jueves, 1 de abril de 2021

 

 SEMANAS DE SANTIDAD

Semana Santo oracionales que se va de las manos. Tuve la suerte de asistir a varias en años memorables, en los cuales, por ejemplo, las mujeres del campo en el norte usaban pendientes y cadenas de oro sobre el pecho y el Cristo yacente recorría calles y plazas durante una noche inacabable. No sabemos cómo serán las que vendrán después de la pandemia. Esperemos que se mantengan tradiciones y costumbres. Recopilo notas de algunas para hoy en este blog para ustedes, con afecto.  

EL SEÑOR DE LA VIÑA

En Semana Santa Surco,  el antiguo distrito de Lima, perfuma el aire con el olor de la uva madura para que salga el Señor de la Viña. Ya no está el virrey que acompañaba al Cristo vestido de terciopelo y tampoco quedan las parras, sepultadas hace tiempo por el cemento. Pero el Crucificado, mientras tenga sus devotos, seguirá inspirando la noche del Viernes de Dolores con los racimos que adornan su cruz envolviéndola con su dulzura. El ochenta por ciento de los limeños ignoran que tienen tan cerca una Semana de Pasión, con las conmovedoras reminiscencias de antaño. A Surco Viejo no le importa. El Domingo de Ramos su plaza se viste de flores lilas y la brisa despeina los cabellos de una bella efigie del Señor, que cabalga gallardo en su burrita blanca, haciendo volar alguna flor artificial de amankay, desde que las urbanizaciones marchitaron las de la panpa de Amancaes donde brotaban por millares. El Viernes Santo, después del Sermón de las Tres Horas, los santos varones bajan de su madero al Cristo de la Agonía y limpian de su cuerpo el sudor de la muerte con algodón de rama, que reciben los fieles con afán. Sus brazos son articulados se doblan y se convierte en el Cristo yacente.

FLORES Y HIERBAS

En el Perú el drama del Gólgota ha hecho carne con el Ande a través de sus  flores nativas. El ñuqc'hu, que es rojo como un tizón, encierra entre sus pétalos diminutos una cruz; las waqankillas son lágrimas de la Virgen, convertidas en pétalos de terciopelo cristalino; las k'uichit'ika, flores del arco iris que se enredan en sus manos de paloma  y muchas otras cuyo significado conservan las comunidades campesinas.


Lo propio sucede con hierbas aromáticas como el arrayán y el toronjil que hierven en ollas de barro para impregnar con su fragancia los montes o calvarios que se levantan en las iglesias; las hierbas de Judas, el ahorcado, que se buscan a medianoche entre el Viernes de Agonía y el Sábado de Gloria, para conjurar brujerías; el algodón de rama con que se limpia el torso del Nazareno al reeditar su martirio y es preciosa panacea para toda clase de males; las hojas de palma que se tejen primorosamente en Domingo de Ramos y los mentados cigarrillos de anís que fuman los patriarcas en Otuzco, La Libertad, para combatir el frío de los años.

COMPOTA DE DURAZNO

En Semana Santa el Cusco huele a compota de durazno. En las casas hierve el dulce con canela y el aire lleva prendida su fragancia de Domingo de Ramos a Domingo de Gloria.  Lo tengo en el recuerdo de años que nunca pasarán porque los llevo en la memoria. Días hermosos de iglesias con las puertas abiertas, campanas que se echan al vuelo y cánticos teñidos de fervor. En Lunes Santo el Señor de los Temblores, Patrón Jurado de la Ciudad, recorriendo las calles seguido por una multitud ávida que lo sostiene en sus pupilas. Lunes de lluvia que se seca a sus pies para dejarle pasar. Noches entibiadas por los cirios para la bendición que todos recibían con amor.

