domingo, 26 de julio de 2015

¿UN LIBRO CONTRA TUPAQ AMARU?

Rumbo al Bicentenario de la Independencia resulta contradictorio que se trate de deslucir el movimientro revolucionario de José GabrielTupaq Amaru, como se aprecia en una entrevista periodística a Charles Walker, un historiador norteamericano. Es increíble que se cuestione su lucha que llegó hasta el sacrificio máximo, de él y su familia, al haber encarnado en 1790 el sueño de millones de hombres, mujeres y niños, de lograr su llibertad. No he leído aún el libro del dicho investigador pero valgan sus declaraciones para esta nota de protesta.  La historia no se puede trastocar con interpretaciones audaces. 

Cómo se puede decir que hay testigos presenciales dicen de que  “el líder rebelde vapuleaba desesperadamente a sus soldados” en Pukin, cuando fracasó el sitio  de Cusco, a no ser que esos testigos presenciales fueran sus enemigos, careciendo entonces de validez sus versiones. Cómo sostener que “MIcaela Batidas fue capturada cuando escapaba con todos sus tesoros”,  siendo así que pusieron sus recursos para fianciar este movimiento. Cómo admirarse de que el pueblo de Cusco no lo apoyó  y que “ la población indígena, luchó contra el rebelde hombro a hombro con criollos, españoles, las tropas de mulatos procedentes de Lima y hasta curas y monjas que dejaron sus claustros”, cuando hay que pensar que ellos estuvieron sin duda amedrentados y amenazados.

Cómo decir siendo un historiador que el apellido de Tupaq Amaru era Condorcanqui, cuando se sabe que ese nombre correspondía a una localidad kaneña. Los españoles le decían el insurgente de Condorcanqui para humillarlo y no reconocer que era kuraka de Tungasuka, Panpamarka y surimana, con descendencia probaba desde Wayna Qhaoaq. Decirle reiterdamente Condorcanqui en una investigación no procede.
Los familiares de Tupaq Amaru nunca le dijeron Pepe. La única que le dio el sobrenombre cariñoso de “Chepe” fue Micaela Bastidas como se lee en sus cartas. Que había violencia doméstica y que agredía  a su esposa no se conoce. Ella lo dice en el proceso cuando le preguntan cuánto sabe de la rebelión, para no revelar el nombre de amigos de la causa libertaria que su esposo no le contaba nada y que le temía.

Micaela Bastidas, pintura de Etna Velarde
Esa declaración durante un juicio donde ella fue torturada física y psicológicamente se entiende. Ellos se conocían desde niños. Micaela tenía 16 años cuando se casó, y José Gabriel, unos 21: y, en el momento más cruel de sus vidas ella era muy joven, 35 años preciosos, y tres hijos, y Tupaq Amaru alrededor de 41 años.
Eso de que ambos eran muy católicos, seguramente, José Gabriel tenía devoción por la Virgen del Carmen; y, realistas, no exactamente, estaban viviendo dentro de un régimen. En los últimos días escribió a Areche asumiendo la responsabilidad de su alzamiento. Había un sentido de autoridad que en una mejor situación se hubiera roto. Aquello no se puede afirmar  tan ligeramente en un afán de descubrir lo que no era. En ese momento no podían decirlo abiertamente o no había llegado el momento. Lo primero era liberar a la gente de los andes de tanta amargura y dolor, Tupaq Amaru ya estaba en comunicación con lideres de Ecuador, Colombia, Argentina y Bolivia, que todavía no eran países sino audiencias y virreinatos.


