domingo, 3 de enero de 2016

NUEVOS CUENTOS

En la pared de mi cuarto había un agujero junto al piso, pequeño, para que pudiera entrar sólo un ratón. A veces soñaba que entraba por ese agujero y descubría un mundo de maravillas. Así comenzó mi afición por los cuentos.  Un mundo que siguió mucho más tarde en la palabra encantada de las mamalas, las abuelas del campo. Un mundo que trata de llevar a los niños, que está oculto tras el agujero del suelo. Sé que no podré avanzar muchos. No es fácil publicar, pero insistiré porque me gusta difundirlos.
En el Perú del mar a los Andes, de cinco mil años hasta hoy, existe una imaginación desbordante que es transmitida de padres a hijos.

Santiago de Tuna está a medio recorrido de la Carretera Central y es habitat de un personajillo fabuloso: el Uchuchullko, parecido a los niños con quienes juega, pero con cuernitos en la cabeza. Es el pequeño guardián de los animales silvestres. 

El Uchuchullko

Una ramita de molle ajusta a la patita de la traviesa perdiz.
Juega con los infantes de los poblados y ellos le acompañan a la marcación de los que cumplen un año, con coronas de flores silvestres o semillas si son muy chiquitos. 

El Dueño de las Minas. El Muki es otro personaje de las minas que hay en los cerros donde hay vetas de oro y plata. Sale sólo en las noches de luna con su lamparín y su casco de minero. 






LOS REZONGOS DE "TATA UBINAS"


Emiliano Esquicha, nacido en Huatagua, en las alturas de Moquegua, sonríe ampliamente cuando habla del volcán "Ubinas"
Para la gente del valle donde él nació, el familiar “Tata” (padre) San Pedro es el protector de sus campos y villorrios,.
El “Ubinas” está a 5,672 m.s.n.m., abarca una superficie de 45 kilómetros cuadrados y sus erupciones alcanzan hasta 4,000 metros de altura.
Se sabe que el volcán está en alerta roja pero él, como los miembros de muchas generaciones, espera que no pase de muchas fumarolas y rezongos.
“Lo que pasa es que el volcán está vivo y ésa es la diferencia con otros que están dormidos desde hace miles de años”—comenta—. “Allá la gente nace escuchando su vozarrón interior y sabe que es su manera de hacer sentir su presencia.” 
En las fiestas lo saludan con flores, coca y chicha, ofrenda que el Apu volcánico comparte con Pachamama, la Madre Tierra.

En esta entrevista, hecha hace algunos años, le comenté que un volcán no es un cerro cualquiera. Sus enojos harán que la población de Qerapi tenga que trasladarse a otra parte. La lluvia de cenizas que arroja arruinará los pastizales y sus animales. No podrán seguir viviendo si se quedan donde hoy están.
Maximiliano reconoció que los de Qerapi están muy cerca, a sólo unos cinco kilómetros, pero no se mudarán muy lejos, porque no pueden abandonar las heredades de sus padres. “Todos esperamos que pronto vuelva la tranquilidad. Estamos acostumbrados a sus ruidos”, manifiesta.
Años atrás, cuando fui con Victoria Cano Diaz al pueblo de Ubinas, las señoras recordaban que la ceniza del volcán cayó durante varios días, pero que resistieron a esa descarga porque tenían provisiones.

En realidad los pobladores de esa comarca tienen una fibra muy recia y aunque aprecian los monitoreos del Instituto Geofísico del Perú y el Ingemmet no se asustan. Si hay algo muy riesgoso, tendrán tiempo para retirarse y luego volver. Muy rara vez se producen explosiones y según dicen “sólo parecen fuegos artificiales.”
Los abuelos cuentan que el “Ubinas” tenía un casquete de hielo como el Misti de Arequipa, que se cubre de nieve en algunos inviernos. Pero un día lo lanzó por el aire y su cráter quedó al descubierto, como un boquerón enorme que se ve claramente desde los aviones, cuando hay vientos muy fuertes en su ruta habitual y se desvían por allí.
Por carretera se llega al Ubinas desde Arequipa, atravesando la laguna Salinas que a veces se llena de pariwanas o flamencos rosados, y ofrece un espectáculo bellísimo cuando levantan el vuelo. Eventualmente, la sal se solidifica y semeja un páramo blanquecino.

El ómnibus que nos llevó la fue rodeando por una trocha agreste que  ha mejorado, pasando cerca a uno de sus ríos de agua dulce, fría  y cristalina. “Los volcánmayu salen de los flancos del “Ubinas” —cuenta Esquicha— “y riegan los pueblos del valle”. Su baja temperatura hace pensar que va por cauces de roca que no tienen contacto con la chimenea que sale por otro lado del cráter.
A su contenido de ciertos minerales se atribuye la calidad de los frutales que crecen en los pisos ecológicos templados de la zona, además de papas, maíz, alfalfa, cebolla, haba, zapallo y hortalizas. En Huatagua, Huarina, Matalaque y otros anexos hay un constante jubileo de lúkumas de corazón amarillo, peras jugosas, duraznos de pulpa blanca, membrillos olorosos, higos que resuman dulzuras, cerezos tiernos,  guindas aromáticas, tunas blancas y de colores, naranjas de néctares esenciales, pakaes de sabroso ”algodón”, paltas como de mantequilla y riquísimos damascos que en Moquegua se maceran en piscos finísimos.

En el Perú muchas ciudades se han poblado demasiado en lo últimos años. Pero Maximiliano cuenta que en su provincia no han crecido. El aumento que se registra es de manera natural, mas no por las  migraciones. Tal vez los foráneos no se acostumbran a dormir con los ruidosos monólogos del volcán y prefieren irse a otros lugares.
¡En cambio ellos están muy bien en sus distritos y anexos celebrando con danzas cada fecha santa! En setiembre a San Miguel Arcángel, en diciembre a la Inmaculada Concepción y, en enero, al Niño de Praga. Los Patroncitos bailan para ellos con máscaras de tez blanca, ojos azules y barbas. Los ví en casa de un familiar de Esquicha, evocando a los  tucumanos, que en los años virreinales llegaban desde Argentina  con sus recuas de mulas a vender  productos de cuero para caballos. Aperos, monturas, riendas, lazos y también frenos y herrajes. En algún momento dejaron de ir, pero queda la danza como una remembranza. 
 “Ojalá que “Tata” San Pedro haga que el volcán deje sus berrinches y vivamos en paz”, reclama Emiliano Esquicha, para luego añadir: “Criamos vacunos, ovinos, alpakas y kuyes. Allá se prepara deliciosos kuyes chaktados con piedras calientes, que resultan muy sabrosos y crocantes”. Su receta es un secreto de las “chefas” del lugar. Ellas frotan la piel de cada kuy con jugo de naranja y no sé qué más para que resulten crocantes, con pequeñas burbujas de aire, asado bajo piedras calientes. También preparan un sabroso puchero de cordero y un chicharrón de cerdo con culantro o wakatay, para chuparse los dedos.

“En diciembre espero regresar,  afirmó animoso. Para entonces, quizás el volcán “Ubinas” habrá vuelto a ronronear como un gato mañoso. Así es nuestra vida y la aceptamos, confiando en la protección de “Tata” San Pedro”.

Alfonsina Barrionuevo

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