lunes, 2 de enero de 2017

MAGICO BOSQUE FLOTANTE

Lima puede retozar a sus anchas en sus lagunas de sierra adentro. Entre montañas cubiertas de verdor las aguas de los deshielos del Pariaqaqa crean remansos, cascadas, lagunas y recodos. A 4,800 metros sobre el nivel del mar se suma un bosque flotante, con un árbol acuático. karka-, que me dio la primicia de ser la primera periodista y productora de televisión que llegó a su área.
Dalí podría haber pintado, en una de sus genialidades lindante con la locura, un bosque flotante en el agua o en el aire. Con sus pinceles y su arte hubiera sido fácil. Otra cosa es que exista un bosque real semihundido en el agua, creciendo misteriosamente sobre un manto de rocas, sin un gramo de tierra, conocido por la gente del lugar como Papaqocha. Los árboles que pueden alcanzar hasta tres o cuatro metros de altura ocupan un perímetro respetable.
A este increíble capricho de la madre naturaleza se puede llegar por La Oroya, entrando por Pachacayo, centro administrativo de la SAIS “Tupac Amaru” o por Cañete haciendo un ascenso al cielo. El  bosque y la laguna que lo amamanta son producto de dos nevados. El majestuoso y legendario Pariaqaqa, de cinco cuerpos, - roca, nieve,  granizo,  lluvia y  viento-; y, Tikllaqocha, otro nevado menor.
En la cuenca de la vertiente occidental andina no existe algo semejante dijo el amauta huanuqueño Javier Pulgar Vidal, a cuya casa fui con la grabación en video del bosque. Para él fue un motivo de gozo contemplar las imágenes captadas por el camarógrafo. Su espléndido ramaje, sus raíces desnudas abrazándose angustiosamente a las piedras y los riachuelos que corren por el piso con gran bullicio, impidiendo el ingreso de persona alguna porque el piso debe ser muy resbaladizo.
Su historia la conocen solamente las aves que se posan ligeramente sobre sus ramas. No se han visto nidos cerca y puede ser porque la karka, así es su nombre andino, tiene ramas con espinas. “El árbol del agua” forma este singular bosque que está rodeado por decenas de especies herbáceas y arbustivas. Será necesario estudiarlas. Puede haber medicinales.
En sus viajes el célebre botánico Antonio Raymondi no pasó por allí. No se sabe con precisión sus características porque es una enigmática novedad botánica. El hecho de que se encuentre a tanta altura, a cierta distancia de la cadena de nevados del Pariaqaqa, ha mantenido la densa masa hidrófila inédita para la ciencia.
Al otro lado de la laguna está cuidando a su criatura el Pariaqaqa, nevado cuyas historias míticas recogió el clérigo cusqueño Francisco de Avila en el siglo XVI en su idioma nativo, el qechwa, siendo traducido al español en el siglo XX por José María Arguedas y después en una segunda versión por Gerald Taylor. Las diferencias deben ser interesantes. José María tenía una alma andina, Taylor es un estudioso notable.
Sus deshielos que se unen a los del Tikllaqocha, dan lugar a una inmensa laguna, de un hermoso color turquesa, que es la primera de muchas otras. La gente le llama Papaqocha pero no tiene sentido. Podría hacer sido p’aspaqocha porque refleja en sus contornos los roquedales y parece por momentos una masa rocosa líquida.
La laguna hacia el lado sur rebasa un muro natural de contención que es inmensamente ancho. Sus aguas se descuelgan silenciosamente unos diez metros y al tocar el piso o manto se abren en decenas de brazos ruidosos que bajan con fuerza el declive rodeando los árboles de troncos leñosos, para despeñarse en seguida en una grandiosa catarata. Cuando la vi me conmocionó. Sentí que el agua corría por mis arterias y mis venas.
El bosque de Papaqocha no tiene relación con los manglares de la costa cuyas raíces encuentran la tierra fangosa que se forma con la que arrastra el río hacia el mar. Los especímenes vegetales que llamaron la atención del ilustre geógrafo viven en el elemento líquido como una contradicción a todo lo conocido, donde algo deben encontrar para sobrevivir.
En tiempo de sequía se puede observar en algunos sectores un musgo rojizo llamado shinka por los lugareños. Tampoco se sabe qué es. Entregué algunas muestras al experimentado botánico Ramón Ferreira, investigador del Museo de Historia Natural Javier Prado. Después de unos días me dijo que por las primeras observaciones, es muy  parecido a la Skallonia myrtilloides, un arbusto espinoso de tierra llamado también t’asta que fue descrito por Raimondi, Weberbauer, Linneo y ha sido encontrado en Cajamarca, Amazonas, Huanuco, Apurímac, y fuera del Perú en Bolivia y Venezuela. En este caso no se sabe por que ha buscado un medio acuático adaptándose a él y desarrollando más de lo usual. A su lado hay ejemplares del Senecio soukupii aferrado igualmente a las piedras debajo del agua.
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Al ver los árboles las preguntas son numerosas. ¿Cómo se adaptó esta especie de ramas con hojas blanquecinas, espinos y diminutas flores amarillas, a escalar semejante nivel ecológico en un elemento glaciar? ¿Desde cuándo es hidrófila? ¿En qué momento prescindió de la tierra para internarse en la laguna? ¿Qué pasa con sus semillas? ¿Cómo pueden crecer si están expuestas a que la corriente se las lleve?
Evidentemente hace falta que los investigadores vayan a estudiar la karka y sus intimidades. Es tan extraña que hasta hace equilibrios para mantenerse erguida y soportar en parte el embate de la cascada donde se precipitan las aguas con ímpetu bajando por un bellísimo graderío natural.


Las lagunas y el bosque están a unos cuatrocientos metros de Vilka, pequeño y pintoresco poblado. Uno de sus vecinos más notables fue don Germán Zárate quien llegó en 1914 realizando una excelente labor. Inició la cría de truchas, impulsó la ganadería y propició la construcción de un puente con tres arcos por donde discurren las aguas cristalinas de los nevados. Su hijo, el ingeniero Rubén Zárate, que fue gerente general de la SAIS Tupaq Amaru, logró que la zona fuese considerada Santuario Turístico. Ahora es Reserva Paisajística Nor Yauyos Cochas y hay que cuidarla. Es vulnerable a varias empresas mineras cercanas.  

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