domingo, 8 de octubre de 2017

KUKULI Y  SUS SUEÑOS DE COLORES

Cuando Kukuli aprendió a mover la vikuña, ya corriendo, saltando o durmiendo como la vi en Apukalla, estirando el cuello en el piso por lo largo que es, decenas de estos hermosos animalitos que tienen la fibra más suave del mundo, comenzaron a salir de sus plumones. Sin saberlo colaboró con su defensa. Poco a poco fue encontrando otros motivos que abordó con total independencia. Hubo un tiempo que le tomó cariño al caballo como verán después.  


“CUSCO EN LOS ANILLOS DEL TIEMPO”

Hace diez años salió a luz “Cusco en los Anillos del Tiempo”, una novela ubicada en un colegio de señoritas del siglo pasado cuando existían tabúes sobre la virginidad y el sexo a tal punto que devolver a una recién casada por faltar a la castidad podía sumirla en la vergüenza pública, afectando a su familia y a sus amistades. La protagonista, por un extraño desdoblamiento en el tiempo vive en dos épocas, como colegiala y como la mujer superada de este siglo. Escribirla fue un placer por las situaciones que se plantearon irremediablemente. El fenómeno se presentaba en tardes encantadas cuando el sol y sus oros ponían en aprietos a dos Elizas y sus preocupadas amigas. Espero que en unos cuatro blogs puedan acompañarlas. Gracias.

Alfonsina Barrionuevo

Página 1. 
"La ciudad se cubrió de oro solar y su  magia sutil me impulsó a caminar  sobre los hombros encorvados de la tarde, sin rumbo determinado, doblando sus veredas como servilletas de papel. La luminosidad que la cubría invitaba a recorrer sus calles paso a paso, saboreando recuerdos que me hacían sonreír. Su tibieza envolvió mis hombros como un fino chal cuando comencé a pasear buscando mis huellas como si fuera descalza por un puente de arco iris. Salí sin prisa del hostal, mirando con deleite desde su puerta la única torre de la iglesia de Santo Domingo, con sus columnas floreadas en espiral. Me encaminé hacia la derecha cuando, al dar vuelta a la esquina, para enfilar a la calle Pampa del Castillo, las encontré de súbito, como si salieran de otra dimensión. Sus risas  se escuchaban cascabeleando en el aire y sus rostros llenos de candor se colmaron de admiración al verme.
          -¡Eliza!. Justo, hablábamos de ti.
-¿Por qué?
-Pues, porque en tu sed de aprender te quedaste de una pieza cuando la madre Sacro canceló la clase de anatomía.
-¿La clase de anatomía? No entiendo-, contesté con cautela y las miré como si no las conociera.
-Aquella de octubre, cuando el profesor Arturo nos iba a enseñar el capítulo que trataba sobre el aparato uro genital. La parte más significativa de su curso para nosotras que habíamos esperado ansiosas muchos meses, esperando el momento en que nuestros ojos se clavaran en la pizarra.
Por un segundo casi me da un shock. En mi interior ese pequeño músculo que es el corazón se paralizó y luego se puso a dar saltos. ¿Qué hacían ellas allí? ¿De dónde aparecían o es que estaba soñando? Yo me hallaba por el año 2000 en otra onda y no estaba preparada para volver al pasado. Menos para verlas de pronto y oir algo absurdo. Una clase sobre el aparato uro genital que era como hablar del tiempo de las cavernas. Hoy, la palabra que se usa para tratar del asunto es material y directa, sexo. No viene envuelta en hojas o pankas de maíz como un tamal. Hasta la gente menuda de este nuevo siglo están de ida y vuelta en conocimientos sobre el particular. Lo escuchan en todas partes, lo ven en la televisión, en las revistas y hasta lo practican…........" 
  
