En
Quiruvilca, aunque haga sol, el frío pellizca las mejillas. Avanza el día y
muerde las manos, las rodillas y se va metiendo en los huesos convertido en puntillazos
que llegan a la médula. Los braseros con bolas de carbón de piedra mezcladas
con una arcilla especial para que dure no son suficientes para ese fiero
mastín. El forastero que llega siente sus colmillos y se pregunta si es posible
vivir y soñar en esas condiciones. Sí, lo hacen. En el asiento minero, por
razones de sobrevivencia, una población de dieciséis mil personas se mimetiza con el frío reinante y pasan los años de su brazo.
Me dijeron que era un lugar de
pesadilla. Que la gente brotaba de los agujeros de los cerros. Que los niños
andaban tan sucios y pobres que parecían trasgos o duendes. Que los peones
escupían los pulmones por la silicosis mientras el cementerio se iba poblando
de cruces. Fui a Quiruvilca cuando estaba la Northern Perú Mining Corporation y
era peor. El pueblo no es sombrío a primera vista. Su cielo es añil a más de 4,100 metros y sin
embargo es gris para la población de
extrema pobreza.
En Quiruvilca, no sé si seguirá igual,
pero escribí, se lucha por el pan de cada día y nadie quiere agregar a la
hostilidad del ambiente la dureza del desempleo. Los wamachukus prehispánicos
descubrieron probablemente el mineral en su superficie. En runa simi Kiruwillka
quiere decir "diente sagrado", la sacralidad de la plata en el mundo
andino que va paralela a la del oro. Fueron los españoles hambrientos de poder
quienes abrieron las primeras minas obligando a los habitantes de las cercanías
a cavar las galerías y morir sin un padre nuestro entre los derrumbes y las
filtraciones.
En 1920 fue la Northern que comenzó a sacar plata,
encontrando también cobre, zinc, oro, plomo.
Por esos años se vivió una época de auge y ante el acicate de extraer
las riquezas que guardaba el cerro en sus entrañas y hacer negocios el pequeño
villorrio creció de la noche a la mañana con gente procedente de Usquil,
Santiago de Chuco, Angasmarca, Otuzco, Trujillo, Huaraz, Lima, y también
Alemania, Austria, Holanda, Dinamarca.
La bocamina llegó a varios niveles
bajo tierra hasta que la explotación de
los minerales, sobre todo el cobre, paró
una y otra vez. Sin embargo, había etapas en que se trabajaba veinticuatro horas. Esos cambios afectaban a
los mineros que trataban de ganar algo más a costa de todo. Los accidentes arreciaron en su afán de
arañar más los minerales. Entonces volvieron los ojos a la religión. Había que llevar
alguna imagen. Cualquiera, una santa señora, un santo varón, para aferrarse a
ella desesperadamente y obtener su protección.
Otuzco está cerca y entonces evocaron
a una Virgen dulce como una paloma, cuyas manos de lirio se juntan en actitud
de ruego, quien les pareció capaz de pedir piedad a Dios por ellos. Su nombre
cobró fuerza en sus labios morados. Era la Porterita, que escapaba de su precioso altar para estar cerca de los necesitados, y ella fue elegida.
En los inicios de su culto a mediados
del siglo pasado, dice don Apolonio
Aguilar Reyes, los ingenieros Wilford y Stocktom se interesaron en que
escultores de Lima fueran a Otuzco e hicieran una copia de la Virgen otuzcana. Al
cabo fueron dos imágenes. Una del tamaño de la original y la segunda más
pequeña, la inter.
Ambas viajaron a su destino dando
lugar a una entusiasta movilización de los mineros y sus familias para alcanzarlas
en el camino y darles la bienvenida.
Cuando llegaron la plaza grande se inundó
de música y les hicieron su hogar provisional en una calle hasta que se levantara
su iglesia. La primera procesión fue linda, espectacular, las llevaron en sus
andas los hombres del mineral vestidos con sus trajes de labor.
La Porterita siempre es una Reina pero
en Quiruvilca, donde su presencia es un motivo para que los niños coman guiso
de carne y pataska durante sus festejos, es la Virgen Minera y lleva el casco
de plata de los Ospina, donado en 1968. A sus pies una luna blanca se tiñe con
el arco iris del lake, un mineral de colores. Sus barrios la celebran por turno
con la empresa. San Pedro, Miraflores, Central, Leoncio Prado Alto y Bajo y el
Bronce. Unas semanas antes la Virgen pequeña, su Inter, habrá ido de familia en
familia para las novenas llevando a sus corazones un ligero soplo de esperanza.
Alfonsina Barrionuevo
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