domingo, 19 de julio de 2015

EL APU DEL RESPLANDOR


Mi primer viaje hacia los Apus lo hice con Luis Hu al Illa Waman, “el Apu del Resplandor”.  Viajamos a Cusco con Kukuli y luego hacia el Valle Sagrado. El padre Sol suavizó el frío a 3,800 metros y nos permitió entrar entrar con los pies desnudos en la corriente gélida  que baja del nevado, en señal de respeto y pidiendo permiso para hacer el camino..
Entrada la tarde llegamos a San Juan de Yukay, una comunidad marcada por la pobreza,  que araña la tierra para sembrar papas, su único sustento. Nos alojamos en el local abandonado de la escuela, sin maestra, sin niños y sin vidrios en las ventanas, pasando la noche casi en vela, con los colmillos del frío incrustándose en nuestras carnes.
Al amanecer partimos para llegar a la explanada que se tiende delante del Apu que parece un cóndor con las alas abiertas. Inmutable, Luis Hu tendió la manta ritual  a más de 4,800 metros, y comenzó a preparar las ofrendas que había llevado, mientras el sol caía sobre nuestras cabezas como oro derretido. No había donde albergarse. Cuando terminó TeodomiroTupayachi, el dueño de nuestras cabalgaduras, preparó el fuego y sobre los tizones tendió los paquetes con ingredientes de los tres reinos de la naturaleza y otros. Un torbellino blanco, hermoso, que se levantó en alas del viento nos reveló que habían sido aceptadas.
En los bajíos de Wayoqari, donde se cultiva el maíz blanco gigante de Cusco, se encuentra Yanaqocha, “la laguna negra”. Así se llama porque los cerros le quitan luz. Sin embargo, crecen a sus orillas bosquecillos de qewña. En sus aguas vertimos el de agua de mar que recogimos de la Hatunqocha, en Pachakamaq. Fue increíble, la laguna se estremeció toda con el regalo sagrado y vimos con suma admiración cómo se abría en ondas circulares, ávidas por recibir y repartirse “la sangre” de la madre mar. Al caer la arena de la playa, también de Pachakamaq, se originó un cambio diferente, un movimiento de olas horizontales avanzo a su encuentro, como si quisieran tocarla todas.
El bosquecillo fue testigo silencioso del rito. La luna trazó una senda luminosa por donde volvimos   a Yukay. De allí a Cusco y después a Lima.
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Notas del libro “Hablando con los Apus”





LLAMAS DE PELO FINO

La historia de la llama tiene que ser reescrita. El animal de carga que conocemos presenta un abolengo de milenios. Jane Wheeler de Washington revela aspectos  novedosos sobre la llama. Tiene, según dijo, un antepasado remoto en Norteamérica y sólo mucho tiempo después pobló los llanos amazónicos, se expandió por las panpas argentinas y terminó llegando al Perú.  Su  larguísimo periplo parece de leyenda.
A mediados del siglo pasado las llamas pasaban por la Plaza de Armas de Qosqo para dirigirse al mercado de San Pedro, su destino final. Por 1990 vi “puntas” o grupos de llamas saliendo de Tanta, un poblado de Yauyos, Lima,  a casi 4,000 netros de altura, llevando tejidos a diferentes localidades, llegando hasta el mar en Calango, de donde retornaban con maíz, trigo, garbanzos, habas y también naranjas y uvas.

El año pasado se les vio en un documental circulando por los caminos inkas y preinkas. Hace un tiempo estuvieron de “porteadoras” en el primer Llamanaani de EcoAventura Perú, organizado por Roberto Aldave Palacios, llevando mochilas, equipos de fotografía y televisión. A sol abierto abrieron una ruta que presentó múltiples atractivos paisajísticos, prehistóricos, prehispánicos y de tipo vivencial, en Bolognesi, Ancash; yendo desde la laguna  “Conococha” hasta Matara, donde hermosas flores de qantu o kantuta abren sus pétalos profusamente junto a una residencia preinka.  

A medida que pasa el tiempo se abren nuevas carreteras, pero, en cuanto a las llamas, Aldave ─viajero empedernido─ piensa que hay gente a la cual le gusta caminar y compartirá su experiencia con ellas.
Hace poco se publicó la noticia de un convenio entre Bolivia y Perú para mejorar  la calidad de la fibra de llama. Me pareció estupendo. Alguna vez, en el “Algarrobal”, un museo moqueguano, la arqueóloga Sonia Guillén me mostró unas llamas momificadas. Su pelo era suavísimo y de un color canela encendido.
Ella me dijo que hablara con Jane Wheeler, una bióloga americana que vino al Perú en el  siglo pasado y dirige el Instituto de Investigación y Desarrollo de Camélidos Sudamericanos “Conopa”. A Jane le fascinan esas criaturas que parecen princesas andinas.

