ELECCIONES EN EL ANDE
Ahora, cuando el asunto de
las elecciones está con la bandera izada, recuerdo cómo son las elecciones en
muchas partes del Ande. En los eneros se elige una autoridad en las comunidades
y el proceso tiene una profunda filosofía. Quienes son propuestos al cargo
deben demostrar que son hábiles para dirigir sus destinos. Antes tienen que
haber pasado por otros que indican capacidad para el liderazgo. Una de los
primeros es haber sido campanero. El virrey Francisco Toledo estableció el cargo
para contar con un intermediario responsable, sobre todo, de la recolección de
tributos. En los primeros siglos tuvieron responsabilidades políticas y
civiles. Luego sólo la última. Sobre eso habría mucho que contar. El caso es
que los candidatos deben haberse fogueado como los mejores desde su juventud.
Otro cargo desempeñado es haber sido qollana en el trabajo de campo, vale decir
el que organiza y da ejemplo en la siembra y la cosecha. La honradez, la
honestidad también se cuenta. No existe la ociosidad porque todos trabajan y
nadie es privilegiado en este punto. La veracidad también es comprobada y
alguien que miente no sería tolerado.
Tampoco puede llegar a ser propuesto un
ladrón. En muchos lugares sus chozas, putukos o cabañas no tienen puertas y si
las tienen no llevan candados, si apenas uno de madera para indicar que el
dueño está ausente. Llegado el día de la elección el alcalde es elegido.Los
votos son coloridos porque se trata de flores. Terminada la elección el nuevo
varayoq recibe la vara de autoridad. El saliente. en ceremonia a la que asisten
otras comunidades que están en el mismo acto, en la iglesia deja la vara y,
demostrando que la ha honrado, recorre la plaza, arrojando sus prendas, el
poncho, la casaca, la camisa y el ch’ullu. En cualquier otro año puede ser
postulado para llaqta varayoq, alcalde de pueblos, y llegar a ser con el
tiempo, más reposado y con mayor energia. a suyu varayoq, alcalde de región.
En
las ciudades, la situación es diferente. Difícilmente un candidato, en otros países
y en el nuestro, podría demostrar una trayectoria honesta, limpia, con
rarísimas excepciones. Nadie ofrece que trabajará con empeño y que su gobierno
será limpio y activo. En las campañas las promesas no se cumplen y la inercia
en las oficinas públicas es proverbial. El Perú, en este siglo, necesita un
gobernante gerencial e igualmente congresistas, ministros y directores muy
capaces, que no tengan que recurrir a un increíble cuerpo de asistentes o
consejeros, a quienes pagan favores y solo
son una carga costosa para el erario nacional.
LA TIERRA EN TINIEBLAS
Hay mitos y
leyendas que señalan una época en que la Tierra estuvo en tinieblas. En Puno y
Cusco existen bellas historias. Cada versión es apasionante y más de un lector
se preguntará cuánto tienen de veracidad y fantasía. En mis viajes
periodísticos las recogí y tal como me las contaron las transmito. Todas
pertenecen a la tradición oral. Pero, ¿de veras, pudo haber estado nuestro
planeta en penumbra? Nunca lo sabremos, aunque pudo ser.
Un día, cuando
la tierra estaba débilmente alumbrada por la luna, dice una leyenda, llegó a
Sincheraq, que después se llamó Chinchero, una mujer que llevaba un hijo en sus
entrañas. Cuando le preguntaron quién era dijo llamarse Mama Lloklla, “madre
aluvión.” no se sabe por qué. Cuando dio a luz un niño el lugar se iluminó
porque la criatura llevaba una luz radiante en la frente. Los chinchero
construyeron un templo en su honor porque fue su paqarina, donde abrió los
ojos.
La gente de
otros pueblos se preguntaban por qué
Chinchero se iluminaba entre todos. Era el niño que fue creciendo.
