domingo, 2 de agosto de 2015

TUPAQ AMARU Y LOS CHISMES DE WALKER

Mi maestro, el prestigioso historiador Jorge Cornejo Bouroncle, no sólo me instruyó sobre la gesta grandiosa de Tupaq Amaru, sino que me enseñó a  admirar la magnitud de su lucha, en una época trágica para el Perú.  Por prender el fuego de la  libertad en los Andes llegó hasta una muerte cruel con su esposa, sus hijos, sus familiares y seguidores.
A un paso del  Bicentenario de la Independencia, que lo tiene como precursor, causan extrañeza los chismes del americano Charles Walker en un libro que lleva el nombre del prócer como título. No se trata de un análisis histórico sino de una osadía teñido de humor negro, esperando divertir a un auditorio que capta más lo intrascendente.


Resulta intolerable que Walker, quien aparece como investigador de una universidad respetable, afincado tres años y medio en Cusco, lengua del español, muestre un tono irrespetuoso por el sacrificio en 1780-81 de miles de hombres y mujeres que anhelaban la libertad al lado de una figura prócer muy querida y admirada por millones de peruanos.

Va un resumen de algunas notas entre otras que aparecen en el libro dejando el comentario al criterio de los  amigos de Perú: Mundo de Leyendas.

Comienza llamándole José Gabriel Condorcanqui, diciendo que <usaba cada vez más el regio nombre inca de Tupac Amaru….> cuando él reivindicó, años antes, su descendencia de Thupa Amaro, nieto del Inka Wayna Qhapaq…

Y afirma que éste <usaría a lo largo de su vida varios apellidos…>  (pág. 37)

Afirma que <si un productor de Hollywood hubiera solicitado el reparto principal para expresivos individuos que personificaran las relaciones políticas en los Andes coloniales, habría estado encantado con este trío… Tupac Amaru el curaca o cacique, la autoridad étnica encargada de recaudar tributos…, Arriaga… el corregidor, la autoridad española… que organizaba el despreciable reclutamiento  de mano de obra para las… minas de Potosí… Originario de Panamá, el padre Carlos Rodríguez…  el cura de la parroquia de Yanaoca quien fue uno de sus primeros maestros…>
(Págs. 17 y 18)

<En décadas recientes José Gabriel Condorcanqui Tupac Amaru II proveyó de nombre a dos grupos alzados en armas (los tupamaros en Uruguay y el MRTA en el Perú) y a un cantante de rap, Tupac Shakur… >(Pág. 36)

Dice que <tenía un rostro indio bien parecido, una nariz ligeramente aguileña, ojos completamente negros y, en conjunto, un semblante inteligente, benigno y expresivo. Su discurso, noble por la facilidad con que era caballeroso, era digno y cortés con superiopres e iguales; pero en su trato con los aborígenes, por quienes era profundamente venerado, había seriedad no inconsistencia con sus reclamos…>  Pág. 42
Y en contraparte cita a <Un español anónimo… lo consideraba <muy blanco para indio, pero poco para español…> (Pág. 43)

<Esteban Zúñíga, el recaudador de diezmos de la provicncia de Azangaro, se quejó de que Tupac Amaru siempre le había desagradado y que le maltrataba. (observó) cuando Tupac Amaru arrastró a la tía de Micaela para castigarla, dándole de patadas y jalándole el cabello…> (Pág. 56)

<En cuanto a la cantidad de material disponible  los archivos reproducen la pirámide social – mucho más se escribe sobre los europeos educados y los  lideres rebeldes que sobre la mayoría de los seguidores indigenas iletrados y los soldados realistas negros.  De hecho, las fuentes casi nunca nombran a combatientes del común. Incluso si los consideran heroicos o culpables de una atrocidad, permanecen en el anonimato. Este libro utiliza los chismes y fragmentos acerca de rebeldes quechuahablantes, asistentes femeninos de campamentos y soldados de a pie para contar uina historia amplia, social…> (pág. 64)

<Varios de sus partidarios creyeron que Tupac Amaru podía resucitarlos, traerlos de la muerte si ellos morían en batalla. El les ordenó  que entrasen sin miedo a pelear con los españoles, que si morían a los tres días los habría de resucitar>”  Los testigos españoles se quejan vehementemente acerca de estas promesas, que obviamente incrementaban el valor de las tropas y su disposición a morir en batalla.>… TupacAmaru se presentó a sí mismo como el mesías (un término que no usó) cuyo linaje y proyecto podría provocar el retorno de los incas…>  (Pág. 83)        
                                                                          
 <Un realista anónimo se burla del liderazgo de Tupac Amaru, mofándose de que <un ejército de ratones liderado por un león es mejor que un ejército de leones liderado por un ratón>. (un curaca) José Rafael Sahuaraura… escribió que muchos indios que fueron al combate del Cusco, de vuelta me contaron que su Inca (Tupac Amaru) lloró mucho en Yanacocha de no ser recibido por Rey en Cusco”>  (págs. 171 y 172)


P.D. No se sabe cómo accedió Walker a los chismes de fuentes anónimas para restarle valor a Tupaq Amaru.



PERSONAJES MÁGICOSDELANDE                          

No  es una nueva dimensión. Todo sucede bajo el mismo cielo, pero las cosas tienen otro encanto, otro significado.
Es una distinta manera de vivir con los dedos del sol resbalando como una caricia por los surcos o los andenes de los cerros, o con un techo bajo, cargado de amenazas. Aunque los mediodías tallen las mismas sombras en los rostros de la gente de campo o los mismos crepúsculos incendien los ojos de los pájaros. Aunque la noche sea la misma que se filtra a través del tañer de las campanas o baje como un telón rutilante de estrellas donde muchos seres humanos han dejado algo  precioso, su fantasía, como un tributo a su adelanto.

