miércoles, 26 de mayo de 2021

 

ALCALDES DE LA LIBERTAD

¡No sé cómo celebrará el Perú su Bicentenario con héroes prestados!’

Este comentario de una historiadora americana que dictó en Lima una conferencia magistral sobre nuestro aniversario cívico me indignó. La distinguida docente tenía la razón. No estaba llamada a saberlo pero tampoco aquí no se consideró a miles de hombres y mujeres que ofrendaron sus vidas por la libertad de nuestro país subyugado por España que causó despoblamientos principalmente en la costa norte y el sur con sus abusos. Ni tampoco que comandó la sublevación una joven líder de apenas treinta y cinco años, Micaela Bastidas, con su esposo José Gabriel Thupaq Amaru, de estirpe andina..

Estuve buscando una fecha para lograr que se les rindiera el homenaje que merecían como héroes de la lucha libertaria. La encontré en el Bicentenario  que evoca la presencia definitoria de los generales José de San Martín y Simón Bolívar. La Declaración de la Independencia se hizo en 1821 a solo cuarenta años del movimiento nacional que se creyó terminado con la terrible ejecución de la pareja patricia. No le bastó a José Antonio Areche, el visitador convertido en verdugo. Persiguió a sus fuerzas maltrechas con el ejército bien armado de José del Valle. En los pueblos sindicados como rebeldes sus habitantes fueron exterminados sin reparo por calles y plazas, y aún los sacaban de sus casas para enfrentar a sus milicias arteras.

En una visita al distrito de Huaro, donde está Saucipata, el antiguo solar en el cual residió mi familia paterna, hablé con Fernando Salas Vizcarra sobre el proyecto del homenaje a sus antepasados.  Al enterarse de sus propósitos de enaltecer su recuerdo como ejemplo de amor al Perú invocando el más sagrado de sus derechos decidió apoyarlo. Su entusiasmo fue el punto de enlace con las autoridades ediles de la provincia para su exposición. Salas Vizcarra que pertenece a una vigorosa rama del prócer Simón Barrionuevo es regidor municipal. Ambos trabajamos para comunicarnos con ellos arduamente durante más de un año antes de la pandemia del Covid19. Su respuesta fue la esperada y en este año los burgomaestres de Quiiquijana, Huaro, Andahuaylillas, Urcos, Quiquijana, Q’atqa, Ausangati, Oropesa, Ocongate y Cusipata presidirán un acto cívico único. En  la plaza de su distrito. ’Los Alcaldes de la Libertad’ colocarán con orgullo una placa de homenaje a sus  hijos ilustres, caídos en la revolución de 1780. ¡Nunca, en adelante, volverán a ser olvidados!

Mi admiración por los Thupaq Amaru y sus seguidores data de mis años universitarios. La incentivó el gran maestro Jorge Cornejo Bouroncle, de Arequipa, profesor de sociología  de la Universidad de San Antonio Abad. Leí con ansias cada línea de su libro sobre sus acciones en 1780 y viajé a caballo tres largas horas de ida  y tres de vuelta porque debía regresar el mismo día en tren, para conocer la iglesia donde José Gabriel contrajo matrimonio con Micaela. En Tungasuca no queda ni rastro de la casa en que vivieron. Areche ordenó demolerla y esparcir sal para que la vieran como tierra estéril.


En la sacristía, arrumadas entre decenas de cosas existían algunas de sus pertenencias que escondieron los vecinos y se salvaron del odio; el Niño Dios muy maltratado, que según dijeron los actuales había sido  de la heroína, la piedra de molino donde el caudillo mandó pintar la imagen de la Virgen del Carmen y la alfombra, regalo de los tejedores de Pampamarca, distrito de Canas. El acucioso investigador, quien organizó  el Archivo General del Qosqo revisó una serie de documentos del juicio despiadado que les siguieron. También llegó a dilucidar que la plácida vega caneña fue  el lugar de nacimiento de Micaela, la hija de Josefa Phuyukawa. No Tamburco, actualmente  en Apurímac por su creación política.

En 1975 salió a la luz mi libro ‘Habla Micaela’. Inicialmente traté de hacer una biografía pero no hallé material suficiente. Entonces intenté escribir un relato de su historia hasta su muerte con ella en primera persona como si yo hubiera estado a su diestra  captando su respiración. De ese modo su protesta por la inhumana situación en la que se encontraba la gente del Perú, podría adquirir vida de nuevo. No se acostumbra y aún ahora me parece un atrevimiento, justificable solamente porque quería que la escucharan con su propia voz a arrancándose de canteras ignotas, con el acento y el sentir de nuestra lengua materna, el qechwa. Para escribirla fui al Qosqo en busca de inspiración y tranquilidad  a la  casa de mis padres en Santo Domingo y a la vivienda taller de San Blas de Antonio Olave, el  escultor de los famosos Manuelitos, los niños Dios cusqueños. En el silencio de la noche discurrí en el teclado de mi Remington por los caminos que recorrieron.


Sinceramente no fue fácil.  En ciertos momentos inenarrables, en  lo que sintió cuando vio a su hijo caminando a la horca. Evocarlo en un fragmento de segundos su infancia hasta su adolescencia, feliz en la seguridad de su hogar su reacción en ante el compromiso de la causa abrazada. Cómo conjugar ambas situaciones es y la pensé implorando su perdón, quebrada por dentro. Cundo casi no podía sostenerse de pie por el martirio sufrido.

Cuando miró a su hijo caminar a la horca se deshizo en dolor al implorarle…

¡Perdón, Hipólito, por haberte traído a la vida y por llevarte a la muerte! ¡Me estás devolviendo la leche que te di y yo siento que voy a morir contigo! ¡Las lágrimas astillan mis ojos sin salir! ¡Hipólito, perdón por haber  olvidado en el fragor de la lucha que era madre! ¡Ahora todo se acaba! ¡No asistiré a tus nupcias ni traerás a un niño a mis brazos!

Sin embargo,  como líder y como jefe de Estado Mayor  acepta que otra sería su actitud.

… Y perdóname, porque si  retrocediera el tiempo yo volvería a caminar lo andado! ¡ Ay Hipólito, cómo te apagas…!

En el 2019 la dirección de Cultura del Qoso,  con la supervisión del escritor Luis Nieto Degrégori, efectuó una segunda edición  de la obra. En el 2020 solicité al Ministro de Cultura en Lima. Deseaba enviarlos a los colegios de Quispicanchi. No fue posible porque la edición se había agotado. Espero hacer copias por lo menos para la biblioteca de sus municipalidades.  ‘Habla Micaela’ debe llegar algún día a las manos de los estudiantes de todo el país con su mensaje haciendo arder el aire, inflamándoles de fervor, levantando un  altar a la libertad en sus corazones. En sus últimos momentos sus palabras podían haber sido de consuelo.

He visto a José Gabriel como un despojo. La sangre negra sobre su ropa desgarrada, manchándole de la cabeza a los pies, sus brazos colgando flácidos, rotos, ¡Cómo estará sufriendo! En su rostro tan delgado y tan pálido sus ojos queman. El cree, lo sé, que nuestro pueblo tardará mucho en levantarse, que nuestra causa no pudo madurar. Yo quisiera animarle, decirle otra vez y mil veces que le amo, que voy a morir cantando, que la esperanza no muere, que tengo fe en el mañana, que volveremos a encontrarnos…

Alfonsina Barrionuevo


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