domingo, 29 de abril de 2018


KUKULI Y SUS SUEÑOS DE COLORES

Un día pensé que las vivencias son muy importantes y decidí viajar con mis hijas a lugares cercanos para que  aprendieran a conocer el Perú. No se puede amar lo que no se conoce y bajo esa premisa nos fuimos por los caminos. Algo debe haber quedado en Vida y Kukuli de sus paisajes, sus pueblos, sus gentes, sus comidas y sus historias. Así cuando quise que Kukuli ilustrara ‘Las Tareas de Yacha’ puso en la cartulina una alpaka preciosa con sus pompones en las orejas. 

Los niños estaban vestidos con el traje de Tupe, un pueblo muy antiguo que hasta ahora conserva como una herencia invalorable la lengua kauki o a’karo, una de las más antiguas que tenemos. En el cuento el arco iris encierra a la luna en sus anillos y para lograr que la suelte, porque al retenerla provoca la sequía, ellos se proponen cumplir con las tareas que les pide mama Yacha, la sabia curandera. En un tiempo mínimo tendrán que llevarle agua de estrellas, las piedras de colores que el rayo guarda en una laguna del Ausanqati y un pluma del Qoriq’enti, el picaflor de oro.  


JUKHUCHA DIEGO

Alguien dijo que una lámina puede valer por mil palabras. El prestigioso crítico literario Ricardo González Vigil me dijo que Jukhucha era una novela infantil y eso es muy interesante, pero Kukuli no tuvo tiempo de ilustrarla y los niños buscan los colores. Me gustan sus personajes: un niño enfermo con fiebre, un perrillo imaginario, un ratonzuelo bribón y un zorro tonto. Copio para Uds. unos fragmentos.
El niño lo miró con los ojos turbios por la fiebre. Por su carita reseca, de sequía, corrió una lágrima que se evaporó al llegar a las mejillas. Se durmió y no despertó hasta muy tarde cuando vino el médico del pueblo y le puso sobre la frente unas compresas húmedas. No podía saber qué tenía y recurrió a la medicina tradicional.
En la noche su padre lo despertó para que tomara un mate  de manzanilla y se sintió un poco animado.
Al día siguiente subió la fiebre y el médico siguió con sus aplicaciones de compresas de hierbas.
-He tocado todo tu cuerpo. He hablado con tu pecho, tu espalda, tu estómago. No sé aún qué tienes. Será mejor que descanses-, le explicó para que entendiera, pues, era sólo un niño.


-¿Hasta cuándo? -, imploró entre lágrimas.
-Hasta que baje la fiebre.
Sus hermanos entraban y salían. La abuela tampoco se quedaba. Tenía que cocinar, lavar la ropa y otras  cosas.
-Quiero un perrito –suplicó a su padre.  
-El doctor, dice que no puedes tener  un perro. La fiebre no lo permite. Sus pelos crean alergias-, le explicó.
Una de las noches en que ardía de fiebre sintió un ladrido al extremo izquierdo de la cama.
-¡Oh!, ¿quién eres? -, Preguntó, como si pudiera responderle. Se incorporó y descubrió a un perrillo pelo blanco y manchas marrones.

-¡Vete!-. le pidió -. Yo no puedo tener un perro.
Para su sorpresa éste le dijo muy risueño.
-No te preocupes. Soy un perrillo imaginario. No te pasará nada. He venido a hacerte compañía.
El niño extendió la mano y le tocó su piel era suave, sus ojos muy expresivos y levantaba las orejas alerta.
-¡Y puedes hablar! –se sorprendió, mientras la alegría encendía sus mejillas –Te llamarás Quijote.
-Podremos conversar y estaré a tu lado ,- fue su respuesta -. Sólo tú me verás.
En eso, asomó un ratón por  un hueco que había en la pared
-¡Oye, tú, jukhucha! ¿De dónde vienes? -, le preguntó Panchito, mirándolo desde su cama.
-¿Jukhucha, ratonzuelo? Más respeto, muchachito, y no voy a gastar mi saliva contigo. Por lo que veo en esta casa no hay cariño.
-¿Cariño? -. Se asombró Panchito. Qué se creía ese ratón anónimo para pedir cariño.
-Sí, podían haber dejado por aquí un trocito de queso, una galleta para los vecinos. Pero, este lugar está pelado como una panpa. Me voy.
-Espera -le dijo el niño -.Si vienes mañana tendrás un trozo de galleta de soda. Es una de las pocas cosas que puedo comer, además de caldo y mazamorra.
-Bueno -dijo el ratón. -Si te portas bien con este caminante volveré.
-¿Cuál es tu nombre?
-Jukhucha Diego.
-¡Qué bien y no te estoy maltratando, jukhucha quiere decir también ratoncito!
El perrillo pensó que Panchito era muy generoso. A él no le hizo gracia el ratón por arrogante.
-Si no fuera un caballero lo atraparía y jalaría los bigotes de su hocico, pelo por pelo, por pillo y por  malcriado -exclamó indignado.
Diego se apareció en la noche.
-¡Buenas noches con todos menos con uno! –saludó con tono burlón…
Alfonsina Barrionuevo

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