ESPACIOS MAGICOS DE QOSQO
Extiendo mi mano derecha desde su gran plaza y puedo tocar Qolqanpata, "Anden de vida", donde está el finísimo muro de homenaje a Ayar Auka. Hacia el Senqa se encuentra Mantukalla, donde el Padre Sol solía quedarse a dormir cuando se sentía cansado. Con la mano izquierda comienzo en Plateros y deslizo mis dedos en la cabellera undosa de Wayra, el Padre Viento. Sigo por Espaderos y me encuentro con la Waka de Illa Teqse, el Resplandor, que precedía a Qhaqa, el Rayo, que prendía su ramaje de fulgores iluminando una vieja laguna de totorales hacia Qora Qora. Hasta que Inti Illapa, "el Trueno del Sol", hacia reventar con la majestad del sonido el vientre del cielo.
Mientras en otras partes del mundo crece el fervor por la naturaleza la
ciudad inka que fue morada de hombres y entidades cósmicas y telúricas está
cada vez más olvidada. Pareciera que los escasos muros de residencias y wakas,
sitios sagrados, se fueran diluyendo. En estas circunstancias la presentación
de mi libro breve “Espacios Mágicos de Qosqo y Machupiqchu” en la semana que
acaba de pasar tiende no sólo a la evocación sino a la necesidad de hacer que su
kamaqen, su esencia, resurja y que propios y extraños sientan la fuerza que le
dio Kusi Yupanki, conocido como Pachakuti cuando ascendió al trono.
En esa época el valle silvestre, árido, de riachuelos desbordados y
manantiales dispersos, donde imperaba sólo hierba cortadera, fue civilizado por
el joven Kusi Yupanki. Lo ayudaron los kurakas comarcanos que entendieron su
propósito de construir un centro de poder político y religioso. Otras culturas
con miles de años ya habían avanzado en la creación de un mundo andino. Pero le
tocó a él trabajar en el sur de nuestro territorio para unificar a cuantos
existieron en los suyus lejanos.
Desde qae escuchó el llamado de la montaña, donde aquellas fuerzas le
transmitieron sabiduría a la par que le concedían su entendimiento Kusi Yupanki
trabajó para que se convirtieran al mismo tiempo en soporte de su gobierno. En
la actualidad se puede lograr que recuperen su magia el Sol, la Luna, las
Estrellas, el Viento, la Lluvia y el Granizo.
Mi libro breve es un inicio y así lo han entendido quienes participaron en
este evento. La EMUFEC con Luis Huayhuaca y, ANTA PACCAY a través de su
representante Fernando Moscoso Salazar; Fernando Seminario S., Peruska Chamnbi
y José Alvarez Blas con las fotografías que interpretan en las imágenes el
mensaje de los textos; y Luis Nieto Degrégori y Enrique Rosas Paravicino en sus
prestigiosos comentarios.
Algún
día será hermoso que los niños reconozcan y tengan presente la historia de
Qosqo al mencionar sus calles y plazas. “¡Vamos a la calle de Wayra, el Viento¡”,
“¡Te espero en Kusipata, la plaza de la Alegría¡” o “¡Nos vemos en calle de Puñuy, el Sueño!”.
No son muchos los lugares que existen en el Centro Histórico pero serán
suficientes para ellos y la gente que visita la capital imperial todos los
días. Mucho más si Anta Paccay colabora haciendo unas polacas de bronce con sus
nombres.
Realmente
es un placer hacer un recorrido que comience en el Qorikancha y concluya en la
Plaza Mayor. Quién podía pensar que en el Intikancha, hoy Plazoleta de Santo Domingo,
había ocho wakas. Warasinse, que contenía a los terremotos, muchas veces mencionada
por Manuel Chávez Ballón; Willka Nina, la waka del Fuego; T’uruka, la waka del
Barro que era trama de los fondos del lago Morkill; Katunki, por los
legendarios guerreros de piedra que ayudaron a defender Qosqo de la invasión de
los feroces chankas; Waropunku, Apian, Kinkil, y Chikinapanpa.

Alfonsina Barrionuevo
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