domingo, 9 de agosto de 2015

NATURALEZA QUE HABLA


Todo cuanto existe en la naturaleza está lleno de vida, de sentimiento, de espíritu. Son fuentes que irradian fuerza y energía para quienes saben recibirlas. Los nevados, los cerros, la tierra, los árboles, el mar, las lagunas, los ríos, las estrellas del cielo, forman un conjunto de energías vivientes llamadas colectivamente kasay.
En miles de años los antiguos peruanos aprendieron a percibir sus vibraciones. Lluvia, viento, oleaje, silbos, que les llegaban con voces llenas de sabiduría, ternura, protesta o reproche. Un nuevo lenguaje que se fue abriendo paso a su sentimiento mediante la intuición, hasta que llegaron a comunicarse con ellos.
En la leyenda de Chukillantu y Aqoyanapa, recogida por el canónigo Maximiliano Rendón en 1937, los manantiales del Aqllawasi de Yukay le advirtieron a la joven que debía renunciar al amor de Aqoyanapa o Aqoytrapa, joven pastor de alpakas, porque ella era una virgen del Sol. Los manantes eran cuatro y uno a uno repitieron el mensaje. Chukillantu desoyó sus palabras proféticas y decidió su destino siendo castigada. El padre Sol la convirtió junto con su amante en piedra, cuando trataban de escapar.

En su “relación” del siglo XVI Titu Kusi atribuye a su padre un discurso antes de internarse en la floresta. Manko Inka, el último señor del Qosqo imperial,  pide a su gente no venerar las imágenes cristianas. "Lo que ellos adoran son unos paños pintados", les dice. "No lo hagáis sino lo que nosotros tenemos, eso tened, porque como veis las willkas hablan con nosotros." "En esa frase final está el grano de oro", escribe Arturo Jiménez Borja. Las wakas tienen voz, pueden hablar con los creyentes. La voz de la waka, es evidente. se manifestaba a través de un portavoz. Arriaga lo llama "el que habla con la waka". Este hombre, al igual que los profetas, servía de vehículo a la voz de lo sagrado. Los servidores de los santuarios se llamaban, según Arriaga, Wakakamayoq.

El cronista Martín de Murúa, religioso mercedario, transcribe en el siglo XVI la conversación que tuvo  un pastor con sus alpakas, en Anqasmarka, cerca de Calca, antes del diluvio universal. Sus animales, dice, comenzaron inusitadamente a llorar y suspirar mirando al infinito de tanto en tanto. Al preguntarles qué las afligía, las alpakas le anunciaron que habían leído en las estrellas una mala noticia. "Las fuentes del cielo se abrirían sobre la tierra y todo se inundaría. El se podía salvar si subía a la cumbre del cerro con su familia y así lo hizo." 
El investigador Tschopik escuchó en Layo, Canas, Qosqo, como don Hermógenes llamaba con cariño, al alma de la papa, antes de proceder al escarbe de papas. "Hamuy, hamuy, chiqchiq mancharisqa, uywakunaq mancharisqa, hamuy, hamuy." "Ven, ven, tú que fuiste espantada por el granizo, asustada por los animales, ven, ven."
______________________________________

Notas del libro “Hablando con los Apus”. Alfonsina Barrionuevo



FALSOS PRECEPTOS INKAS

Juan Achahui me ayudó a conocer el respeto que tienen las gentes de las comunidades por el Apu Inti o Padre Sol. La jornada para asistir a su saludo, al filo de  Ocongate, a 4,800 metros sobre el nivel del mar, en  Quispicanchis, Cusco, fue larga. Las horas, los minutos y los segundos de  esa fecha  que se  mueve con los astros, se hacían trizas en cada pisada. Fuimos trepando andén tras andén y, cuando éstos terminaron, seguimos por un chakiñan (camino de pie) que iba bordeando los cerros como una cinta. En el cielo las estrellas se movían risueñas hasta que se fueron convirtiendo en burbujas de luz, confundiéndose con la niebla.
Julia Chambi, Zuly Azurín y  yo caminamos hasta que nuestro guía llegó a una cumbre. Había ofrecido mostrarnos un Inti Raymi (Fiesta del Sol) auténtico, del siglo XX, y sólo veíamos sombras que pasaban.   

 “¡Aquí!...” y, cuando el sol hizo brillar el pico de los cerros al derramar sobre ellos su oro cósmico,  escuché los majestuosos vivas de júbilo: “¡Haylli!, ¡haylli¡, ¡haylli¡”,  miles de voces que parecían salir de las montañas como si ellas le dieran la bienvenida. Al fin, con su claridad iluminando la altura, mi corazón copió la alegría de varones y mujeres que estaban con una rodilla en tierra y los brazos levantados. El astro radiante había vuelto felizmente en un nuevo solsticio de invierno.
 Lo demás fue sencillo. Contemplamos el armónico ballet de las doncellas con sus guiones de plata, luego los conjuntos de danza y los peregrinos sobre la altipampa, Cuando se fueron, dejándonos una emoción inenarrable, iniciamos el camino de regreso. La bajada era fuerte y nos cogimos del hilo musical de los k’arachu’nchos. Cada vez que se detenían, la fatiga era un polvo que se asentaba sobre nuestros músculos tensos. Volvía su música y nos sentíamos ágiles como tarukas. Los ukhukus o pabluchas nos adelantaban riendo debajo de sus máscaras pasamontaña, haciendo restallar sus látigos. Ellos venían de Qoyllur Rit’i, donde subiría el año siguiente para un encuentro con Qolqe Punku, el nevado por donde entran las fuerzas que irradia la estrella Qoyllur desde el infinito.

