domingo, 6 de septiembre de 2020

UN CUENTO DE LIMA ANDINA
En un día cansado, en una tarde lluviosa o en una noche fría, creo que un cuento de tradición oral puede dar tregua y calor al espíritu. La de historia de éste fue ambientada en Tupe, localidad extraordinaria de Huarochirí, Lima, donde se habla aún el kauki o hakaru, una antiquísima lengua que puede ser madre de muchas del antiguo Perú. Tupe, donde se celebra a San Bartolomé, es tierra de roquedales donde hay muy poco sitio para sembrar. El viento es su peor enemigo porque arranca las plantitas. Taita Conce, un viejo y sabio anciano le entregaba ofrendas de los tupinos, hojitas de coca, naranjas o cigarrillos, y Wayra, el viento, se iba a desahogar sus furias a un desfiladero donde golpeaba las piedras para probar sus fuerzas.  Tuve la suerte de ir caminando tres horas desde el último punto de carretera donde me dejó un bus. Guardo un grato recuerdo de sus motadores. El traje que visten los niños del cuento es de un corte preinka. Cuando llegué lo usaban todavía. Los dibujos son de Kukuli.

LAS TAREAS DE YACHA 

Amat, Llut y Shala suspendieron sus juegos.
-El arco iris ha encerrado a la luna y el año será seco
No habrá lluvia y las plantitas se morirán de sed –señaló Amat.
-Las perdices han hecho sus nidos en el lecho de los ríos.
Mala señal –agregó Llut. -Tenemos que hacer algo –concluyó Shala.
Los tres buscaron a Mama Yacha para ver que podían hacer. Ella tenía secretos de sus antecesores.
-Tendrán que traer agua de estrellas –les dijo.
-Las piedras de colores que guarda el rayo en la laguna del otorongo o jaguar.
-También una pluma del Qoriq’ente, el sagrado picaflor de oro.
Los niños se dividieron las tareas. Amak preguntó a su abuelo cómo podría conseguir agua de estrellas.
-He visto en el cielo un río de estrellas que se metió en el mar-le respondió éste. –Una parte volverá a la pampa del Amaru.
Allí la recogerás.
Llut habló con Rumi, que era pastor de alpakas.
-¿Conoces la laguna del jaguar, la Otorongoqocha?

-Sí. Pero deberás subir hasta las faldas del Ausanqati –le contestó. –Se encuentra a cinco días de aquí. Rumi le aconsejó que llevara caramelos de granizo como regalo a la laguna.
La madre de Shala le señaló donde encontrar al qoriq’ente el picaflor de oro, como lograría que le diera una pluma.
Ella le dijo que fueran a Rapaz, un viejo templo prehispánico. En sus jardines crecían unas flores muy lindas, donde dormía el picaflor sagrado.
Los niños volvieron a reunirse y acordaron seguir juntos. Así podrían ayudarse si fuera necesario.
En la pampa de la Amaru los tres buscaron al charco. Allí estaba con las estrellas que volvían al cielo, y Amat recogió el agua en un cantarillo. Aún faltaban dos tareas.
Amat, Llut y Shala hicieron pequeños trabajos. Con las monedas que juntaron compraron los caramelos granizo.
En recompensa la laguna dejó que cogieran las más hermosas piedras de colores.
En Rapaz hallaron al picaflor de oro. Apenas supo de sus afanes, para que la luna saliera de su encierro, alabó su buen corazón y les regaló una pluma.
Mama Yacha echó el agua de estrellas en su olla mágica, colocó las piedras de colores y la pluma. Al hervir su vapor subió al cielo. El arco iris abrió sus anillos y dejó libre a la luna. Gracias a Amat, Llut y Shala, ella haría que la lluvia bajase y diera vida a los surcos.
Alfonsina Barrionuevo

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