ALLIN YACHAY
ALLIN MUNAY
ALLIN LLANK’AY
Juan
Achahui me ayudó a conocer el respeto que tienen las comunidades por el Padre
Sol. La jornada que hicimos con él para saludarle, al filo del Ocongate, a 4,800 metros sobre el
nivel del mar, en Quispicanchis, Cusco, fue larga. Las horas, los minutos y los
segundos de esa fecha que se mueve con los astros, se hacían trizas en cada
pisada. Fuimos trepando andén tras andén y cuando éstos terminaron, seguimos
por un chakiñan que iba bordeando los cerros como una cinta. En el cielo las
estrellas se movían risueñas hasta que se fueron convirtiendo en burbujas de
luz, confundiéndose con la niebla.
Julia
Chambi, Zuly Azurín y yo caminamos toda la noche hasta que nuestro guía llegó a
una cumbre. Ofreció mostrarnos un Inti Raymi auténtico en el siglo XX, y sólo
veíamos sombras que pasaban fugazmente. Comenzó a llover y sentimos temor
cuando el ruido del río fue creciendo. Alguien se podía resbalar a sus aguas y
nunca lo encontrarían. Hasta que volteamos el último cerro con las piernas
entumecidas y vimos un resplandor que cogió el pico de los cerros derramando
sobre ellos su oro cósmico. En ese mismo momento se escuchó un huracán de vivas
a lo largo de los cerros como si ellos le dieran la bienvenida: “¡Haylliii!,
¡haylliii!, ¡haylliii!,..” Al fin, con su luz iluminando la altura, mi corazón
copió la alegría de la gente que estaba con una rodilla en tierra y los brazos
levantados. Había el temor de que se hubiera ido pero al cabo el astro radiante
volvió en un nuevo solsticio de invierno.
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Fotos: Alfonsina Barrionuevo |
Lo
demás fue estupendo. Contemplamos el armónico ballet de las doncellas al bajar,
con sus guiones de plata, luego los conjuntos de danza con una vivacidad
sorprendente y los peregrinos abriendo y y cerrando filas como un pallay sobre
la panpa. Cuando se fueron me quedé con una emoción inenarrable. Bajar fue más pesado porque estábamos cansadas
y nos cogimos del hilo musical de los q’arachunchos. Cada vez que se detenían,
la fatiga era un polvo que se asentaba sobre nuestros músculos tensos. Volvía
su música y nos sentíamos ágiles como tarukas. Los ukhukus o pabluchas nos
adelantaban riendo debajo de sus máscaras pasamontaña, haciendo restallar sus
látigos. Ellos venían de Qoyllur Rit’i, donde subiría el año siguiente para un
encuentro con Qolqe punku, el nevado por donde entran las fuerzas que irradia la estrella Qoyllur
desde el infinito.
Cuando
sea el momento, mi alma volverá recogiendo los pasos de esos viajes
inolvidables. El de Ocongate fue un Inti Raymi donde los gritos de bienvenida
al Padre Sol se elevaron como un viento humano colmando el relieve diseñado en la
cordillera.
Aún
las manos de Pachamama, la
Madre Tierra , no habían tocado mis mejillas. Pero recibí el
fuego llameante de nuestro Padre Sol fundiendo en mis huesos. Por eso estoy de
pie, en actitud de warmipukara, “mujer que lucha,” y no podrán vencerme.
Cusco
celebraría, un poco más adelante, su fiesta jubilar. Un 24 de junio que Velasco
Alvarado convirtió en el Día del Campesino, quitándole toda su connotación. En
el Día del Indio, día de los runas, millones de peruanos nos abrazábamos porque
sentíamos que sangre de milenios se desgalgaba por nuestras arterias. Al cambiar la palabra ese sentimiento se destruyó.
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Doncellas con guiones |
Si
le pregunto qué piensa de eso la Pachamama, estará en silencio. En ese ¡chin!,
ese “vacío” en el que se arropa para no escuchar cuando sufre. Hay que esperar
que vuelva del sueño en que se sumerge porque ama a sus hijos y se apena al
callar. En agosto habrá en las comunidades y pueblos ofrendas para que sepa que
es amada.
Los
españoles que inventaron el “ama qhella,
ama suwa, ama llulla”, como “preceptos inkas”, atribuyéndolos inclusive al gran
Pachakuteq, lo hicieron para rubricar el abuso. “No seas ocioso y trabaja para
el patrón”, “no le robes al patrón”, “no le engañes al patrón”. Los andinos
nunca fuimos gente de manos ociosas, porque queremos a la Madre Tierra y nos
gusta hacer ayni con ella y que en pago nos de kausay:
“vida.” No tomamos lo ajeno porque tenemos lo suficiente. Mentir corresponde a
una negación generada por el temor y el engaño que no funcionan frente a la sinceridad. Me
parece mejor, para los peruanos de hoy expresar:
“Allin yachay, allin munay, allin
llank’ay”, “Piensa bien, quiere bien, trabaja bien”.
La
ofrenda a la Pachamama, que tiene hambre y sed cuando despierta, puede ser
pequeña o abundante. Basta un k’intu, es decir, tres hojas de coca si los
tiempos son flacos. Si hay suerte, semillas, chancaca, wayruros, pallar, maíz,
coca, en una q’esita, o sea el codiciado nido de un picaflor. Si hay más se
colocan elementos que pertenecen a los tres reinos de la naturaleza, terminando
con el qori libro y el qolqe libro:
“hojitas de oro y plata”. Hay unas doscientas formas de preparar ofrendas. En
todas tiene que primar el sentimiento. Se dice también despacho y pagapu, pero
me gusta más ofrenda, amor como ingrediente precioso.
Desde
el primer día de agosto hasta el 31 del mes, ella “saborea” los regalos que
comparte con los Apus, espíritus de los Andes, protectores de las comunidades
que viven en sus cercanías, sus cultivos y sus ganados; así como con las
Pachamamas y los Apus olvidados. La gente andina es generosa y los recuerda. Están
agrupados en las ocho regiones multi-diversas:
nevados, cerros, mesetas, ríos, lagunas, bosques, sembríos, animales
domesticados y silvestres, hermanados con la Pachamama y la Mama qocha.
“Mamita,
toma este juguito para tu sed” y le derraman unas gotas de chicha al terminar la ceremonia. La
ofrenda debe arder sobre una “cama” de tizones al rojo vivo y los oferentes se
retiran para que concurran los invitados de la Pachamama. Si el
obsequio se consume dejando una fina ceniza ha sido aceptado y ellos
corresponderán en lo posible.
La reciprocidad depende del clima y en eso, cuando interfieren los hombres y crean problemas críticos como poner el planeta en emergencia, se producen conflictos que afecta a la Pachamama y a los Apus. Las comunidades expuestas a los nuevos peligros están advertidad de lo que pasa a traveés de los sacerdotes andinos y ya se están prepaando. Ellas tienen que defender su vida y la vida de la tierra en que vivimos.
Alfonsina Barrionuevo
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