domingo, 22 de octubre de 2017

KUKULI Y SUS SUEÑOS DE COLORES

A Kukuli no le fue difícil pasar de las vikuñas a las mariposas y a los ciervos. Cuando hicimos una exposición de sus dibujos en el IPCNA los asistentes comentaban que sus padres los habíamos hecho. Elvira Gálvez, jefe de culturales, tuvo una gran idea. Hizo llevar un practicable, encima pusieron un pupitre y Kukuli allí comenzó a dibujar. Era tan rápida que llenó innumerables tarjetas de invitación que todos se llevaron a sus casas. Lo que más le gustó de esa tarde memorable fue un ramo de rosas que le regalaron además de chocolatines.

QOSQO EN LOS ANILLOSDELTIEMPO
Pág. 52

        La ciudad era pura claridad, iluminada con ese oro solar del primer día que creaba una sensación de encantamiento. Me fui caminando por el centro y encontré a mis amigas en la Plaza del Cabildo, sumamente desorientadas. Las dos estaban contemplando la Casa del Inka Garcilaso como si hubiera aparecido por arte de magia.  
              -¿Y, ahora, qué les pasa?
          -Estamos buscando el almacén de don Jesús. Mi mamá quiere hacer ponche de almendras y encargó que compráramos nuez moscada pero no está-, dice Luisa con la sensación de estar perdida en cualquier parte -. En su lugar vemos esta casa con arcos y en la esquina un balcón azul. 
-Sucede que las tiendas se abren y a veces no les va bien y cierran. En Matará hay una tienda donde venden la nuez moscada y otras cosas como guindas y guindones, huesillos, conservas, café, té.
-Don Jesús no puede haber quebrado-, insiste preocupada-. Tenía su almacén bien surtido y le gustaba atender. Conocía bien a sus clientes. ¿Recuerdas que a veces nos regalaba un toffy?
-Tenía dulces finos y un bacalao muy bueno para la Semana Santa. No se puede haber ido de la noche a la mañana, -la apoyó Adita.
-¿Recuerdas que su hijo Pepe ha estado muy enfermo? A lo mejor ha viajado con él a Lima-, traté de terminar con el asunto.
-En la tienda tendría que haber dejado a alguien. Podría haber quedado Michino, su ayudante. 
-Sé que llevaba muchos años trabajando con él. Sin embargo una cosa es que fuera bueno en atender y otra en hacerse cargo del almacén. La casa registradora la abría sólo don Jesús y recuerdo que llevaba la llave colgada de su cintura.
Para mí era difícil dorarles la píldora y ellas me ponían en apuros.

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Bodega de Lámbarri
-Luego, esa casa con arquerías no puede haber aparecido así no más. En un pizarrín dice, "Actividades culturales del INC.” ¿Qué es eso?
-¿Quién les dice que puede ser obra de don Jesús? Ustedes saben que toda esta parte del inmueble le pertenece. ¿Por qué se hacen problemas? Somos chicas y no conocemos sus proyectos.  En esa casa vivió el Inka Garcilaso, hijo de la princesa Chinpu Oqllo desde que era un bebé, hasta que se fue a España.
-¿Cómo sabes?
-La señorita Wilma, nuestra profesora de historia decía que por aquí estaba y lo está.
-No nos gustan las cosas sin explicación. Ya tenemos muchas que se quedan en el aire. Extrañamos a don Jesús.
-A lo mejor se ha trasladado. Lo que no me agrada es que me están tomando de punto. No sé por qué tengo que resolver sus misterios. Me cogieron en la calle y tengo que saltar como un grillo tratando de que ustedes queden conformes.
-Tienes razón. Vamos a tomar un té en el Hotel Cuadro. Te invitamos -sugirió simpáticamente Adita. -Después nos acompañas donde la costurera. Quiero hacerme un traje para el cumpleaños de Norma.
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Museo Casa Inca Garcilaso
-Y yo que estaba pensando en kancha, un tostado de maíz chullpi, dulce.
-Eso se come en los pueblos, Eliza, donde a veces no hay pan. ¿A quién se le ocurre kancha  aquí?
-Tienes razón. Le contaré a mi mamá que estuvimos juntas.
-¡Aguarda! Calma. No te muevas. No des un paso. Vamos por partes. ¿Me quieres decir dónde está Pachakuteq?
-¿Pachakuteq? Mira, Adita, ahora se te ocurre preguntar por Pachakuteq? Que yo sepa los españoles se llevaron su momia a Lima y la enterraron en el monasterio de San Andrés. Allí se perdió su rastro junto con la momia de Wayna Qhapaq que no tenía cara de haber muerto de viruelas, sino de cualquier otra cosa, porque su faz era tersa según escribió más de un cronista.
-¡Aguanta, Eliza! No te pases de sabihonda. Me refiero a la estatua de Pachakuteq que estaba en el  centro de esta Plaza del Regocijo. En su lugar hay otra fuente lanzando agua hacia arriba.
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Libro “Cusco en los Anillos del Tiempo”  2007

Alfonsina Barrionuevo


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