NUEVOS
CUENTOS
En la pared
de mi cuarto había un agujero junto al piso, pequeño, para que pudiera entrar
sólo un ratón. A veces soñaba que entraba por ese agujero y descubría un mundo
de maravillas. Así comenzó mi afición por los cuentos. Un mundo que siguió mucho más tarde en la palabra
encantada de las mamalas, las abuelas del campo. Un mundo que trata de llevar a
los niños, que está oculto tras el agujero del suelo. Sé que no podré avanzar
muchos. No es fácil publicar, pero insistiré porque me gusta difundirlos.
En el Perú del mar a los Andes, de cinco mil años
hasta hoy, existe una imaginación desbordante que es transmitida de padres a hijos.
Santiago de Tuna está a medio recorrido de la Carretera Central y es
habitat de un personajillo fabuloso: el Uchuchullko, parecido a los niños con
quienes juega, pero con cuernitos en la cabeza. Es el pequeño guardián de los
animales silvestres.
El Uchuchullko
Una ramita de molle ajusta a la patita de la
traviesa perdiz.
Juega con los infantes de los poblados y ellos le
acompañan a la marcación de los que cumplen un año, con coronas de flores
silvestres o semillas si son muy chiquitos.
El Dueño de las Minas. El Muki es otro personaje de las minas que hay en los cerros donde hay vetas de oro y plata. Sale sólo en las noches de luna con su lamparín y su casco de minero.
LOS REZONGOS DE "TATA UBINAS"
Emiliano Esquicha, nacido en Huatagua, en las alturas de Moquegua, sonríe ampliamente cuando habla del volcán "Ubinas"
Para la gente del valle donde él nació,
el familiar “Tata” (padre) San Pedro es el protector de sus campos y villorrios,.
El “Ubinas” está a 5,672 m.s.n.m., abarca una superficie de
45 kilómetros cuadrados y sus erupciones alcanzan hasta 4,000 metros de altura.
Se sabe que el volcán está en alerta roja pero
él, como los miembros de muchas generaciones, espera que no pase de muchas
fumarolas y rezongos.
“Lo que pasa es que el volcán está vivo y ésa
es la diferencia con otros que están dormidos desde hace miles de años”—comenta—.
“Allá la gente nace escuchando su vozarrón interior y sabe que es su manera de
hacer sentir su presencia.”
En las fiestas lo saludan con flores, coca y chicha, ofrenda que el Apu volcánico comparte con Pachamama, la Madre Tierra.
En esta entrevista, hecha hace algunos
años, le comenté que un volcán no es un
cerro cualquiera. Sus enojos harán que la población de Qerapi tenga que
trasladarse a otra parte. La lluvia de cenizas que arroja arruinará los
pastizales y sus animales. No podrán seguir viviendo si se quedan donde hoy
están.
Maximiliano reconoció
que los de Qerapi están muy cerca, a sólo unos cinco kilómetros, pero no se
mudarán muy lejos, porque no pueden abandonar las heredades de sus padres.
“Todos esperamos que pronto vuelva la tranquilidad. Estamos acostumbrados a sus
ruidos”, manifiesta.
Años atrás, cuando fui con Victoria Cano Diaz
al pueblo de Ubinas, las señoras recordaban que la ceniza del volcán cayó
durante varios días, pero que resistieron a esa descarga porque tenían
provisiones.
En realidad los pobladores de esa
comarca tienen una fibra muy recia y aunque aprecian los monitoreos del Instituto
Geofísico del Perú y el Ingemmet no se asustan. Si hay algo muy riesgoso,
tendrán tiempo para retirarse y luego volver. Muy rara vez se producen explosiones y según dicen
“sólo parecen fuegos artificiales.”
Los abuelos cuentan que el “Ubinas” tenía un
casquete de hielo como el Misti de Arequipa, que se cubre de nieve en algunos inviernos. Pero
un día lo lanzó por el aire y su cráter quedó al descubierto, como un boquerón
enorme que se ve claramente desde los aviones, cuando hay vientos muy fuertes
en su ruta habitual y se desvían por allí.
Por carretera se llega al Ubinas desde Arequipa,
atravesando la laguna Salinas que a veces se llena de pariwanas o flamencos
rosados, y ofrece un espectáculo bellísimo cuando levantan el vuelo. Eventualmente,
la sal se solidifica y semeja un páramo blanquecino.
El ómnibus que nos llevó la fue rodeando por una trocha agreste
que ha mejorado, pasando cerca a uno de
sus ríos de agua dulce, fría y
cristalina. “Los volcánmayu salen de los flancos del “Ubinas” —cuenta Esquicha—
“y riegan los pueblos del valle”. Su baja temperatura hace pensar que va por
cauces de roca que no tienen contacto con la chimenea que sale por otro lado
del cráter.
A su contenido de ciertos minerales se atribuye la calidad
de los frutales que crecen en los pisos ecológicos templados de la zona, además
de papas, maíz, alfalfa, cebolla, haba, zapallo y hortalizas. En Huatagua, Huarina,
Matalaque y otros anexos hay un constante jubileo de lúkumas de corazón
amarillo, peras jugosas, duraznos de pulpa blanca, membrillos olorosos, higos
que resuman dulzuras, cerezos tiernos, guindas aromáticas, tunas blancas y de colores,
naranjas de néctares esenciales, pakaes de sabroso ”algodón”, paltas como de mantequilla y riquísimos
damascos que en Moquegua se maceran en piscos finísimos.
En el Perú muchas ciudades se han
poblado demasiado en lo últimos años. Pero Maximiliano cuenta que en su
provincia no han crecido. El aumento que se registra es de manera natural, mas
no por las migraciones. Tal vez los
foráneos no se acostumbran a dormir con los ruidosos monólogos del volcán y
prefieren irse a otros lugares.
¡En cambio ellos están muy bien en sus
distritos y anexos celebrando con danzas cada fecha santa! En setiembre a San
Miguel Arcángel, en diciembre a la Inmaculada Concepción y, en enero, al Niño
de Praga. Los Patroncitos bailan para ellos con máscaras de tez blanca, ojos
azules y barbas. Los ví en casa de un familiar de Esquicha, evocando a los tucumanos, que en los años virreinales llegaban
desde Argentina con sus recuas de mulas a
vender productos de cuero para caballos.
Aperos, monturas, riendas, lazos y también frenos y herrajes. En algún momento dejaron
de ir, pero queda la danza como una remembranza.
“Ojalá que “Tata” San Pedro haga que el volcán
deje sus berrinches y vivamos en paz”, reclama Emiliano Esquicha, para luego
añadir: “Criamos vacunos, ovinos, alpakas y kuyes. Allá se prepara deliciosos kuyes
chaktados con piedras calientes, que resultan muy sabrosos y crocantes”. Su
receta es un secreto de las “chefas” del lugar. Ellas frotan la piel de cada
kuy con jugo de naranja y no sé qué más para que resulten crocantes, con pequeñas burbujas de aire, asado bajo
piedras calientes. También preparan un sabroso puchero de cordero y un chicharrón
de cerdo con culantro o wakatay, para chuparse los dedos.
“En diciembre espero regresar, afirmó animoso. Para entonces, quizás el volcán “Ubinas” habrá
vuelto a ronronear como un gato mañoso. Así
es nuestra vida y la aceptamos, confiando en la protección de “Tata” San Pedro”.
Alfonsina Barrionuevo
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