domingo, 31 de julio de 2016

MONTAÑAS DE COLORES

Hace algunos años viajé a Moyobamba y en el trayecto de Tarapoto a la ciudad vi unos cerros ardiendo. En la noche atravesamos una panpa donde se veía regueros de extraños tizones. Un espectáculo sorprendente. Nadie nos había dicho que había extensas vastedades que ardían. Mi corazón se encogió de temor pero el piloto dijo que era normal. De día no se advertían pero la noche los resaltaba como si fueran los mísmisimos caminos de Dante Alighieri bajando al infierno. En Kotawasi, Arequipa, admiré otros espacios donde el viento y el agua, artistas milenarios, dejaron esculturas extraordinarias, alpakas, hongos y hasta personas. El chakiñan al nevado Ausanqati lo encontré plagado de lagunas, verdes y azules, y de colores. La naturaleza no ha ido a escuelas de arte pero supera la imaginación más inaudita.

Foto: Peruska Chambi
Sin embargo hay mucho que es inédito y Peruska Chambi, nieta de Martin Chambi de Coasa, Puno, capturador de imágenes, se enteró de montañas de colores y se fue en su busca. Ayer me envió una foto que comparto con Uds. Como se puede hay colores de sobra, con rayas que hacen pensar en un artista que compagina con sabiduría rosados, azules, amarillos y otros, trabajados en un estudio grandioso para admiración de los siglos. Los turistas sienten la atracción de la obra de esa mano milagrera que bordó en rocas maravillas bajo un cielo turquesa. Ellos ya comienzan a desfilar en peregrinaje de asombros para encandilar sus ojos con un nueva belleza en las alturas de Qosqo, la capital imperial.


LA AVENTURA DE KUMARA

Los Andes recibieron con alegría los finales del Pleistoceno. Las capas de nieve  que los cubrían iniciaron su retirada. Pachamama, madre tierra desde la prehistoria, estaba allí, acurrucada, hibernando, en una larga espera. De haberla visto hubieran pensado que era una niña.
Cuando el mar comenzó a bajar y vinieron los deshielos ella bajó a los valles, donde los ríos filtraban sus aguas a canales subterráneos. llevando los alimentos.  
Eran muchísimos pero cabían apretados en sus brazos. Las papas tenían el tamaño de una pasa, los frijoles eran como un grano de trigo, los tubérculos de la yuka y el camote más pequeños que una paja .
Hace más o menos 10,000 años los primeros recolectores encontraron las papas casi a ras  de tierra y escarbaron centenares de finísima piel que agregaron a su dieta de mariscos y peces. En el caso de kumara (camote o batata en México y Centroamérica) les fascinó sus raicillas ligeramente gorditas que al masticar hallaron dulces.
A estas alturas del tiempo muy poco se piensa del proceso de domesticación. Ahora que en el mundo se consumen  “nuevas especies del Ande como la kihura o kinua y la kiwicha, se olvida la hazaña de los domesticadores. Los primeros cultivares deben haber resultado de un juego. Seguramente hacían un hueco con un dedo, escarbaban la tierra con la uña como si fuera una lampa diminuta y colocaban allí los pequeñísimos frutos.

Al principio fue en tierra áspera, árida, y se murieron. Buscaron lugares más propicios,  húmedos, y se malograron. Al cabo los irrigaron con cuidado y brotaron hojitas verdes que protegían a bebes de papa, de frejol, de yuka, pallar o calabaza.
En lugar de hacer un monumento a la ojota ciertos alcaldes sin capacidad para realizar buenos proyectos para sus poblaciones deberían levantar monumentos a los antiguos agricultores de Perú que siguen dando primicias a la Humanidad a través de sus descendientes.

Kumara, quizá una voz aimara, desdeñada por los españoles, siguió la aventura del resto de nuestros alimentos. Acompañó al hombre de una altura a otra, se solazó en los espacios fértiles, absorbió la dulzura del agua, se diversificó y lo ayudó a vivir. Se conoce al camote blanco, un poco seco, delicioso; al camote amarillo, de carnes más sueltas propias para el ceviche; al camote morado, de las watias, también muy querido por las señoras chefas de las distintas regiones; mas debe haber una gran cantidad de variedades que no hemos podido contabilizar aún porque se investiga menos cada vez en el Perú.
La historia del camote llega escuetamente  través de los arqueólogos, como una curiosidad a la par de otros vestigios. Su laboratorio se pierde al igual que los demás en las páginas amarillentas de los milenios. El registro de restos encontrados lo incluye y de ese modo hace unos 4,000 años a.C. expediciones  que hacen trabajo de campo entre 1962 y 1988  en basurales y grupos arqueológicos encuentran especímenes enteros o fragmentados  que tienen una longitud menor de 2 cm. o un poco más.

Qué habría avizorado el inteligente observador prehistórico para advertir  su buen sabor parcialmente carbonizados por fuegos (rayos) caídos del cielo. En la Pampa de Llamas, Casma, Thomas y Sheila Pozorski descubrieron camotes del precerámico a un metro de profundidad junto a conchales al lado de palta, ciruela del fraile, frijol, pallar, achira, lúkuma, yuca, maní, ají y zapallo.
En el valle de las Tortugas, también en Casma,  los investigadores Donald Ugent y Linda W. Peterson vivieron después su propia experiencia, trabajando en Waynuma a unos cuantos kilómetros.  Sus laboratorios se fueron ampliando luego desde el mar hasta la selva.
Mama Aqsu y Mama Kumara  fueron creciendo mediante los  experimentos casuales o deliberados. Si la semilla cae y germina junto a una cabeza o cola de pez crece más, adquiere arrogancia y llena de placer los estómagos hambrientos. Si se les riega con cuidado las plantas se levantan con mayor prontitud, como si llegaran a una pubertad insospechada.

En Pachakamaq aproximadamente 1,000 años d.C. ya tienen una personalidad contundente. En el Cerro Las Tres Ventanas, en Chilca, Frederic Engel encontró camote  con aji y tuna, además de los otros alimentos conocidos. En La Centinela, dentro del reino Chincha, Ugent y Peterson  hicieron excelentes hallazgos. Los chinchas son mercaderes y llevan por el litoral y el interior las cosechas para trocarlas con otros productos.
Más abajo, en Parakas, otros estudiosos los encuentran como ofrendas en los fardos funerarios de sus gobernantes. Ya han dado un paso a la eternidad en otro nivel. como alimentos para la otra vida.
El Centro Internacional de la Papa, en su última Exposición,  le ha dado un lugar al camote, como especie alimenticia básica. Según la tradición las mujeres prehispánicas tenían preferencia por este tubérculo que mantenía la lozanía de su piel, el brillo de sus cabellos y su disposición al amor. Otro regalo de los Andes.

Alfonsina Barrionuevo

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