SIEMBRA Y COSECHA  DEL AGUA

Anoche cayó la helada─ me dijeron en la estancia donde mi cansancio se esfumó al tomar una taza de fragante muña. ─Si tienes suerte verás la paqcha llena de estrellas, cerca del chaki ñan, “el camino de pie”. A su lado estará una mujer haciendo bailar la rueca en su mano. Ella te dará la bienvenida con una sonrisa. Es Mama Yaku,  “la madre del agua”. No te detengas mucho tiempo. Tiene encanto y te puedes quedar allí para siempre. Está preocupada. Sabe que el nevado, su padre, donde nace la cascada se está derritiendo.
Su pronóstico fue exacto. El torrente congelado brillaba con gotas que, al reflejo del sol, parecían estrellas de diamante. Sentada sobre una roca la madre del agua estaba hermosa con su camisa de bayeta, chaleco bordado y amplias polleras extendidas. El sombrero que cubría su cabeza tenía diminutas borlas de colores. Vestía el atuendo de las mujeres de Kuchunbaya, Moquegua, donde cae la cascada.
La recuerdo al leer con cierto asombro el libro sobre “Cambio climático, crisis del agua y adaptación en las montañas andinas” de DESCO*. Por primera vez encuentro investigadores de la ciudad que aceptan la sabiduría de las comunidades. Su gente ha descubierto por su cuenta el efecto invernadero y comienza, con su intervención, a combinar conocimientos y tecnologías prehispánicas con  sugerencias innovadoras para enfrentar el calentamiento global.
¿Cómo se enteraron de la crisis del agua? En Cusco, Puno y Huancavelica, el maíz y la papa “los alertaron” de la presencia del  fenómeno. Les “dijeron” que debían variar su habitat y se fueron más arriba de los lugares donde solían crecer. Los pastores de camélidos están pensando qué hacer. Si el maíz sube a los 4,000 metros y la papa a los 4,500 metros, adónde llevarán sus rebaños. 
En Hawaqo, Lima, están buscando también una solución. Ya tienen el “aviso” de los amantes del agua. Un hombre y una mujer cincelados en la roca están desapareciendo.
En los Andes todo está vivo. Algo que no advierten los gobernantes miopes de la ciudad, atentan contra la naturaleza y los derechos irrenunciables de los peruanos. Igual que los ignorantes trillonarios encaramados en lujosos rascacielos donde no llega el canto de los pájaros.
Aquellos que aman la tierra se resisten a verla morir, porque también es la muerte de sus hijos. Los investigadores del clima de DESCO observaron  que ante los nuevos retos eran capaces de volver a prácticas y “saberes” ancestrales.
En la zona altoandina de Lampa (Puno)  y Cailloma (Arequipa), su accesibilidad se hizo evidente al aceptar su propuesta de técnicas modernas  para recuperar y revitalizar áreas de pastizales naturales, expandirlas y recargar los humedales.
“Criar” el agua de las lluvias, que son una “siembra” del cielo en invierno, y  guardar la “cosecha” en microrrepresas para su uso en las épocas siguientes, les pareció magnífico. “Despensas” líquidas cuyo adecuado manejo puede asegurar el verdor a miles de metros sobre el mar.
Antes del arribo de los españoles los antiguos agricultores peruanos crearon admirables sistemas de irrigación, tallaron con franjas de andenerías los cerros para extender sus fronteras de subsistencia y ─ en el altiplano sureño construyeron waru warus, camellones elevados sobre surcos o canales de agua.
Nevados, cerros, lagunas y ríos protegieron por milenios al cultivo de alimentos y plantas medicinales en el seno amoroso de Pachamama, la Madre Tierra. Hasta que vino la globalización había un estrecho nexo con la naturaleza.  Un cariño y un respeto que  no existen en las ciudades.

Es necesario volver a las fuentes para alternar las investigaciones de ayer con las de hoy. Las comunidades de la yunga, la qechwa, la suni y la puna conocen muy bien las señales en el firmamento, en los fenómenos metereológicos y en el comportamiento de la fauna y la flora, para saber si el año será lluvioso o excesivamente seco.

En el Valle Sagrado, Cusco, me explicaron sobre el fulgor de la Qolqa, un grupo de estrellas granero. Si todas son brillantes, bien. Si dos o tres son débiles, fatal. En Yauyos, Lima, la Vía Láctea “entra al mar y sale por canales subterráneos.” Antes de limpiar las acequias, los varallos o alcaldes andinos recogen el agua con estrellas y la llevan en ofrenda a las lagunas,  que mantienen su nivel cuando se sienten amadas.
El estudioso Santiago Erick Antúnez De Mayolo trabajó años sobre los “indicadores”. Decía que si las aves hacen sus nidos en la ribera de los riachuelos los surcos se agostarán. Si anidan en lugares altos el agua bajará a raudales. Las arañas tejen a futuro sus telas a ras de las corrientes o de lo contrario en sitios protegidos.
Hay que reunirse con la gente de las comunidades y los pueblos cercanos para conversar sobre el tema del agua. Ellos saben cuando adelantan o atrasan su trabajo en los campos. La maway es una siembra temprana, precoz. “Papita primeriza, ésa, no se come sin su dueña”, dicen los waynos, porque es más pequeña y dulce. En el otro extremo la q’epa tarpuy es tardía.

Las cosechas son rotativas y se aplica el ayni y la minka, “la reciprocidad y el trabajo colectivo” que funcionan desde épocas antiquísimas. Hay alternativas propias para cada región. Por eso el tratamiento no es similar. Los cultivos son selectivos.
La pillpinto, una variedad de papa huancavelicana de color, o la yana huanuqueña, que es negra, sólo crecen en determinado sitio y es inútil pensar en trasladarlas. Su secreto se debe al tipo de minerales donde echan sus raíces. El choqllopoqochi, un pajarito negro “que hace madurar al maíz” aparece sólo en el Valle Sagrado de los Inkas, Cusco. No vuela a otras partes.
Por lo menos ocho millones de peruanos viven en el campo, agrupados en unas 7,000 comunidades y más de 100,000 pueblos. De ellos depende el resto. Los peruanos tenemos que ponernos en acción. Según los expertos del clima, el Perú es el país con más riesgos climáticos a nivel mundial. El agua es vida. Si por desgracia se acabaran los glaciares podríamos recurrir a la Amazonía. ¡No hay que hipotecarla! ¡Ese manto verde con agua en el interior de sus carrizos es nuestro!    
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(*) DESCO. Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo.

Alfonsina Barrionuevo

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