Cuando llegó a púber su madre le dijo que debía bajar al valle del Ausanqati y
fundar un gran pueblo: Qosqo, que sería cabeza de un imperio. Antes debía
casarse con Pitusilla, la hija del kuraka a quien amaba.
Así fue y
luego ambos caminaron mucho, hasta que llegaron al lugar y el joven plantó una vara de oro en el centro. Malko
Qhapaq, que así se llamó, “joven poderoso” trasnmitió a los hombres su sabiduría
y cuando aprendieron le dijo a Pitusilla que debía irse. Tenía que volar al
cielo para que se fundara la luz., pero le ofreció volver por ella. Pitusilla
se escondió en unos roquedales del Urubamba y lloró tanto que sus lágrimas
formaron un nevado. Willka Weq’e, “lágrima sagrada.”
Los Inkas, sus
hijos, pensaban que la tierra podía volver a quedar en penumbra y en cada
solsticio de invierno, llenos de temor, velaban durante una larga noche,
esperándole angustiados. Cuando al fin su cabellera iba dorando las cumbres
celebraban jubilosos el Inti Raymi, “la Fiesta del Sol.” Había retornado y
daría calor a los huesos de los hombres y los animales para que fueran fuertes;
y, colores a las plantas, a la piel y las plumas del resto de los seres
vivientes, para que embellecieran a Pachamama en recuerdo de Mama Lloklla.
Cuánto querría
Manko Qhapaq a Chinchero que su primer hijo se llamó Sinchi Roqa y después se
sucedieron una serie de familias o panakas. Los Inkas amaban a su padre
resplandeciente y colocaron una representación de su rostro en el Qorikancha.
Toledo no
podía saber en su ignorancia occidental que en el antiguo Perú no había dioses.
Su movimiento celestial sólo despertó la curiosidad de los habitantes de las
villas de paso. El adusto virrey no conocía el gran nexo que tenemos desde
milenios con la naturaleza. No hubo el tal repliegue de divinidades. El padre
Sol sonrió desde su techo de añiles; la Pachamama, madre tierra, siguió ocupada
en madurar sus frutos; Mama Yaku, la madre agua, en calmar su sed; Mama Qaqa en
irradiar su energía, el padre viento en llevarles frescura y así el rocío; la
lluvia, Para; Mikhuy Chiqchi, el pequeño hermanito que lleva en su corazón de nieve
un grano de tierra. Hasta la muerte resultaba una especie de pariente que los
llevaba al otro lado del Yawar Mayu a una vida feliz.
Las imágenes
peregrinas se fueron pero las órdenes religiosas y los párrocos se encargaron
de continuar con el Corpus. Los españoles ricos y los descendientes de las
panakas imperiales daban donativos cuantiosos para las vírgenes y los santos.
Algunas efigies llegaron de España como la Virgen de Belén y otras pertenecen a
la Escuela Cusqueña de Escultura como la Virgen de la Almudena, cuyo modelo fue
una ñust’a, la esposa del genial Tuyru Tupa Inka, mientras San Cristóbal
pertenece a la mano maestra de Waman Mayta. Las más ostentosas en andas
forradas de plata y las menos en andas talladas de madera. Toledo se hubiera indignado de saber que en las
imágenes de su Corpus se iba a producir lo que se llama el sincretismo. Santa
Bárbara doncella es al mismo tiempo patrona de la papa, Santiago El Mayor del
rayo y la tormenta, las vírgenes se con naturalizan con la madre tierra y así
sucesivamente son amadas por la gente de la ciudad y del campo que ven en el color de sus mejillas o en el peso de sus
andas un anuncio de tiempos buenos o malos.
Otra leyenda dice
que en una isla del lago Titiqaqa, cuando la tierra estaba en sombras, cayó una
piedra cósmica sobre el lomo de un puma de piedra que tallaron los hombres de
esa época. Rebotó y apareció la luz en el cielo, el sol. Su presencia fue
benéfica para los pueblos. Dio color a las plantas y fortaleció los huesos de
los seres vertebrados, entre ellos los hombres.
Alfonsina Barrionuevo
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