domingo, 8 de septiembre de 2013


WANAKAURE Y LOS AYAR

 

Fotos: Fernando Moscoso
Wanakaure es uno de los Apus protectores de Qosqo. Vista de lejos parece una pirámide de contornos suaves.

A los Hermanos Ayar, que se dirigían a Qosqo, despuès de salir de Paqareqtanpu les atrajo su forma y se  quedaron ahí  un buen tiempo.

Existen otras leyendas sobre la fundación de Qosqo: Manko Qhapaq y Mama Oqllo que salieron del lago Titiqaqa; Inkari y Qollari creados por Ruwal en Paucartambo y Mama Lloqlla, una mujer que alumbró en Chinchero un niño solar, Malko Qhapaq. Personalmente me inclino por la historia de los Ayar porque aparece reiteradamente en las crónicas de los siglos XVI y XVII, guardando relación con Pachakuti Inka Yupanki y Machupiqchu.

En la historia legendaria se dice que uno de los hermanos, no he logrado establecer si fue Ayar Uchu o Ayar Auka, trepó a una waka que había en el lugar, quien lo castigó convirtiéndolo en piedra por su osadía. 

“Id, id, hermanos felices”, les habría dicho antes de transformarse en roca. “No olvideis que aquí me quedo esperando vuestro recuerdo.”

Pachakuti, informaron los khipukamayoq, ordenó que en las fiestas del Warachiku los jóvenes se trasladaran a Wanakaure y le hicieran ofrendas para ser valerosos guerreros. La montaña era sagrada.

El periodista Fernando Moscoso Salazar visitó Wanakaure en plena temporada  de lluvias. Los Ayar llegaron seguramente en buen tiempo con su comitiva y se instalaron bajo un  sol radiante con sus esposas, Mama Rawa, Mama Oqllo, Mama Ipakura y Mama Wako.

Según datos históricos y legendarios  los cuatro Hermanos Ayar que llegaron de Paqareq Tanpu, a mediados del siglo XIV,  se quedaron dos años en el lugar mientras se preparaban para ir a Qosqo, su destino.

A pocos metros de  la cumbre del Apu  Fernando Moscoso recepcionó su gran energía y recorrió antiguos recintos con muchas hornacinas, para colocar seguramente objetos de oro y plata, calzadas amplias que se alternan con accesos angostos y escalinatas para alcanzar las partes altas.   


En las crónicas de Pedro Cieza de León (1550) leyó que los españoles advirtieron su fama como centro de ceremonias religiosas, que contaba con muchos sacerdotes y asistentes. Cieza resaltó su importancia al decir que “… después del templo de Curicancha,  donde estaban el Sol, el Trueno, la Luna y las Estrellas,  el cerro Guanacaure era la segunda Guaca de los incas y… era por ellos muy frecuentada y honrada…”

Se llega a Wanakaure por dos caminos. Ya sea por las comunidades de Wilkarpay, Moray y Pumakancha; o por las comunidades de Pillao Mato y Kirkas hasta las faldas del Apu.  Por esta ruta se asciende hasta una roca donde mana una fuente de agua, rodeada por hermosas flores de achankaray.

 

Fotos de Fernando Moscoso.

 

 

 

 SOPA PREHISPANICA

                             

La yuca le hizo un guiño al zapallo y preciosa, sin su funda áspera, entró en la calabaza. La papa coqueta se fue con el camote y le hizo cosquillas con sus risas. Las señoritas, una ostra muy delicada, les siguieron y también colitas de camarones. El mate se llenó de agua dulce y todos nadaron entre algas marinas y sal.       

En el Perú prehispánico se experimentó por primera vez la preparación de un chupe hace mlies de años. La mano de una mujer levantó con ayuda de unas ramas desnudas piedras de río que había calentado al fuego. Estaban blancas por haber sobrepasado el rojo vivo y las echó adentro. Al caer un chasquido hizo temblar al agua, se formaron burbujas y comenzó a hervir. Ya entraría después hojitas de chincho para darle fragancia.         

