domingo, 22 de septiembre de 2013


NUEVAS NOTICIAS EN VIEJAS CRONICAS

 
Estoy leyendo a un nuevo cronista del siglo XVII, nuevo para mí. Confieso

que no me gustaba. Me parecía seco, estirado. Alguna vez pasó por mis manos y lo condené a estar en mi index privado hasta que llegó a mi mesa de lectura.

Mi trabajo está lleno de asombros, poco a poco he comenzado a simpatizar con él. En un principio pensé que llegó tarde al Perú. Ya no estaban los khipukamayoq con sus maravillosos khipus con memoria. No fue así.

Los “historiadores andinos” podían haberse ido lejos o estar muertos. Lo interesante es que quedaban millones de personas que seguían creyendo en su unión con la naturaleza. El cielo, las nubes, los cerros, los ríos, los bosqus, siguen.

Una gran parte de la historia de los sñoríos no se levantará del polvo. Nunca tendremos noticias exactas de los señores chavin, muchik, chimu, kupinisqe, waylas, qasamarkas, chachas, punpus, wankas, wankawilkas, naskas, parakas. Pero sí podemos asomarnos a los elementos terrígenos y cósmicos qu eran su familia. La marqocha, el punchao, katekill o libiak y otros.

El cronista que sigo en estos días dice que es increíble como objetos tan pequeños pueden representar al viento o la lluvia. Su lectura me fortalece en la seguridad de que en el antiguo Perú no existieron ídolos. Mamasara, la madre maíz, era una mazorca reproducida en piedra blanca y lo mismo aksumama, la madre papa, para citar algunas que daban calidez a los surcos.

Si había un recuerdo venerado era a los antepasados a los cuales iban en busca de un consejo, de un aliento, de una comprensión, a través de un diálogo íntimo que devolvía el ánimo.

Ya volvemos.       

 

 

PAISAJES DEL PARIAQAQA

 

Lima tiene, en sus cabeceras, una cadena impresionante de nevados. Algunos conservan viejas leyendas que se han trasmitido por tradición oral de padres a hijos en las comunidades altas. Según una, Pariaqaqa, el Apu tutelar de Lima, celoso esposo de la bella Ankowillka, cortó las  trenzas del nevado femenino por hacerle sido infiel con Llongote, otro nevado.

Pariaqaqa, el más importante de todos era muy requerido por los antiguos yauyos, habitantes del lugar, cuya mitología recogió en el siglo XVI, el presbítero Francisco de Avila, perseguidor de idolatrías. El libro llamado “Dioses y Hombres de Huarochirí” fue traducido del qechwa cusqueño al español por el famoso escritor José María Arguedas.

Pariaqaqa es el único nevado de los Andes que tiene cinco cuerpos porque nació de cinco huevos. Un cuerpo es de roca, otro de nieve, un tercero de granizo, un cuarto de lluvia y un quinto  de viento. Cuando peleaba era duro de vencer porque cada uno se convertía en un guerrero invencible. Así pudo vencer a Wallallo Karwincho,  personaje mítico limeño que controlaba la natalidad y pedía, en el caso de nacer mellizos, que le dieran uno de ellos.

Avila dice que Pariaqaqa intervino cuando vio a un hombre que pasaba llorando con su hijo en brazos por la orilla de la  laguna de las ofrendas. Quiso saber qué le pasaba y éste le contestó que llevaba a su hijo para que fuera devorado por Wallallo en el valle del Rimaq. El nevado le ordenó que regresara a su pueblo. Le dijo que lucharía con aquel  y le ordenó que fuera a verle cuando terminara la batalla. Si seguía en su sitio sería señal de que había vencido.

Wallallo luchó bravamente pero fue atacado por los cinco cuerpos de Pariaqaqa convertidos en guerreros. Ellos le cerraron todos los caminos. Al no poder vencer escapó al valle del Mantaro donde tuvo que asumir su destierro.

En castigo Pariaqaqa le condenó a alimentarse en adelante sólo de perros. Los wankas le construyeron un templo que se llama Wariwillka y a sus sacerdotes los  llamaron alqomikhuq, “comeperros”, porque comían los huesos de los animales sacrificados.

Entre Yauli, Junín, Huarochirí y Yauyos, los nevados del Pariaqaqa y el nevado Tikllaqocha, forman una verdadera cadena de lagunas con sus respectivas cascadas, flora y fauna, a lo largo de 13 kilómetros. Entre 3,000 y 3,500 metros de altura es un nuevo atractivo de gran belleza ecológica para Lima.

Las lagunas se encuentran entre los pueblos de Vilka y Wankaya. Su presencia se puede admirar hasta medio camino porque después forman un río que se estrecha o se abre según las  circunstancias hasta las alturas del pueblo de Alis, donde se junta con el Lauriqocha y forma el río Warku o Cañete que sale al mar por Lunahuaná.

Sobre ellas, la gente del lugar refiere varias leyendas. Hay una que ama las flores y a sus orillas crecen qantus con pétalos morados y amarillos, En otra, hay sirenas que cantan a medianoche. La Warwa es una laguna que siempre tiene sed de amor y es bueno llevarle agua de mar para que esté contenta. Algunas tienen pececillos y en sus totorales viven el martín pescador, el jachapato que le gusta hacer círculos en el agua antes de salir, las wachwas o wallatas que nacen en pareja, y otros.  En la orilla de los  ríos se encuentran grupos de yanavikus, aves negras de largas patas y picos curvos que vuelan en bandadas.

Este conjunto de maravillas se encuentra a corta distancia de la ciudad de Lima, ya sea yendo por Lunahuaná o por la Carretera Central que está en buenas condiciones, hasta Pachakayo, sede central de la SAIS  Tupac Amaru. Previa consulta se puede ir de allí a Vilka y hacer el recorrido. En unos meses más la distancia se acortará a dos horas por una nueva vía que se debe construir.

Los aficionados a la arqueología pueden incluir en el paseo al grupo de Qorivinchos, donde quedan estructuras de sus viviendas con lajas de piedras y de sus qolqas o despensas circulares. En el sitio trabajó el arqueólogo David Motta. Existen algunos datos que arrojan luces sobre sus antiguos habitantes. Un día se perdieron en el tiempo antes de que aparecieran los yauyos en el escenario de la historia.

 

Alfonsina Barrionuevo

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