domingo, 1 de marzo de 2015

HABLANDO CON LOS APUS

Así fue el comienzo de mis viajes a Qosqo para hablar con los Apus y las Pachamamas. Tuve la suerte de contar con un altomisha como Mario Cama. En otras partes del Perú hay personas que hacen adivinaciones y curan usando alucinógenos, macerados del cactus San Pedro o bebidas de ayawaska, una liana vegetal amazónica. Me gusto que los altomisha ralizaran sus sesiones totalmente sobrios, sin masticar siquiera hojas de coca. Saberlo me dio plena confianza y mucho más cuando comenzaban con el Padre Nuestro.  
A lo largo de cuatro años fui conociendo diversos aspectos relacionados con su vida y su papel dentro de la sociedad andina que cree en ellos. Completaron mis conocimientos antropólogos que ya conocerán a medida que sigamos con esta investigación apasionante.
Los invito a leer los próximos blogs.
Gracias
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Notas del libro “Hablando con los Apus”

 

HUAROCHIRI
                       
En las alturas de Huarochirí, Lima, la baja temperatura impregna el aire. El aliento se convierte en una nube. Los estiletes del frío se hunden en el cuerpo. El invierno  congela hasta el ichu del extenso pajonal de Chankuya. Las viskachas se acurrucan en  sus cuevas y no saludan al padre Sol. El mal tiempo castiga a todos los seres vivientes de la puna, sin distinción.
¿Habrá que calentar las manos de Santa Rosa de Lima, patrona de la provincia? Alguna buena devota le tejió unos guantes de lana y ella sonrió en la iglesia. La bienaventurada limeña se encarga de proteger a los frutales. Subiendo de Lima, en medio camino, hay chacras dedicadas al cultivo de manzanos en Langa. Los agricultores de tierra adentro, como Wanqhata, esperan el milagro de una carretera para comercializar sus productos. En los árboles se quedan deliciosas paltas, chirimoyas y manzanas que no se cosechan. La tierra es fértil y los frutos son tan grandes que no es posible trasladarlas a los mercados.
Cada 30 de agosto, día de Santa Rosa de Lima, hay feria en la plaza de entrada a Huarochirí. Al mismo tiempo que las frutas, sus productores  venden dos variedades de quesos: unos pequeños, envueltos en paja, si las vacas son propias; otros, en bloques de varios kilos, si los animales son de la comunidad.
El vocablo Huarochirí, según  el sabio Julio C.Tello, quien nació allí en una casa que todavía existe, significa en —hak’aru o kauki— “tierra de las alturas frías”. Tello, el último de cuatro hermanos, fue hijo de un campesino amante de sus tradiciones. “Mi abuelo lo hacía levantar en la madrugada para ir a pastar el ganado, con mi madre que tenía seis años, y así templó su carácter”, relataba Oscar Santisteban, hijo de su hermana Elena.
El futuro Padre de la Arqueología Peruana estudió medicina y se graduó en Inglaterra. Fue empleado de la Biblioteca Nacional cuando la dirigía Ricardo Palma, y se apasionó por la arqueología al descubrir en una revista del  Smithsonian Institute de EE.UU., fotografías de unos cráneos trepanados de Huarochirí.

Nunca dejó de visitar a su pueblo, a pesar del polvo que se levantaba en la trocha carrozable que había gestado. Antes, la ruta seguía el camino de herradura que entraba o salía por la Tablada de Lurín y Matute a Lima. “Le gustaba mucho ir a los baños termales de Kornaya”, contó otro de sus sobrinos, Francisco Cuéllar Tello.
En tiempos pasados, la provincia fue asiento de los belicosos yauyos, escribe en un estudio muy documentado Teresa Guillén de Boluarte. En 1534, Fernando de Soto y Diego de Agüero fueron los primeros en penetrar en la región. En 1586, en tiempo del séptimo Virrey, Fernando Torres de Portugal, Conde Villar Don Pardo, se estableció un pueblo como capital de la provincia de los Hanan Yauyos, con el nombre de Santa María de Jesús de Huarochirí. Fue el tercer repartimiento integrado por los pueblos de Sisikaya, Chorrillos, Chankaruma, Cheka, Huarochirí y Kinti. Su primer encomendero fue el veedor García de Saucedo.
Cuando llegaron los españoles, había unos 10,000 indios tributarios, entre 18 y 50 años de edad, y miles de “dioses”. Huarochirí era tierra de “magos”, Francisco de Avila lo visitó en 1601, cuando era cura doctrinero de San Damián, y con José de Arriaga, ambos fanáticos extirpadores de idolatrías, lucharon contra sus creencias.
Catequizados a sangre y fuego, los huarochiranos se convirtieron. Pero el espanto de Avila fue enorme cuando descubrió años después que seguían con sus cultos embozados bajo las ceremonias cristianas.
“He averiguado, dijo, que hay indios que han mandado hazer una imagen de Nuestra Señora y otra de un Ecce Homo  para fingir que hazían fiestas a estas imágenes que son realmente Chaupiñamoca y Huaysuay”. El doctrinero no pudo saber que había producido el sincretismo: la fusión de dos creencias.

En la localidad existe un hotelito, pintoresco y bastante cómodo, para quien no vaya con exigencias. Los omnibuses suben jadeando dos veces por semana y lo hacen en ocho o nueve horas por la estrechez del ramal y la infinidad de curvas.
Cada 30 de agosto llegan los hijos de la provincia que migraron a Lima, ansiosos por retomar la vida que dejaron, aspirar su aire, llenar los ojos de sus paisajes y rezar a  Santa Rosa que los espera en su iglesia. Muchas familias llevan, además de flores y velas, “cajuelas” o altares portátiles con efigies de la santa para que el señor cura las bendiga. La nave se llena de calor con su presencia y el pueblo también, cuando  bailan sus cuadrillas  hasta que despunta el amanecer.
La feria de productos concluye antes de la procesión y en la casa de los mayordomos espera el humeante pari, un caldo refocilante que se sirve con una piedra calentada al rojo vivo que hace hervir al contorno del potaje, siendo una gloria del pasado; pues, se trata de un plato prehispánico.

Las ingas salen en la tarde, ataviadas con ricos vestidos, siguiendo al Qhapaq Inka, único señor, con arpa y violín. Sus rostros se ocultan bajo un velo de tul y otro de monedas de plata. “¿Cómo podríamos representar de otra manera a los señores del Cusco?”, dicen con respeto. La gente habla al mismo tiempo de Pariaqaqa, la montaña tutelar de cinco cuerpos: uno de roca, otro de nieve, un tercero de granizo, un cuarto de lluvia y el quinto de viento.
Se ingresa a su territorio por Tanta y cuando se siente satisfecho por la visita, deja sentir el poder de sus cinco cuerpos, como si diera la mano con nieve, lluvia y viento. Los huarochiranos le hacen ofrendas pidiéndole un buen año y dicen que suele demostrar su cariño a quienes lo recuerdan.
La frutería de la provincia es dulce y variada. Sólo falta la carretera reclamada desde los tiempos de Tello. ¿Llegará? Habrá que sentarse a esperar que los gobernantes de Lima se den cuenta de su potencial agroturístico y permitan una salida rápida de tantos tesoros que se malogran en los árboles..¡Cómo enseñarles a conocer el Perú...!

Alfonsina Barrionuevo

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