Entrevisté a Jane Wheeler en  mi programa “Huellas del Tiempo” del canal 17, de Pax Televisión, y declaró que hace millones de años los guanacos ─sus antiquísimos antepasados─ vivieron en Norteamérica. En California se encontraron  restos petrificados, que tenían una antigüedad de un  1´400,000 años. Al pasar a Sudamérica lo hicieron por los llanos amazónicos y siguieron hasta las panpas argentinas. De allí,  por tramos cortos, a Bolivia, Perú y Ecuador.     

Jane Wheeler trabajó en el sitio arqueológico  El Yaral, ubicado entre cerros abuelos de Moquegua, sobre el río Osmore. Allí se descubrieron llamas y alpakas momificadas. Mediante análisis de muestras de piel y fibra, ella obtuvo evidencias de la preexistencia de dos razas de llamas y dos de alpakas. Una raza de llamas, aparentemente ya extinta, de  fibra fina sin pelos, y otra de fibra gruesa, semejante a las de hoy,  pero más uniforme.
En esa época, hace 900 o 1,000 años, fueron seleccionadas intensivamente, obteniéndose uniformidad en finura, conformación del vellón y color, mientras que las actuales tienen gran variación en el grosor, la pilosidad y el color de la fibra, producto de cruzamientos sin control.

Documentos de los siglos XVI y XVII registran la virtual desaparición de llamas y alpakas en el Qosqo, junto con un 80% de la población humana, en menos de un siglo después de la “conquista” española. (Flores Ochoa, 1977 y 1982).
El análisis del ADN de los animales  prehispánicos ─dice Jane Wheeler─ ha servido para medir los cambios genéticos producidos por la conquista y la incidencia de hibridación en las llamas y alpakas de hoy.
Los comentarios de la bióloga americana son muy interesantes.  Según Crosby (1972), “el  asentamiento europeo y de colonización del Nuevo Mundo desató una  crisis ambiental de magnitud sin precedentes. Con la introducción de cultígenos del Viejo Mundo, nuestros animales, prácticas agrícolas y el paisaje, fueron alterados irreversiblemente.”
Sus ganados (ovejas, cabras, vacas y cerdos) desplazaron a llamas y alpakas de su hábitat en el valle costero, a tierras marginales elevadas, donde sus animales no podían sobrevivir. Las consecuencias de esta catástrofe en la producción de camélidos contemporánea son raramente consideradas. La falta de registros escritos de la época de preconquista y la pérdida de conocimientos transmitidos oralmente acerca de la cría de dichos camélidos hace difícil evaluar la medida en que influyó occidente. En la actualidad las llamas se crían como animales de carga y se conocen tres fenotipos diferentes, aunque es probable que haya más.

Casi todas las llamas son del tipo a.1, caracterizado por la falta de fibra en la cara y crecimiento relativamente escaso en el cuerpo. Jane Wheeler destaca que es poco común el ch'aku o llama lanuda, con un vellón más pesado y fibra creciente en su frente y en sus oídos. Las características de la fibra de la variedad tercera son intermedias. El color tiende a ser irregular y varía desde blanco a marrón, negro o gris. 
La bióloga de Conopa refiere que los pobladores de la cuenca del Lago Titiqaqa llevaron tradiciones y ganado de mucha altura a la costa. Las alpakas y llamas de El Yaral pueden ser consideradas como sus descendientes.

Su excepcional estado de conservación ha hecho posible un análisis sistemático de su fibra y de la composición del vellón, así como de su microestructura con un microscopio electrónico de barrido. Fue inesperado encontrar que cinco de seis momias de llama pertenecieran a una raza aparentemente extinta, de fibra fina.  El vellón de la sexta era áspero, representando claramente una segunda raza de llama. La variabilidad de la fibra de llama hoy en día muestra un aumento de pelos y aspereza general del vellón, que probablemente comenzó durante la invasión española.
Al cambiarles de medio ambiente, recluyéndolas en la puna, y llamarlas “ovejas de la tierra”, se distorsionaron conceptos que las perjudicaron. Los mismos veterinarios les recetaban medicinas como si fueran ovejas.

"Se ha aprendido de las llamas y alpakas prehistóricas de El Yaral cuál es el verdadero potencial de estas especies como productoras de fibra”, explica Jane Wheeler. “Desafortunadamente, muy poco se conoce sobre la variación de estos camélidos en los Andes. Incluso no se puede determinar si las variedades preconquista existen todavía y si son rescatables con una crianza cuidadosa y la aplicación de la biotecnología moderna. Hay absoluta urgencia de identificar y preservar a las poblaciones relictas antes de que ocurra cualquier otra pérdida genética o modificación.”
Alfonsina Barrionuevo

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