domingo, 1 de octubre de 2017

KUKULI Y SUS SUEÑOS DE COLORES 

Hace años participé con Felipe Benavides en la defensa de la vikuña a punto de extinguirse. Kukuli me ayudó en las ilustraciones de mi novela infantil: “Pintadita: la Vikuña”. Pero tenía solo 8 años de edad y nunca había visto una vikuña. Le dije que dibujara un perro. Luego que le jalara el cuello y las patas, que achicara sus orejas y la cola. Ella leyó la historia y ensayó a moverla. Fue como jugando. ¡Un sueño! En la carátula está su hermana Vida en traje de chulluni. En Puno las niñas usan un gorro largo que dejan cuando se casan. Hasta hoy han salido tres ediciones de Pintadita, la vikuña que Pituka salvó de morir. 


NAYMLAP ‘EN VIVO’ 

El día en que visité el Museo Nacional de Sikán en Ferreñafe, Lambayeque, había una brisa que llegaba del bosque de algarrobos de Poma. Me encantó que el propio señor me recibiera con una venia. Aquello parecía mágico y se le veía redivivo porque lo personificaba un posible descendiente. Ya en el interior Graciela Espinoza y yo nos felicitamos de encontrar otros rostros netamente ferreñafanos en los personajes históricos reproducidos. Un salto al pasado en las réplicas de los régulos de las tumbas de Waka. Un sello del ayer que abre un puente de siglos entre el pasado y el presente. Buen trabajo del arqueólogo Carlos Elera  y de la museóloga Paloma Carcedo.

Las faces de los personajes del Museo Nacional de Sikán fueron copiados de habitantes del lugar. Por eso cuando Leonidas Guevara, vestido de oro como ellos para una representación, exclamó con orgullo que sus antepasados eran los sikán sentí una ráfaga de alegría en el alma. Una muestra de identidad que debe repetirse con cada cultura.
Los comuneros de Batán Grande y las cercanías del santuario de Poma, donde emergen  pirámides prehispánicas, están restableciendo con el museo un nexo que parecía roto. De sus manos vuelven a fluir las viejas artes con ritmo de siglo XXI porque no han olvidado el optimismo del repujado de oro, la inspiración de la arcilla o el júbilo del tejido. Su director, el arqueólogo Carlos Elera, me habló de la importancia de crear un sólido compromiso entre Waka Loro, y el presente. Los apellidos de la gente amiga de la institución tienen un acento milenario: Chanamé, Silopú, Chapuñán, Llanpusek, Failok y más.

Según dijo la ocupación de Poma, el bosque de algarrobos más seco de América, es de unos 4000 a 5000 a.C. En algún momento surgió una cultura llamada Chólope, coetánea con Kupisnique. Sus templos, como Waka Lucía, de columnas de un metro veinte de diámetro y cuatro de alto que simulan horcones de algarrobo y fueron selladas y enterradas bajo toneladas de arena.
En el siglo XVI Martín Farro le contó a Miguel Cabello de Balboa que un día llegó Naylamp o Ñan Lap con su corte por el mar. Los pobladores conocen su historia porque su recuerdo les pertenece cercano y también porque sus descendientes vendrían a ser parte de su línea genealógica al igual que los señores de Jayanka y Takora. Los Kapchusoli hacían referencia a Llapchilluli, uno de los acompañantes mas estimados por Naymlap. Él y su dinastía, mítica o real, son parte de esa gran cultura que abarcó el norte con su grandeza. Vuela Naymlap y su leyenda es sacralizada en la figura de ojos alados que aparece en las máscaras de oro y otros objetos como los tumis de 750 a 800 años A.C en que se inició Sikán o Lambayeque. Carlos Elera e Izumi Shimada pensaban que el noble personaje vino de Pachakamaq y que puede haber allí más de una tumba sikán creando una interacción económica y religiosa entre la costa central y el norte.
Las noticias sólo mencionan que llegó del sur, aunque pudo haber hecho antes un peregrinaje al santuario para tomar energías y levantar los velos del destino, siguiendo hacia Fakisllanga con Llanpallek, la famosa esmeralda. Su matriz predominante fue muchik, una cultura típica de los valles norcosteños. En la Viña se halló la tumba de un artesano del sur con las herramientas que usó, figulinas humanas y llamas konopa.

En Túkume, entre los valles de Lambayeque y la Leche, estuvo el ultimo centro de poder sikán utilizado luego por los chimu y finalmente por los inkas. Alli hay un templo donde hay una  wanka sagrada de tipo de Qosqo, como se puede ver en Huch'uy Qosqo, en Karania, Lima; y, en Kuelap, Huánuco.
"El oro del Perú tiene en el norte el brillo de Sikán", afirmó Carlos Elera. "Al rastrearse las coronas, orejeras y pectorales más antiguas se advierte que son Kupisnique, unos 1800 años a.C.” El oro más viejo de América suele ser de sitios como Morro de Eten, Chongoyape y Kunturwasi, en Cajamarca. Actualmente en orfebrería hay todavía tradición metalúrgica sikán que se lleva en los genes. Leonidas Guevara, un maestro de escuela, ornamentó su traje y su tocado con láminas propias, recortadas con instrumentos que ha copiado de los auténticos sikán.

En cerámica existió una producción casi semi industrial. Ahora, en Mórrope, están los muchik contemporáneos siguiendo antiguas recetas. Interesante porque en Chórrope existen hectáreas de hornos. En una tumba kupisnique se encontró una tejedora con madejas en un cuenco de arcilla negra pulida y algodón nativo de colores hasta en la boca. No es casualidad que las tejedoras actuales usen el corazón del algarrobo y técnicas premoche. Una continuidad que regocija y que se presenta en nuestro territorio. Son los ancestros que siempre están presentes con su genio. 

Alfonsina Barrionuevo



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