Es otro mundo, paralelo a éste que ha hipotecado hasta las nubes en sus afanes de dominio, que no cree en nada y que se ríe de todo, y que hace mucho espantó de sus veredas a los personajes mágicos del Perú. Como tenía que pasar, se fueron. No podían existir sin el oxígeno de la imaginación y no quisieron marchitarse en las pistas de cemento de las ciudades.

También ellos pertenecen a ese mundo que libró heroica resistencia para sobrevivir. Son las prodigiosas criaturas del aire, del agua y de la tierra, que todavía se encuentran cumpliendo su destino en los pueblos más viejos, más lejanos, más solos. Conviviendo con los hombres como hace cientos de años. Compartiendo el magro pan de sus sueños, de sus miedos y sus luchas. Hermanados en la vida y en la muerte. Identificados con su ambiente en las ocho regiones naturales que son su hábitat, donde alguien los creó para entretenerse o para explicarse los fenómenos que no entendía.
Desde entonces siguen allí.
En la inmensidad de los arenales costeros, con dunas violetas o rosadas, que surcan en ciertas noches bellísimas sirenas o yaras, de ondeante cabellera, ojos claros y escamas de oro. Las hermosas salen del mar donde se encargan de cuidar a los peces, tortugas,  lobos marinos y aves guaneras. Su misión es delicada, procurar que no se rompa el ciclo biológico en Mama Qocha, el mar.

En la cordillera de los Andes hay una multitud de cerros ─apus, achachilas, wamanis y hirkas, que tienen la responsabilidad de proteger a los sembríos. Así mismo, aukillos que procuran el aumento de los rebaños. Al hablar entre ellos, en noches de luna, hacen columpiar sus palabras en los espejos del aire, antes de hacerlas resbalar por sus laderas.

También están, el soq’a, ñaupa machu o gentil, que custodia los huesos de los antiguos y al mismo tiempo vigila la honradez de las mujeres, y el ichik ollqo (enano fantástico) que a veces deja ver su rubicunda faz en la hondura de los manantiales y, cuando sale al exterior, provoca tormentas golpeando con sus manos su ampuloso vientre donde retumban los truenos y estallan los rayos. Igualmente mama yaku, la dueña del agua que en los amaneceres de neblina pasea por la orilla de las lagunas y espera recibir ofrendas para dejar que sus caudales corran por los canales de riego
El ollkaiwas ─mitad hombre, de la cintura a los pies y mitad perro, para arriba─ no puede escapar  de su cárcel de espinos, pero sí tiene poder para llamar a la lluvia cuando mira el cielo con sus ojos lacrimosos.

En la exuberante vegetación de la Amazonía  bajan las atengariites o estrellas del cielo, que ayudan a los sembradores a recoger semillas alumbrando su camino; el kaukirosi, que emplea su sabiduría para ayudar y regala a los curanderos hierbas medicinales con poderes prodigiosos; y, los marenachiites, de talla gigantesca, que manejan el rayo y crían jaguares a manera de perros para custodiar las plantas de maní, yuka y calabaza.

También la yakumama, que habita en los ríos más grandes, más anchos y más profundos; y ronin, la serpiente cósmica, que conoce el eterno secreto de la juventud. A pesar de que ambas se remontan al principio de la vida en el planeta, viven una nueva  juventud cuando cambian de piel cada año.  
Algunos personajes son adorables, inofensivos, como el uchuchullko, que cuida a los venaditos, las viskachas y las perdices en los collados de la yunga o el espíritu del plátano, que pinta de oro los frutos para que maduren. Otros son fatídicos, como el nak’aq, qarasiri, phistaqo o michulay, que absorben la grasa de su víctima en los caminos solitarios, enflaqueciéndola hasta cansarle la muerte. Los hay también, burlones, como el muki, que desprecia  la codicia de los hombres y mira con simpatía a los que no son ambiciosos, dejando señales en las galerías de las minas para que encuentren las vetas más ricas.

Igualmente, algunos son enamoradizos como el arcoiris, yoki, k’uichi, tulumanya o trumaña, que hasta tiene hijos con las pastoras y enferma a los hombres que lo sorprenden cuando está naciendo, en los manantes o charcos después de la lluvia, pues los considera sus  rivales.
La existencia de estos seres fantásticos, trasmitida con afán de una generación a otra, se debe a muchas causas. Por ejemplo, a la obligada reclusión en que viven todavía algunas comunidades, casi perdidas en nuestra accidentada geografía; a la falta de vías de comunicación en muchos sitios y a las  costumbres intocadas en otras partes. Nadie como esos pueblos recónditos para conocer las señales que reciben  desde arriba ─el cosmos, respecto a los cambios climáticos. Así se enteran cuánto tienen que esperar para sembrar en las chacras o si deben adelantar su trabajo para no perder las cosechas tempranas.

Estos personajes mágicos  a pesar de su antigüedad, son paralelos a los que forja el mecanizado hombre de hoy, que ha abierto más sus horizontes y que se ha liberado de tabúes en apariencia, pero que se ha convertido en esclavo de la tecnología y sigue creando nuevos mitos. Su distancia en el tiempo con la gente de tierra adentro se acorta con la integración que cada día avanza más.
Cabe preguntar si al librarse de su mundo irreal, mágico, fantástico, para entrar al otro, descarnado y realista, la gente de campo saldrá ganando o perdiendo algo tan bello y eventualmente  terrible.

Alfonsina Barrionuevo

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