domingo, 16 de mayo de 2021

 

‘LAS WAKAS DEL QOSQO’

Los wakakamayuq o sacerdotes de las wakas eran elegidos para este oficio, por algún rasgo misterioso o excepcional. El hecho de llegar al mundo en tiempo de tempestad, entre rayos y truenos; haber estado ‘juntos en un vientre’, mellizo o trillizo. Se accedía al cargo religioso cuando hubiere adquirido experiencia; tener condiciones para predecir lo que iba a suceder; ser vidente como los yakarkaes de Huaro que leían el porvenir en el fuego; en casos señaladísimos por haber sido tocado hasta dos veces por el rayo, perdiendo la vida en el primero y recobrándola en el segundo con poderes; o, haber recibido una preparación que lo consagraba.   

Su número era excesivo dice Albornoz, porque cada una de las wakas tenía sus ‘ministros’ y ‘guardas’ (guardianes), que además de las ofrendas y sacrificios conservaban su memoria, atendiendo las consultas que les hacían.

Las ofrendas eran disímiles, desde figuritas de piedra, oro y plata preciosamente vestidas, hasta ramos de leña, flores y plumas de pariwana, también ‘acollicos’ o sea porciones de coca mascada que era valiosa para los caminantes. Si no tenían otra cosa que dar la ponían en las apachetas para invocar su protección.

No se conoce el origen de las qhapaq qocha que mencionan algunos cronistas como sacrificios humanos de niños. Parece que se hacían en Centro América. Los Inkas respetaban la vida de los seres humanos. Pachakuti protegió sobre todo a los niños. No hay vestigio de que aquello sucediera en el Perú. Hay quien cita el Qorikancha como lugar donde se hacinaban mujeres y niños con ese propósito, imposible porque en el santuario no hay espacio físico y solo entraban los Inkas. En sus grandes fiestas hacían ofrendas de animales, ‘que llamamos ovejas y carneros de la tierra, llamas y guanacos tiernos’, escribe Cobo,  ‘y ponen·conchas marinas enteras, molidas o partidas’. A las llamas la gente les nombra ‘guaguas’.


En las ceremonias ‘asperjaban con los dedos la chicha hacia el Sol, la Tierra o el Fuego’ Eso se llama hacer la t’inka. Unas una forma de reverencia, como hacerle un convite. Para la Pachamama , la madre tierra, derramaban unas gotas hacia ella con suma delicadeza y cariño, deseando que calmara su sed.

Cuando querían hacer un saludo a las ‘guacas’ hacían la mocha. Según Cobo  volvían  el rostro  hacia ellas o a  sus templos. ‘Ias guacas, inclinaban la cabeza y cuerpo con una humillación profunda… extendiendo los brazos para adelante… con las manos abiertas y levantadas en alto poco más que la cabeza… hacían con los labios un ciertos sonido como quien besa y .. soplaban hacia las extremidades de los dedos..  mandándolo al aire’.

El cronista de la ‘Historia del Nuevo Mundo’ agregaba que ‘La misma forma u orden guardaban cuando sacrificaban al Sol para que criase, al Trueno para que lloviese y no granizase ni helase’.

Alfonsina Barrionuevo

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