NAYMLAP ‘EN VIVO’
El día en que visité el Museo Nacional
de Sikán en Ferreñafe, Lambayeque, había una brisa que llegaba del bosque de
algarrobos de Poma. Me encantó que el propio señor me recibiera con una venia.
Aquello parecía mágico y se le veía redivivo porque lo personificaba un posible
descendiente. Ya en el interior Graciela Espinoza y yo nos felicitamos de encontrar
otros rostros netamente ferreñafanos en los personajes históricos reproducidos.
Un salto al pasado en las réplicas de los régulos de las tumbas de Waka. Un
sello del ayer que abre un puente de siglos entre el pasado y el presente. Buen
trabajo del arqueólogo Carlos Elera y de
la museóloga Paloma Carcedo.
Los comuneros de Batán Grande y las
cercanías del santuario de Poma, donde emergen
pirámides prehispánicas, están restableciendo con el museo un nexo que
parecía roto. De sus manos vuelven a fluir las viejas artes con ritmo de siglo
XXI porque no han olvidado el optimismo del repujado de oro, la inspiración de la
arcilla o el júbilo del tejido. Su director, el arqueólogo Carlos Elera, me
habló de la importancia de crear un sólido compromiso entre Waka Loro, y el
presente. Los apellidos de la gente amiga de la institución tienen un acento
milenario: Chanamé, Silopú, Chapuñán, Llanpusek, Failok y más.
Según dijo la ocupación de Poma, el
bosque de algarrobos más seco de América, es de unos 4000 a 5000 a.C. En algún
momento surgió una cultura llamada Chólope, coetánea con Kupisnique. Sus
templos, como Waka Lucía, de columnas de un metro veinte de diámetro y cuatro
de alto que simulan horcones de algarrobo y fueron selladas y enterradas bajo
toneladas de arena.

Las noticias sólo mencionan que llegó
del sur, aunque pudo haber hecho antes un peregrinaje al santuario para tomar
energías y levantar los velos del destino, siguiendo hacia Fakisllanga con
Llanpallek, la famosa esmeralda. Su matriz predominante fue muchik, una cultura
típica de los valles norcosteños. En la Viña se halló la tumba de un artesano
del sur con las herramientas que usó, figulinas humanas y llamas konopa.
En Túkume, entre los valles de
Lambayeque y la Leche, estuvo el ultimo centro de poder sikán utilizado luego
por los chimu y finalmente por los inkas. Alli hay un templo donde hay una wanka sagrada de tipo de Qosqo, como se puede
ver en Huch'uy Qosqo, en Karania, Lima; y, en Kuelap, Huánuco.
"El oro del Perú tiene en el
norte el brillo de Sikán", afirmó Carlos Elera. "Al rastrearse las
coronas, orejeras y pectorales más antiguas se advierte que son Kupisnique,
unos 1800 años a.C.” El oro más viejo de América suele ser de sitios como Morro
de Eten, Chongoyape y Kunturwasi, en Cajamarca. Actualmente en orfebrería hay
todavía tradición metalúrgica sikán que se lleva en los genes. Leonidas Guevara,
un maestro de escuela, ornamentó su traje y su tocado con láminas propias,
recortadas con instrumentos que ha copiado de los auténticos sikán.
Alfonsina Barrionuevo
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