EL
NUEVO QOSQO
Kusi Yupanki tuvo muchas
victorias en su recorrido por el Valle Sagrado, pero eso no entusiasmó a su
padre, el Inka Wiraqocha. En “premio” lo
envió a pastar los rebaños de alpakas del sol. Allí estuvo hasta que un día vio en sueños a
un personaje. Éste le reveló el
alzamiento de los chankas, quienes
tenían por mira tomar el Qosqo.
El resto es conocido.
Wiraqocha huyó a K’aqyaqawana, en el Valle Sagrado. Kusi Yupanki tomó el mando y
los venció. El Inka condicionó su regreso a que Urko, su hijo favorito, pisara
en señal de triunfo los trofeos de guerra. Como es de suponer la absurda
exigencia no fue aceptada por el vencedor, quien tomó a su cargo la remodelación de la capital
inka.
Kusi Yupanki, quien
no quiso tomar la borla imperial mientras viviera su padre, a pesar de la
fuerte presión de sus seguidores, trabajó duramente para diseñar un nuevo Qosqo. Su primer paso fue
darle la figura de un felino para que tuviese su fuerza y su arrogancia. Removió ingentes cantidades de un lodo ligoso
difícil de mover. Llevó tierra buena de lugares aledaños para cubrir el piso.
Encauzó los ríos y abrió canales de desfogue para las fuentes. Enseñó a labrar
las piedras con gracia, primorosamente, y usó parte del barro para unirlas.
Cuanto hizo fue
diligentemente, siguiendo la inspiración de las fuerzas cósmicas y telúricas
que lo guiaban. Qosqo tenía que ser el centro de un imperio y como tal ellas tendrían
que estar allí presentes.
Los kurakas amigos
recibieron la orden de trabajar sus tierras y regresar al cabo de muchos años.
Ellos creyeron que victorioso Kusi Yupanki había decidido holgarse –pasar en
celebraciones- ese tiempo. No imaginaron que ni siquiera le dio alas al amor.
Cuando volvieron lo encontraron empeñado en tender puentes entre la Waqaypata y
el Kusipata y se asombraron de la forma como habia embellecido el lugar.
La misma impresión
tuvo Wiraqocha cuando se vió obligado a concederle el trono. Qosqo no era la
pequeña ciudad que dejó. Había cambiado tanto que se sintió extraño y afloraron
lágrimas a sus ojos cuando pensó que la había abandonado a los chankas,
olvidando a sus padres y abuelos.
Un valle hermoso la rodeaba
y los templos y palacios que se levantaban llenaron su corazón de tristeza. No
se atrevió a quedarse y, terminadas las ceremonias de entrega de mando, se
retiró con la intención de no volver jamás. Mientras permaneció en Qosqo miles
de trabajadores rediseñaron su refugio
de K’aqyakawana para que fuera digno de él. Huch’uy Qosqo, como se llama hoy,
tiene magníficas edificaciones con muros imponentes.
Kusi Yupanki, con el
nombre de Pachakuti Inka Yupanki, que quiere decir, “Renovador de un universo”, siguió trabajando
en la ciudad como explico en mi libro: “Templos Sagrados de Machupiqchu”. En
ella y a lo largo de cuarentidós líneas o seqes fue ubicando más de trescientas
wakas que le daban sacralidad.
Cuando las obras
estuvieron muy avanzadas ordenó la construcción de Machupiqchu. Tenía que
cumplir con la montaña.
Fotos Peruska Chambi
BICHOS ALADOS DE COLORES
El lente de la cámara se aproximó en
pos de un primer plano impecable y
captó en primer plano la mirada malévola
de sus ojuelos inyectados de sangre. Retrocedió milímetros y lo capturó entero,
justo cuando abría el hociquillo feroz, encolmillado, para lanzar un rabioso
chillido. A toda pantalla se sintió su furia. Enseguida volteó la diminuta
cabeza y mordió el dedo del médico que lo sostenía con fuerza. Fue inútil. El
guante que lo retenía cautivo era muy grueso.
Fue mi primer encuentro con un
murciélago, es decir un vampiro, cuando Manchay era un lugar agreste, en los
extramuros de Lima. Me dijeron que en la omagua solía morder a niños.
Mucho después lo vi actuando en un
documental muy bueno del “magazine” National Geographic. Estaba casi oscuro
cuando el murciélago vampiro se desplazó como un minúsculo hombrecillo,
saltando con suma cautela sobre las piedras donde descansaban los lobos marinos
de Parakas
Quiso morder en la oreja a uno, pero
éste lo lanzó a muchos metros de un manotazo. Se levantó y esperó. Cuando éste dormía,
volvió a la carga y logró su intento. Hincó sus colmillos y se apartó. Fue
suficiente. Después se puso a lamer su sangre en la herida abierta. Volvería
cientos de veces y el lobo nunca se percataría de sus visitas nocturnas. Así
son los vampiros tropicales.
