante siglos los niños vienen llenando su imaginación con la Cenicienta, Caperucita Roja, Blanca Nieves y después Superman, el Hombre Araña, Harry Potter y otros personajes de la cultura occidental y oriental. Pero, ¿no sería lindo seguir las aventuras de los maíces que en noches encantadas se deslizan de sus mazorcas para jugar, los paseos de la sirenita de la Saraja en la bahía de Parakas, los prodigios que obraron el Niño Dios de Oropesa con las chutas de pan, el Niño Dios de San Martín con los papagayos o el Niño Dios de Lima que jugaba el plik plak con los ángeles­­­­­?, y otros.

La idea es que los niños se familiaricen también con los cambiantes paisajes que ofrece el Perú, cómo visten en las diferentes regiones y qué hacen de acuerdo a los pisos ecológicos donde viven, que aprendan a reconocer árboles como la qewña donde habita el alma enamorada de un guerrero o las orquídeas que se convirtieron en mujeres en una de los tantos mitos de creación, que diferencien una viskacha de una chinchilla, que conozcan al qele, el sapo con pantalones que se zambulló en el lago Titiqaqa en busca de su estrella o al pinchinkuru que lleva en la colita una linterna.
Cada cuento es documental. El clima también está presente. Hay familias de la lluvia, del granizo y de los vientos. Un mundo animado que los niños de ciudad ignoran absorbidos por la televisión, el internet, los grupos de músicas exóticas que vienen del extranjero y otras motivaciones que no les dejan soñar, conocer ni amar al Perú. Estos cuentos basados en la tradición oral hará que se conozcan de norte a sur y de este a oeste, los de Piura a los de Puno, los de Trujillo a los de Pucallpa y así. Como tienen que ver también con las culturas encontrarán otros héroes y heroínas que merecen su atención.
El cangrejo no es tan pequeño ni es sólo parte de un plato delicioso, chancado, al ajo o en salsa. El cangrejo puede ser un villano o un enamorado de la luna. En ciertas ocasiones uno gigante emerge del mar y la captura, arrastrándola a las profundidades submarinas. Entonces se producen los eclipses y vuelve la luz cuando ella escapa de sus tenazas.
El qantu o kantuta no es una flor. Es una joven doncella que fue transformada en una sedosa campanilla por haber amado al joven hijo de un kuraka enemigo de un pueblo. Cada lágrima o gotita de sangre que cayó al suelo se convirtió en una flor mientras él fue condenado a vivir en un árbol triste.
En el cielo hay una estrella perdiz, una estrella sapo, una llama estrella, estrellas aves, estrellas que se convirtieron en semillas para salvar a las gentes, un río de estrellas que entra al mar y salen nadando por canales subterráneos para la limpia de acequias.
Maravillas de nuestra tradición oral que queremos que conozcan nuestros niños en esa época mágica de la vida que es su infancia.  
Alfonsina Barrionuevo     

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