LAS
WAKAS DE QOSQO
Trabajar con las
Wakas de Qosqo para Machupiqchu me dejó con la miel en la boca. Tenía que
seguir por ese camino. Así comencé mis investigaciones sobre los khipukamayoq. Ellos
dieron información de su mundo a los españoles que no sabían adónde habían
llegado y cuales artes, ciencias y tecnologías arrasaron sin darse cuenta. Hay
mucho por descubrir en el Cusco y sigo fascinada con lo que llega a mis manos.
El resultado en
los dos últimos años son una muestra y un libro. “Wakas Sagradas de Qosqo” es la
Exposición Fotográfica que espero abrir en el Museo histórico Regional “Inca
Garcilaso” del 16 al 30 de junio en su Mes Jubilar. El libro “La Memoria de los
Khipukamayoq” está en marcha y aunque mi salud no me ayuda mucho la dejo atrás
para seguir adelante.
He recorrido
muchas veces el centro de mi amada ciudad y ahora puedo saber dónde se
emplazaban unas veinte wakas o sitios sagrados. Por ejemplo, la Municipalidad se encuentra sobre
dos wakas, Qora Qora e Inti illapa, esta última donde se bañaba el Trueno. A
los españoles les sorprendió. Pensaban que erauna expresión de indios
ignorantes. Mas, es cierto, claro que el Trueno se baña, expresión poética
cuando el rayo cae junto a un manantial
lo ilumina, escuchándose después el bramido del trueno, como si acabara
de meterse en el agua.
En el Intipanpa,
la plaza del sol, hoy Santo Domingo, había siete wakas. Sobre una, Warasinse,
me habló con afán el arqueólogo Manuel Chávez Ballón. En su orilla se generan
los movimientos sísmicos, es la waka de los terremotos. Ya no está, pero al
darme una vuelta por ahí pensé en ella y mentalmente le dejé un k’intu de coca –tres
hojitas- y una flor.
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Notas
del libro “La Memoria de los Khipukamayoq”
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* Los
libros “Hablando con los Apus” y “Templos Sagrados de Machupiqchu” están en las
librerías de Lima y Cusco.
SENDEROS DE
ORQUÍDEAS
Una ñust’a o princesa inka subió hasta
el nevado Salqantay, venciendo mil dificultades, para acariciar sus nieves con
sus manos tibias y sedosas. El Apu, según la leyenda, admiró su valentía y la
convirtió en una orquídea (Masdevallia
amabilis) que crece a su lado. En premio su nombre es Wiñay Wayna, “joven eterna”.
En el enfrentamiento del ejército inka
con los rebeldes poqras de Ayacucho, los guerreros imperiales llevaron en sus
escudos esta orquídea como insignia imperial. Los otros tuvieron como símbolo al
wamancha o halcón. Su historia fascinó al sabio huarochirano Julio C. Tello,
quien pensó que era el nombre adecuado para bautizar al último templo que da
acceso al Santuario de Machupiqchu.
En abril del presente año, antes de ascender
con Verónica Haaker al Putukusi, uno de los cerros guardianes del grupo arqueológico,
orgullo del Perú, tuvimos el placer de verla en “Los Senderos de Orquídeas” de Inkaterra
Machupiqchu Pueblo Hotel.
Entre la neblina y la lluvia, Carmen
Soto Vargas, su bióloga jefe, señaló a la hermosa y nos fue informando con
minuciosidad las características, en general, de estas flores de lujo. Teníamos
la suerte de estar en su espacio vital, también recinto de helechos, bromelias,
palmeras y plantas nativas medicinales; aves como los colibríes, los quetzales
y el relojero montés; igualmente de osos de anteojos que disfrutan un banquete
de frutas a diario en sus “suites privadas”, donde se sienten casi libres.
Avizorar al gallito de las rocas, balanceándose
como un tizón de fuego en una rama a corta distancia, fue excepcional. Del
mismo modo contemplar el vuelo de la mariposa alas de cristal o la presencia,
cerca de los bebederos, de ejemplares desconocidos como el colibrí cola de
raqueta.
Protegidas por sendos paraguas,
recibimos una clase magistral de la destacada bióloga, comenzando desde el
inicio de la protección del entorno. En 1975, José Koechlin de Inkaterra Asociation,
restauró
bosques que habían sido talados por antiguos habitantes, con fines agrícolas, y
conservó los árboles nativos para recuperar especies de flora y fauna de
interés o en peligro de extinción.

Machupiqchu es ideal para descubrir tal
riqueza, porque en su bosque de nubes tiene cinco microclimas, desde los 1,800
hasta los 5,000 metros
de altura. Sólo en los jardines del hotel,
el biólogo Ricardo Fernández, investigador del Museo de Historia Natural “Javier
Prado” de la Universidad Nacional Mayor Nacional de San Marcos, ha registrado 372
especies de orquídeas nativas, de las cuales muchas son nuevas para la ciencia
en variedad, nombre y género.