Yo no sabía que en nuestra Amazonía
había una diversidad de murciélagos. Todos, no necesariamente, son vampiros. En
una tarde tormentosa fui con mi hija Kukuli al Zoológico del Bronx en Nueva
York, Estados Unidos. Nos refugiamos en el espacio destinado a murciélagos porque arreciaba la lluvia, sin esperar nada
sensacional. Todo fue lo contrario, recibì
una lección de la madre naturaleza.
Fue fascinante. Había murciélagos
fruteros, murciélagos picaflores que absorbían la miel con su sorbete natural,
murciélagos pescadores, murciélagos de un tamaño increíble ─algo más grandes
que un kuye que pasaban raudos de una rama a otra. Éstos tenían una piel
finísima que me hizo recordar a Atawallpa. El príncipe cusqueño estaba almorzando
con Pizarro cuando se le derramó un poco de comida en el traje y salió a
cambiarse. Pizarro y su gente se asombraron cuando volvió con uno que parecía de suavìsimo y satinado
terciopelo y ─¡cómo no!─ si era de una especie que no verían jamás porque los
cueritos de murciélago conque estaba armado habían sido llevados de ¡muy lejos!
Apreté un botón y salió una reseña que
me llenó de orgullo. Los extrañísimos murciélagos que estaba viendo eran en su
mayoría del Perú, donde decía que había
más de quinientas variedades: ¡Una locura!
Los científicos que se dedican a
estudiar lo que tenemos en nuestro territorio, aseguran algo muy cierto: En el
Perú hay especies de flora y fauna que están desapareciendo sin que hayan sido
registradas, porque lo existente es vastísimo y casi nunca visto.
Cada árbol, además de formar parte de
ese gran pulmón que oxigena al planeta,
es como un gigantesco rascacielos con pisos que albergan una infinidad
de especies. Cuando se talan, los “inquilinos” son desalojados y tienen que
huir aceleradamente. La tierra y el agua son el hábitat de asombrosas criaturas
en formas, tamaños y colores. Ni la imaginación más caudalosa podría hacer lo
que es obra de la naturaleza. En sapos he visto unos de colores que parecen
gemas y flores donde el arco iris ha volcado su pintura.
En el Año Internacional de la
Biodiversidad las protestas en defensa de la Madre Natura fueron muy fuertes. Es
de esperar que si los propios brasileños no aceptaron hacer una central
hidroeléctrica en su parte de la Amazonía, el gobierno peruano no conceda a Brasil
la construcciòn de un paquete de
centrales hidroeléctricas, comenzando por represar aguas de la omagua puneña en
Inambari. Eso sepultaría unos veinte pueblos y hectáreas de selva virgen, dando
lugar a hechos lamentables. El proyecto, según se comprobó, afectaría también a
Cusco y a Madre de Dios, donde está la reserva ecológica “Bawaja Sonene”, una de las más
importantes del país. La arquitecta y
docente de la Universidad Nacional del Altiplano, Sonia Molina, Presidenta de la SOCIT, así como miles de
puneños, amazónicos y peruanos en general que no queremos perder ese
patrimonio, tomamos las banderas de la biodiversidad para hacerlas flamear en
las ocho regiones naturales de nuestra patria.
Hace poco la kinua hizo noticia y dejó
absortos a quienes creían que ella producía sólo granos blancos, cuando en realidad
pasan de 3,000 variedades en las alturas
de color negro y púrpura. Sus capacidades nutricias benefician todos los
sistemas –óseo, nervioso, sanguíneo, muscular- y hasta como eficaz anti-edad.
Los pajuros, unas “papas” que crecen
en árboles coposos, son una delicia para
cajamarquinos y amazonenses, pero no llegan a nuestros mercados. Sus frutos se
mecen en una vaina grande como un pakae. Los comen en el desayuno, mientras que
en la ciudad es rutinario el té con pan blanco, aunque ya se aprecia al pan de kiwicha
y otros provinciales. Panes que huelen a arrayán, a algarrobo, a eucalipto y a
otras ramas que calientan los hornos donde se cuecen y que son su singularidad.
Habría mucho más que mencionar. Para
muestra, dicen, basta un botón y siempre tendremos novedades. El Perú es ¡un gigante! en recursos genéticos
y culturas asociadas a estos bienes naturales.
Alfonsina Barrionuevo
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