Cuando sea el momento, mi alma volverá recogiendo los pasos de esos viajes inolvidables. El de Ocongate fue un Inti Raymi donde los gritos de bienvenida al Padre Sol se elevaron como un río humano colmando el relieve diseñado en la cordillera. Lo tengo en mi cámara Rollei que los capturó para el futuro, mientras mis latidos se unían a los de ellos en uno solo, inconmensurable.
Aún las manos de terciopelo de Pachamama, la Madre Tierra, no habían tocado mis mejillas. Pero recibí el fuego llameante de nuestro Padre Sol  fundiéndose en mis huesos. Por eso estoy de pie, en actitud de warmi pukara, “de guerrera,” y no podrán vencerme.
Cusco celebraría, un poco más adelante, su fiesta jubilar. El Inti Raymi del mundo andino, los 24 de junio,  que la “revolución” de Juan Velasco Alvarado convirtió en el Día del Campesino, quitándole toda su connotación, porque no era un runa. En el Día del Indio, millones de peruanos nos abrazábamos porque sentíamos sangre de milenios precipitándose en nuestras arterias, desgalgándose por nuestras venas. Al pasar a campesino rompió la columna vertebral de los Andes. Lima y las ciudades no sienten la relación, prendidas del globo modernista, mientras nosotros vamos a pie.

Si le pregunto qué piensa a la Pachamama, estará en silencio. En ese ¡chin!, ese “vacío” en el que se arropa para no escuchar cuando sufre. Hay que esperar que vuelva del sueño en que se sumerge porque ama a sus hijos y se apena al callar. En agosto habrá en las comunidades y pueblos ofrendas para que sepa que es amada.        
Los españoles que inventaron el  “ama qhella, ama suwa, ama llulla”, como “preceptos inkas”, atribuyéndolos inclusive al gran Pachakuteq, lo hicieron para rubricar el abuso. “No seas ocioso y trabaja para el patrón”, “no le robes al patrón”, “no le engañes al patrón”. Los andinos nunca fuimos gente de manos ociosas, porque queremos a la Madre Tierra y nos gusta hacer ayni con ella y que en pago nos de kausay: “vida.”  No tomamos lo ajeno porque tenemos lo suficiente. Mentir corresponde a una negación generada por el temor y el engaño que no funcionan frente a la sinceridad. Me parecen mejor, para los peruanos de hoy expresar: “Allin yachay, allin  munay, allin llank’ay” o “Piensa bien, quiere bien, trabaja bien”.

La ofrenda a la Pachamama, que tiene hambre y sed cuando despierta, puede ser pequeña o abundante. Basta un k’intu, es decir, tres hojas de coca si los tiempos son flacos. Si hay suerte, semillas, chancaca, wayruros, pallar, maíz, coca, en una q’esita, o sea el codiciado nido de un picaflor. Si hay más se colocan elementos que pertenecen a los tres reinos de la naturaleza, terminando con el qori libro y el qolqe libro: “hojitas de oro y plata”. Hay unas doscientas formas de preparar ofrendas. En todas tiene que primar el sentimiento. Se dice también despacho y pagapu, pero me gusta más ofrenda,  amor como ingrediente precioso.
Desde el primer día de agosto hasta el 31 del mes, ella “saborea” los regalos que comparte con los Apus, espíritus de los Andes, protectores de las comunidades que viven en sus cercanías, sus cultivos y sus ganados; así como con las Pachamamas y los Apus olvidados. La gente andina es generosa y los recuerda. Están agrupados en las ocho regiones multi-diversas: nevados, cerros, mesetas, ríos, lagunas, bosques, sembríos, animales domesticados y silvestres, hermanados con la Pachamama, que a la vez es Mamaqocha: Madre Tierra y Madre Agua.
“Mamita, toma este juguito para tu sed” y le derraman unas gotas de chicha al terminar la ceremonia. La ofrenda debe arder sobre una “cama” de tizones al rojo vivo y los oferentes se retiran para que concurran los invitados de la Pachamama. Si el obsequio se consume dejando una fina ceniza ha sido aceptado y ellos corresponderán en lo posible. 

Tampoco hay obligación plena. La reciprocidad depende del clima y en eso, cuando interfieren los hombres y crean problemas críticos como poner el planeta en emergencia, se producen conflictos que afectan a la Pachamama y a los Apus. Las comunidades expuestas a los nuevos peligros están advertidas de lo que pasa a través de los sacerdotes andinos y ya se están preparando. Ellas tienen que defender su vida y a la naturaleza. ¡Las promesas que iniciaron en este Raymi  deben seguir en los que vienen!  

No hay comentarios.:

Publicar un comentario