lunes, 10 de mayo de 2021

 

LA ESPLENDOROSA TIERRA  

En  noches de vigilia hay muchas cosas que se vienen a la mente…

Una es la pandemia  que reemplaza a las pesadillas y nos amedrenta a nivel mundial.

La pandemia, lo más terrible que nos podía suceder con su estela de muerte. El trauma  de tenerla tan cerca nos marca.  Es imposible saber por qué se generó y en noches de vigilia estoy sospechando que la Tierra, nuestro planeta, nuestro hogar, está probando una manera de deshacerse del género humano. Razones no le faltan. Pensemos que habiendo sido tan bella y generosa, con infinitos paisajes de colores, debe sentirse irritada de verse convertida en un esperpento. No quepa otra idea. Siento que nos persigue, que ha dejado de querernos y nos está matando con el COVID 19. Un desastre  y aunque hagamos mil esfuerzos por superar sus efectos ella puede más. Nunca había ocurrido y provoca escalofríos la noticia de que nuestros cementerios estén empezando a  colapsar. Adónde llevaremos a nuestros muertos, un sitio en el que podamos llorarlos. Ya no se trata solo de contagios de cuerpo a cuerpo, por la nariz y la boca que protegen con las mascarillas y la distancia social,  sino que el espantoso virus se columpia en el aire como una flor maléfica.


En el mundo andino alivia la existencia de Pacha Tierra o Pachatira, la Tierra que protesta, que castiga, que destruye, contrapuesta a la Pachamama, la Madre Tierra que ama a sus hijos. La Pacha Tierra que aparece cuando los seres humanos  descuidan los campos y hacen sufrir a la Pachamama.  El cronista jesuita José de Acosta, que se dedicó a estudiar las acciones de la Naturaleza en el Perú del siglo XVI observó su presencia singular.

Podría ser que Pachatira desbanda sus efectos en todos los países.  Hay señales del agobio que ha estado padeciendo nuestro planeta, nuestro hermoso hogar desde que se pobló hace milenios. Nos hemos empeñado en no verlas. En el Perú hemos talado los bosques de la altura y la selva al punto de que  las avalanchas o la purma las degradan a menudo. El oro que se extrae,  la plata y otros minerales no justifican la muerte  de hectáreas que terminan siendo inútiles. Los ríos que deben ser lavados  con sustancias químicas para que sigamos utilizando sus aguas. En el mundo los océanos se extenúan con la basura que les descargan y la contaminación que agrede a sus criaturas. Las abejas no se pueden quejar pero están perdiendo el sentido de la orientación para regresar a sus colmenas y pronto habrá que elaborar miel artificial. Lo sabemos y sin embargo lo olvidamos. Recuerdo la historia en Europa de un pueblo que explotó de tal manera sus minas de carbón que sus cerros aparecían plagados de huecos. Hasta que sus  niños acusaron síntomas de raquitismo, debilidad, palidez en las mejillas, falta de apetito. Cuando la gente se dio cuenta que eran la consecuencia de la sobre extracción del carbón llevaron tierra y agua limpia a los cerros. Con los meses todo volvió a florecer y sus hijos se salvaron. Jamás aprendemos la lección y el ataque frecuente que inferimos a la tierra la está confundiendo. La excesiva industrialización como el flagelo de las guerras la están aniquilando. Como no hay compromiso para suspender su contaminación física y sonora, y como seguimos  manteniendo una indiferencia crónica ante los problemas que causamos a la Tierra es lógico imaginar en noches de vigilia que ella nos está viendo como una humanidad indeseable. Si hemos llegado a ese extremo  es natural que quiera desembarazarse  de nosotros.


No se trata de quitar solamente el cemento que cubre la tierra fértil de los parques y plazas sino sacarlo de nuestros cerebros. Quién sabe aún hay tiempo de reflexionar sobre el futuro. La Pachamama dijo que estaba en  el lugar, aunque fuera pequeño, donde apuntaba una flor o se escuchaba  el canto de un pájaro. Su vocación es el amor. Hay que trabajar en ese sentido sin el riesgo de que nos rechace. Cien aviones por día para que los turistas vayan a Machupiqchu es mucho. Un aeropuerto en Chinchero sería una catástrofe para el Valle Sagrado y una serie de ciudades, templos y wakas  y templos inkas, menos horas de vuelo, tráfico muy intenso y posibilidades de estrellarse en el Chikón. En el proyecto de 1967 con el arquitecto Belaunde los técnicos peruanos y extranjeros, encontraron que Paruro sería mejor.

En el resto del mundo hay otras situaciones que lastiman los derechos de la Tierra a vivir sin tanto estruendo, a respirar sin que sus pulmones se llenen de hollín, a soñar en paz. Ella quiere que la arropen con pintadas sábanas de puestas de sol en los atardeceres y gozar del miraje a las estrellas.  

Alfonsina Barrionuevo


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