Hasta entonces la gente había comido sus alimentos crudos. El nuevo potaje fue recibido ávidamente en otros mates y se chuparon los dedos. Desde entonces se practicó la tecnología en el norte y fue pasando de grupo en grupo. Aún no se había inventado la cerámica. Fue ingenioso dar un primer paso, adelantarse en lo que sería una culinaria surgida entre dos océanos. Lo mismo pasaría con la carne a la plancha, asada  entre dos piedras también al rojo vivo y con las palomitas del diminuto maíz, nuestro maíz confite, bautizado en el siglo XX como “pop corn”en los Estados Unidos.

Las primeras se tostaron en una camita de arena bien compactada, un hoyo más o menos profundo, donde el fuego volvió a hacer su parte. Lo limpiaron con la misma chala y al roce de la arena quemante salieron disparadas, en rositas que llenaron el estómago de los niños. Pasó un lago tiempo hasta que la arcilla se tornó  dócil y logró la consistencia necesaria para convertirse en recipiente y cocer cuanto podía zambullirse en su interior.  

Frutos acabaditos de domesticar al igual que los primeros en los que ensayaron mucho. Tiempos milenarios en que esta parte de América trabajaba tecnologías diversas que sorprenderían y ayudarían al mundo después hasta hoy. El planeta se sigue enriqueciendo con lo que regala el Perú con una generosidad que es un desperdicio.     

¿Culinaria del pasado, de un ayer grandioso que podría parecer una nostalgia del prodigios? Pues, no. Cuanto va de escrito es para presentar otras manos con el mismo movimiento en la parte sur de Ancash y el norte de Lima. Lo he visto muchas veces en mis viajes de tierra adentro y siempre me ha dejado perpleja comprobar que algunas tradiciones no se borran de la memoria de los pueblos. En las partes donde me he encontrado con este chupe recibe el mismo nombre, ¡pari! Un plato de sopa que se sirve en ebullición con las piedras ardientes.

Hay un glú, glú  cantarino en los globos de aire que se forman en su contorno, De                        hecho hacen hervir el chupe por unos momentos. Hablé con las señoras de los pueblos. ¿Por qué lo hacían? ¿Se trataba tal vez de unas piedras especiales con sabor? ¿Cuál era su secreto? ¿Cuál,  su propósito? ¿O había algún secreto en su preparación? Cada pregunta encendía siempre su rostro con el chispazo de una sonrisa. No había nada que contar. Las piedras eran selectas,  redondas, planas, porque habían sido  pulidas por el río. Por cierto que su presencia no era cocinar sus  ingredientes. ¿Quién lo haría en esta época con olla a presión, sartenes inteligentes con vientos a vapor, hornos a microondas? Entre las comunidades alejadas la costumbre es ley. Sólo para las grandes fiestas se prepara el pari con una unción que debe parecerse en algo  a nuestras remotas antepasadas. Faltaría a la verdad si lo afirmase. Las señoras encargadas de la mayordomía, que sirven el delicioso chupe a sus invitados sólo explicaron que era una herencia de sus tatarabuelas. La conexión la hice con unos datos que tomé de un arqueólogo que me hizo La explicación de un ribete que aparecía en un antiquísimo mate.

El pari es un chupe muy aromático. En una olla, con poco agua, hierve la karapulkra o papa seca con hierbas olorosas. En otras, individualmente, para que suelten su  sabor con diferentes hierbas las carnes que han reunido de res, cordero, gallina, cabrito –cuye, pato, gallineta, venado, etc.- Una vez que están bien cocidas se deshilachan. Los caldos se unen a la karapulkra y luego las carnes después el plato va a la mesa. El sello de otro mundo es nuestro, es el añadido que estremece. Una de las ayudantes se ocupa de colocar encima las consabidas piedras de río calentadas al blanco.

          Una canchita previa, invitadora y suave abre el apetito mientras conversamos de la fiesta, de los santos o las santas, los conjuntos de danza, los adornos de la iglesia o las calles. Cuando llega mi turno me refocilo con el pari al encontrarlo en mesas diversas, en alturas distintas. No pregunten cómo llegó hasta allí. Aún no se ha inventado una máquina de tiempo. 

 

Alfonsina Barrionuevo

No hay comentarios.:

Publicar un comentario