UN CUENTO
DE LIMA ANDINA
En
un día cansado, en una tarde lluviosa o en una noche fría, creo que un cuento de
tradición oral puede dar tregua y calor al espíritu. La de historia de éste fue
ambientada en Tupe, localidad extraordinaria de Huarochirí, Lima, donde se
habla aún el kauki o hakaru, una antiquísima lengua que puede ser madre de
muchas del antiguo Perú. Tupe, donde se celebra a San Bartolomé, es tierra de
roquedales donde hay muy poco sitio para sembrar. El viento es su peor enemigo
porque arranca las plantitas. Taita Conce, un viejo y sabio anciano le entregaba
ofrendas de los tupinos, hojitas de coca, naranjas o cigarrillos, y Wayra, el
viento, se iba a desahogar sus furias a un desfiladero donde golpeaba las
piedras para probar sus fuerzas. Tuve la
suerte de ir caminando tres horas desde el último punto de carretera donde me
dejó un bus. Guardo un grato recuerdo de sus motadores. El traje que visten los
niños del cuento es de un corte preinka. Cuando llegué lo usaban todavía. Los
dibujos son de Kukuli.
LAS TAREAS DE YACHA
Amat,
Llut y Shala suspendieron sus juegos.
-El
arco iris ha encerrado a la luna y el año será seco
No
habrá lluvia y las plantitas se morirán de sed –señaló Amat.
-Las
perdices han hecho sus nidos en el lecho de los ríos.
Mala
señal –agregó Llut. -Tenemos que hacer algo –concluyó Shala.
Los
tres buscaron a Mama Yacha para ver que podían hacer. Ella tenía secretos de
sus antecesores.
-Tendrán
que traer agua de estrellas –les dijo.
-Las
piedras de colores que guarda el rayo en la laguna del otorongo o jaguar.
-También
una pluma del Qoriq’ente, el sagrado picaflor de oro.
Los
niños se dividieron las tareas. Amak preguntó a su abuelo cómo podría conseguir
agua de estrellas.
-He
visto en el cielo un río de estrellas que se metió en el mar-le respondió éste.
–Una parte volverá a la pampa del Amaru.
Allí
la recogerás.
Llut
habló con Rumi, que era pastor de alpakas.
-¿Conoces
la laguna del jaguar, la Otorongoqocha?
-Sí.
Pero deberás subir hasta las faldas del Ausanqati –le contestó. –Se encuentra a
cinco días de aquí. Rumi le aconsejó que llevara caramelos de granizo como
regalo a la laguna.
La
madre de Shala le señaló donde encontrar al qoriq’ente el picaflor de oro, como
lograría que le diera una pluma.
Ella
le dijo que fueran a Rapaz, un viejo templo prehispánico. En sus jardines
crecían unas flores muy lindas, donde dormía el picaflor sagrado.
Los
niños volvieron a reunirse y acordaron seguir juntos. Así podrían ayudarse si
fuera necesario.
En
la pampa de la Amaru los tres buscaron al charco. Allí estaba con las estrellas
que volvían al cielo, y Amat recogió el agua en un cantarillo. Aún faltaban dos
tareas.
Amat,
Llut y Shala hicieron pequeños trabajos. Con las monedas que juntaron compraron
los caramelos granizo.
En
Rapaz hallaron al picaflor de oro. Apenas supo de sus afanes, para que la luna
saliera de su encierro, alabó su buen corazón y les regaló una pluma.
Mama
Yacha echó el agua de estrellas en su olla mágica, colocó las piedras de
colores y la pluma. Al hervir su vapor subió al cielo. El arco iris abrió sus
anillos y dejó libre a la luna. Gracias a Amat, Llut y Shala, ella haría que la
lluvia bajase y diera vida a los surcos.
Alfonsina Barrionuevo
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