MAGICO BOSQUE FLOTANTE
Lima puede retozar a sus anchas en sus
lagunas de sierra adentro. Entre montañas cubiertas de verdor las aguas de los deshielos del Pariaqaqa crean
remansos, cascadas, lagunas y recodos. A 4,800 metros sobre el nivel del mar se
suma un bosque flotante, con un árbol acuático. karka-, que me dio la primicia de
ser la primera periodista y productora
de televisión que llegó a su área.
Dalí podría haber pintado, en una de
sus genialidades lindante con la locura, un bosque flotante en el agua o en el
aire. Con sus pinceles y su arte hubiera sido fácil. Otra cosa es que exista un
bosque real semihundido en el agua, creciendo misteriosamente sobre un manto de
rocas, sin un gramo de tierra, conocido por la gente del lugar como Papaqocha. Los
árboles que pueden alcanzar hasta tres o cuatro metros de altura ocupan un perímetro respetable.
A este increíble capricho de la madre
naturaleza se puede llegar por La Oroya, entrando por Pachacayo, centro
administrativo de la SAIS “Tupac Amaru” o por Cañete haciendo un ascenso al
cielo. El bosque y la laguna que lo
amamanta son producto de dos nevados. El majestuoso y legendario Pariaqaqa, de
cinco cuerpos, - roca, nieve,
granizo, lluvia y viento-; y, Tikllaqocha, otro nevado menor.
En la cuenca de la vertiente
occidental andina no existe algo semejante dijo el amauta huanuqueño Javier Pulgar Vidal, a cuya
casa fui con la grabación en video del bosque. Para él fue un motivo de gozo
contemplar las imágenes captadas por el camarógrafo. Su espléndido ramaje, sus
raíces desnudas abrazándose angustiosamente a las piedras y los riachuelos que
corren por el piso con gran bullicio, impidiendo el ingreso de persona alguna porque
el piso debe ser muy resbaladizo.
Su historia la conocen solamente las
aves que se posan ligeramente sobre sus ramas. No se han visto nidos cerca y
puede ser porque la karka, así es su nombre andino, tiene ramas con espinas. “El
árbol del agua” forma este singular bosque que está rodeado por decenas de
especies herbáceas y arbustivas. Será necesario estudiarlas. Puede haber medicinales.
En sus viajes el célebre botánico Antonio
Raymondi no pasó por allí. No se sabe con precisión sus características porque
es una enigmática novedad botánica. El hecho de que se encuentre a tanta
altura, a cierta distancia de la cadena de nevados del Pariaqaqa, ha mantenido
la densa masa hidrófila inédita para la ciencia.
Al otro lado de la laguna está cuidando
a su criatura el Pariaqaqa, nevado cuyas historias míticas recogió el clérigo
cusqueño Francisco de Avila en el siglo XVI en su idioma nativo, el qechwa,
siendo traducido al español en el siglo XX por José María Arguedas y después en
una segunda versión por Gerald Taylor. Las diferencias deben ser interesantes.
José María tenía una alma andina, Taylor es un estudioso notable.
Sus deshielos que se unen a los del
Tikllaqocha, dan lugar a una inmensa laguna, de un hermoso color turquesa, que
es la primera de muchas otras. La gente le llama Papaqocha pero no tiene
sentido. Podría hacer sido p’aspaqocha porque refleja en sus contornos los
roquedales y parece por momentos una masa rocosa líquida.
La laguna hacia el lado sur rebasa un
muro natural de contención que es inmensamente ancho. Sus aguas se descuelgan
silenciosamente unos diez metros y al tocar el piso o manto se abren en decenas
de brazos ruidosos que bajan con fuerza el declive rodeando los árboles de
troncos leñosos, para despeñarse en seguida en una grandiosa catarata. Cuando la
vi me conmocionó. Sentí que el agua corría por mis arterias y mis venas.
El bosque de Papaqocha no tiene
relación con los manglares de la costa cuyas raíces encuentran la tierra
fangosa que se forma con la que arrastra el río hacia el mar. Los especímenes
vegetales que llamaron la atención del ilustre geógrafo viven en el elemento
líquido como una contradicción a todo lo conocido, donde algo deben encontrar
para sobrevivir.
En tiempo de sequía se puede observar
en algunos sectores un musgo rojizo llamado shinka por los lugareños. Tampoco
se sabe qué es. Entregué algunas muestras al experimentado botánico Ramón
Ferreira, investigador del Museo de Historia Natural Javier Prado. Después de
unos días me dijo que por las primeras observaciones, es muy parecido a la Skallonia myrtilloides, un
arbusto espinoso de tierra llamado también t’asta que fue descrito por
Raimondi, Weberbauer, Linneo y ha sido encontrado en Cajamarca, Amazonas,
Huanuco, Apurímac, y fuera del Perú en Bolivia y Venezuela. En este caso no se
sabe por que ha buscado un medio acuático adaptándose a él y desarrollando más
de lo usual. A su lado hay ejemplares del Senecio soukupii aferrado igualmente a las piedras debajo del
agua.
Al ver los árboles las preguntas son
numerosas. ¿Cómo se adaptó esta especie de ramas con hojas blanquecinas,
espinos y diminutas flores amarillas, a escalar semejante nivel ecológico en un
elemento glaciar? ¿Desde cuándo es hidrófila? ¿En qué momento prescindió de la
tierra para internarse en la laguna? ¿Qué pasa con sus semillas? ¿Cómo pueden crecer
si están expuestas a que la corriente se las lleve?
Evidentemente hace falta que los
investigadores vayan a estudiar la karka y sus intimidades. Es tan extraña que
hasta hace equilibrios para mantenerse erguida y soportar en parte el embate de
la cascada donde se precipitan las aguas con ímpetu bajando por un bellísimo graderío
natural.
Las lagunas y el bosque están a unos
cuatrocientos metros de Vilka, pequeño y pintoresco poblado. Uno de sus vecinos
más notables fue don Germán Zárate quien llegó en 1914 realizando una excelente
labor. Inició la cría de truchas, impulsó la ganadería y propició la
construcción de un puente con tres arcos por donde discurren las aguas
cristalinas de los nevados. Su hijo, el ingeniero Rubén Zárate, que fue gerente
general de la SAIS Tupaq Amaru, logró que la zona fuese considerada Santuario Turístico.
Ahora es Reserva Paisajística Nor Yauyos Cochas y hay que cuidarla. Es
vulnerable a varias empresas mineras cercanas.
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