domingo, 22 de enero de 2017

ALLIN YACHAY
ALLIN MUNAY
ALLIN LLANK’AY

Juan Achahui me ayudó a conocer el respeto que tienen las comunidades por el Padre Sol. La jornada que hicimos con él para saludarle, al filo del  Ocongate, a 4,800 metros sobre el nivel del mar, en Quispicanchis, Cusco, fue larga. Las horas, los minutos y los segundos de esa fecha que se mueve con los astros, se hacían trizas en cada pisada. Fuimos trepando andén tras andén y cuando éstos terminaron, seguimos por un chakiñan que iba bordeando los cerros como una cinta. En el cielo las estrellas se movían risueñas hasta que se fueron convirtiendo en burbujas de luz, confundiéndose con la niebla.

Julia Chambi, Zuly Azurín y yo caminamos toda la noche hasta que nuestro guía llegó a una cumbre. Ofreció mostrarnos un Inti Raymi auténtico en el siglo XX, y sólo veíamos sombras que pasaban fugazmente. Comenzó a llover y sentimos temor cuando el ruido del río fue creciendo. Alguien se podía resbalar a sus aguas y nunca lo encontrarían. Hasta que volteamos el último cerro con las piernas entumecidas y vimos un resplandor que cogió el pico de los cerros derramando sobre ellos su oro cósmico. En ese mismo momento se escuchó un huracán de vivas a lo largo de los cerros como si ellos le dieran la bienvenida: “¡Haylliii!, ¡haylliii!, ¡haylliii!,..” Al fin, con su luz iluminando la altura, mi corazón copió la alegría de la gente que estaba con una rodilla en tierra y los brazos levantados. Había el temor de que se hubiera ido pero al cabo el astro radiante volvió en un nuevo solsticio de invierno.

Fotos: Alfonsina Barrionuevo
Lo demás fue estupendo. Contemplamos el armónico ballet de las doncellas al bajar, con sus guiones de plata, luego los conjuntos de danza con una vivacidad sorprendente y los peregrinos abriendo y y cerrando filas como un pallay sobre la panpa. Cuando se fueron me quedé con una emoción inenarrable. Bajar fue más pesado porque estábamos cansadas y nos cogimos del hilo musical de los q’arachunchos. Cada vez que se detenían, la fatiga era un polvo que se asentaba sobre nuestros músculos tensos. Volvía su música y nos sentíamos ágiles como tarukas. Los ukhukus o pabluchas nos adelantaban riendo debajo de sus máscaras pasamontaña, haciendo restallar sus látigos. Ellos venían de Qoyllur Rit’i, donde subiría el año siguiente para un encuentro con Qolqe punku, el nevado por donde entran las fuerzas que irradia la estrella Qoyllur desde el infinito.

Cuando sea el momento, mi alma volverá recogiendo los pasos de esos viajes inolvidables. El de Ocongate fue un Inti Raymi donde los gritos de bienvenida al Padre Sol se elevaron como un viento  humano colmando el relieve diseñado en la cordillera.
Aún las manos de Pachamama, la Madre Tierra, no habían tocado mis mejillas. Pero recibí el fuego llameante de nuestro Padre Sol fundiendo en mis huesos. Por eso estoy de pie, en actitud de warmipukara, “mujer que lucha,” y no podrán vencerme.
Cusco celebraría, un poco más adelante, su fiesta jubilar. Un 24 de junio que Velasco Alvarado convirtió en el Día del Campesino, quitándole toda su connotación. En el Día del Indio, día de los runas, millones de peruanos nos abrazábamos porque sentíamos que sangre de milenios se desgalgaba por nuestras arterias. Al cambiar la palabra ese sentimiento se destruyó.

Doncellas con guiones
Si le pregunto qué piensa de eso la Pachamama, estará en silencio. En ese ¡chin!, ese “vacío” en el que se arropa para no escuchar cuando sufre. Hay que esperar que vuelva del sueño en que se sumerge porque ama a sus hijos y se apena al callar. En agosto habrá en las comunidades y pueblos ofrendas para que sepa que es amada.       
Los españoles que inventaron el “ama qhella, ama suwa, ama llulla”, como “preceptos inkas”, atribuyéndolos inclusive al gran Pachakuteq, lo hicieron para rubricar el abuso. “No seas ocioso y trabaja para el patrón”, “no le robes al patrón”, “no le engañes al patrón”. Los andinos nunca fuimos gente de manos ociosas, porque queremos a la Madre Tierra y nos gusta hacer ayni con ella y que en pago nos de kausay: “vida.” No tomamos lo ajeno porque tenemos lo suficiente. Mentir corresponde a una negación generada por el temor y el engaño que no funcionan frente a la sinceridad. Me parece mejor, para los peruanos de hoy expresar: “Allin yachay, allin  munay, allin llank’ay”, “Piensa bien, quiere bien, trabaja bien”.

La ofrenda a la Pachamama, que tiene hambre y sed cuando despierta, puede ser pequeña o abundante. Basta un k’intu, es decir, tres hojas de coca si los tiempos son flacos. Si hay suerte, semillas, chancaca, wayruros, pallar, maíz, coca, en una q’esita, o sea el codiciado nido de un picaflor. Si hay más se colocan elementos que pertenecen a los tres reinos de la naturaleza, terminando con el qori libro y el qolqe libro: “hojitas de oro y plata”. Hay unas doscientas formas de preparar ofrendas. En todas tiene que primar el sentimiento. Se dice también despacho y pagapu, pero me gusta más ofrenda, amor como ingrediente precioso.
Desde el primer día de agosto hasta el 31 del mes, ella “saborea” los regalos que comparte con los Apus, espíritus de los Andes, protectores de las comunidades que viven en sus cercanías, sus cultivos y sus ganados; así como con las Pachamamas y los Apus olvidados. La gente andina es generosa y los recuerda. Están agrupados en las ocho regiones multi-diversas: nevados, cerros, mesetas, ríos, lagunas, bosques, sembríos, animales domesticados y silvestres, hermanados con la Pachamama y la Mama qocha.

“Mamita, toma este juguito para tu sed” y le derraman unas gotas de chicha al terminar la ceremonia. La ofrenda debe arder sobre una “cama” de tizones al rojo vivo y los oferentes se retiran para que concurran los invitados de la Pachamama. Si el obsequio se consume dejando una fina ceniza ha sido aceptado y ellos corresponderán en lo posible.
La reciprocidad depende del clima y en eso, cuando interfieren los hombres y crean problemas críticos como poner el planeta en emergencia, se producen conflictos que afecta a la Pachamama y a los Apus. Las comunidades expuestas a los nuevos peligros están advertidad de lo que pasa a traveés de los sacerdotes andinos y ya se están prepaando. Ellas tienen que defender su vida y la vida de la tierra en que vivimos.

Alfonsina Barrionuevo   

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