Página 20. 
"Di un paso con la intención de comprar unas chancaquitas muy ricas que vendía una señora tacneña y me quedé helada como un chullunku ( trozo de hielo). Las dos estaban como si hubieran salido detrás de un poste. Blusa camisera, falda baja acampanada o plisada y medias cortas. Nos sentíamos perfectamente, sin una cadena de adorno, unos pendientes, un anillo. Las chicas no los usaban. Bastaba nuestra rutilante adolescencia, sentirnos  en capullo, tersa la piel y la mirada limpia con una vida por descubrir.
          Ada y Luisa me esperaban como si fuera responsable de los cambios. En el borde de sus ojos se mecía una flor de inquietud.
          -¿Dónde están los Inkas de la casa de los Rosell, Eliza?
          Yo parecía una máquina de respuestas. No sabía si reír o llorar por lo que estaba pasando. No era un sueño. Tampoco una pesadilla. Pensé en una tercera dimensión aunque no hacia delante sino hacia atrás, donde quedó lo mejor de mi existencia. No cualquiera sino hermosos años, sintiendo el apoyo cariñoso de mis padres, la complicidad compartida sin preocupaciones con las amigas del grupo, sin pensar que el techo podía caer sobre nuestras cabezas.
          -¿No están allí?
          -Los han borrado del zaguán y la pared donde estaban ha sido pintada de blanco. También han limpiado la pileta. ¿Recuerdas que tenía macetas en su contorno y una reja circular? Fíjate qué bonita es con esas cabezas de puma que arrojan agua.
          -Ya sé, hace un mes o más las vimos, ¿no? Pero, piensen. ¿Cuánto tiempo no pasamos por aquí? Además, la puerta no siempre está abierta para echarle una mirada y no es sencillo verlos porque la gente que vive allí sólo entra y sale por la puerta de uso diario. Debe ser un problema abrir el gran portón que en los siglos pasados empujaban los muchachos de la hacienda para que entrara la carroza de su patrón con los caballos.
          -Tienes razón. Me parece que no hay mucho movimiento en la casa y cuando salen cierran la puerta.
          -Ahí está la cosa. ¿Qué estarían haciendo mientras estaba cerrada?
          -Muy fácil, la estarían limpiando, ¿no?
-¿Y para qué?
          -¡Quién sabe!. No conozco a los dueños. A lo mejor un cumpleaños, un matrimonio.  Tal vez  quieren vender el inmueble.
          Ellas no tenían que saber del trabajo de restauración que había tenido la casa muy maltratada por el abandono. Era el antiguo palacio de Pumamarka de Thupa Inka Yupanqui. Se hizo su rescate con mucho cuidado. Las nobilísimas habitaciones inkas lucen ahora sus muros con hornacinas, donde hace más de cuatro siglos se colocaban objetos valiosos, y se ha dejado al descubierto su verdadero piso, medio metro más abajo que el patio rellenado por los españoles con piedras de río  Cuando se intervinieron sus ambientes se adecuó el área del fondo para las oficinas de un banco, los mostradores y las ventanillas de los cajeros. Felizmente no se les ocurrió entrar.
          -¿Eliza, y esas puertas inkas delante del cuartel?
          Ahora su mirada se fue al frente de la calle.
-Mira, se parecen a la puerta de doble jamba de Romeritos -, traté de llevar la conversación por otro lado.
          -Ya lo sé, pero ¿recuerdas que llevaste la lata de bollos por su acera cuando tu grupo quiso embromarte?
 -Fue por delante. La acera sigue allí.  Creo que después limpiaron la pared para volverla a pintar y habrán encontrado los muros con las puertas. Ustedes saben que toda la cuadra es del cuartel donde está el Batallón de Infantería Nº 9, y ellos hacen lo que quieren, por algo pertenece al ejército. “Manu militare”, querida Luisita. Siempre me despiertan con su diana. A las seis su corneta madrugadora se parece al indeseable quiquiriquí de un gallo metálico y la escucho todos los días. A veces me gustaría hacerla callar.
          Tienes razón. Son bonitas las puertas, ¿eh?
          -Se ven bien. He oído decir que este palacio había sido el Kusikancha, "la

 Casa de la Alegría", donde  nació el Inka Pachakuteq. Se figuran qué maravilla…..."
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“Cusco e los Anillosde Tiempo”. 2,000.

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