Jueves de doce platos en la mesa familiar, entradas con pellejito de chancho y habas verdes y tamales vaporosos, sopas despidiendo vapor, segundos con asado y morayas harinosas y postres de sabor dulzón, regalo al paladar. Jueves de visita a los monumentos del Santísimo con rosarios y velas encendidas y saludos a media voz entre padrenuestros y avemarías  piadosas.  Viernes Santo con el Señor del Santo Sepulcro en las calles y la Virgen Dolorosa con una lágrima de luz entre las manos huérfanas.

CRISTOS DE MARAVILLA


Si en cada pueblo hay una Semana Santa es lógico pensar que hay miles de Señores. Sólo nombramos los más famosos. En el Cusco, el Taitacha Temblores de cuerpo magro ennegrecido por el humo de las velas y la savia dulce de las flores.

SANTOS SEÑORES

En Ica, el Señor de Luren, una efigie de segunda que fue pagada con limosnas por el cura Madrigal y por milagro resultó de primera, salvado de la corrosión del agua que inundó las bodegas del galeón que lo trajo de España. En Ayacucho, el Nazareno de Julkamarka hecho por los ángeles igual que el Señor de Huamantanga, en Lima. En Arequipa, el Señor del Gran Poder flanqueado por anónimos penitentes de albos cucuruchos. En Chancay, el Señor de la Agonía que cambia el huerto de olivos por una anda que es un huerto de frutas; en Huaraz, Ancash, el Señor de la Soledad, que emergió de un árbol en un bosque profundo. En Puno, el Cristo de la Bala enviado por   Carlos V que protegió a su devoto recibiendo el proyectil que lo iba a matar. En Tacna, el Señor de Locumba de pies quemados y de bailarines litúrgicos. En Monsefú, Lambayeque; en Ayabaca, Piura, y en los Barrios altos, Lima, el  patético Señor de los trinitarios que fue Cautivo de los moros. En Catacaos, también Piura, el Señor de la Caña, el Señor de la Justicia, el Señor de la Caída, el Señor del Prendimiento, entre otros. En Tarma, Junín, el Cristo Yacente que pasa sobre las floridas "alfombras" de keyserinas, arrayanes, retamas, geranios, margaritas, claveles, rosas y wayranpos, que “tejen” con puras flores sus fervorosos devotos. En Lampa, Puno, el Señor de cuero de vaca que es venerada reliquia de los primeros siglos españoles. En Chachapoyas, el Señor de Burgos, que es venerado por sus cofrades en las iglesias agustinas. Cada uno con más de una historia prodigiosa, testimoniando con su presencia torturada y sangrante la fe de las gentes del Perú. En Azángaro, Puno, ha desaparecido la bíblica estampa de la Ultima Cena, en cambio aún se reedita en Lambayeque donde los devotos sacan viejísimas imágenes de los Apóstoles. No importa que acusen una calvicie de abandono porque ya no tienen mayordomos que compongan sus apolilladas pelucas, ni tampoco que en un anexo cercano  Judas vista de guardia civil a falta de una túnica israelita. Sería penosa la Semana Santa sin ellos.       

MESAS PASCUALES

Para la Semana Santa se conservan deleitosas viandas en ciudades y pueblos. ella tiene sus manjares. En el Cusco, doce platos que se completan con tamal y empanadas de la Condesa.

La relación es enorme y dice bien de la creatividad de la gente.

En Piura, sopa de pan, sarandaja, cachema frita, carne aliñada, seco de cabrito y mala rabia. En Huancavelica el sabroso chupe de calabaza, el guiso de carne, el arroz con leche y el ponche con aguardiente, para las velaciones. En Huaura, Lima, tamales, chorizos, salchicha y camote frito. En Ayacucho, sopa de queso, el aycha kanka, el puka picante, la mazamorra de calabaza, y el ponche de maní. En Huanchaco, La Libertad, sopa teóloga, qochayuyo y huevera con papa, causa de caballa, cangrejos reventados y seviche. La lista gastronómica santa es de no acabar.                                      

Alfonsina Barrionuevo

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