●La idea que se tiene de las orquídeas
como una especie de flores grandes y con colores llamativos, de pétalos alargados
y hojas a manera de cintas” no concuerda con la realidad. Lo sabía, pues, en un
viaje anterior a Chachapoyas me enseñaron que la mayoría de las orquídeas naturales
son de flores diminutas.
Lupa en mano, la doctora Carmen Soto nos
ayudó a observarlas dejándonos deslumbradas. Pequeñas, de pocos milímetros de
longitud, se mecían en las hamacas del aire, o aparecían como bellísimas
miniaturas mimetizadas con los troncos de los árboles.
También nos dijo que no son parásitas
como se cree. Hay terrestres que crecen a nivel del suelo, litofitas sobre
piedras y rocas, epifitas abrazadas a los árboles, hemiepifitas que hunden sus
raíces en el suelo y trepan en busca de luz, y de extraño gusto como las saprófitas,
que se reproducen sobre materia en descomposición.
Yo pensaba que las orquídeas no tenían
fragancia, porque según otra leyenda descienden de una mujer que fue convertida
en flor como castigo porque rechazó al
guerrero que la amó desesperadamente, manteniéndose fría y distante. Pero no es
así. La bióloga, quien fue nuestra guía entusiasta, buscó una y dijo que nos
acercáramos. Su fragancia es exquisita. Unas perfuman el día, nos explicó, y
otras la noche. En el caso de una tercera variedad huelen mal, a carroña o
pescado putrefacto.
Seguimos enterándonos de intimidades
de las orquídeas. No imaginaba que alguna abeja solterona recurriera a beber su
néctar insinuante en búsqueda de amor, llevándose además su polen en las patas.
Los colibríes también las ayudan en esta fase y en mutuo beneficio. Igualmente,
las mariposas y hasta ciertas moscas. Luego de la polinización se forma el
fruto o cápsula que después de 3 a 7 semanas de maduración produce hasta
4´000,000 de semillas que se irán en alas del viento.
La duración de las flores es variable.
Pueden vivir unos cuantos días, una vez al año, o permanecer cerca de 12
meses. Si son bebés y sus cunas están bien cerradas, el visitante podrá admirar
de igual manera más de 100 flores
preservadas en su forma y color natural en acrílico sólido.
Le pregunté a nuestra anfitriona si la
orquídea negra es un mito. Contestó que aún no ha sido vista. Por ahora
interesan las reales. Una distingue a Pachakuteq, el gran Inka legislador y
urbanista, con el nombre científico de Epidendrum
pachakuteqianum, Hágsater & Collantes. Otra, la wakanki (Masdevallia veitchiana), que es muy
bella, representa a Machupiqchu. Dos nuevas Epidendrum
quispei, sp.nov y Telipogon sp,
recordarán por siempre a Moisés Quispe, antes agricultor cocalero de la zona y
luego jardinero apasionado del hotel, quien aprendió a identificar, colectar y
cultivar las orquídeas nativas en forma autodidacta, hasta el año 2004 en que
fue atrapado por un deslizamiento de tierra. José Koechlin ha honrado su nombre
dedicándole un hermoso libro sobre esos tesoros vivientes.
La Society American Orchid ha premiado
otro estreno: la Kefersteinia koechlinnorum,
Denise. Lo ha hecho en homenaje a los cuidados que les prodiga con amor Denise
Guislain de Koechlin y en consideración a que el jardín de orquídeas de Inkaterra
Machupiqchu Pueblo Hotel es el centro de mayor cantidad de especies nativas
expuestas al público en su habitat
natural en el mundo.
Sus áreas verdes, además de las
circundantes —como las que se encuentran en la ribera del río Alqamayo― constituyen
el mayor centro global de conservación in situ de orquídeas y el más grande
banco de germoplasma creado para repoblar aquellas que han sido afectadas por
factores antrópicos, como la tala, las quemas e incendios que caracterizan al
período de estiaje, y, el ganado que se come a las orquídeas terrestres como
pasto, pisoteando el sustrato que es su hábitat.
La obra de José Koechlin y su equipo
de biólogos, jardineros e intérpretes por conservar las maravillas del entorno
de Machupiqchu, así como incentivar su protección en la adyacente población de
Aguas Calientes, debe ser un ejemplo para otras empresas e instituciones
dedicadas al turismo. No se debe olvidar que la flora y la fauna son un imán, en
un país, como el Perú, que tiene 84 de las 105 zonas de vida o pisos ecológicos existentes
en el mundo. Esos portentos naturales también actúan como un gran polo de
atracción para los viajeros del planeta.
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